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Capítulo 8: A votar


—Jugadores, parece que estamos teniendo un malentendido. —dijo cuadrado por sobre las voces de los jugadores, que se encontraban ahora arrodillados, suplicando por sus vidas—. No queremos lastimarlos, ni tratamos de cobrarles sus deudas. Estamos aquí para darles una oportunidad.

—¡Cláusula número tres! —gritó el loco a la distancia, Jeff dejó de mirar al círculo para buscar en donde se encontraba él—.  Los juegos pueden terminarse si la mayoría concuerda. ¿No es verdad?

Que los juegos se terminen... Pensó Jeff, moviéndose incómodamente en su lugar, esperando que no lo hagan decidir a él, que nunca fue bueno tomando decisiones.

—Es verdad. —aceptó cuadrado.

—Entonces déjennos votar como es nuestro derecho.

—Por supuesto. —siguió cuadrado—. Como viene en el acuerdo, respetamos su derecho a la libertad de elección. Antes de votar, déjenme anunciar la cantidad del premio, como se prometió anteriormente.

Un ruido metálico se escucha por encima de sus cabezas, obligándolos a levantar la vista para observar cómo la esfera en forma de alcancía bajó un par de metros, alumbrada por una luz dorada.

De pronto, una canción como de videojuegos antiguos comenzó a sonar, seguida de exclamaciones sorprendidas al ver cómo de un tubo transparente comenzaba a bajar fajos de dinero.

Jeff se quedó boquiabierto, acercándose al centro de la sala con paso lento para asegurarse de mirar con atención.

Sí, definitivamente era dinero. Y no parecía que vaya a detenerse en ningún momento cercano.

Las voces a su alrededor comenzaron a escucharse una vez más, debatiendo la cantidad de dinero que había y cómo sería repartida si se iban todos ahora, pero Jeff dejó de prestar atención al escuchar cuánto tendría solo por el primer juego.

24 millones de wones. Eso no alcanzará, esa cantidad... No es nada, si me voy ahora...

Y cuando aquél hilo de pensamiento comenzó, Jeff no pudo detenerlo, apenas concentrándose en lo que ocurría a su alrededor.

Su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos, todos girando en torno a una única persona, a la única que realmente importaba: Sunghee.

¿Qué pasará con ella si muero aquí?

Fue su primera pregunta, a la que seguía volviendo una y otra vez.

Sunghee era todo lo que le quedaba, su razón para seguir luchando, pero también su mayor responsabilidad.

Si él no regresaba, si llegaba a morir en esos juegos, nadie más iría por ella.

Y, sin embargo, si regresaba ahora y abandonaba los juegos volvería al mismo infierno que lo obligó a llegar a esos juegos en primer lugar.

El dinero que ofrecían por ganar solo un juego, aunque tentador, era una fracción insignificante del premio total. Sí, tal vez era suficiente para que Jeff pueda sobrevivir unos meses, pero no lo sería para rescatar a Sunghee, ni para darle un poco más de tiempo.

En algún momento, todos decidieron que era momento de votar, los soldados habían traído una gran máquina con dos botones en el centro, cuya única función era decidir: si se quedan o se van.

Jeff se formó con el resto de participantes y volvió a perderse en sus pensamientos al caer en cuenta que sería uno de los últimos en votar, ya que la votación comenzó por el loco, que era el último jugador: 456.

El recuerdo del primer juego seguía fresco en la memoria de Jeff y cada vez que volteaba a ver a los diferentes jugadores, podía ver en ellos las secuelas finales del mismo, la sangre en sus ropas y los ojos cansados y asustados. Él puede recordar el sonido de los disparos, los gritos de los jugadores eliminados, la sangre que había visto derramarse en el suelo.

Jeff mismo tuvo su momento más humillante al ser salvado por otro jugador, el pánico que había sentido al creer que perdería y la vergüenza posterior de haber terminado sin hacer nada para intentar salvarse.

Pero más allá de la vergüenza, reconoció un sentimiento aún peor y ese era la culpa. Jeff había logrado salvarse cuando muchos otros no lo hicieron, ¿Qué derecho tenía él a seguir jugando cuando muchos otros ya no tenían esa posibilidad? Aún así, abandonar los juegos por la memoria de unos desconocidos se veía absurda y vacía incluso para él.

Abandonar los juegos era también, resignarse a que nunca podría salvar a su hermana.

Mientras los jugadores avanzaban para votar, y muchos otros habían comenzado a formarse debajo de la equis roja o el círculo azul, Jeff sintió como el aire comenzaba a sentirse un poco asfixiante, todos a su alrededor, los que aún no habían votado, parecían verse igual de tensos que él.

Algunos susurraban entre sí, preguntándose que harían a continuación, y eso finalmente llamó la atención de Jeff, sabiendo que por más que él decida, nada cambiaría si todo el resto prefería irse.

Levantó la vista para observar cómo iban los resultados, 87 cruz y 92 círculo.

Justo en esos momentos, fue el turno de Thanos para votar, Jeff se mordió el labio para no reírse al verlo correr por todo el pasillo que se había formado.

