Capítulo 5: Sangre en la arena
—A mi no me rapeaste así. —se burló Jeff después de haber escuchado los pésimos intentos de Thanos de llamar la atención de una chica.
Aquél pequeño intercambio que tuvieron en las escaleras no duró mucho ya que Subong se había distraído con una joven que venía delante de ellos, dejándolo atrás para ir a buscarla.
Jeff no estaba molesto, por supuesto que no, su búsqueda en internet le había dicho lo suficiente acerca del tipo como para saber que era un idiota demasiado energético, que probablemente se drogaba y que su carácter dejaba mucho que desear.
Además, Subong estaba en aquél lugar porque debía una interesante suma de dinero, lo cuál tampoco ayudó a su no muy buena reputación.
Al escuchar la voz de Jeff, Thanos se volteó a verlo, sonriéndole abiertamente y enviándole un guiño a él también.
—Lo siento, bailarín. —dijo él en inglés, acercándose hasta donde Jeff se había detenido para escucharlo rapear—. La próxima vez te dedicaré unos versos a ti.
Jeff rodó los ojos, alejándose antes de que a Thanos se le ocurra volver a rodearlo por los hombros o alguna locura peor.
En aquél trabajo en el club Jeff se había obligado a si mismo a mantener contacto físico con demasiadas personas, pero en su opinión personal, prefería contacto cero.
Y mientras recordaba las muchas veces que se dejó tocar por Thanos aquella noche, finalmente se obligó a prestarle atención al lugar en donde se encontraban.
Hace tan solo unos momentos, la chica a la que Thanos le había estado coqueteando señaló a una muñeca que había en el fondo de la habitación, lo que hizo que finalmente Jeff desvíe un poco la vista de Subong para prestarle real atención a en dónde se encontraban ahora.
Detrás de ellos habían unas enormes puertas metálicas color verde, en donde había jugadores que aún seguían entrando.
El lugar en cuestión era un gran campo artificial, debajo de sus pies Jeff podía sentir la arena y pequeñas piedras chirriando con cada nuevo paso de todos los jugadores a su alrededor.
A la distancia, como les había señalado la chica hace un rato, se encontraba una gigantesca muñeca robot con dos coletas y un vestido naranja, y si le preguntaban a Jeff, tenía una cabeza muy grande.
La dichosa muñeca se encontraba parada delante de un árbol negro que parecía de plástico y alrededor Jeff notó que todo lo azul que veía era en realidad muros y no el cielo, como creyó en un principio.
Con una observación más detallada logró notar el punto exacto en donde los grandes muros de color celeste terminaban para darle paso al verdadero cielo, ya que esas gaviotas de allí no podrían estar volando en el techo, ergo, no había uno.
Jeff decidió alejarse de las puertas y adentrarse un poco más al lugar por dos buenas razones.
Número uno, estudiar mejor el panorama para intentar adivinar al juego y número dos para dejar de escuchar los gritos de Thanos que no parecía querer rendirse con sus intentos de coqueteo, cosa que seguía distrayendo a Jeff.
Tropezó con un par de personas, pero finalmente logró moverse hasta lo que parecía un primer límite o tal vez, la línea en donde comenzaría el primer juego.
Mierda... Espero que no sea una carrera. Fue el primer pensamiento de Jeff.
A su alrededor, más de uno parecía hacer teorías acerca de que juego estarían por tener, pero muchos habían llegado casi a la misma conclusión, ya que frente a ellos había una línea blanca en el suelo que parecían delimitar alguna clase de área que ellos desconocían.
Por si acaso, Jeff se mantuvo en una esquina, lo más alejado posible de Subong y lo más cerca posible de la línea blanca que podría o no ser una de partida.
El aire tenía un olor peculiar, notó Jeff después de unos minutos, como si hace poco tiempo hubieran echado demasiados químicos para intentar disimular algún aroma desagradable que habría detrás y ahora apenas podía sentirse.
Al acercarse a uno de los muros celestes, Jeff notó también que parecían recién pintados, por el olor a pintura fresca, pero al tocarlo ya se encontró seco.
La pregunta que más temprano tuvo volvió a él con un nuevo arranque de inquietud ¿estos juegos ya se habían hecho antes? Seguido de más preocupaciones cómo, ¿podría haber salvado a Sunghee hace tiempo si hubiera hecho las cosas diferentes?
Por supuesto, ya no servía de nada indagar en eso, y mientras observaba la arena en el suelo supo que ahora finalmente tenía la oportunidad y ya nada más importaba.
El único problema será si el juego es una carrera. Concluyó Jeff, pensativamente.
Con uno de sus pies estaba removiendo las piedras y la arena de manera distraída, y aquél es el mismo pie que podría ser la causa de todos sus futuros problemas.
En su último trabajo, como limpia vidrios, se había enganchado mal en uno de los alambres y al subir a la terraza de un edificio su tobillo quedó atrapado. En su desesperación por liberarlo se lo terminó torciendo aún peor, lo que le costó una renguera patética.
Pero lo peor no era no poder caminar correctamente y que parezca recién cogido la mitad del tiempo, lo realmente malo fue el dolor, que no podía quitar con nada ya que no había dinero para ninguna pastilla de venta libre en la que pudiera estar pensando.
