
XVll
La alarma del teléfono hizo que saltara de la cama. La costumbre le hizo buscar el revólver donde siempre lo guardaba, debajo de la almohada.
Al no encontrarlo, acabó de despertar. No se encontraba en su cama, si no en una ajena. Los recuerdos de la noche anterior llagaron raudos a ponerlo al día.
Kanon sacudió la cabeza y pronto encontró el revólver, sobre el suelo. No iba a perder otro de los regalos de Poseidón. Especialmente uno que necesitaría cuando tuviera que enfrentar a Mermaid. Revisó el teléfono y vio varias llamadas perdidas. Los mensajes de texto ni los leyó.
Era hora de marcharse. Necesitaba tomar los calmantes para el dolor. Pero se detuvo un momento. Todavía podía sentir la calidez que obtuvo la noche anterior. El lecho seguía tibio.
Resopló enojado consigo mismo. ¿En qué estaba pensando? Kanon se calzó a prisa sin quitarle la vista de encima al bulto envuelto en una frazada.
Si no supiera lo profundo que dormía Sorrento, pensaría que estaba muerto. Desenvolvió al chico de dentro de las cobijas y le quitó su chaqueta.
Sorrento ni cuenta se dio. Sólo rodó en la cama buscando abrigarse y siguió en lo suyo.
Kanon se apartó de su lado, dándole una mirada al resto de la habitación. Todo lo sucedido la noche anterior fue realidad. Pasaron la noche juntos y lo único que hicieron fue dormir profundamente.
Sonrió sin quererlo. De pronto sentía ganas de reír a carcajadas pensando en la cara que pondría Mermaid si se enteraba donde pasó la noche.
No, nadie debía saberlo. Lo que pasó entre ambos, se quedaría dentro de esas cuatro paredes mugrosas. Al cruzar esa puerta tendría que olvidarse que Sorrento existía.
Si alguien se enteraba, si Poseidón llegaba a saber que...
Kanon detuvo el tren desbocado de sus pensamientos. Sorrento se volteó en la cama, parecía que iba a despertar. No, no lo hizo. Sólo se acurrucó buscando calor dentro de ese espacio helado.
Tendría que despertarlo y hacerle entender que no podía contarle a nadie que se encontraron. Advertirle no sería suficiente. Absolutamente nadie debía saber que...
-¡Mierda! -
masculló al sentir la vibración de su móvil.
Era Mermaid de nuevo, jodiendo cómo era su costumbre. No le contestó. En silencio lo mandó a podrirse en la casilla de voz.
El auto se quedó afuera. ¿En qué andaba pensando? Seguro Mermaid estaba esperándolo abajo para agarrarse a plomazos a esas horas de la mañana.
-¡Ey, despierta! -
rodeó la cama para tener acceso al chico y destaparlo para que dejara de dormir.
Sorrento abrió los ojos al sentir el frío y su rostro se arrugó en una mueca de enojo. Hasta frunció los labios en el proceso. Acto seguido, se dio la vuelta para recuperar su sueño.
-¡Deja eso! -
vociferó Kanon para sacarlo del letargo.
Funcionó mejor de lo que esperaba, Sorrento saltó del susto y los ojos se le abrieron más de lo normal.
¿Ahora qué? Pensó Kanon. ¿Quería un besito de buenos días o qué le pasaba?
-¡Levántate de una Maldita vez!
ni esperó que lo hiciera.
Kanon salió de la habitación. A pesar de la luz diurna, el departamento era bastante oscuro. Tuvo que sobreponerse al asco de caminar entre ropa sucia, polvo, envases de comida y demás basura regada por todo el suelo. Encontró una ventana cubierta por persianas polvorientas.
Con el cañón del revólver bajó una persiana para darle una mirada a la calle. El auto seguía en su sitio y no había señales de Mermaid, aún.
Que estuviera presente era lo de menos. Las calles tenían ojos y oídos. Ese auto, aparcado en la vereda, era como un elefante en una salón.
Tenía tiempo para marcharse, pero no demasiado. La calle empezaba a despertar y el reloj era uno más de sus enemigos.
Regresó a prisa a la habitación y encontró a Sorrento frotándose los ojos, sentado en la cama. Kanon bufó rabioso y tomó al chico del brazo.
-Vienes conmigo, así que cállate la boca y no te despegues de mi lado.
Sorrento no terminaba de despertar y aún así ya estaba corriendo tras Kanon. Salieron del departamento y bajaron las escaleras con más prisa que la que debían. Kanon le ordenó que no hiciera tanto ruido, que iba a despertar a todo el edificio.
