Capítulo 4: Consentimiento
—Kang Jeffrey, deuda de cinco mil millones de wones.
Malditos. Fue el primer pensamiento de Jeff, mientras se tensaba al escuchar susurros sorprendidos a su alrededor.
Debían decirlo en voz alta, ¿verdad? Uno nunca puede estar lo suficientemente humillado supongo...
Para su fortuna, la lista siguió por un rato más y pronto la sorpresa de los cinco mil millones quedó en segundo plano al oír que alguien tenía una deuda del doble.
—Lim Jeong Dae. Deuda de diez mil millones.
—¿Qué, como es eso posible? —preguntó alguien cerca de él, y a continuación los murmullos comenzaron a resonar por toda la sala.
—¿Quién es?
—¡¿Diez mil millones?! ¿Quién es?
—¡Eso es demasiado!
—¿Cómo puede ser posible?
—¡¿Qué me miran?! —gritó de repente un anciano por sobre todas las voces sorprendidas—. ¿De dónde saco diez mil millones? ¡En ningún lado te prestan tanto dinero! ¡Esa es la razón por la que estoy aquí!
Jeff lo buscó con la mirada, solo llegaba a verle la espalda ya que se encontraba un poco más adelantado que él.
Bueno, ya no me siento tan mal. Admitió Jeff, intentando ocultar una sonrisa complacida, ya que su caso tampoco estaba mucho mejor, pero al menos no eran diez mil millones.
—Todos los presentes en esta sala están viviendo totalmente al límite con deudas que simplemente no pueden pagar. —dijo cuadrado, haciendo una corta pausa para que todos puedan guardar silencio y prestarle atención.
»—Cuando fuimos a verlos por primera vez, ninguno de ustedes confiaba en nosotros, pero, como saben, jugamos un inocente juego y les dimos el dinero prometido cuando ganaron.
Jeff recordó las imágenes que hace tan solo unos minutos habían enseñado, al parecer todos habían jugado al mismo juego, con el mismo reclutador. Lo cuál, woah, a ese hombre si que le debe gustar su trabajo.
—Todos aquí confiaron en nosotros y se ofrecieron como voluntarios para participar en este juego, por voluntad propia. —las últimas palabras cargaban un tono muy particular que Jeff pensó que significaba: nosotros no nos haremos cargo de sus decisiones estúpidas—. Entonces, les daré una última oportunidad para elegir.
»—¿Quieren volver a su antigua y miserable vida siendo perseguidos por sus acreedores o aprovecharán la gran oportunidad que les estamos ofreciendo aquí?
Antes de que alguien intente volver a gritar, un fuerte ruido resonó desde arriba.
La atención de todos se dirigió al techo, en donde la esfera que Jeff había visto hace un rato parecía moverse, descendiendo lentamente.
—Atención. —llamó cuadrado—. Lo que están viendo es la esfera que va a ir acumulando su preciado dinero del premio. A medida que jueguen un total de seis juegos, sus ganancias se van a acumular en esa esfera al final de cada juego.
La sala volvió a llenarse de susurros y pronto la emoción pareció volver a todos los jugadores.
Jeff, que en ningún momento se había sentido secuestrado o particularmente asustado, asintió a las palabras del cuadrado, esperando verse educado con la intención de ganar puntos extra.
—¿A cuánto asciende el premio? —preguntó un hombre en una de las primeras filas, las más cercanas a los soldados.
—El premio total es de cuarenta y cinco mil seiscientos millones de wones.
Qué carajos.
La cifra golpeó a Jeff como un fuerte puñetazo directo al estómago.
¿Qué acaba de decir...?
Cuarenta y cinco mil... seiscientos millones...
No, no eso es absurdo, nadie tiene tanto dinero...
Durante un segundo, todo el ruido a su alrededor desapareció, los gritos emocionados a su alrededor quedaron en segundo plano, porqué ¿Cómo era esa cantidad posible?
¿Había escuchado bien?
Cuarenta y cinco mil seiscientos millones no era exactamente una cifra que alguien pueda sacarse del bolsillo como si nada.
Por supuesto, Jeff recapacitó, volviendo a mirar hacia el techo, que todo aquél lugar tampoco debería haber salido moneditas.
Todo esto...
