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[Una semana después...]

Si Poseidón pretendía humillarlo apareciendo de improviso en su departamento y tratándolo como a un bebé de pecho, lo consiguió el cabrón. Pasada una semana, Kanon aún no se reponía de la vergüenza.

Y las burlas por parte de sus demás compañeros no paraban, más el dragón marino no se iba a comer las burlas en paz. Un par de veces estuvo tentado a partirle el hocico a Levitan. No sé le olvidaba el episodio en la barra y que ese tipo tenía que pagar.

Aunque antes de cobrar su tan merecida venganza, tenía asuntos que atender.

Aquélla noche un par de cosas se perdieron, mientras el buscaba huir del mundo y ahogarse en alcohol.

El auto de Poseidón era una de ellas, pero no la más importante. Ni siquiera estaba preocupado en ir a la buscarlo. Sabía bien que ese coche regresaría ileso y por su propia cuenta a su su dueño. Nadie en su sano juicio se atrevería a tocar nada que le perteneciera al tan conocido Poseidón de los Mares.

***
[Dos semanas después...]

Una vez el dichoso coche regreso a donde pertenecía, Kanon consiguió escabullirse dentro para ir en busca de lo que había perdido. Se tomó el trabajo de revisar a conciencia el interior pero sin encontrar resultados positivos.

Luego de maldecirse varios minutos y rabiar otros tantos, por fin tubo que aceptar que no, en realidad ni el revólver que Poseidón le regaló ni su cuchillo favorito, estaban ahí dentro.

Le resultaba imposible pensar donde pudieron haber quedado. Luego de amenazar al resto de gente e irse a los puños con otros tantos, no consiguió saber el paradero de los objetos.

***
[Dos semanas después...]

Dos semanas tuvieron que pasar para que Kanon por fin decidiera dejar el tema. Claro que podía comprarse quinientos cuchillos mucho mejores que aquel de mango de madera labrada y acero. Pero ese era en absoluto su favorito. Cuánto más pensaba en su preciado artefacto de destrucción, más se le retorcían las entrañas por haberlo perdido.

Tenía una idea de dónde podía estar. Sin duda alguien lo sustrajo de entré sus prendas. Alguien que tenía muy poco tiempo en la tierra por atreverse a robarle a el. Ya lo tenía todo planeado, apenas tuviera un momento libre iría a recuperar lo que le pertenecía. Sería cuando el cabrón de Poseidón dejará de respirar sobre su nuca.

Desde aquel pequeño incidente, no lo dejaba descansar. Nada que le molestará, en realidad. Kanon adoraba mantenerse ocupado. El cabrón de Poseidón siempre decía que las manos  ociosas son los juguetes del diablo.

Poseidón era el diablo y volvería a confiar en él si llevaba a cabo todo lo que le encargaba. Lo que fuera.

***

[Fecha actual...]

Pasada una semana mas entre idas y venidas, controlando los negocios de Poseidón en tierras romanas por órdenes de su jefe.

Kanon tuvo de compañía al bastardo más molestó de toda la jodida tierra.

Kasa O'Malley. O más bien conocido como "lymnades" era un veterano al costado de Kanon. Creía que estaba al mando, lo cual conseguía irritar mucho más al pupilo predilecto de Poseidón.

El viejo era un jodido sabelotodo. Además de pretender controlar los horarios, las rutas de tomaban, decidía el lugar donde se quedaban, por cuánto tiempo y dónde detenerse para descansar y comer algo.

Llevaban un par de horas manejando y ya rompía el alba. Kanon le gritó un par de veces que se detuviera por un maldito café, carajo. Porque el idiota no le dejaba tomar alcohol.

Tuvieron varias discusiones al respecto, en las que terminaron a los puños y con botellas rotas. Kanon tuvo que ceder y reconocer que no iba a probar una gota durante ese jodido viaje. Luego de despertar con el cráneo envuelto en una venda quirúrgica, aceptó que Kasa ganó esa vez. Aunque momentos después, el bastardo le lanzó una botella que consiguió escabullir al cuarto de hotel donde se encontraban y con eso terminó la discusión.

Kanon necesitaba beber algo o se volvería loco. Lymnades controlaba además la radio del auto. De todas las malditas estaciónes que lymnades tenía para elegir tenía que poner "Country". Lo odiaba con todas sus fuerzas.

-¡Cambia esa música de mierda!-

-Tocas la radio y te rompo el cuello, hijo-

Listo, fin de la discusión. Lymnades era muy capaz de hacerlo y Kanon no se sentía de ánimos para comprobarlo. Así que se colocó los audífonos un poco más profundo de lo que debía. Carajo, prefería que le sangran los oídos por meterse los audífonos hasta tocarse el cerebro, que segúir escuchando la música del viejo.