Al llegar a la puerta trasera, se detuvieron. Sorrento quería protestar. No entendía nada. Todo pasaba demasiado rápido para poder registrarlo en su mente.
Kanon se asomó primero y al parecer encontró el camino libre. Sorrento quiso resistir, pero el cañón del revólver lo apuntó en la garganta.
-¿Qué carajo pasa contigo?
¿De verdad quería que le respondiera? ¿Por dónde empezar? Tal vez desde la primera vez que se vieron y pensó que iba a matarlo. Sorrento le devolvió una mirada incrédula que Kanon procedió a ignorar. Le hizo ponerse la capucha y le dijo que se mantuviera cerca a él.
Avanzaron con menos sigilo del que Kanon quería. Sorrento tropezaba consigo mismo y le costaba seguirle el paso. Avanzaron calle abajo y se detuvieron a 4 cuadras de distancia.
Kanon ordenó que lo siguiera y cruzó la calle. Sorrento tuvo la tentación de tomar el camino contrario. Si lo hacía seguro iba a meterse en problemas. Así que siguió a Kanon desde la acera contraria sin saber a donde se dirigían.
La pierna le dolía mucho por caminar apurado. La fractura que tuvo nunca sanó como era debido. Pero eso Kanon no lo sabía y menos aún le importaba.
Por un momento casi pierde de vista a Kanon ya que entró a una bodega y por fin Sorrento pudo descansar un poco. Casi convencido de que soñaba, se quedó esperando tranquilamente apoyado en la pared.
No podía esperar a despertar e ir en busca de Eo. El seguro tenía el desayuno listo y...
Kanon cruzó la calle de nuevo y Sorrento todavía no despertaba de la pesadilla. Sus ojos se cruzaron con los de Kanon y supo que tenía que seguirlo. Se encontraron en la esquina, cuando Kanon accidentalmente dejó caer algo de su bolsillo.
Sorrento lo tomó del suelo y lo alcanzó para devolvérselo. Kanon recibió la caja de goma de mascar y la guardó entre su ropa mientras Siguió avanzando hacia otra calle.
Una dirección era lo que leyó en la envoltura de la caja. No era un sueño, era una pesadilla real. ¿Qué hacer? se preguntó cansado de caminar. Podía ir obediente a donde lo mandó o marchar de regreso donde Eo.
El chileno seguro lo esperaba preocupado. Tenía que volver a su lado, pero su instinto le decía que no lo hiciera. Sorrento conocía la zona mejor de lo que quería aceptar. No quedaba más que a unas cuadras y ya se sentía harto de andar.
Así que se tomó su tiempo. Encontró a el edificio sin problemas. ¿Qué debía hacer? ¿Esperar? ¿Marcharse de una vez? Dio una vuelta buscando otra entrada o una señal, algo, cualquier cosa que le dijera qué hacer. Sorrento se aceró a la puerta trasera, a espiar por la ventana empañada por la suciedad.
No tuvo que esperar por una señal. La puerta se abrió y lo absorbió dentro. Sorrento se dejó arrastrar sin poder hacer nada por evitarlo.
-¿Por qué tardaste tanto?
Fue una pregunta al aire, Kanon en realidad no quería una respuesta. Sorrento se encogió de hombros, pero su gesto pasó desapercibido.
Kanon se asomó por la ventana empañada y de un modo u otro consiguió ver a través de esta. Luego de un momento parecía convencido de que nadie los seguía.
En silencio Sorrento empezaba a darse cuenta de que estaba en un gran aprieto. Por el modo como actuaba Kanon, algo sucedía y lo peor era que no sabía qué. Alguien los perseguía, pensó. ¿Quién? ¿Por qué me pasan estas cosas a mi?
Siguió a Kanon por las escaleras, a pesar de que el elevador quedaba a unos pasos. De pronto el lugar le parecía familiar. No le dio demasiada importancia. Tenía cosas más importantes por las que preocuparse.
Ingresaron al departamento de Kanon y este cerró la puerta por dentro. Hasta movió un mueble para bloquear la entrada. Luego se volcó a la ventana y cuando estuvo contento con lo que veía, cerró la cortina.
Sorrento lo miraba desde el medio de la sala, de donde no se movió desde que llegaron. Kanon tenía el revólver en mano y lo devolvió a su sitio, entre su ropa.
Masculló algo que prefirió ignorar y dio una vuelta por su departamento. Sorrento llevó sus ojos a la puerta. Por ahí no iba a poder salir, sin que lo note.
