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Capítulo 10.

Arrancamos y me relajé en el asiento mientras admiraba las vistas de la ciudad por el gran parabrisas.

— Te dije que no te enfrentases a Olivia. — Dijo Jayden con voz tranquila.

— No soy de dejarme insultar. — Bostecé adormecida. Miré por el retrovisor para comprobar el estado de Sam, para mi sorpresa estaba despierto mirando por la ventanilla. — ¿Por qué nos dejas ir a dormir a tu casa? No tienes por qué.

Se quedó callado enfocado en la carretera. Sam se recolocó y Jayden le miró por el espejo.

— ¿No vamos a casa? — Preguntó Sam desorientado.

— No, Sam.

— Menos mal. — Suspiró adormecido apoyando la mejilla en su asiento.

El pelinegro al escucharle me miró sonriendo de medio lado, se había dado cuenta del estado de Sam. — ¿Por qué no quieres ir a casa Sam?

Miré a mi hermano negando con la cabeza para que no respondiera pero como tenía los ojos cerrados no me vio.

— Por papá.

Mierda. Jayden abrió los ojos algo sorprendido pero aún concentrado en conducir, se mordió el labio de abajo procesando lo que estaba pasando. Le miré apenada, no quería que lo supiese pero tampoco podía culpar a Sam de decirlo, estaba borracho y asustado. El pelinegro me miraba por el rabillo del ojo de vez en cuando al ver que ninguno hablaba, me recoloqué en el asiento y apreciando las coloridas luces de la ciudad, para mi sorpresa ese no era un silencio incómodo, era incluso un momento tranquilo.

Jayden aparcó enfrente de un edificio muy alto y acristalado en Detroit, bajamos del coche y Sam estaba dormido. Le desperté con cuidado haciendo que se incorporase sobre mi hombro, Jayden abrió la puerta del portal, era grande y estaba cubierto de mármol y plantas, parecía muy lujoso. Le seguimos hasta el ascensor, lo que fue también un trayecto silencioso y algo extraño. Llegamos hasta la octava planta en la que habían cuatro apartamentos, Jayden abrió con llave en el último del pasillo y me sorprendí al entrar. Era un loft enorme y lleno de vidrieras, se veía toda la cuidad, la segunda planta era más pequeña y visible desde la primera. Estaba decorado únicamente en blanco y negro y el único contraste de color eran las paredes de ladrillos anaranjados. La casa olía igual que Jayden.

El pelinegro dejó las llaves en la entrada y no me había dado cuenta que un gato negro y con los ojos verdes nos miraba desde el salón el cual vino hacia nosotros cuando Jayden se agachó, este lo cogió en brazos y le dio un beso en la cabeza.

— Os tocará dormir en el sofá.

Miré el salón, el sofá era gigantesco y en forma de cuadrado abierto, el sofá era más grande que nuestro salón y cocina juntos. Asentí y me acerqué a dejar a Sam tumbado encima, le quité los zapatos y le arropé con una manta que había mientras Jayden subía las escaleras a lo que parecía su habitación. Estaba protegida por vallas de cristal, pero igualmente esa casa parecía no tener ninguna intimidad.

— ¿Quieres algo para cambiarte? — Preguntó desde arriba, levanté la cabeza y le miré desde abajo.

— Sí por favor.

Se alejó y escuche como abría cajones, volvió y me tiró un pantalón y una camiseta, me indicó donde estaba el baño y fui. Seguía sin creerme el estar en casa de Jayden durmiendo junto con mi hermano, la verdad que la casa era una pasada y de verdad pegaba con su personalidad. Me puse el pantalón de chándal ajustándomelo todo lo que pude a la cintura para que no se me cayera y me puse su camiseta, era negra y olía demasiado bien. Doblé mi vestido y me quité las botas quedando descalza. Volví al salón y dejé la ropa en un lado del sofá, me tumbé y pude ver a Jayden cambiándose. No era la primera vez que le veía sin camiseta pero siempre me quedaba sin aliento, siempre me habían parecido atractivos los tatuajes pero es que en él era diferentes, me encantaba. Me pilló viéndole y antes de ponerse la camiseta se acercó a la barandilla apoyándose con una leve sonrisa.