-¡Para de una vez, por un carajo! ¡Quiero tomar algo y tú no haces más que dar jodidas vueltas! ¡Viejo cabrón!-

Lymnades sonrió cómo si tuviera un niño a su lado y estuviera aguantandole un berrinche.

-cierra ese hueco de tu cara y ten paciencia. Nos detendremos en un lugar muy bueno, queda cerca. Mientras tanto ponte a jugar con ese aparato entre tus manos, ese "ayfone" o como carajo se llame-

Kanon masticó un par de insultos y se hundió en su asiento.

-¿Con esa boca comes, ah mocoso? Con esa boca besas a tu madre, estos jóvenes de ahora no tienen idea de lo que dicen-

Era suficiente, no iba seguir escuchando la palabrería de ese viejo. Sí tenía que tomar el volante e irse ambos a la mierda, que así fuera. Se abalanzó sobre el timón, pero lymnades se adelantó sin perder el hilo de sus pensamientos.

-Mide tus acciones hijo o no será el brazo lo único que te rompa. Siéntate como un niño bueno y mantén el hocico cerrado. Ya vamos a parar a desayunar. Parece que el hambre te hace mal-

Lymnades le torció el brazo al punto de Sentir que se lo quebraria. Kanon decidió ser el dolor de culo mas grande y volvió al ataque. Su mano libre buscó el cuchillo que siempre llevaba consigo y no lo halló.

Maldita sea. Recordar la pérdida de uno de sus objetos favoritos hizo que se sintiera un poco más enrabiado. Lymnades giró el timón y cambió tres carriles en el lapso de segundos. Viejo de mierda, hizo que se estrelle contra la ventana por pura inercia.

-¿Vas a dejar de hacer pendejadas o tengo que romperte el culo ahora mismo? Habla de una vez, porque necesito desayunar a mis horas-

Al no recibir respuesta, lymnades lanzó un gruñido triunfante.

-eso pensé. Verás mocoso, eres joven e increíblemente estúpido. No, en serio. No aprendes a la primera, ni a la segunda.... Ni a la tercera, carajo. Poseidón te tiene demasiadas consideraciones y no es mi intención criticar sus desiciones, pero hijo de puta... Eres un maldito idiota-

En algo tenía razón ese viejo apestoso, tenía que tomar las cosas con calma y apenas tuviera la oportunidad tomar el volante. Luego estrellaria el auto y se aseguraría de incendiarlo para desayunar al bastardo de Kasa en barbacoa.

-Si quieres vivir en este mundo y sentirte un perro grande, tienes que dejar de pensar con el culo y poner atención. Crees que no se lo que planeas, hijo. Eres tan fácil de leer como la portada del diario de la mañana. Quita esa cara de perra mal cojida y ten un poco de respeto por ti mismo. Llegamos, vamos a desayunar como la gente decente y no quiero escuchar más de tus pataletas. Mierda-

Las palabras de Lymnades calaban más de lo que esperaba. Kanon azotó la puerta del auto al salir y se maldijo a si mismo. Mientras el viejo se mantenía calmado y sereno, el iba a reventar de la rabia. Siguió a Lymnades hacia el restaurante que eligió el muy cabrón.

Una muchacha Omega con acento  marcado se acercó a tomar su pedido. Era muy de mañana y Kanon solo quería que se calle la boca.

-café-

Le ladró a la chica para que se largará de una vez.

Porque ya empezaba a darse cuenta la razón por la que se detuvieron en aquel lugar infestado de Omegas.. oh sí, la razón estaba parada frente a él y se llamaba" Elizabeth". Tenía el cabello largo, oscuro y un busto descomunal.

El imbécil de Lymnades no dejaba de observarla. Sí desde afuera del local ya andaba alborotado. Un poco más y estacionaba el auto sobre la mesa, el muy cabrón. Todo para poder ver a la chica esa.

-Leche-

Respondió Lymnades sin quitarle los ojos de encima a la mesera quien parecía inmune a sus miradas lascivas.

-y un café, también una orden del número uno, Elizabeth-

-y para usted, ¿Solo café?-

Insistió la muchacha.

-rapido-

Y Kanon chasqueo los dedos para deshacerse de ella.

Elizabeth frunció los labios y se marchó llevándose consigo la mirada de Lymnades. Hasta el cuello le tronó al cabrón por seguirle los pasos.

-Esa no es manera de tratar a una damita. Ya veo por qué eres tan amargado, porque te falta un poco de...-

- ocúpate de tus asuntos, cabrón-

Kanon tuvo que aguantar las ganas de golpearlo con lo que tenía más cerca. El azucarero no era lo suficientemente contundente, por eso desistió.

