XXI
El pequeño estudio se alojaba dentro de un edificio cercano a la orilla del golfo de Tesalónica. La temperatura era de apenas unos grados y el frío se dejaba sentir en la brisa que le revolvió el cabello azulado.
Maldijo a Mermaid cuando lo vio llegar. Sin esperarlo entró por su cuenta en busca de las escaleras que lo llevarían a su destino y arrugó la nariz con una mirada reprobatoria al divisar una mancha en el asiento que le correspondía. Mermaid pasó a su lado fijandose también, pero deliberadamente ignorando el poquito de tinta que quedó sobre el tapiz.
El dueño de casa los saludó con la cabeza, mientras se ponía los guantes de goma. Notó en seguida la razón por la que Kanon miraba el asiento, con los brazos cruzados y labios fruncidos. Hizo apenas una mueca de fastidio y limpió la mancha ofensiva con un trapo sucio.
-Ya sientate de una vez y deja de joder, Kanon. Solo es un poco de mugre- Mermaid se apropió de la única silla disponible dentro de aquella pieza que fungía como un estudio de tatuajes- Además, con la cara de muerto fresco que tienes, en lugar de venir a Dio debería llevarte a ver a un sepulturero. Seguro ni has ido al médico.
-Eso es para viejos alergicos de mierda como tu... Si voy al hospital será para que me alarguen la verga...
Mermaid cruzó los brazos, pero no respondió ante el comentario. Canon cruzó la puerta con su mismo semblante desgarbado. Al ver a Kanon se detuvo en seco. Lanzó un gruñido y se arrimó a la pared.
-Oye Mermaid, trajiste a esa rata asquerosa por...
Kanon se quitó la camiseta sin perder de vista a los presentes.
-Yo no lo traje, vino solo. ¿No sabías? Es mi premio consuelo.
-No sabía que andaban sorteando mierda...
-Fue idea de tu "Papito". Es tan bueno que me lo dio para que lo entrene y haga algo bueno con él. No sé que se le ha dado por pensar que hago milagros. Así que gracias a ti, tengo a este dolor de culo pegado a mi propio culo. No sabes cuanto te lo agradezco -continuó mermaid observando las pinturas que decoraban las paredes.
-¿Acaso cres que quiero venir aquí? El papa de... Poseidon me dijo que viniera. Si no, me hubiera ido a hacer otra cosa. Tengo mejores cosas que hacer.
-¿Ah sí?-interrogó kanon-Rascarte los huevos a dos manos no te toma mucho tiempo, ¿no?
-¡Ni tienes idea, cabrón! No tienes ni idea de Lo que voy a hacer con...
-Ya cierra el hocico mocoso. El pez muere por la boca y yo estoy apunto de meterte un arpón por el hocico y sacártelo por el culo...
A canon no le cayeron bien las palabras de mermaid y se sulfuró de inmediato. No iba a permitir que lo humillara delante de Kanon, a quien por demás odiaba.
-Vete a la mierda viejo. A mi no me hace gracia estar aquí mirándole la cara a ese pendejo. Prefiero perder mi tiempo haciendo cualquier otra mierda-canon levantó la voz más de lo que debía-Vayanse todos a la mierda...
Kanon esbozó una sonrisa y hasta el tatuador hizo lo mismo. El único que no encontró gracioso el comentario fue el mismo Mermaid.
Canon era aun bastante joven e inmaduro, imprudente además e increíblemente impulsivo. Aprendería con el tiempo, a medir sus palabras, si es que mermaid decidía perdonarle la vida luego de haberle hablado de ese modo.
Kanon se acomodó en la silla para ver mejor como mermaid se movía a una velocidad que no combinaba con lo metódico de su ser.
En realidad no podía culpar a ese pobre tonto. Canon le recordó mucho a sí mismo, cuando era un idiota que actuaba sin pensar. Era muy sencillo subestimar a mermaid. Algunas canas se asomaban sobre sus sienes, así como algunas arrugas sobre su frente contaban la historia de sus años. Su cuerpo no era atlético, a decir verdad se veía pesado más que corpulento.
Para su talla y volumen, mermaid se movía con demasiada destreza y velocidad. Siempre bromeaba y sonreía con sorna. Engañaría a cualquier incauto y Canon era su más reciente víctima.
No, pensó Kanon. Era culpa de canon por bajar la guardia de ese modo. Pensó que podía faltarle el respeto a uno de los perros grandes de Poseidon y salir ileso.
Canon no supo que lo golpeó. De pronto estaba aplastado contra la pared, sus pies se separaron del suelo y mermaid lo sostenía de la garganta.
Dio tuvo que dejar de trazar el dibujo a tatuar, sobre la piel de Kanon. Se puso en alerta, pero en ningún momento tuvo intenciones de detener a mermaid o pedirle que no destroce su estudio. Aparentemente el único quien no tenía capacidad de medir las consecuencias era Canon. Porque acababa de levantar el puño y pretendió escapar golpeando a mermaid en el rostro.