— ¿Estás bien ahí?

— Si, pero preferiría una cama. — Le miré sonriendo con las comisuras, parecí crear reacción en él, me dejó de mirar un momento escondiendo una sonrisa y volvió a mirar mordiéndose el labio inferior.

— Pues sube.

Se quitó de la barandilla volviendo a tumbarse en la cama y me levanté del sofá, subí las escaleras despacio entrando a su "habitación", Jayden me estaba esperando tumbado con los brazos cruzados debajo de su cabeza, me daban ganas de lanzarme y tumbarme encima suya pero me contuve tumbándome en el otro lado y metiéndome debajo de las cálidas sábanas, su cama era tan agradable que me hacía recordar mi cama vieja llena de muelles que se me clavaban en la espalda todas las noches.

— ¿Apago la luz?

Asentí y se incorporó para apagar la lámpara de su mesilla, el apartamento quedó iluminado por las luces de los edificios de la ciudad, ese era mi apartamento soñado, era tan perfecto. Mientras miraba las vistas de la ventana Jayden se giró para mirarme.

— Emily, deberías pedir ayuda.

Detestaba tener que hablar de ese tema cada dos por tres. Decidí cambiar el rumbo de la conversación.

— ¿Cómo se llama el gato?

Jayden suspiró sabiendo lo que intentaba. — Es gata, se llama Peace.

Le miré sonriendo. — Es un nombre muy bonito.

Nuestros ojos conectaron como siempre, el verde de sus ojos brillaban con las luces de las cristaleras, para mí sus ojos eran mágicos y no sabía como no caer en ellos.

— Emily ¿Qué pasa con tu padre?

— ¿Por qué te interesa tanto?

No lo llegaba a comprender. De tanto sacar el tema comencé a llorar descontroladamente. No me gustaba que me estuviese preguntando todo el tiempo pero en el fondo siempre esperé que alguien lo hiciese, en el fondo me sentía reconfortada pero no paraba de pensar que si se lo contaba entonces todo se volvería raro y él se sentiría incómodo o sentirá pena por mi. El peso en mi pecho volvió, un peso de vacío y traté de respirar despacio para tranquilizarme.

Al verme, Jayden puso su mano con suavidad sobre mi mejilla, su mano estaba fría como siempre pero mi corazón se derritió ante en gesto mientras trataba de frenar las lágrimas que caían descontroladamente por mi mejilla.

— No tengo a quién pedir ayuda Jayden.

— A cualquier profesor o puedes ir a la policía.

Negué con la cabeza. La policía sólo empeoraría las cosas como con mi madre, a ella no la creyeron y estaba segura de que a mi tampoco, si volvía a pasar entonces mi padre me mataría.

Jayden puso su mano en la parte detrás de mi cabeza tirando de mí hacia él, me recosté sobre su pecho mientras que él acariciaba los mechones sueltos de mi pelo. Ya había estado así con otros chicos pero no sabía por qué con Jayden tenía ese sentimiento de calma, me transmitía paz y era como si levantara la pesa que tenía sobre el pecho y que me asfixiaba la garganta. Respiré hondo aspirando su reconfortante olor.

—¿Y tu por qué vives solo? —Pregunté con el latido de su corazón sobre mi mejilla.

—Mi madre vive en Nueva York. —Dijo en un suspiro. —Casi nunca viene.

Quería hacerle más preguntas pero no me parecía justo esperar respuestas teniendo en cuenta que siempre ignoraba todas sus curiosidades. Estuvimos unos minutos en silencio mientras trazaba líneas imaginarias en su brazo.

—¿No te sientes solo? — Levanté la cabeza para mirarle.

—Todos nos sentimos solos de vez en cuando Emily, pero al final te acostumbras.

Me miró con una pequeña sonrisa antes de mirar por mi hombro para ver el gran ventanal que iluminaba la habitación con tonos azules que nos acunaban.

Le miré hechizada ¿Qué mierdas me estaba pasando? Yo nunca había sido así, nunca había sentido un amor tan grande en mi pecho.

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