Kanon regresó y por fin se dignó a mirarlo.
-Me daré un baño primero, luego sigues tú. Come algo mientras, debes tener hambre.
Sorrento se encogió de hombros de nuevo, sin moverse de su sitio. Necesitaba una explicación urgente, antes que comida y bañarse.
-Y NO SE TE OCURRA ACERCARTE A LA PUERTA -le gritó desde el baño.
Kanon desapareció tras una puerta en el corredor. El grifo de agua era el único sonido que se dejaba escuchar en el pequeño apartamento. Las escaleras de emergencia eran su única escapatoria. Sorrento avanzó cauteloso por el pasillo y a mitad de camino tuvo suficiente.
De un puntapié abrió la puerta del baño e ingresó a toda prisa. Tal como esperaba su entrada hizo a Kanon saltar en la ducha y apuntarlo con su arma. En esos instantes prefería una bala a ahogarse en incertidumbre.
Debía ser la desesperación la que lo poseía entero porque de pie frente al cañón de un arma de fuego y un sujeto que le apuntaba desnudo, Sorrento volcó toda la rabia que sentía.
Abrió la boca y las palabras brotaron infructuosas. Tan furioso se encontraba que ni una sola sílaba cobraba sentido al abandonar su garganta. Sorrento no se guardó nada, batía los brazos en todas las direcciones para que Kanon supiera que hablaba en serio.
Desafortunadamente el mensaje era imposible de descodificar. Kanon bajó el arma y frunció el ceño tanto que seguro se le caían las cejas del esfuerzo.
Por fin luego de unos minutos de deshago necesario, Sorrento se marchó azotando la puerta, mascullando sílabas dispersas.
Kanon lo siguió de cerca y recibió el portazo en la cara. Furibundo perdió la toalla en el proceso de perseguir a Sorrento quien marchaba a trancazos hacia la entrada.
-¿Qué carajo fue todo eso? -
increpó Kanon tomándolo del hombro para encararlo.
Sorrento bufó molesto pensando en que iba a tener que repetirle todo.
-¡Entendí que estas enojado! ¿Eso es? ¡Sólo mueve la cabeza! Sólo mueve la jodida cabeza. Sí, eso fue un sí.
Por lo menos una parte de su enojo era entendible. Sorrento quería una explicación y en ese mismo instante. ¿Qué ocurría? ¿Era demasiado pedir? Tenía una teoría al respecto, pero era bastante descabellada porque involucraba a Saori.
Necesitaba la confirmación de que esa era la razón por la que lo arrastró hasta ese lugar y ahora se encontraba de nuevo atrapado.
Kanon seguía desnudo en el pasillo, de pie sobre un charco de agua. Tenía el rostro magullado y de la herida sobre su frente era responsable. Sorrento avergonzado llevó sus ojos al suelo para quitarse la sensación de culpa. Y de paso dejar de observar descaradamente los tatuajes y cicatrices que cubrían el cuerpo frente a él.
-Escúchame... Tienes que quedarte aquí quieras o no. Si valoras tu vida, vas a poner tu trasero en esa silla y vas a comer algo mientras me baño.
Si con ello pensó que se calmaría, tendría que pensarlo de nuevo. Sorrento volvió a la carga, con los ojos encendidos de rabia. No necesitaba explicaciones, se marcharía sin más ni más.
-¡Ey! -Kanon lo tomó de los hombros -Pareces un jodido molino de viento en pleno tornado. Escucha bien, estas más seguro en mi departamento que en el muladar donde vives. ¿que no te das cuenta de la situacion? Eres un jodido Omega y yo un Alfa. Tu y yo Pasamos la noche juntos y todo mundo se dio cuenta de ello. Sabes lo que te harían si te ven solo de ahora en adelante. Se van a desquitar contigo por todo lo que yo he hecho. Además, ya están corriendo rumores por la calle que eres mi Omega, a estas alturas ya deberías saberlo, no te conviene estar lejos de mi-
Kanon lo miró a los ojos. No, Kanon no entendía nada.
-nnn...no...noo-
Justo cuando empezaba a rehacer su vida esto tenía que pasar. La ira empezaba a convertirse en una potente desesperación. Conocía esa sensación demasiado bien. Lo que seguía era resignación. No podía contra él, así que tendría que rendirse.
Sorrento regresó a la cocina y se desplomó sobre la silla. Escondió su rostro entre sus brazos para que Kanon no lo viera llorar de rabia.
