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Capítulo 18.

Sam y yo estábamos sentados en los taburetes de la cocina mientras veíamos a Jayden cocinar delante nuestra.

—Papá dijo que los italianos esos fueron los del tiroteo. — Le dijo Sam a Jayden.

—No. Dijo que había sido su banda contra los italianos. —Le corregí. — Entonces esos italianos debían estar en la fiesta.

Jayden nos daba la espalda mientras cocinaba haciendo como que no nos escuchara ¿Estaría enfadado por la discusión que tuvimos sobre la fiesta?

—¿Qué crees que le habrá pasado a papá? —Preguntó Sam mirándome con miedo.

Iba a responderle cuando el pelinegro se me adelantó. —Lo más seguro es que se lo hayan llevado.

Parecía enfadado, como si hablar del tema le irritase, no quise seguir hablando pero Sam no terminó de captar el pequeño codazo que le di en el hombro.

—¿Y por qué se lo llevarían? Es un simple desgraciado, no tiene nada que interese, es un peón más.

—Pero sabrá dónde está el que manda. —Respondió tajante. No me estaba gustando nada esa actitud, no le habíamos hecho nada para que estuviera así.

Cambié de tema para relajar el ambiente en lo que Jayden terminaba de cocinar. Cenamos mientras Sam nos contaba lo muy enamorado que estaba de July y después de cenar esta le recogió para ir a dormir a su casa.

Jayden y yo nos quedamos en silencio fregando los platos. Ambos teníamos mucho que decirnos pero parecía que los dos teníamos miedo de sacar el tema, pero al final tendría que surgir la conversación así que decidí comenzar.

—¿Jayden qué te pasa? pareces enfadado desde que llegamos.

El pelinegro dejó el vaso que estaba enjuagando y me miró cansado.

—¿Por qué volvisteis allí? Sabíais que era peligroso.

—Si pero no tanto, fuimos a por ropa y a por nuestro coche. De todas formas no lo veo motivo para tu enfado.

Jayden suspiró y puso su mano en mi nuca tirando de mí. Le abracé con fuerza escuchando su corazón alecerado bajo mi mejilla. Me acarició el pelo mientras besaba mi cabeza.

— Es que no me quiero imaginar si te pasase algo Emily. Este fin de semana te podría haber perdido dos veces y en ambas no estuve contigo. —Dijo con la voz temblorosa.

No me esperaba tal preocupación, yo sentía exactamente lo mismo por él pero todavía me daba miedo el reconocerlo en voz alta. Nos quedamos abrazados un buen rato más disfrutándonos.

Levanté la cabeza para mirarle a los ojos, eran tristes aún que estuviera sonriendo levemente. —¿Bailamos?

Soltó una pequeña risa y asintió. Salimos de la cocina y pusimos la play list "Parachute" de coldplay y al ritmo de "High Speed" comenzamos a bailar despacio sin soltarnos ni un instante. Le abracé mientras escuchábamos la letra.

—Prométeme que a partir de ahora bailaremos todas las noches que pasemos juntos. —Dijo Jayden contra mi pelo.

—Lo prometo. —Respondí sonriendo.

Nos quedamos un rato en silencio en lo que las canciones cambiaban

—Emily.

—¿Hmm?

—¿Y si nos vamos el próximo fin de semana a algún lado?

Levanté la cabeza para mirarle extrañada. —¿A dónde?

—Mi madre tiene una casa en frente del Lago Michigan, está vacía así que pensé que podríamos ir, hay bastantes habitaciones, habrá hueco de sobra para los tres.

Le sonreí enternecida y obviamente acepté ¿Porque quién no iba a pensar que era una simple escapada romántica? (A pesar de llevar a Sam obviamente).

Nos quedamos toda la noche bailando hasta terminar enredados en el sofá haciéndolo como animales. Le amaba con toda mi alma y aquel era un sentimiento que aumentaba cada día.


Nos despertamos por la alarma de mi móvil. Después de un fin de semana surrealista tocaba volver a la normalidad del instituto.

Quedé con Sam en la puerta del "hall" así que allí estaba, agarrado de la mano de July y mirándola como un bobo, no era por insultarle pero de verdad se le ponía cara de bobo.

—Buenos días tortolitos. —Dijo Jayden dándole la mano a Sam para después abrazarle, cosa que nos sorprendió a mi hermano y a mi.

—B..Buenos días. —Rio al soltarse.

Le di otro abrazo y luego le di la mano a July, la cual me sonrió ampliamente.

Jayden y July se fueron a sus taquillas dejándonos a Sam y a mi solos.

—Espero que esta semana no tengas planes. —Dije metiendo el código en mi taquilla.

Mi hermano me miró extrañado. —¿Por qué?