Tampoco había logrado ir a ningún hospital o clínica, ya que aquél accidente sucedió en el plazo de ahorro masivo para el rescate de su hermana.
Así que allí se encontraba ahora Jeff, formado entre más de cuatrocientos jugadores, esperando todos impacientes las reglas de un juego y deseando que no sea una carrera que pueda humillarlo aún más ese día.
Si perdía contra los múltiples ancianos que había allí, Jeff no podría vivir con el recuerdo.
Se sobresaltó al oír el fuerte ruido de las puertas metálicas cerrándose detrás de ellos y fue aún peor cuándo su cuerpo inconscientemente decidió dejar todo su peso en su tobillo malo, lo cuál lo hizo sisear de dolor.
Últimamente, Jeff se había obligado a pasar su peso de un pie al otro, forzándose a acostumbrarse al dolor que a veces aminoraba su ansiedad, cosa que hizo al menos durante una hora mientras esperaba que el auto llegara a buscarlo.
Pero aún así, maldita sea, como duele. Jeff se mordió el labio interior para no insultar en voz alta, dejando todas las quejas y réplicas en su mente mientras volvía su vista al suelo.
Fue entonces que notó algo extraño debajo de toda la arena que había removido con el pie, y eso era el color carmesí que parecía salpicar toda la superficie que logró desenterrar sin querer.
¿Qué carajos...?
Frunció el ceño, agachándose un poco para observar con más atención, la capa fina de arena y pequeñas piedras que él había movido tenían un claro color marrón, mientras que las de abajo se veían de un fuerte bordó, no todas de ellas, pero la gran mayoría.
—El primer juego es Luz verde, luz roja. —comenzó a decir una voz robótica desde algún altavoz que debía estar oculto, llamando la atención de todos los jugadores—. Sigan las instrucciones.
Aún confundido, Jeff decidió ignorar lo que vio, incorporándose y sabiendo que podría ser alguna clase de oxidación en las piedras o algo así.
Su primer pensamiento fue sangre, pero eso no podía ser posible, ¿por qué alguien estaría sangrando en un simple juego y peor aún, porqué querrían ocultarlo?
Volvió su vista a la pared que supuso estaba recién pintada, ahora esa y más preguntas habían comenzado a revolotear en su mente, pero Jeff se conocía lo suficiente como para saber que solo era su ansiedad hablando, una manera para tenerlo enfocado en algo.
Para su suerte, la voz robótica comenzó a hablar una vez más, dándole una distracción que fué gratamente apreciada.
—Ustedes pueden avanzar mientras ella canta "Luz verde" —comenzó a decir la voz—. Si detecta que se mueven posteriormente, serán eliminados. Aquellos que crucen la meta sin ser atrapados en cinco minutos pasan esta ronda.
Okay, justo como el juego de siempre.
No hay nada extraño en las reglas.
Solo un simple "luz verde, luz roja".
Bien... Se intentó tranquilizar Jeff, asintiendo para si mismo mientras regulaba su respiración.
Ahora que sabía eso, no era precisamente una carrera, pero debía llegar a realizar cierta distancia en tan solo cinco minutos.
Jeff estaba a punto de comenzar a calcular -a intentar calcular- cuánta distancia habría de la meta de inicio a la final, cuando un fuerte grito estridente se escuchó desde adelante.
Uno de los jugadores se había alejado de la meta de partida y estaba moviendo sus brazos, intentando llamar la atención.
—¡Escúchenme, por favor todos, escúchenme! —gritó el hombre, parecía estar desgarrándose la garganta en su intento de ser oído, y fue aquello lo que hizo que Jeff decidiera prestarle atención—. ¡Por favor escuchen lo que les diré con atención! Esto no es solamente un juego de niños. ¡Si los atrapa moviéndose los va a matar!
De pronto, todos los jugadores comenzaron a gritar en respuesta, pidiéndole que se calle y deje de inventar tonterías, mientras el hombre quería seguir explicando algo acerca de unos sensores en los ojos de la muñeca.
Jeff no pudo prestar más atención a los gritos, sus ojos volvieron a desviarse hasta la arena debajo de sus pies, las palabras de aquél hombre resonando en su mente en cámara lenta.
Los va a matar.
Los va a matar...
No tenía sentido, nadie parecía creerle y aún así, Jeff no podía simplemente ignorar sus palabras, no después de haber visto aquél detalle.
Pueden ser muchas coincidencias juntas... Puede que aquél jugador simplemente esté loco...
Pero mientras más lo pensaba, más sentido cobraban sus palabras, de una manera espeluznante, pero lógica.
Jeff intentó buscar con la mirada algo que lo anime, algo que lo haga recapacitar, todos a su alrededor parecían divertidos de escuchar las locuras de aquél jugador.
En la distancia vio a Subong reírse y susurrarle algo a la misma chica de antes, ambos parecían burlarse del jugador. Pero eso, más que tranquilizar a Jeff, logró angustiarlo aún más. ¿Por qué una persona querría humillarse de esa forma, frente a tantas personas? No tiene sentido...
Pero no puede ser cierto. Lo que dice ese tipo...
No puede suceder una cosa así.
¿Quién haría una cosa así?
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