Tanto Kanon como Dio supieron de inmediato lo que vendría. Tal vez Dio tendría que reconsiderar el pedirle a mermaid que tuviera cuidado con las piezas de arte colgadas en la pared. Mermaid no perdió el tiempo y atrapó el puño que pretendía golpearlo con una mano sólo para estrujarlo como si se tratara de una bola de papel.
-¡Basta, Mermaid!-canon apenas pudo balbucear su pedido, aunque sabía que no tendría el menor resultado.
-¡Ah mierda! Eso tiene que doler-murmuró Dio estremeciendose al escuchar el crujir de los huesos de canon.
Al parecer mermaid le prestó más atención al comentario de Dio que al pedido lastimero de canon. Si no lo conociera un poco, Kanon pensaría que mermaid disfrutaba todo eso. Canon no podía escapar, no tenía como defenderse. Parecía un animal asustado a merced del carnicero. Mermaid en cambio, carecía de una expresión en el rostro.
La mueca socarrona que siempre lo acompañaba había desaparecido desde que se levantó de esa silla. Soltó a canon y lo dejó caer a sus pies, sin soltarle la mano. Un aullido de dolor escapó de la garganta lastimada de canon, cuando mermaid le torció el brazo, sin soltarle el puño.
Kanon tuvo que reconocer que esa expresión en mermaid le era terrorificamente familiar. La recordaba bien, porque la primera vez que la vio, fue cuando pensó que sería el último de sus días.
Recordaba a mermaid, porque desde que puso sus ojos sobre él, le llamó la atención. A diferencia de los demás hombres de confianza de Poseidon, mermaid prefería mantenerse al margen de lo que sucediera. Como una sombra que se cierne perniciosa donde nadie la ve y su presencia casi pasa desapercibida.
Podía recordar bien el rostro de mermaid, con esa misma expresión vacía, imposible de leer, confundido entre los demás hombres de Poseidon. En esa oportunidad uno a uno los miembros de su familia murieron en manos de Poseidon. Mientras el resto del grupo disfrutaba animado de la carnicería, mermaid era el único quien se mostraba indiferente a lo que sucedía frente a sus ojos.
Cuando poseidon decidió matarlo, pudo ver que mermaid se apartaba y desaparecía tras el resto de la multitud. En ese entonces, era torpe y descuidado. Inconsiente del peligro o demasiado estúpido para notarlo. Aun así, su yo del pasado, lo hubiera pensado dos veces antes de faltarle el respeto a Mermaid.
El alarido de canon lo sacó de sus cavilaciones. Dio se estremeció de nuevo, dejando de la lado la máquina para tatuar. Mermaid acababa de dislocarle por lo menos un par de dedos y planeaba continuar con el resto.
Si a canon le pasó por la cabeza disculparse, debía saber que sería inútil. Mermaid no estaba buscando sus disculpas, no le interesaban en lo más mínimo. Le estaba enseñando su lugar en el mundo.
-Voy a tener las más jodidas pesadillas-musitó Dio apartando la mirada. Tenía las mejores intenciones de regresar a su trabajo, pero con tanto alarido, no podía concentrarse en la pieza que tenía que tatuar.
-¡Yo voy a ser tu jodida pesadilla si no acabas pronto! Ya se me va a borrar la raya del culo de tanto esperarte.
-¡Ah no, cabrón! Te dibujo una nueva, en 3D si quieres... Espera y verás.
Dio se acomodó en su sitio. Giró el rostro y vio que mermaid se acomodaba el traje, como si nada hubiera ocurrido. Canon quedó arrodillado en el suelo, sujetando su mano herida. Lo siguiente no se lo esperaba.
-¿Qué estás esperando?-la voz de mermaid no dejaba espacio para una respuesta.
Sin embargo, canon reunió valor para intentar darle una repuesta. Apenas pudo balbucear algo que sonó a : esperando qué.
Kanon frunció los labios y Dio tuvo ganas de decirle que cerrara la boca y se enderezara los dedos solo. Definitivamente no quería que mermaid le prestara su ayuda.
Esta vez mermaid atrapó a canon del cabello oscuro y liso. Lo estrelló contra el muro y las piezas de arte colgadas temblaron en su sitio.
-Empieza con el dedo meñique-ordenó mermaid y con la mano libre sacó de su bolsillo un cuchillo plegable-o lo haré yo por ti.
El rostro de canon perdió el color. Cerró los ojos con una expresión de pánico porque sabía que tendría que volver a colocarse los huesos en su sitio y por si solo.
Dio tuvo suficiente. Giró su cuerpo por completo dándole la espalda a la escena que albergaba su estudio. Tomó la máquina para tatuar y la dejó en su sitio. Con tanta conmoción olvidó que primero debía finalizar los trazos. Con una media sonrisa regresó a trabajar en el diseño que dibujó sobre el pecho de Kanon.
-Este es mi favorito-comentó Dio para ignorar los gritos de canon a sus espaldas-Es algo complicado por los tonos, las sombras y el efecto 3D, pero va a quedar de puta madre.
-Déjame adivinar, lo hizo tu fantasía sexual número uno, ¿no? Seguro se te paró el pene...
Dio se sonrojó tanto que tuvo que detener su labor.