—El viernes nos vamos al Lago Michigan a pasar el fin de semana.—No pude evitar sonreír como una tonta al decirlo.

—¿Y eso por qué?

—Bueno, la madre de Jayden tiene una casa allí entonces pensó que podríamos pasar unos días.

—Emily va a ser muy incómodo... Mejor me quedo en casa de July en lo que os vais vosotros, no quiero cortaros el rollo. —Sonrió después de cerrar su taquilla.

Cada uno fue a su clase como siempre. Mi relación con Sophie se estrechó y cada vez nos contábamos más cosas, en clase de historia me actualizó sobre su situación con el tal Michale.

Al final le contó todo lo que sentía en uno de sus encuentros y resultó en que él no sentía lo mismo, pero hacía unos días que había conocido a otro. Se llamaba Max y por lo visto era pelirrojo, pero no era natural. Me alegré mucho por ella y con los días comenzamos a hablar por mensajes continuamente.


Ya era miércoles y estando en casa me acordé de que Sam no iba a venir al lago. Jayden y yo estábamos tumbados en el sofá. Estaba encima suya mientras este me acariciaba el pelo y la espalda con cariño.

—Se me olvidó decírtelo. Sam al final se quedará en casa de July este fin de semana. —Levanté la cabeza posándola sobre mis manos encima de su pecho. Sonreí pensando que le alegraría el estar solos pero se le descompuso el rostro.

—¿Q..Qué..Por qué? — Preguntó incorporándose levemente.

Le miré extrañada por su respuesta. —Porque es normal que se sienta algo incómodo, él solo y nosotros dos... Entiendo que prefiera quedarse.

El pelinegro tragó saliva pensando. —Que se venga July entonces, hay sitio de sobra, así estarán ellos por un lado y nosotros por otro.

No me parecía mala idea pero seguía algo desconcertada por su reacción, algo no andaba bien pero tampoco sabía el qué (y tampoco me lo podía imaginar) pero acepté y esa noche se lo propuse a mi hermano.
A Sam también le pareció raro pero habló con July y ella también aceptó alegremente.

Por fin llegó el viernes y fui a trabajar como de costumbre, nuestros ahorros comenzaban a aumentar y eso me motivaba. En cuanto fue mi hora de salida apareció Jayden por la puerta automática.

—Dispulpe señorita ¿Ha visto usted a una chica guapísima por aquí? Es que me voy el fin de semana con ella y no la encuentro. —Apoyó un brazo en el mostrador sonriendo.

Reí enternecida y salí del mostrador para darle un beso corto pero cariñoso. —Me cambio este horrible uniforme y salgo.

—Si necesitas ayuda llámame. —Dijo Jayden mientras me metía en la pequeña salita al lado del mostrador.

Sonreí llena de alegría y emoción, me cambié corriendo deseando salir e irnos. Antes de ir a trabajar había preparado mi pequeña maleta y la había dejado donde mi ropa.

Una vez lista agarré mis cosas y di paso a mi compañero al que ese día le tocaba turno nocturno. Salimos de la gasolinera donde estaba aparcado el coche com Sam y July en la parte trasera.

Entré en el Cardillac con una sonrisa de oreja a oreja, mi hermano también parecía chorrear alegría al mirar a July. Les saludé con un abrazo en lo que Jayden dejaba mi maleta en el maletero. La casa estaba en Grand Haven lo cual suponía un viaje de hora y media en coche.

Salimos de la ciudad y, mientras conversaba con Sam y July, Jayden parecía tenso. No se le veía cómodo y parecía querer salir de la ciudad cuánto antes.

—¿Y en Grand Haven qué hay? —Preguntó Sam emocionado.

—Puees un lago, no sé si te suena el lago Michigan. —Bromeó Jayden una vez en la autovía. Se giró a mirarle sonriendo. —La verdad que de Gran Haven sólo he visto el lago, de todas formas no nos dará tiempo a ver más.

—¿Pero nos podremos bañar? —Me miró July.

—Físicamente se puede. —Respondió el pelinegro. —Nunca he visto que te digan nada por bañarte en tu propiedad.

Continuamos hablando todo el camino mientras el atardecer era cada vez más brillante. Los colores anaranjados que comenzaban a llenar los árboles combinaron con las nubes que parecían desprender fuego encima nuestra mientras reíamos y conversábamos como jóvenes normales.

Jayden me miró por encima de las carcajadas y puso su mano sobre mi pierna, pero no fue de una forma sexual, más bien un gesto de amor. Ese siempre será un recuerdo inolvidable de mi juventud, un recuerdo en el que me habría gustado quedarme para siempre.