Pensó en Eo y las lágrimas brotaron sin control. El seguro se iba a preocupar al ver que no volvía. Si regresaba a su lado lo pondría en peligro. Tendría que explicarle que por culpa de Saori y todo el vecindario pensaban que tenían una relación.
Sabia que era mala idea, lo sabia y aun así dejo que todos los vieran a lado de aquel alfa. Pero que demonios estaba pensando en ese entonces, ho... Era cierto, le gusto aquel imbécil y no penso en las consecuencias que le traería involucrarse con él.
De todos modos, si alguien quería lastimarlo porque pensaba que tenía algo con Kanon, entonces ya estaba perdido.
...
El baño duró poco. Sin embargo, Kanon decidió quedarse bajo el grifo de agua. En otro momento se hubiera bañado a toda prisa, vestido y salido corriendo a enfrentarse a Mermaid. Pero ahí seguía, meditando en la ducha.
No tenía miedo a ir a medirse con quien tendría que ser un compañero para él. Poseidón quería que aprendiera de Mermaid los reveses y derechos del negocio. Esa era la única razón lógica que cocinaba su mente. Aunque era Poseidón y el siempre sabía lo que él pensaba.
Kanon resopló intentando analizar el panorama. Sí, hizo mal en dejar a Mermaid botado, con la rata de alcantarilla en aquel club. También se llevó gran parte del dinero y algo de mercancía con él, en el auto. Pero nada, nada pasó.
El auto regresaría con Mermaid enterito, ni con un rasguño. Nada se perdió, sólo él la noche anterior y lo que fue a hacer no era asunto de nadie.
Por fin decidió vestirse y fue cuando se dio cuenta que la adrenalina que solía acompañarlo en esos momentos previos, no estaba presente. No se sentía animado, como en otras ocasiones, a exponer su vida en una lidia. De pronto al abrir la puerta de su dormitorio una razón para quedarse en casa resultaba más atractiva.
Sorrento se quedó dormido sobre la mesa de la cocina. Al acercársele lo escuchó roncar suavemente. Ese enano podía dormirse durante un terremoto si lo dejaba. Chasqueó los labios y lo tomó en sus brazos.
Apenas regresara lo haría tomar un ducha y luego un baño en la tina para quitarle toda la mugre. Kanon resopló y depositó a sorrento sobre el sillón. De pronto envidiaba la capacidad de ese chico de dormir tan profundamente. Si apenas él podía dormir y lo hacía por ratos.
Aunque la noche anterior durmió muy bien. No recordaba cuando fue la última vez que algo así sucedió. Regresó sobre sus pasos frotando sus palmas contra sus ropas. Tenía asuntos que arreglar y cuanto más pronto mejor.
Tuvo deseos de anunciar que volvería pronto, pero se detuvo a tiempo. ¿Qué le pasaba? Se preguntó antes de cerrar la puerta con cuidado de no despertar al inquilino. Sacudió la cabeza con tal fuerza que los huesos del cuello le tronaron. Debía estar volviéndose loco, porque de pronto se dio cuenta que aquella sensación de querer volver pronto a casa hizo que se sonrojara.
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Dejó caer la mano de cartas sobre la mesa, hacía tiempo perdió interés en el juego. De joven una adicción lo llevó a otra. Jugaba a la baraja desde que podía recordar, allá años atrás cuando el olor al mate acompañaba todas sus memorias. El abuelo le enseñó a barajar, las reglas del juego y a hacer trampa. Hasta lo dejaba beber de su Licor y se hacía el que no veía nada.
Los caballos eran el vicio del abuelo. Allá en Córdoba perdió casa, trabajo y hasta la familia por apostar tanto. Solo y sin dinero llegó hasta un rincón en el Bronx donde empezó de nuevo. Poco a poco la familia que perdió se fue encontrando de a pocos en la ciudad nueva. Mermaid no era su nombre, era el del animal mítico favorito del abuelo, ese de quién tanto le contaba.
-Andas muy pensativo, cabrón. Mira que si apostáramos en serio ya te habría sacado hasta el hígado -
bromeó Levitan apagando su cigarrillo en el cenicero inundado frente a ellos.
-Mi hígado no sirve para nada. Hace tiempo lo ahogué con licor y drogas duras -bromeó Mermaid rascándose la barbilla -pero ni te hagas ilusiones, mi hígado no se lo doy a nadie.
-Tu hígado está más jodido por todas las iras que te metes. Ese cabron no merece nada, Mermaid. No sé porque tanta consideración con ese perro. Solo porque Poseidón lo mira con buenos ojos...