-¡Calla mierda! Es un artista excelente y además quien me enseñó a tatuar... carajo.
-¿Y te enseñó él pene también?- se burló Kanon- Seguro hasta tienes su foto en el techo de tu cuarto, para tus pajas...
-A Orpheo no le gustan las fotos. ¡Qué carajo estoy diciendo! Tengo sus piezas de arte y con eso me basta. Y ya cállate que te dibujo un pene en el pecho.
Kanon dejó la conversación de lado. Solo le interesaba una sola cosa, que Dio terminara pronto el delineado y pudiera marcharse. El tatuaje completo, con todos los detalles y sombras, tomaría por lo menos una semana en terminarse. No tenía tanto tiempo que desperdiciar.
ya que Antes de marcharse dejó a Sorrento sobre su cama. Dormía, se aseguró de que lo hiciera. Por lo menos uno de los dos podía tener algo de descanso. No se haría ilusiones. No podría cerrar los ojos nunca más, porque apenas lo hiciera alguien trataría de apuñalarlo por la espalda.
Ya todos lo sabían, hasta canon quien hasta ese momento era la última rueda del coche. Sabían que volvió del entrenamiento de poseidon y lo hizo con vida. Para la gente de poseidon ese era un gran mérito. Sin embargo, para Kanon era una condena.
Mermaid se lo dijo, le vendió su alma al diablo. Ahora era uno de los perros grandes, hombre de confianza de poseidon. El mismo levitan lo pensó dos veces antes de cruzarse en su camino. El resto del grupo prefería mirarlo de lejos, con recelo y cierta malsana admiración.
Tal vez el único que no sabía el peligro que corría era Sorrento. Quizá no entendería que sin quererlo le puso una soga al cuello y ahora tendría que quedarse a su lado para asegurar su supervivencia. Era demasiado tarde para dejarlo ir. Lo iba a conservar como una mascota incapaz de cuidar de si misma.
Un pez dorado, algo así, pensó ignorando el puntapie que mermaid acababa de propinarle a canon. Sorrento era un pez en su pecera. Incapaz de hablar con propiedad y de cuidarse solo.
Pero bueno, eso ya no importaba, porque de cualquier forma Sorrento ya era su Omega. Y cualquier alfa que siquiera pensara en meterse con el la pagaria
Una media sonrisa se apodero de el sin darse cuenta, el solo recuerdo de hace minutos aun yacía fresco en su memoria y la Frase "su omega" aun se sentía ajena a el.
Seguramente si alguien se enteraba de esto lo mataría, sobre todo poseidon.
Al abrir la puerta del baño estuvo a punto de tropezar con un bulto sobre el suelo.
Ahí, detrás de la puerta, acurrucado sobre el suelo, durmiendo como un cachorro solitario, se encontraba Sorrento.
-¿que diablos haces sentado ahi? -escupió Kanon con molestia.
Mas Sorrento no respondio, simplemente se puso de pie ligeramente y de un momento a otro, se encontraba nuevamente abrazando al dragón marino y encontrando sus labios, el mayor no protesto en lo absoluto, como hacerlo, como decirle que no a aquel joven que se apegaba con tanto fervor a su persona, solo se dejo hacer y disfrutar de aquel goze de ambas partes, concediendo el permiso que el joven sirena tanto necesitaba
Sorrento arrastró la mano por el costado del cuello de Kanon. El joven alfa cerró los ojos disfruntando del toque. Podría quedarse ahí para siempre, dejando que Sorrento continuara explorando cada parte de su cuerpo. Kanon deslizó una mano entre el cabello sedoso de Sorrento y lo besó como lo había besado minutos antes, con fervor y hambre, con anhelo y posesión.
Sorrento correspondió al beso al tiempo que deslizaba los dedos con agilidad por entre la toalla de kanon y la apartaba para poder acceder a la piel desnuda. Acarició el abdomen bien marcado como si quisiera memorizar cada centímetro. Kanon gimió sintiendo el tacto cálido y el magnetismo entre los dos.
Se apartaron un momento para poder desnudarse sin apartar la mirada uno del otro. Kanon se tendió sobre la espalda exhalando pesadamente mientras miraba el techo. Sorrento se sentó a horcajadas sobre él y de nuevo lo besó.
Necesitaba a ese alfa en su vida como necesitaba el aire para respirar. Por su parte, Kanon sonrió complacido, con el rostro arrebolado y el cabello despeinado. Tomo los muslos de su ahora amante con las dos manos y los masajeó.
―¡kk..Ka..kannon!
Vio en sus ojos que lo deseaba de una manera intensa. Sonriendo se sentó para poder acercar los labios a uno de los pezones endurecidos. Sorrento volvió a gemir y gritar el nombre de su compañero.
Eso era todo lo que Sorrento necesitaba decir para obtener todo de él, y eso era todo lo que Kanon necesitaba escuchar para entregarle cuanto quisiera.
Kanon sintió que el tiempo se deslizaba entre sus dedos como chorros de agua. Esa podría ser la última vez que estuvieran juntos si las cosas se complicaban, pero tenía confianza en la intensidad de sus sentimientos. Así que agarró el trasero de Sorrento con firmeza apretándolo fuerte contra él para sentir el calor de su piel que estaba lejos de enfriarse con la brisa de Alaska.