Ni en sus sueños más delirantes había imaginado una cantidad de dinero así, casi diez veces más lo que él debía, mucho más de lo que una persona puede necesitar en un par de vidas.
Su cerebro comenzó a procesar el número en cámara lenta, Jeff no era precisamente el más rápido para los cálculos, pero estos eran imposibles de confundir.
Era una cifra ridícula, casi insultante, durante un segundo intentó imaginarse que era lo más caro que alguien podría comprarse, pero ni siquiera podía concentrarse lo suficiente como para tener algún pensamiento demasiado racional.
Después de un par de minutos, en donde la multitud se había calmado, Jeff había llegado a la conclusión de que todo eso era mucho más de lo que necesitaría en toda su vida, e incluso en tres vidas más.
Al bajar la vista del techo observó que todos habían comenzado a formarse en una larga fila y decidió seguirles la corriente, formándose detrás de una anciana que parecía pelear con un hombre justo delante de ella.
Al menos se alegró un poco de no ser el único que seguía boquiabierto, había toda clase de emociones dando vueltas por los rostros de las personas a su alrededor.
Incredulidad, asombro, emoción, felicidad, y otras no tan alegres, como aquellos ojos que demostraban codicia, oscurecidos por la idea de conseguir aquella cifra.
Está bien... Está bien... Dinero fácil.
¿Cuál es la trampa?
Debe haber una. Concluyó Jeff, cruzándose de brazos en una postura cerrada y defensiva, asegurándose de seguir con su idea de mantenerse inalcanzable, para que nadie pueda intentar aprovecharse.
Mientras la fila seguía avanzando, comenzó a pensar y a preguntarse ¿Qué tendrían que hacer para ganar? ¿Qué precio tendría que pagar realmente por conseguir algo que prometía ser gratis?
Miró a su alrededor una vez más, buscando en los rostros de los demás una señal de que no era el único que se sentía así, pero esta vez se arrepintió de hacerlo ya que a lo lejos observó una vez más a Subong.
Mierda.
Su rostro comenzó a calentarse una vez más con el recuerdo de aquella noche, mientras intentaba volver a preocuparse por la cantidad de dinero que podría ganar y no por cruzar miradas con el de cabello morado.
Jeff tragó saliva, un sudor frío deslizándose por su nuca, subió una de sus manos para morder la piel de su pulgar mientras intentaba enfocarse en lo importante.
Sunghee, ella es lo importante. Se dijo, comenzando a imaginarse a si mismo, llegando con el dinero prometido, saldando su deuda y recuperando a su hermana.
La idea de comenzar de nuevo seguía a continuación y atrapado en una breve ensoñación Jeff se imaginó cómo sería, darle una buena vida a su hermana, una mejor vida como la que él jamás logró tener.
Jeff se dio media vuelta para mirar a la persona que se encontraba detrás de él, alegrándose de que sea el mismo chico amable con el que se chocó.
Era más alto que él y si lo veías de reojo parecería amenazante, pero al chocar le había dado una sonrisa relajada en la que Jeff decidió confiar, al menos por un tiempo.
Después de todo, debería averiguar para qué se estaba formando antes de que llegue su turno.
Estiró su brazo libre, aquél que no estaba sobre su rostro para mordisquear su pulgar, y tocó el brazo del contrario para llamar su atención.
—Oye uhm, ¿por qué estamos haciendo fila? —se animó a preguntar al encontrarse con los ojos curiosos del contrario.
El jugador 388 se inclinó ligeramente hacia él con una sonrisa relajada y le respondió—. Hay que leer un par de reglas y firmar un formulario de consentimiento, ¿Cómo es que no escuchaste todo eso?
La pregunta salió en un tono burlón que hizo que Jeff sonría un poco, finalmente bajó su mano y decidió volver a cruzarse de brazos para evitar volver a morder por ansiedad.
—Creo que estaba asimilando la cantidad del premio. —concluyó, encogiendose de hombros.
El chico frente a él asintió, viéndose comprensivo. Llevó ambas manos a sus caderas y su mirada se dirigió detrás de Jeff hacia la fila.
—Sí... Entiendo el sentimiento, no creí que sería tanto dinero. ¿Entonces supongo que tampoco escuchaste que nos dieron una ventaja única que nunca antes habían dado?
