Capítulo 12.
Me tumbé en mi cama, abatida y mareada. Mis músculos estaban rígidos y respiraba despacio para no perder el control y comenzar a agobiarme. De la nada sonó una notificación de mi teléfono, era Jayden.
¿Quieres que nos veamos mañana?
¿Podemos vernos hoy mejor?
📍*ubicación*
A las cinco estoy allí.
Mi corazón empezó a acelerarse ¿Por qué querría que nos viésemos si hacía unas horas que me dejó en mi coche?
Ya era la hora de comer así que llamé a Sam y bajé a la cocina. Me sentía algo más relajada después de haberme repetido quinientas veces que no iba a pasar nada, quise autoconvencerme de que todo era una exageración de mi padre o que simplemente le había dado un mal viaje la mierda que aspiraba por la nariz.
-¿Qué vas a preparar señora chef? - Bromeó mi hermano según entraba por el arco de la cocina. Fingía normalidad pero sus ojos seguían rojos e hinchados.
-Hay dos opciones. O pasta con tomate.- Hice una pausa haciendo como si pensara. -O pasta con tomate.
Sam sonrió pero sus ojos no brillaban como de costumbre. Le di la espalda mientras se sentaba en uno de los taburetes de la isla. Puse el agua a hervir y freí un poco de carne junto con el tomate.
-¿Qué crees que va a pasar? - Preguntó Sam a mis espaldas.
Tragué aire hasta llenarme los pulmones y suspiré. -Creo que le habrá dado la paranoia en uno de sus colocones. Volverá.
Me sentía mal por mentirle pero esa era mi labor de hermana mayor, si admitía que estaba aterrorizada Sam entraría en pánico, tenía que fingir tranquilidad, como siempre.
Decidí desviar el tema mientras los espaguetis se cocían en el agua hirviendo. -¿Has escrito a July?
-No sé qué decirla.
Me giré mirándole a los ojos. -Sam, no seas un imbecil ¿Así te he enseñado? Escríbela ahora mismo e invítala a salir esta tarde, seguro que está esperando tu mensaje.
-¿Y si no le gusto? - Preguntó con inseguridad mordiéndose el labio inferior.
-No pierdes nada por preguntarla. Si te rechaza simplemente pasa de ella y a por otra, cuánto antes dejéis las cosas claras mejor.
-Puede que tengas razón.
-Claro que tengo razón. - Dije sonriendo mientras le volvía a dar la espalda para sacar la pasta.
Serví la pasta con el tomate y puse los dos platos sobre la encimera, Sam se levantó a preparar la bebida y los cubiertos en lo que yo me sentaba en el taburete.
-Pero no quiero dejarte sola aquí ¿Y si te pasa algo y yo no estoy? - Preguntó Sam mientras comíamos.
-Jayden vendrá esta tarde. - Respondí focalizada en mi plato más seria de lo que quería.
Sam ignoró mi tono y una gran sonrisa se formó en su rostro, esta vez una de verdad. -¿Por eso querías que me fuese con July? Para estar los dos a solas.
Me siguió sonriendo con un tono pícaro.
-No era por eso. - Respondí sonriente y le miré a los ojos. Claro que era por eso.
-No mientas se te ve en la cara. - Rió antes de beber un trago de su vaso de agua. Notaba como mis mejillas estaban calientes y no sabía por qué, nunca me había dado vergüenza hablar de chicos con mi hermano. Decidí ignorarle y seguir comiendo.
Terminé mi plato y lo dejé en el fregadero, ese día le tocaba a Sam fregar los platos. Seguimos hablando un rato sobre su futura novia. La escribió diciéndola de ir al centro comercial a tomar algo y ella, como era de esperar, aceptó en cuestión de segundos.
Cada uno subió a su cuarto, eran todavía las tres de la tarde pero quise aprovechar para maquillarme antes de la llegada de Jayden. Intenté que pareciese natural puesto que estaba en mi casa. Me senté en el tocador y puse música para maquillarme al lento ritmo de Coldplay. Me tomé mi tiempo para cantar y bailar mientras pintaba mis pestañas y ruborizaba mis mejillas, adoraba esos momentos para mí, muchas veces se me eran necesarios y reconfortantes.
Pero mientras peinaba mi cabello con tranquilidad escuché un gran ruido en el salón, el sonido de un vidrio cayéndose. Me levanté sobresaltada y salí de mi cuarto, mi hermano salió a la vez del suyo juntándonos en el pasillo. Nos miramos unos segundos y volví a mi cuarto para agarrar el bate de béisbol que guardaba en el armario. En las escaleras Sam se puso detrás mía mientras bajábamos con cuidado, empuñé el bate con fuerza al ver cómo estaban todas las ventanas del salón y la entrada destrozadas.
-Ve a por la pipa. - Susurré a Sam sin quitar la vista del frente.
Mi hermano me obedeció subiendo de nuevo las escaleras. Volvió bajar a los segundos cargando la pistola que mi padre tenía guardada en la cómoda de su habitación. Bajamos y revisamos toda la planta baja, no había nadie, no había entrado nadie.
-Emily no podemos vivir así. - Dijo mi hermano poniéndole de nuevo el seguro a la pistola.
Saqué el teléfono de mi bolsillo, ya eran las cinco, Jayden estaba por llegar.
-Ve con July. Ahora. - Le ordené.
-No pienso dejarte aquí por mucho que venga Jayden o Izan o quien sea. Estamos en peligro Emily ¡Parece que no te das cuenta!
Me encogí según subía el tono, tenía toda la razón, no podía debatirle nada porque yo misma sabía que esas no eran concidiones para vivir, no era una buena vida.
-¿Qué mierdas ha pasado aquí? - Preguntó Jayden desde el porche al ver que las ventanas estaban esparcidas por todas partes.