Deslizó dos dedos dentro de su amante, arrancándole un grito de placer. Sorrento echó la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados sumergido en el disfrute del momento.
Cuando lo sintió lo suficientemente preparado, Kanon colocó las manos sobre las caderas de Sorrento para guiarlo hacia su miembro preparado y sonrió cuando su amante lo tomó con la mano para dirigirlo.
Kanon sonrió. Vio la manera en que Sorrento apretó los párpados y sintió que le enterraba las uñas en el pecho, sabía que le dolía, pero que también estaba sintiendo placer. Así que se enterró profundamente en él y bombeó con suavidad. Después aumentó el ritmo y sus cuerpos chocaron intentando estar cerca uno del otro, para aumentar el placer.
―¿Te gusta?
Sorrento volvió a gemir. Colocó una mano en el suelo y arañó entre los azulejos. La otra mano buscó la de Kanon para entrelazar sus dedos.
Kanon repitió la pregunta.
Y él austríaco respondio con un torpe tartamudeo
El aroma de Sorrento lo excitó tanto como aquella piel desnuda brillando con sudor. Colocó la mano libre en las nalgas de su amante clavándole las garras. Cuando Kanon se calentaba le costaba dominar ciertas exigencias de su alfa interior. Afortunadamente, Sorrento compartía con él esa condición y podía soportar bastante bien los arrebatos de Kanon.
Kanon cerró los ojos dejando que el calor viajara através de todo su cuerpo, que se expandiera desde el centro de su ser hasta las puntas de sus dedos, estremeciéndose mientras liberaba su carga. Entreabrió los ojos, todo estaba borroso debido al intenso placer. Centró su mirada en Sorrento, tenía los ojos llorosos, y los labios hinchados por haberlos mordido mientras se corría, dejando blancas líneas sobre el abdomen de Kanon.
Acarició las mejillas de su amante y después de un cálido beso separaron sus cuerpos.
―mmm...me..gg..gutas-. Fueron las palabras de Sorrento acariciando el pecho de Kanon con timidez.
Kanon respondió con una carcajada y se acomodó abrazando a Sorrento, las palabras del menor no eran nada de que sorprenderse. Nada que no haya escuchado meses atras por boca de ese maldito tapón de alberca.
<< ¡Sorre debió dejar que te mueras, pero no lo hizo por qué le gustas!->>
Bueno, quien diria que después de todo, ese enano tenia razón aquella Vez. Maldita sea, por que no lo creyó aquel día. Si tan solo hubiese hecho caso a esas palabras las cosas hubiesen pintado diferente para ambos, sobre todo para Sorrento. Si él se lo hubiera llevado aquel día consigo, nada le hubiese pasado, él hubiera sido él primer y único alfa en su vida, él único con derecho de tocar su cuerpo y sobre todo la primera vez de Sorrento. Pero él hubiera no existe ¿verdad?
Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando los labios carnosos y seductores del omega le devoraron la boca con un beso apasionado. Kanon le acarició la piel de la espalda y sus manos se entrelazaron para luego mirarse a los ojos.
―¡Déjame marcarte!
Pronuncio sin tapujos y los ojos del joven sirena se abrieron a lo grande.
¿que diria massimo si eso acurria?
¿que le pasaría a el una vez que aceptara ser su omega?
Miles de preguntas se albergaban en su mente y aunque desde hace tiempo era lo único que quería, ser el omega de aquel alfa también tenia que tener en cuenta que... Todo era mas complicado de lo que parecía, Kanon no era un Alfa normal, el era gente de poseidon y no cualquier gente, Kanon era "hijo" de un mafioso, por lo tanto, mucha gente quería hacerle daño.
Sorrento estubo a punto de protestar pero Kanon colocó el dedo índice en sus labios para silenciarlo. No quería escuchar una sola palabra contradictoria a sus deseos
―Si te marco serás mío para siempre. Nadie podrá apartarte de mi lado, ni siquiera Poseidon.
―ppe...yo...yya...ten...tengo...afa...
Kanon tragó. Un resplido escapó de su nariz y frunció el ceño. Si, había escuchado eso por ahí, Kraken le comento una vez que Julian había acoplado al chico con un viejo que posiblemente le doblaba la edad, pero él había evitado mencionar los detalles mientras estaba con Sorrento porque no quería que eso empañara su pequeño momento de alegría. Apretó a Sorrento contra su cuerpo y susurró a su oído:
―Una cosa es el juramento que hace un Omega a un Alfa, otra es la marca de pareja. Sorrento, te prometo que no voy a dejar que ese Alfa te marque, tu eres mio.
Sorrento bajó la mirada, pero eso era lo único que Kanon podía prometerle, no podía jurarle que estarían a salvo y asegurarle que no habría consecuencias al volverse su omega. Kanon besó la frente de Sorrento y este descansó su cabeza en el pecho de Kanon escondiendo la cara para que no pudiera ver la frustración. Kanon se tragó las dudas porque necesitaba que Sorrento confiara en él. No dijo nada más...