Su voto fue instantáneo, sin pensarlo, él eligió círculo. No es que la votación de Subong fuera un elemento importante para que Jeff decida, pero ver que tantos otros también lo habían hecho, lo dejó un poco más tranquilo.

No quiere tomar una decisión, no hasta llegar al centro y observar ambos botones, pero aún así... Muy en el fondo, sabe lo que debe hacer, lo que es correcto en su situación.

Las luces de la habitación habían bajado un poco para que las siluetas en el suelo puedan brillar mejor, marcando dos lados, dos equipos, opuestos y tal vez en algún futuro... Rivales.

—Esperen. ¡Deténganse! —exclamó el loco, moviéndose entre las personas formadas sobre la equis para caminar hasta el pasillo que se abría en medio—. No pueden hacer esto ahora. ¡Abran los ojos! ¿Todavía no lo ven? ¡Estos no son unos simples juegos!

Sí... Creo que esa parte quedó clara. Pensó Jeff, cruzándose de brazos y manteniendo todo su peso en su pie bueno, sabiendo que a lo mejor eso se demoraría más de lo necesario.

Pararse allí todo ese tiempo había sido un infierno y mientras el número 456 seguía hablando, Jeff se preguntó que tan mal quedaría si se sentaba en una de las camas para esperar.

Esta bien que él quiera irse, pero solo a gritos no podrá cambiar el parecer de todo resto, todos aquí nos encontramos por una razón distinta.

Pueden gritar y pelearse, pero las votaciones existen porque cada uno tiene una opinión diferente y querer intentar cambiar eso, pierde un poco el sentido de la votación en si misma. Comenzó a teorizar Jeff, pensativo, pero todo hilo de pensamiento se cortó ante un grito en particular.

—¡Escuchen, yo ya estuve en estos juegos! —gritó 456, por sobre las voces de todo el resto que habían comenzado a pelear entre sí—. ¡Yo ya estuve en estos juegos!

De pronto se hizo un silencio súbito en el lugar, todos los ojos enfocándose en el jugador 456.

—¡Es por eso que supe que nos iban a matar! ¡Yo sobreviví a estos malditos juegos!

Oh... entonces por eso él sabía tanto...

Cuando las voces comenzaron a gritar una vez más, exigiéndole respuestas al loco, Jeff finalmente decidió caminar hasta un extremo de la multitud, sentándose en una de las camas.

Desde el primer juego, Jeff había sospechado que el tipo sabía más cosas de las que decía, así que no lo sintió como una gran sorpresa.

Los debates habían comenzado, acerca de si 456 decía o no la verdad, muchos se habían acercado al centro, para poder dar su opinión, pero unos tantos más se vinieron al final al igual que Jeff, a la espera de que no los llamen a ellos.

Jeff observó como a su lado se sentaba un joven que le resultó familiar.

—¿Tu le crees a ese tipo? —preguntó él, en una voz tan baja que casi Jeff no llegaba a escuchar por todos los gritos a un par de metros.

Observó el número, 125 y lo recordó como al primer chico al que le había hablado al llegar allí, sus camas estando una junto a la otra.

—Tiene sentido. —dijo Jeff, encogiéndose de hombros—.  Me salvó la vida y no solo a mí, algo sabía.

El chico asintió, mostrándose igual de pensativo que como se sentía Jeff en esos momentos.

Finalmente todos se habían calmado cuando un soldado triángulo se le acercó al loco, con un arma apuntando a su espalda.

—Jugadores, a partir de ahora, no vamos a tolerar ningún comportamiento que interfiera en la votación. Ahora, dicho eso, vamos a continuar la votación.

Pronto el silencio y la calma regresó al hangar, lo único que se podía escuchar era el sonido de los botones al ser presionados.

—¿Y tú que vas a votar? —preguntó 125, Jeff notó que faltaba poco para su turno y simplemente decidió encogerse de hombros.

—Aún no estoy seguro. —admitió, esperando que eso sea suficiente para que el niño deje de intentar sacarle conversación.

No es que realmente tenga un interés en ser desagradable, solo que aún no se sentía bien y no lo estaría hasta que las votaciones terminen.

Inconscientemente se sentía presionado a tomar una decisión de la que él no quería formar parte, decidir si todos pueden irse o tener una posibilidad más para morir en el siguiente juego, se veía injusto.

Incluso aunque el círculo gane, se estarían llevando a cientos de personas a morir que habrían preferido irse.

La idea de votar por la equis volvió a él, pero al final, por más que haya tenido en un principio aquél sentido de complacencia y de ayudar a otros, Jeff sentía que era inútil para él.

Si ganaba la cruz, el tendría que comenzar a pensar en un futuro sin Sunghee y eso se sentía como un infierno en si mismo.

Entonces, llegó a una conclusión final: Quedarse era una sentencia de muerte, pero irse ahora también lo era.

Una vida sin ella no valía la pena, y una vida sin luchar por ella era incluso peor.

Entonces finalmente determinado, cuando escuchó su número ser llamado, caminó a paso seguro -pero lento- hasta los dos botones que estaban esperando su turno.