Cuando cayó la noche llegamos a una casa apartada, era enorme y de madera pero con un toque moderno lleno de cristaleras.

—¿Jayden seguro que no eres narcotraficante? — Rio Sam al ver el tamaño de la casa.

Nos bajamos todos del coche y entramos. El salón era gigante y estaba iluminado con luces cálidas que le daban un ambiente totalmente acogedor. Las paredes y el suelo eran de madera de lo que parecía roble. En el recibidor habían unas escaleras grandes cubiertas con una alfombra durdeos.

Según entrábamos parecíamos cada vez más fascinados. En el salón había una chimenea de piedra con unos cuernos de ciervo colgados en la pared, habían tres sofás de cuero y una mesita de café y estanterías con plantas por las esquinas.

—Bien, en el piso de arriba hay tres habitaciones, Emily y yo cogeremos la del final del pasillo, vosotros podéis escoger cualquiera de las otras dos.

Dicho esto subimos por las escaleras y habían cuatro puertas en el segundo piso, supuse que una sería un baño.

Jayden y yo entramos en la habitación que él había elegido mientras Sam y July miraban las otras dos. Era un dormitorio amplio, la cama parecía antigua con las sábanas beige e infinidad de cojines con colores cálidos. Había un gran ventanal y una puerta de cristal que daba a un balcón. Mientras Jayden abría las maletas salí hipnotizada por las vistas.

La brisa gélida me erizó el cuerpo entero. Las casas de alrededor iluminaban el lago creando una danza de luces sobre los pequeños movimientos del agua estancada.

Me sobresaltó al notar las frías manos de Jayden pasando por mi abdomen.

—Me has asustado.—Sonreí mientras me abrazaba.

—Misión cumplida entonces. —Dijo contra mi pelo antes de besar mi mejilla.

Últimamente empezaba a ser más cariñoso, cosa que, sorprendentemente, me encantaba. Me encantaba cuando me abrazaba, me encantaba el simple detalle de su roce.

Nos quedamos unos segundos mirando el paisaje en silencio con el sonido de los grillos de fondo, era un momento mágico... Hasta que escuchamos a Sam entrar a la habitación.

—Oye no hay comida en la despensa ¿Qué hacemos, vamos a comprar? —Preguntó según entrábamos.

—Ahora pido algo tranquilo. —Dijo Jayden volviendo a su maleta para colocar su ropa en el armario que había al lado de la cama.

Sam se fue y yo decidí colocar también mis cosas, pero para mi sorpresa el pelinegro ya había colocado todo en mi parte del armario.

—Ponte el bikini, por si nos bañamos más tarde. —Señaló una de las estanterías mientras doblaba lo suyo.

Le hice caso y me puse mi bikini favorito de color negro y por encima un chándal calentito.

—¿No hace frío para bañarnos? —Pregunté según me ponía la sudadera.

—Por la noche el lago está caliente, alomejor te da frío al entrar y al salir pero dentro se está bien.

Una vez todo colocado se acercó a mi abrazándome de la cintura, me abracé a su espalda mirándole con cariño a los ojos, estaba más feliz que nunca por estar allí, por estar allí con él.

—¿Alguna vez te han dicho lo guapa que eres? —Preguntó sonriendo y analizando mi rostro al completo

Sonreí avergonzada de que me observase tan profundamente. —Alguna vez me lo han dicho, sí.

—¿Quién? Porque ahora me temo que tendré que matarle. —Bromeó estrechándome más contra su cuerpo.

—¿Está usted celoso señor Morelli? No conocía esa faceta suya. —Le miré de arriba a abajo juguetona.

—Mm hay muchas que no conoce señorita García, quizá deba descubrirlas....—Se acerca mis labios sonriendo y cerré los ojos para dejarme llevar.

—Quizás...—Susurré antes de besarle con ansias.

Estábamos siempre juntos pero cada vez que nos besábamos era como si nuestros labios se hubiesen echado de menos, nos comíamos con ganas, con ganas del otro.

El pelinegro se sentó al borde de la cama quitándome la sudadera para después sentarme en su regazo. Nuestros sexos se rozaban creando un deseo que incrementaba en cada movimiento. Comenzó a bajar la mano por mi abdomen haciendo que me estremeciera según levantaba la goma de mi pantalón e introducía la mano con cuidado. Estaba por acariciar mi intimidad cuando escuchamos a Sam gritar desde la planta baja.

—¿HAS PEDIDO YA LA CENA?

Jayden me miró respirando arrítmicamente, tragué saliva ante aquel silencio.

—¿Lo dejamos para más tarde? —Preguntó con la voz entrecortada.

Asentí.

Me puse la sudadera en lo que se colocaba bien el pantalón y bajamos al salón. Que inoportuno.


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