-¡Carajo mermaid, voy a necesitar un maldito médico!-se quejó canon agazapándose en el suelo sin ánimos de levantarse.
-Mejor un veterinario para que te ponga a dormir-gruñó kanon harto de que la voz de canon interrumpa sus cavilaciones-Chillas demasiado...
Sucedió entonces. Canon se sobrepuso al dolor que sentía y se incorporó lleno de odio.
-A quien voy a poner a dormir es a tu...
Canon no pudo terminar la frase. Mermaid le encajó un puntapié en el pecho que sin duda le partió una costilla.
Sin quererlo Kanon saltó en su asiento. Dio protestó, pero no le prestó atención. Incluso mermaid giró a verlo y sin lugar a dudas notó cierta alarma en su rostro. Canon no tuvo que acabar su amenaza. De pronto todo cobraba un terrible sentido
No debió dejar solo a Sorrento. Poseidon sabía que estaba en su departamento.
-Quédate ahí, Kanon -Mermaid lo miró fijamente y con esa expresión neutra que alarmaba-No hay nada que puedas hacer al respecto.
Las palabras de mermaid le dieron la confirmación que esperaba. El color abandonó su ya pálido rostro. Una corriente fría descendió por su cabeza hasta alojarse en su estómago. Odiaba sentirse de ese modo, tanto como odiaba reconocer que mermaid tenía razón. Era demasiado tarde para intentar algo, lo que fuera.
Si optaba por ir en busca de Sorrento, Mermaid lo detendría. Su cuerpo no estaba en condiciones de enfrentarsele de nuevo. Y si podía pasar encima de mermaid, ¿qué haría con poseidon? Lanzó una carcajada profunda. De pronto, no podía dejar de reirse.
Cualquiera que entrara en ese momento y viera la escena, pensaría que Dio le hacía cosquillas. De pronto no podía dejar de reír. Poseidon se desharía de Sorrento de un modo u otro, era cuestión de tiempo que lo hiciera. Porque poseidon lo conocía mejor que sí mismo. Sabía que sentía algo, cualquier cosa por ese omega, por ese pajarito herido. Sabía que haría lo que fuera por retenerlo a su lado y dejar de sentirse tan solo.
Algunas làgrimas se asomaron en sus ojos. La risa no podía contenerla. Hasta perdió el aliento entre tanta carcajada. Mordió el anzuelo con tanta facilidad que debía sentirse avergonzado por haberlo hecho.
Dio dejó la máquina a un lado, francamente confundido por las acciones de Kanon. Lo vio levantarse de la silla y recostarse contra la pared, muy cerca al otro canon, quien se puso a buen recaudo.
-¡Qué mierda!-Kanon balbuceó entre carcajadas-¡Qué mierda contigo mermaid! Cuando todo esto acabe voy a matarte. Te lo juro...
Giró a ver el rostro de mermaid y por fin encontró cierta expresión en sus ojos. Lo vio sonreir además, asintió muy de acuerdo con sus palabras. Mermaid lo sabía, siempre lo supo. Que al tenderle la carnada aceptaría muy inocentemente. Fue con él hasta ese lugar y ahora estaba atrapado.
Kanon se secó las lagrimas con el reverso de una mano. No podía dejar de reír. Dio y el otro canon se miraron confundidos. De un modo u otro supieron que la sesión había terminado. A mermaid se le borró la sonrisa de un momento atrás y regresó su expresión neutra.
-Marca mis palabras mermaid. Yo voy a ser quien te mande al otro mundo.
La risa se le terminó y dio paso a una profunda tristeza. Kanon se adelantó y tomó su ropa de donde la dejó doblada. Apuntó con un dedo a su ex compañero quien quiso esbozar una sonrisa, pero no pudo.
-Lo estaré esperando, hijo -murmuró como respuesta.
La tristeza es contagiosa, fue un pensamiento apresurado que cruzó por la mente de Kanon. Casi lo hizo al ritmo con el que salió de la habitación azotando la puerta....
Desde pequeño se me instruyó para ser el reemplazo de mi padre el gran "Poseidon de los mares". Él se enamoró desde los diez y a esa edad yo tenía totalmente prohibido hablar con niñas o alguien de mi edad, debía sentarme con mi padre y sus socios y aprender en silencio. Levantaba la mano para opinar, no sorbía, mantenía los codos fuera de la mesa y bebía té sin azúcar. Mi "padre" me contagió tanto de su inexpresividad, me acostumbre tanto a ser su pequeño maniquí que cuando abrí los ojos ya era demasiado tarde para hecharme atras...
Demasiado tarde para querer vivir mi vida como una persona normal
Demasiado tarde para siquiera querer enamorarme
Demasiado tarde para decirle siquiera que yo no quería nada de esto...
Mientras voy prácticamente corriendo hacia mi apartamento pienso en el dolor. Dicen que el dolor físico se transmite a una velocidad de 120 metros por segundo, pero nadie se ha tomado la tarea de medir la velocidad del dolor dentro del alma, quizá es porque es la clase de dolor que permanece a través del tiempo matando lentamente.