Escuchó algunas risitas por parte de la esquina círculo al verlo caminar de aquél modo, pero decidió restarle importancia ahora, más tarde podía descubrir quiénes eran y liberar un poco de tensión golpeando personas.

De momento, siguió su camino y al llegar observó a los dos soldados frente a él y después a la maquina.

Si morir es el precio para darle una oportunidad de salvarla, entonces lo pagaré. Pensó Jeff, apretando el botón celeste.

Al instante los números cambiaron por encima de su cabeza y uno de los soldados le entregó un parche de tela celeste, Jeff que no había estado prestando atención a su alrededor, miró confundido el parche, esperando a ver que debería hacer con él.

Uno de los soldados apuntó a una parte específica de su uniforme y Jeff bajó la cabeza, notando que justo en ese punto había una parte diferente que funcionaría como abrojo.

Un poco avergonzado, Jeff agradeció en silencio y caminó hasta el que sería su nuevo equipo, ahora ya no parecían emocionados por burlarse de él, en cambio y para su sorpresa, le agradecieron.

—Yo sabía que Thanos te salvó por una buena razón. —una voz cantarina se acercó desde atrás hacia él, Jeff se tensó un poco pero no hizo más que rodar los ojos.

¿No pueden estar dos minutos sin mencionar a ese tipo? Se quejó internamente, cruzando de brazos y mirando al tipo que había llegado a su lado.

Número 124, le dio una sonrisa divertida y observó algo al costado de Jeff, no tuvo que voltearse a ver para saber que la persona que lo rodeó por los hombros era Subong.

—Te lo dije, Namgsu, él es muy importante para mí. ¿Cierto, bailarín? —preguntó en inglés, Jeff se negó a responder.

—Te dije que es Namgyu no Namgsu. —se quejó el otro chico frente a ellos.

—Y yo ya no soy un bailarín. —aclaró Jeff, solo por la satisfacción de ponerse en contra de Thanos.

Subong soltó una carcajada y hizo un movimiento con su mano libre para restarle importancia.

Acomodó su otro brazo mejor sobre los hombros de Jeff y se balanceó más cerca de él, su cuerpo moviéndose en un ritmo inexistente, como si la sola idea de mantenerse quieto fuera imposible para él.

—Oye, bailarín. —volvió a llamarlo Thanos, con la mano que apoyaba sobre su hombro golpeó la mejilla de Jeff, para llamar su atención—. Si hacemos equipo vendrás conmigo, ¿cierto?

—¿Equipo con un drogadicto? Sigue soñando. —Jeff le sonrió, pasando uno de sus brazos por la cintura de Thanos, si al menos lo tendría cerca podría usarlo a su favor, recargando todo su peso contra él ya que estar parado tanto tiempo lo estaba agotando.

Subong ni siquiera reaccionó al sentir el toque y solo volvió a sonreír, observándolo con una chispa de diversión siempre presente en sus ojos.

—¡Oye, pero que al pendiente estás de mí! —se emocionó Thanos, volviendo a golpear sin fuerza la mejilla de Jeff.

—Pero ya en serio, un bailarín si nos podría ser útil, dicen que son muy agiles. —comentó 124, mostrándose pensativo.

Jeff se ahogó con su propia saliva al escuchar esas palabras, Thanos en cambio soltó una carcajada a su costa, extendiendo una de sus manos para chocarle los cinco al 124.

—¿En serio le dijiste...? —comenzó a decir Jeff, pero al sentir como la mano de Thanos se apretó contra su hombro, se detuvo.

Al mirarlo a los ojos, nada parecía haber cambiado en su expresión alegre.

—Oye, no te preocupes por mi, viejo. No le diré a nadie que eras uno de los bailarines de apoyo de Thanos. —124 colocó uno de sus dedos sobre sus labios, como si estuviera guardando un secreto.

Oh.

Oh.

Jeff bufó una risa y asintió, esta vez sin mirar al rostro de Thanos, en cambio, decidió prestar atención a la siguiente persona que seguía avanzando para votar.

—Miren, es el número uno. —comentó Jeff, asintiendo para señalar al número uno.

Pronto Thanos se distrajo con eso, sonriendo en grande antes de gritarle a todo el grupo—. ¡Hay que convencerlo! ¡Círculo, círculo!

Pronto soltó a Jeff para levantar sus dos brazos, acercándose al centro de la habitación para observar mejor al último jugador que se acercaba a votar.

Jeff observó los números en la pantalla, llevándose una mano al rostro para morder su pulgar al ver que estaban empatados.

No gritó como todo el resto de jugadores, pero deseó que aquél número 001 haga lo correcto. ¿Qué es lo correcto? Para todo el resto, tal vez irse, pero para Jeff, quedarse.

Y entonces 001 votó.

Y cuando el contador del círculo subió un último voto más, esta vez Jeff sí gritó, abrazándose al desconocido a su lado, mientras todos parecían gritar igual de emocionados que él.

El dolor en su tobillo ahora había quedado en último plano, porque ya nada más importaba solo el hecho de que volverían a jugar.

—¡Un juego más, un juego más! —cantaban y gritaban todos a coro, Jeff incluido.

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