—¿Cómo? —preguntó Jeff, descruzando sus brazos y ladeando la cabeza hacia un costado—. ¿Ya se ha hecho esto antes? ¿Estos... juegos?
—Sí, supongo que sí. No había pensado en eso la verdad. —soltó una carcajada y hizo una seña para restarle importancia—. Pero al parecer, después del primer juego nosotros podremos decidir si jugar otro más o retirarnos con el dinero que ganamos en ese.
—¿Por qué alguien haría una estupidez así? —fue la primera pregunta de Jeff, frunciendo el ceño confundido, el jugador 388 se encogió de hombros—. Es decir... Si tienen la posibilidad de ganar todo jugando los seis, ¿por qué irse después del primero?
—Tal vez algunos no tengan tantas deudas y con el primero les alcance y sobre. —teorizó 388, que después de unos segundos de silencio volvió a sonreír enseñando sus dientes brillantes—. ¿Pero sabes quién sí se quedará hasta el último juego? Aquél tipo, el número 100. ¿Cómo alguien puede llegar a deber diez millones de wones?
—Sí... Al menos no soy el más endeudado aquí. —bromeó Jeff, retrocediendo un par de pasos cuando sintió que la fila comenzó a moverse.
—Cuidado, no te vayas a chocar a nadie más. —dijo el pelinegro, ya que Jeff, volteado para poder hablarle, no podía ver qué tanto se movía la fila.
En vez de responder la broma, Jeff eligió preguntar—. ¿Y tú cuánto debes?
—Demasiado.
—¿Qué tanto, más de cinco mil millones?
—Woah, tanto no. —admitió, alzando las cejas al comprender—. ¡Oh, tú eres el que debe cinco mil millones! Claro, te ves como el del vídeo... Tiene sentido.
—Sí... Yo era ese. —asintió, sabiendo que ahora no se veía tan amenazante como en el vídeo que habían enseñado de él, con ojeras oscuras y un rostro mucho más malhumorado por que el reclutador había ganado una ronda—. Puedes llamarme Jeff.
—Oh, genial. Yo soy Daeho, pero puedes llamarme Dae. —Daeho extendió una de sus manos y Jeff decidió estrecharla al instante con una pequeña sonrisa.
Okay... Nunca vienen mal los aliados. Pensó Jeff al soltar la mano de Daeho.
—Oye Jeff.
—¿Sí?
—Avanza. —pero al instante se corrigió—.
Es decir, retrocede. Tú me entiendes.
Jeff bufó una risa y asintió, finalmente dándose la vuelta y comenzando a avanzar el tramo de fila que le hacía falta.
Después de leer las reglas y firmar, el tiempo comenzó fluir con más velocidad, o tal vez era que Jeff aún seguía demasiado distraído pensando en todo lo que podría ganar, ya que de pronto todos comenzaron a salir de la sala y cuando le preguntó a Daeho se enteró que ya estaban moviéndose para ir al primer juego.
Debería presentar más atención. Se dijo Jeff a si mismo, observando como 388 se movía para hablar con otro grupo de personas, don sociable, se burló.
Mientras observaba el camino hacia arriba que parecía interminable, Jeff notó como un par de pasos se acercaban desde atrás, apurados, como si alguien estuviera intentando sobrepasar al resto.
Y entonces lo sintió, un brazo rodeando sus hombros y un cuerpo más grande comenzando a caminar justo a su lado.
No debía voltear para saber de quién se trataba, ya que aquella risa baja logró delatarlo.
—Así que Kang Jeffrey... ¿Mhm? —comenzó a decir Subong, en un bajo susurro, como si fuera una conversación privada, y siendo que el mismo chico había estado gritando hace un rato, el susurro se sintió aún más intenso—. No habías querido decirme tu nombre aquella noche.
—¿Aún sigues pensando en mí? Que tierno, Thanos. —se burló Jeff, apretando ambas manos en puños al sentir como su cuerpo reaccionaba de las maneras incorrectas, un sonrojo delataba lo mucho que aquella voz logró afectarlo en tan solo segundos.
—Oh, pero parece que no soy el único, ¿O En qué momento yo te mencioné que era Thanos?
Tiene razón... Mierda.
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