-Ah, prefiero esos ojos lejos de mi -murmuró Mermaid y dejó las cartas a un lado -Aunque están por todos lados.
Perdió el interés en esos juegos de azar cuando conoció a Poseidón. Nunca pensó que alguien pudiera intimidarlo tanto. Ni su entrenamiento militar, ni el hecho que vio la muerte en la cara varias veces consiguió lo que Poseidón hizo: desarmarlo por completo.
Poseidón le tendió la mano cuando se encontraba sin un centavo en el bolsillo. El ejército lo dejó con algo más que heridas de guerra. El estrés post traumático, la incapacidad de encontrar un trabajo que pudiera mantenerlo a él y sus vicios. El alcohol y las drogas se encargaron de llevarlo a la calle, reducirlo a un vulgar vagabundo. Fue cuando Poseidón apareció frente a él como un flotador para quien se ahoga.
Le dio un lugar donde dormir y asearse. Una vez estuvo limpio lo hizo mirarse a un espejo. Volvió a ser él mismo, sin barba crecida y mugre encima era de nuevo un ser humano. Poseidón hizo una mueca que reemplazaba su sonrisa, cuando lo vio. Acto seguido le apuntó con una pistola.
-Hazlo -
le dijo invitándolo a que tomara el arma.
No supo que hacer. Tembló al sentir la avalancha de recuerdos sepultándolo, pero Poseidón lo miraba impávido. Giró el tambor y con un grito Mermaid le arrebató la pistola.
Recordaba bien como retrocedió aterrado, apuntando a Poseidón, esperando que se alejara para dispararle. Pero Poseidón no le dio oportunidad. Se movía tan rápido, como leyendo sus momentos. Lo derribó sin esfuerzo.
Mermaid perdió el arma y se lidiaron en una lucha cuerpo a cuerpo. Poseidón anticipaba cada uno de sus movimientos. En ese momento no lo notó, fue luego recordándolo todo como supo que Poseidón lo manipulaba cual marioneta.
Ninguno de sus movimientos era espontáneo, Poseidón lo orillaba a cada uno de ellos. Hizo que perdiera la razón y lo persiguiera.
Poseidón nunca estuvo escapando. Mermaid tragó en seco perdido en aquella memoria. Cuando siguió a Poseidón a donde lo quiso llevar, una sala oscura, una puerta que se cerró tras ambos. Una silla, una mesa pequeña, una luz tenue que apenas dejó ver la silueta de Poseidón aparecer delante de él.
Estaba fuera de sí. Escuchó una explosión que hizo se lanzará al suelo. Poseidón seguía de pie, porque solo fue sonido, pero su mente no fue capaz de notarlo. Quería salir, escapar de esa habitación olorosa a gasolina, pólvora, repleta de sonidos fuertes que resonaban de tiro de su mente. Mermaid parecía un perro rabioso y acorralado. Encontró la puerta y no servia de nada intentar abrirla. Poseidón lo miraba y con eso bastaba para enloquecerlo.
Sabía que tenía que hacer. Atacar, destruir.
La silla no estaba vacía. Poseidón se escondía tras el bulto que la ocupaba. Su mente no registraba nada más que aquel miedo visceral que lo cubría de sudor frío. Mermaid se lanzó sobre la mesa y tomó lo que su mano derecha alcanzó. Con la izquierda hizo un puño y se lanzó al ataque.
Poseidón sonrió y esa vez pudo ver esa maldita expresión que lo acompañaría a la tumba. Dejó que se acercara con un grito y lo recibió sonriente. Mermaid clavó el puñal sobre carne trémula. Sintió el calor de la sangre, la resistencia del músculo y no se detuvo.
Tenía que hacerlo, borrar esa sonrisa. Una vez más, diez, quien sabe. Su cuerpo empapando, su rostro salpicado. Sus oídos inundados del sonido de guerra que reventaba en aquella sala.
Dejó de oír su propia voz, dejó de sentir por un momento entró. Poseidón lo miraba complacido. Su rostro también manchado de sangre ajena. Sonreía como un niño. Mermaid retrocedió, todavía sin poder registrar lo que sucedía. Nunca soltó el puñal, lo mantuvo siempre en alto y listo. Quería esa sonrisa, arrancársela de la cara y guardarla de recuerdo.
Los ojos pálidos de Poseidón tenían un brillo nuevo. Con la sonrisa pegada en la cara descubrió el bulto sobre la silla. Un rostro conocido. Alguien que no espero volver a ver, pero a quien deseó hacer lo que hizo.