Pienso mucho en el dolor, es como una prisión que asfixia, que tortura, como un nudo en la garganta que por mas que intentas no desaparece, como un maldito sabor amargo que no sucumbe ante nada.
Desde los diez años Poseidon jamas me dejo tener nada a lo cual yo podria llamar mio o algo a lo cual yo pudiera tener a mi lado como compañía. Sus amenazas siempre eran claras "mas vale que te deshagas de eso, si no es asi te obligaré yo mismo a hacerlo y sabes que mis metodos no te convienen kanon..."
La misma amenaza de siempre
Las mismas palabras, las cuales si no obedecía a los dos dias, poseidon mataba a aquello que yo tanto quería
Siempre me arrebato todo y hoy nueve años después, lo sigue haciendo... No es justo
••••
Sorrento despertó sobresaltado. Un estrépito lo arrancó de sus ensueños y al levantarse de improviso, se dio cuenta que no estaba solo. Se frotó los ojos con la manga de la camiseta que llevaba puesta y lo hizo a toda prisa; atento a la voz que tenía en frente.
-Tranquilo, sólo se me cayeron unos libros.
Un sujeto lo miraba de pie al lado de un estante. Tenía una mano levantada enseñándole una palma con intenciones de calmarlo.
- No fue mi intención despertarte, regresa a dormir.
Sorrento vio que se agachaba a recoger lo que dejó caer. Lo hizo despacio y sin dejar de mirarlo a los ojos. Debía estar bromeando. No había modo de que se acostara a dormir con un desconocido mirándolo.
-Entiendo, no me conoces y de pronto te despierto de un susto. Tampoco regresaría a dormir con un desconocido en la misma habitación.
El sujeto entrecerró los ojos y medio que sonrió. Sus movimientos eran suaves y hasta melódicos. Giró despacio hacia un lado y sus dedos finos se posaron sobre el estante, recreando una pequeña melodía.
Sorrento recién cayó en cuenta que su cuerpo se relajó por si solo. De inmediato enmendó sus acciones. De nuevo se puso en guardia a la espera de algún tipo de movimiento que justificara su paranoia.
Aquel desconocido le daba la espalda y seguía recreando una tonada que empezaba a enredarse en su mente. La reconoció enseguida, pero de pronto no sabía de donde provenía.
-Vine en busca de...-y empezó a tararear aquella melodía que lo volvería loco si no la recordaba pronto. El desconocido giró el rostro ligeramente -¿Sucede algo?
Sorrento se sobresaltó al verse descubierto. Lo estaba mirando con más atención de la que debía. Un cierto rubor se manifestó en su rostro. Negó con la cabeza tratando de disimular lo intrigado que se encontraba.
-Me parece que te pasa algo-el sujeto giró entonces para mirarlo de frente.
Sorrento se contrajo poniéndose en alerta. Lo sabía, no podía confiarse.
-No has dicho una palabra desde que llegué. Pero puedes emitir sonidos. ¿Sucede algo con tu voz?
Negó con la cabeza aunque sabía que era una total mentira. Levantó los ojos apenas y se sintió mal por faltar a la verdad. Era solo una pregunta inocente. Solo quería saber si sucedía algo con su voz y pues sí. Sorrento se detuvo en seco y asintió con cierta vergüenza.
-No debi preguntar.Fue muy grosero de mi parte.
El tono de voz de ese sujeto iba a volverlo loco tanto como la melodía que seguía soñando en su mente y le resultaba imposible recordar.
-Me iré enseguida-añadió solo para regresar a acomodar unos libros en el estante y seguir tarareando la melodía.
Sorrento tuvo suficiente, si no podía recordar a que pieza pertenecía se volvería loco. Sin saber bien lo que hacía, avanzó un par de pasos en dirección al desconocido. Estiró una mano hacia él y se detuvo. Sorprendido de lo que estuvo a punto de hacer, se quedó con el brazo estirado sin saber que hacer.
Sucedió lo que tanto temía. El desconocido giró hacia él y lo miró a los ojos. Sorrento agachó la mirada más avergonzado que antes. Recogió su brazo extendido casi sin poder creer lo que estuvo a punto de hacer. Casi le toca el hombro. Para alguien que prefería evitar el contacto físico con otros Alfas, sus propias acciones de pronto lo sorprendían.
Podía sentir los ojos de ese sujeto sobre su cuerpo. Pero no se atrevió a levantarlos ni tratar de retroceder. Ardía en deseos de poder usar su voz y preguntarle a qué pieza pertenecía el pedazo de melodía que hasta hacía un momento tareareó.
Necesitaba saberlo.
-¿De verdad no puedes hablar?-preguntó el desconocido interpretando tal vez su silencio.
Sorrento negó con la cabeza rehusándose a levantar la mirada o rendirse en su empresa. Rebuscaba en su mente esa tonada y por alguna razón no conseguía encontrarla.
El desconocido resopló con suavidad y volvió a tararear con melódica voz. Sorrento levantó la cabeza sin poder contenerse. Su mente gritaba de frustración. Si no llegaba a recordar a que pieza pertenecía...
-Es tu turno-le dijo aquel sujeto mirándolo a los ojos.