Sam nos miró, dejó la pipa en la mesa de la entrada y se fue. Miré a Jayden y no pude evitar suspirar, sentía como si me acabasen de atravesar el pecho con un puñal. Abrí la puerta apesar de todas las entradas nuevas que había en el hueco de las ventanas.
--¿Que coño está pasando? ¿Por qué tu hermano llevaba una pipa? -- Preguntó alterado según entraba.
--¿Quieres algo de beber? -- Pregunté dándole la espalda según caminaba hacia la cocina. Escuché como me seguía con pies pesados.
--Deja el jueguecito de hacer como si no pasase nada. Están todas las ventanas rotas y os he encontrado a ti con un bate de béisbol y a tu hermano con una puta pistola. -- Dijo subiendo el tono con enfado. Me daba rabia puesto que no tenía por qué ponerse así, no era problema suyo.
Agarré una lata de cerveza y pegué un buen trago. --No entiendo por qué te involucras tanto en mis problemas Jayden, estoy segura de que no has venido a eso.
Le miré apoyando las manos en la isla de la cocina. Contuve las lágrimas que estaban por salir, sabía que Jayden no venía a ayudarme, nadie iba a hacerlo. Cada día era todo más difícil y hacía unas semanas que me sentía superada, no podía cargar con todo el peso de mis hombros.
Volví a beber de la lata y me acerqué hacia el chico de pelo oscuro que se apoyaba en el arco de la cocina. Nos miramos a los ojos según estábamos más cerca, acaricié su nuca poniendo la otra mano sobre su pecho tirando de él. Nuestros labios se rozaron y comenzamos un beso lento y cálido mientras sus manos acariciaban mi espalda con cuidado.
--Vamos arriba. -- Susurré contra sus labios separándome unos milímetros. Jayden me agarró de la cintura tirando de mi para volverle a besar pero esta vez de forma más desesperada y profunda.
Besarle se me hacía demasiado reconfortante, era como dejar la mente en blanco y calmar la pequeña vocecita de mi cabeza que no callaba. Acaricié la línea de su mandíbula como si fuese de porcelana, su piel se me hacía delicada.
Jayden se separó tomándome de la muñeca con firmeza y guiándome hacia la escalera, subí con prisa delante suya hasta llegar a mi cuarto. Cerré a sus espaldas para volver a besarle, no aguantaba ni un segundo más sin sus labios. Me empujó contra la puerta tomando mi cara entre sus grandes manos. Sentía mi cuerpo arder y el aire de la habitación quemaba. Le quité la chaqueta sin separarnos y después la camiseta para tocar su suave y tatuado cuerpo. Me levantó la camiseta y me quitó el sujetador mientras yo desabrochaba el cinturón de su pantalón, en cuestión de segundos estábamos los dos en ropa interior.
Me agarró del culo levantándome del suelo, le rodee el abdomen con las piernas abrazándome con fuerza a su cuerpo. El tacto piel con piel junto con aquel húmedo beso me provocaba mariposas en la espalda. Me dejó sobre la cama con un sorprendente cuidado, pasó a besarme el cuello y el mundo quedó en silencio ante nosotros, el peso de mi pecho desaparecía dejándome respirar de nuevo, no recordaba nada, nosotros éramos todo.
Bajó su mano por mi abdomen rozandolo con las yemas de los dedos haciendo que mi piel se herizase. Metió la mano por debajo de mis bragas estimulando mi zona con delicadeza, con cuidado. Me di cuenta de que nunca me habían tocado así, nunca me habían tocado con esa cautela, con esa empatía. Acaricié su pelo según soltaba gemidos ahogados por sus lentos movimientos. Era distinto, no sentía esa desesperación que me hacía querer más. Que me tocase más lento hacía que disfrutase el momento, disfrutaba el tiempo que le tenía besando mi cuello y mi oreja, disfrutaba aquel momento íntimo entre los dos y no quería que terminase nunca.
Jayden volvió a besarme para callar mis gemidos. Poco a poco fue introduciendo uno de sus dedos dentro mío y al sentir el segundo entrando no pude evitar arquear la espalda del gusto mientras los movía rítmicamente provocándome un placer desmesurado que hacía que mis piernas temblaran. Perdí mis dedos entre su pelo mientras juntaba nuestros labios con más fuerza buscando disimular los gemidos que estaban por salir. Mi abdomen y mis piernas tiritaban del gusto y mi vista se nubló llegando así a un fuerte y duradero orgasmo.
Tomé unos segundos para recuperar el aliento mientras que Jayden me miraba, sus ojos brillaban como siempre y tenía las mejillas y los labios colorados. Se tumbó encima mía sin dejar de mirarme a los ojos, sentía como si pudiese ver todo mi interior. El sexo había dejado de ser solo íntimo por la desnudez de nuestros cuerpos, sentía como mi alma se desnudaba bajo su pecho, me sentía completamente vulnerable ante su mirada.
Descansé mis piernas sobre su espalda mientras Jayden apartaba mi ropa interior y se bajaba los boxers. Cogió aire e introdujo su miembro en mi interior con cuidado, llenándome por dentro. Los dos gemimos al quedar totalmente unidos, comenzó a moverse con cuidado mientras yo acariciaba su espalda con las yemas de los dedos disfrutando de cada rincón de su cuerpo, para mí era una obra de arte que tenía el privilegio de tocar. Subió la intensidad aumentando la excitación de los dos por tener al otro más cerca.
Entraba y salía de mi con rapidez mientras los dos intentábamos contener los gemidos que escapaban en forma de gruñidos.
Cuando estábamos los dos cerca del orgasmo nos volvimos a mirar a los ojos. Supe que no podía hacer nada contra mis sentimientos al tener que aguantarme las ganas de decirle "Te quiero."
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