-Sabía que te gustaría tu sorpresa.
Jamás olvidaría esas palabras. Poseidón lo sabía todo. La razón por la que le dieron de baja estaba frente a sus ojos desencajados.
Tuvo que pasar mucho tiempo para que Mermaid pudiera regresar a ese momento y analizarlo en su mente. Fueron sus manos las que obraron, fue su cuerpo en la escena que quedó registrada en vídeo, para el deleite de Poseidón. Ahora era parte de su muy macabra colección. Jamás olvidaría ese momento cuando dejó atrás la razón y se dejó manipular por quien ahora era su jefe.
En un momento creyó que le debía el haber conseguido su venganza. En realidad no le debía nada a Poseidón, era este quien le debía haberle arrebatado el alma.
Desde ese día no fue el mismo. Dejó atrás la humanidad que le quedaba y pasó a convertirse en alguien nuevo. Al que no le importaba nada.
Mermaid se levantó de la silla. Necesitaba un momento a solas. Levitan lo notó. Tenían tiempo de conocerse y ninguno de los dos se metía en el camino del otro.
Levitan recogió la baraja y se marchó dándole una palmada en la espalda como despedida. No tenían que hablar para entenderse. Sabía lo que ocurría y hasta podía saborear la ansiedad de Mermaid, porque flotaba en el aire.
Kanon vendría a buscarlo y tendría que acabar con él o terminar muerto. Eso no pasaría. Mermaid se detuvo mirando a una pared, cayendo en la misma manía que su amante furtiva decía odiar.
Saori llegó a su mente un momento antes de recibir su mensaje. Tenían ese tipo de relación, en la que uno sentía al otro aunque no estuviera presente.
Kanon no sería problema, todavía era un cachorro de dientes afilados, pero que no sabía morder. No, se corrigió, era más bien un perro rabioso; y muerto el perro, se acaba la rabia.
***
Le prometió a Eo que volvería. El chileno seguro estaba muy preocupado. Sorrento se levantó del sillón apenas supo que era seguro hacerlo. Esperó un momento más y por fin se animó a marcharse.
No podía usar la puerta principal por temor de ser visto. Tal vez ese tipo esperaba que escapara. Así que se asomó con cautela, por la ventana. No vio nada fuera de lo normal.
Tendría que usar las escaleras de emergencia. Si es que conseguía abrir la puerta de la recámara. Cerrada, Kanon se aseguró de ponerle llave antes de salir. Sorrento maldijo al aire, Ni modo, la puerta principal tendría que ser.
Ni terminó de acomodar sus pensamientos cuando escuchó ruido al otro lado de la puerta. Alguien maniobraba la perilla con intenciones de ingresar. Alguien que no tenía llave e intentaba entrar sin levantar sospechas.
De algo podía estar seguro, de que tenía que esconderse y pronto. El departamento era pequeño y de escasos escondites. ¿Qué hacer? Pensó entrando en desesperación. La única salida sería la escalera de emergencia.
Sorrento se quitó los zapatos a prisa y huyó a esconderse al baño. Alguien entró por la puerta de la enterada y se quedó fuera. Se tardó un momento en ingresar.
Casi no hacía ruido al pisar, pero buscaba algo. Se puso a revisar las gavetas de la cocina. Con terror oyó que se acercaba. La habitación de Kanon le llamó más la atención al encontrarla cerrada. Se tomó un tiempo en abrir la cerradura y entrar a husmear dentro.
Sudaba frío, no necesitaba que nadie se lo dijera. Quien quiera que fuera no tenía buenas intenciones. Sorrento escuchó un gruñido seguido de una grosería y los pasos se precipitaron al baño donde estaba escondido. Agazapado dentro del mueble bajo el lavabo, no se atrevía ni a respirar.
Confiaba su única esperanza en la ventana minúscula que dejó abierta, con uno de sus zapatos al pie de esta.
Otro gruñido amargo y los pasos perdieron el sigilo. Se apresuraron a perseguirlo a donde fuera que esa ventana condujera.
Un alivio incomparable floreció en su pecho. Sorrento abandonó su escondite, recogió su zapato y corrió hacia la escalera de emergencia. Cerró la puerta de la habitación de Kanon y colocó una silla para trancarla. No podía salir de ese lugar, era peligroso si quiera asomarse fuera.