Aquellas palabras lo sacaron de sus pensamientos de golpe. ¿Escuchó bien?
-Sí, es tu turno. Trata tú, sé que puedes hacerlo.
Quiso negar con la cabeza, pero no podía mentirse a sí mismo. Claro que quería hacerlo, aunque no sabía si podría. Recrear la música en su mente era algo que solo hacía cuando tenía su violín. Usar su voz para interpretar una melodía no era algo que había intentando, antes.
-Hazlo, no seas tímido.
Sorrento se sonrojó completo y por alguna extraña razón su mente perdió todo reparo. Repitió la melodía que ya lo atormentaba y el desconocido se le unió en el camino. Tararearon la misma parte un par de veces y hasta pudieron continuar unas cuantas notas más.
-Eso estuvo muy bien. Es una de mis piezas favoritas de Paganini. Veo que conoces su música y que también puedes cantar.
Escuchar el nombre del autor de esa pieza fue como recibir un vaso de agua luego de estar muriendo de sed. Su mente sintió cierto alivio, el suficiente como para ignorar la proximidad de ambos y el hecho que acababa de cantar a coro con un desconocido.
-Siento que estoy haciendo un monólogo -y acompañó su comentario con una risa breve-puedes usar tu voz, pero eliges no hacerlo. Veo que eres algo tímido. Algunos músicos los son. Prefieren expresarse a través de sus obras.
Sorrento estuvo a punto de explotar en una risa nerviosa. ¿Acababa de llamarlo músico? El rubor aumentó y hasta sentía que se ondularía ante el comentario. El desconocido giró de nuevo y sus ojos se posaron sobre las paredes garabateadas.
Cuanta fue su sorpresa al escuchar con sus propios oídos la voz de ese sujeto interpretando la melodía que sonaba incesante en su propia mente. La escribió en las paredes. El desconocido consiguió descifrar una secuencia y ahora lo cantaba para él. Sorrento sintió que el cuerpo le temblaba y no sabía la razón. Deseaba cantar también, lo cual era algo que nunca le sucedió.
-¿Lo hice bien?-preguntó el sujeto regresando los ojos a Sorrento quien ahora lo observaba absorto-Entiendo que tú lo escribiste. Kanon no sería capaz de hacerlo. Nunca fue capaz de hacerlo.
El rostro de Sorrento se iluminó con una sonrisa. De un momento a otro sonreía como no recordaba haberlo hecho. Una mezcla de emociones se rebalsó dentro de su pecho y sin quererlo ni esperarlo balbuceó una respuesta.
Apenas fue un «sí» muy torpe. El tartamudeo lo acompañó e hizo que se avergonzara. Sorrento echó sus ojos al suelo, poniéndose colorado. Fue demasiado para su pobre mente trastornada, pensó. Que alguien interpretara lo que él garabateó en las paredes fue algo que no sabía como procesar.
El desconocido le sonrió también, acortando la distancia entre ambos hasta dejarla inexistente. Sus manos pálidas se deslizaron con la suavidad de mariposas hasta alcanzar su garganta y en ella la marca que Kanon había dejado. Colocó las yemas de sus dedos rozando su piel, apenas. Sorrento se contrajo al sentir el contacto, pero no se movió de su sitio.
Aquel alfa aspiro su aroma una vez mas e hizo una mueca indescriptible para él.
-Tal y como pensé. Puedes hablar, pero tus músculos se tensan cuando intentas hacerlo. El temblor de tus labios y como tus ojos se entrecierran... es porque estás muy nervioso.
Sorrento quiso asentir, solo para sentir el contacto tibio de la piel de ese sujeto sobre la suya. Podría escucharlo todo el día., su voz era tan suave y melódica.
-Trata de decir algo.
-A....aaa...aaa...
-Respira hondo. Inhala por la nariz, espera unos segundos... ahora exhala por la boca. Despacio. Eso. Otra vez.
Sorrento lo hizo sintiendo que podía respirar el día entero con tal de que no se apartara de su lado. Ahora que lo hacía aspirar, podía registrar el aroma de su perfume. Uno muy ligero y tan suave como el modo que se movía.
-Hazlo de nuevo. Di algo.
-Al-go.
-Muy bien.
Sorrento sonrío como lo haría un niño que acababa de recibir un cumplido de su papá. La pequeña sonrisa que le regaló ese sujeto completamente desconocido lo dejó con ganas de intentarlo de nuevo.
Nunca lo hubiera pensado, respirar hondo era muy sencillo. Lo hizo de nuevo para que no se apartara de él.
-inténtalo de nuevo. Esta vez...-y señaló la pared garabateada-quiero escuchar esa melodía.
Sin quererlo se sobresaltó ligeramente. Sorrento no escondió lo intimidante que resultaba ese pedido. Quiso negar con la cabeza, pero los dedos finos de aquel sujeto seguían acariciando su garganta. Seguro era músico también.
El desconocido se colocó a sus espaldas sin perder el contacto con su garganta. Ahora tarareaba una parte de la melodía que siempre soñaba en su mente. Sorrento respiró hondo, pero con torpeza. De pronto sentía miedo de no poder hacer lo que dijo.