Tal vez no sabía a ciencia cierta de qué se trataba todo el asunto y como así terminó envuelto en este. Pero quería una explicación. Kanon volvería y se la tendría que dar. Y de paso el ver el modo como sacarlo, porque no estaba dispuesto a afirmar su vida por alguien que apenas conocía.
*****
-Te tardaste tanto, ya me cansaba de esperarte.
No tenía ni que voltear a verlo. En otro momento se jactaría de tener ojos en la espalda. Kanon tenía mucho que aprender, ser cuidadoso y dejar de usar el gel antibacterial que olía a un kilómetro de distancia.
Algo tenía que reconocer, que la calle estaba vacía y en ese callejón nadie los interrumpiría. Kanon esperó la oportunidad y era un punto a su favor. Sin embargo no le servía de mucho. No tenía oportunidad de ganar.
Mermaid se mantuvo de espaldas a Kanon. Este se le acercó sin prisa. Interesante, pensó mientras giraba lentamente a encarar al chico. Ambos estaban armados y a juzgar por el rostro de Kanon, tenía mucha más ventaja todavía.
-¿Qué te pasó en la cara? No se dejaba ¿o qué fue? No, en realidad no me interesa.
-Ya vine, eso querías, ¿no? Tengo cosas que hacer, así que terminemos rápido con esta mierda.
Tal y como esperaba, el mocoso tenía la boca muy grande y tal vez lo cojones para ir a enfrentarlo. Pero no sería suficiente.
Mermaid lanzó una risotada y enseguida disparo hacia su contrincante. Kanon reaccionó tan rápido como su cuerpo mal entrenado se lo permitió.
-Mi abuela tiene más reflejos que tú. Y a ella le falta un ojo. Cataratas, tú sabes... -comentó mientras se acercaba al chico.
No lo lastimó demasiado, sólo le hizo una herida que sí sangraría un rato, pero no lo mataría. Kanon se apoyó contra la pared para esperarlo. Si quisiera matarlo lo haría de una vez y terminaría con todo.
Vio al chico apretar los dientes y recibir el impacto de su cuerpo. Kanon ni supo como así, de pronto volaba por el aire. Aterrizó sobre el pavimento con un sonido sordo. Mermaid tronó sus nudillos avanzando hacia el chico que se retorcía en el suelo.
-Carajo -murmuró Kanon todavía en el suelo -está chaqueta es mi favorita cabrón, ahora tiene un maldito agujero.
Mermaid sonrió ocultando su molestia. Esperaba un poco más del chico, pero acabaría decepcionándolo como tantos otros. Le aplicó un puntapié en el costado y lo hizo rodar casi hasta chocar contra la pared
Kanon aprovechó la superficie dura y se puso de pie. Apenas podía sostenerse, de verdad tenía mucho que aprender. Era demasiado predecible. Se apoyó contra la pared y usó ese impulso para embestirlo. Mermaid lo esquivó sin problemas. Pero no contó con lo siguiente.
Antes de caer aparatosamente, Kanon consiguió rasgarle la pierna con el puñal que tenía en la mano. No era gran cosa, aunque sentía sangre resbalando por su pantorrilla hasta el talón, no era una herida grave.
Pudo serlo, pero le faltó experiencia.
Kanon seguía en el suelo, peleando contra su cuerpo por levantarse. El filo del puñal quedó al descubierto. Mermaid resopló fastidiado. Potencial había, pero tal vez no sería suficiente.
Mermaid giró hacia el chico y un dolor punzante lo acompañó. Maldijo en silencio, pero no se detuvo. Tal vez lo subestimó y ambos sabían que era algo que no podían permitirse.
-Lo que te sobra de cojones, te falta de materia gris. Eres demasiado impulsivo -apuntó Mermaid acechando.
De pronto volvía a sus años en el ejército. La misma sensación de cacería regresaba a su mente. Sería como cazar a un animal herido, que solo busca escapar con vida. No dejaba de ser peligroso, tendría que ir con cuidado.
Kanon se incorporó y acababa de notar que en esta ocasión lo hizo más rápido. A Mermaid no se le pasaba ningún movimiento de parte de su contrincante. Podía leerlo muy bien. Buscaba espacio entre ambos, Kanon. No se retiraría, solo necesitaba un momento para componerse.
El dolor en la pierna empezaba a molestar. Solo tal vez el daño era mayor de lo que pretendía ignorar. El sabor metálico en la boca le inquietó un poco más. Sin embargo, se abalanzó sobre su presa.