-Despacio. Respira hondo. Sabes que puedes hacerlo. Relájate. Tus hombros están muy tensos-las manos del sujeto se deslizaron sobre sus brazos hasta llegar a sus hombros.
Sorrento tembló al sentir que presionaba ligeramente su hombro izquierdo. Era el que le daba más molestias. Eo decía que esos dolores eran el precio a pagar por poder interpretar un violín.
-Me pregunto que instrumento es el que tocas-el desconocido siguió su recorrido hasta detenerse sobre sus muñecas. Se centró en la izquierda de nuevo, palpándola-Dicen que las manos de un músico son su mayor tesoro.
Esas palabras sonaban familiares. Era lo que Eo siempre decía. Sorrento se contrajo porque la muñeca izquierda era la que le dolía más. En realidad el brazo entero solía padecer más los efectos de sostener el violín. Seguro ya había notado la marca sobre su cuello que no se borraba.
-Así que eres un violinista-sentenció seguro de haber acertado.
De nuevo una mano se posó sobre su cuello mientras la otra sobre su nuca, explorándola con sus dedos. Encontró el punto de dolor sobre la cervical y lo presionó solo para probar su punto.
Sorrento asintió algo resentido y dolorido. Ese tipo lo supo con tan solo tocarlo.
-¿Acerté? ¡Qué interesante! Quizá podrías tocar algo para mi. Si tuviéramos más tiempo.
¿Tiempo? ¿A qué se refería? ¿Ya se iba a ir?
-Ibas a cantar para mi-le recordó mientras regresaba sus dedos finos a su garganta-Hazlo.
Recién lo notaba, la atmósfera en aquella habitación cambió de un momento a otro. De pronto ya no se sentía tranquilo y relajado. Bajó la guardia al punto de dejar que ese tipo se le acerque y examine su cuerpo.
Incluso la expresión afable del desconocido abandonó la habitación. Sus rasgos se afinaron y no le gustaba el modo como lo miraba. Le dijo que cantara y sentía que si se atrevía a desobedecer, ese tipo lo iba a despellejar vivo.
Sorrento se reprendió a sí mismo. Estaba imaginando cosas, pensó. Aunque si lo pensaba bien, ese tipo apareció de improviso en el departamento de Kanon.
Entonces tenía que conocer a Kanon de algún lado. ¿Cómo pudo olvidar ese detalle? No, imposible. No
podia ser un matón como Kanon. Su rostro era amable y sus maneras pausadas. Y sus manos eran delgadas y se movían con tanta destreza sobre la repisa. Seguro era músico, un pianista.
Por más que lo mirara no podía imaginarlo trabajando con Kanon, en lo que fuera que este hiciera. Tenía que estar imaginando cosas.
-La mente de un músico es el más hondo de los océanos. Quien sabe que secretos guardas ahí dentro.
Ninguno, ningún secreto, hubiera querido decir. Sorrento solo respiró una vez más antes de intentar cumplir el pedido que se le hizo.
De un modo u otro la idea de cantar le entusiasmaba un poquito. Consiguió hablar sin tartamudear, ese era un grandísimo avance.
-Espera-las manos de ese sujeto se cerraron sobre su garganta.
Los ojos se le abrieron por reflejo y una expresión de terror se le plasmó en el rostro. Pero aquel sujeto le sonreía de un modo que le costaba interpretar.
-Te asusté. Vamos, si quisiera hacerte daño ya lo hubiera hecho. Ahora vas a inhalar por la nariz, relaja la mandíbula, así está mejor. Respira hondo y canta
Sorrento hizo lo que le dijo con un temblor en los labios que no pudo ocultar. Se desconoció entonces. Su voz salía clara como una mañana soleada. No necesitaba leer sus propios garabatos, la música abandonaba su mente convertida en una melodía armoniosa.
Una voz más se unió a la suya. Formaron un dueto por demás extraño. No sabía su nombre ni sus reales intenciones, pero ahí estaban ambos, cantando a coro como si se conocieran de toda la vida.
Tuvo que detenerse. No estaba acostumbrado a usar su voz y menos sentir confianza en sí mismo. Sorrento se contrajo avergonzado de sí mismo.
-Dejemos el resto de la interpretación para la próxima. En un escenario más apropiado.
Las palabras del desconocido lo desconcertaron más que sus acciones. Tomó su mano izquierda y colocó algo sobre su palma. Sorrento tembló involuntariamente ante el contacto.
-Fue muy entretenido -susurró antes de alejarse dejándolo en una pieza -Disfruté la melodía.
Sin decir más nada, se alejó como si se tratara de una aparición. Sus pasos silencios acompasando sus movimientos al caminar. No le dijo su nombre ni la real razón por la que apareció en esa habitación ajena. Sorrento no se atrevió a moverse de su sitio hasta que sintió el ligero sonido en la puerta de entrada.
No podía controlar el temblor en todo su cuerpo. Cayó de rodillas sin darle crédito a sus ojos. Sobre su palma izquierda tenía un cuadrado pequeño de plástico transparente que preservaba lo que parecía ser un ominoso par de tridentes dorados .
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