En combate cuerpo a cuerpo tenía la ventaja. Su contrincante contaba con menos peso y estatura. Era joven y en óptimas condiciones, podría moverse más rápido, pero no tenía el entrenamiento que Mermaid.
No le tomó mucho esfuerzo desarmar a a Kanon. El puñal voló por el suelo y de pronto tenía al chico donde lo quería. Atrapado como un insecto contra el muro que sostendría su cadaver.
-Fue un buen baile, algo corto, pero divertido. Lástima que tengas dos píes izquierdos, muchacho.
Kanon escupió algo de sangre que le alcanzó la camisa. Mermaid hizo una mueca de asco. No retrocedió, a pesar que empezaba a sentirse mareado . Apretó a su presa con más fuerza. Le rompería el cuello con sus propias manos.
El chico intentó apartarlo, pero Mermaid esquivó el cabezazo a tiempo. Kanon lo miraba iracundo.
-Mira que eres un mal perdedor. Tenias que aplicarte un poco, te iba a enseñar a bailar. Tango. Mi abuelo me enseñó, ese viejo era tan bueno para eso.
No le contestó. Kanon solo le regaló una mirada que casi hace que retroceda. Mermaid lo supo entonces, quien era el ganador de esa contienda. El mareo se convirtió en un temblor en todo el cuerpo. Se aferró a la garganta del chico con desesperación, porque empezaba a sentir lo mismo.
No podía respirar y el pecho empezaba a dolerle. Cayó de rodillas ahogándose en tierra. El dolor en la pierna se convirtió en una quemazón. No tenía que revisarse, seguro tenía toda la piel cubierta de ronchas.
Anafilaxia, gritó su mente y se maldijo a sí mismo por ser tan descuidado. Kanon lo sabía. ¿Cómo se enteró? Quizá esa interrogante quedaría en el aire. No le quedaba mucho tiempo, moriría sobre el pavimento como un pez que arrancaron del agua.
-¿Qué pasó, mermaid? ¿No dijiste que me enseñarías a bailar? Te vas a ir a bailar con las estrellas, hijo de perra.
Mermaid quiso sonreír, moriría de ese modo. Con una sonrisa en los labios. Kanon se le lanzó encima y lo aplastó con su cuerpo.
-Si sabes que eres alérgico a una puta avispa, deberías cargar tu auto inyector, imbécil.
Poseidón no se equivocó, pensó Mermaid con resignación. Kanon nunca daba un paso en falso.
-Fue muy fácil averiguar que eres jodidamente alérgico al veneno de las avispas. Basta con verte saltar como perico cuando ves una.
Le quedaba poco tiempo. Iba a morir de ese modo tan tonto. Vaya, pensó Mermaid, quien lo iba a pensar.
-Pensaste que no lo noté, pero fue muy obvio.
Recordó aquella vez, una abeja voló cerca de él y no pudo evitar su reacción. Se apartó del insecto y se aseguró de matarlo para eliminar la amenaza. Bah, y pensó que fue discreto. Las sorpresas que da la vida.
- Kraken me dio uno de tus auto inyectables antes de venir para acá. Por eso me tomé mi tiempo. -Kanon le arrancó la tapa con los dientes y se lo aplicó en el muslo -Debería clavártela en los huevos, cabrón.
Kanon se apartó entonces. Mermaid se incorporó como pudo. El auto inyectable le salvaría la vida, pero de la visita al hospital no se libraba. Vaya, vaya, ¿quien iba a pensarlo?
El oxígeno volvía a llenar sus pulmones y una carcajada escapó de su pecho. De pronto no podía dejar de reírse. Mermaid no acababa de burlar la muerte, pero reía sin poder contenerse.
-¿Quién iba a imaginarlo? -dijo entre espasmos de tos y risa.
Mermaid se puso de pie y Kanon retrocedió sin bajar la guardia. Quiso felicitarlo por su buen trabajo. Sin duda lo hizo muy bien. Poseidón nunca se equivocaba. Se alejó unos pasos hacia la calle. Necesitaba llamar una ambulancia, no estaba en condiciones de conducir hasta el hospital.
Las sirenas no tardaron en sonar. A la entrada del callejón divisó una figura que le devolvió la certeza de que seguía vivo. Mermaid le sonrió a Poseidón y hasta lo saludó con un movimiento de cabeza.
Tal como esperaba del Poseidón de los Mares, Poseidón lo sabía todo y veía todo. Mermaid se sintió aliviado. Por fin esos ojos tenían otra mira. Ya no tenía porque preocuparse por tenerlos sobre su espalda.
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