-ya se me quitó el hambre carajo-

-pues mal por ti, a mí ya se me despertó y no me refiero al apetito. ¿Ves allá donde está el mostrador? Candelaria ya está de vuelta, estuvo fuera un tiempo, le dieron descanso por maternidad-

-¿Y a mi eso me importa por...?-

-Shhhh-

Lymnades hizo que se callara apenas batiendo una mano

-mira, viene para acá, viene a saludar. Vete a otro asiento, ¿Quieres? No quiero que la asustes y me malogras los planes, vete ya-

Sorprendido por las palabras de Lymnades, Kanon no atinó a moverse de su sitio. Lo hizo cuando lymnades le propinó un empujón capaz de arrancar del asiento al más fiero. Ese típo era de cuidado, no porque pareciera decrépito era menos peligroso. Poseidón no confiaría tanto en alguien incapaz de hacer trizas a un contrario por solo oponerse a sus deseos.

Maldiciendo entre dientes se levantó en busca de algo grande, Pesado y de preferencia hirviendo para lanzarselo en la cabeza al viejo zorro de Lymnades. Kanon se aplastó en un asiento en la barra, sin perder de vista a su compañero.

El viejo ese era toda sonrisas. La tal Candelaria se le acercó meneandose y seguro que ni notaba que los ojos de Kasa se perdieron en algún lugar de sus pechos ensanchados.

Gruño entonces, mustiando una rama de groserías mientras se encorvaba sobre su asiento. A su lado otro comensal encontraba divertido el espectáculo mientras sorbia su café. Por un momento Kanon no supo que le molestaba más, si el viejo lymnades y su libidinoso comportamiento o ese tipo haciendo sonidos mientras bebía.

-nuestros panqueques son muy famosos en la zona... Son la especialidad de la casa-

Una voz femenina que reconoció como la mesera a la que despacho con rudeza, apareció frente a él con una taza de café caliente. Le sonreía además, intentando venderle algo más que solo una bebida. El sujeto a su lado arqueó las cejas y se rió bajo su taza. A Kanon se le acabó de agriar la mañana.

-largate por donde viniste, ""chiquita"-

Mascullo volviéndose a encorvar sobre su café sin intenciones de prestarle más atención.

- y cargale la cuenta a ese viejo cabrón-

La muchacha Omega se alejó masticando algo que sonó a "puto maricón". El comensal a su lado entendió el mensaje porque se rió de nuevo de su comentario. Listo, Kanon tenía razón suficiente para desatar toda su rabia en el tipo del costado.

No, tal vez lymnades andaba mirándole los senos a la tal Candelaria, pero también se mantenía atentó a sus movimientos. Tenía que ir con cuidado. Poseidón le encargó a ese viejo zorro que lo atormentara, eso tenía que ser. Porque no encontraba otra explicación para el actuar de su jefe.

Encorvado sobre su asiento decidió ignorar todo contacto con el mundo. Tomo la taza de café y quiso explotar de rabia. Una mancha de lápiz labial era algo que no podía perdonarle a nadie.

Elizabeth se esmeraba por ignorarlo a pesar de que le señalo con bastante ira la mancha en su taza. Es más, no contenta con pasar delante de el un par de veces sin entender su pedido, se retiró de detrás del mostrador y se fue a atender a alguien más.

Era oficial, odiaba a esa Omega y ya empezaba a fantasear como deshacerse de ella sin que Lymnades lo notará.

Ese viejo zorro tenía los ojos sobre el. Despacho a la tal Candelaria y se depósito a su lado en la barra.

-si fueras un poco menos mierda, seguro le caerías mejor a las chicas. Y estas chicas color caramelo son una delicia...-

Le iba a responder, apenas pudiera retener el impulso de asesinarlo en ese instante. Ese viejo sabía bien como irritarlo al punto de hacerle perder el control. Esa era otra de las razones por las que el puto de Poseidón lo mando a trabajar con el.

Probaba su paciencia y auto control. Eso tenía que ser una prueba de Poseidón. Sí conseguía pasarla no solo podía deshacerse del cabrón de Lymnades, si no que ante los ojos de su mentor ganaría terreno.

Kanon apartó la taza de café para quitarse las ganas de arrojarsela en la cara a Kasa. Elizabeth regreso a la barra y sin decir nada le cambió por fin la taza.

A punto de explotar, kanon se retiró al baño renegando en el camino. Necesitaba lavarse las manos hasta que la piel se le desprendida. Tal vez cuando regresará el viejo zorro lo dejaba en paz de una vez. No, eso era imposible.

Una vez volvió a su asiento, un plató de comida lo esperaba aún humeando. Lymnades conversaba con Candelaria, Elizabeth y otra Omega. Sin duda ese viejo decrépito tenía asuntos con esas tres, por el modo como le sonreían.

Una vez acomodado en su puesto, Kanon apartó el plató de comida y se centró en su café.

-come muchacho, necesitas alimentarte-

-Necesito que te vayas a la mierda-

Fue la respuesta de Kanon, pero Kasa ya la esperaba.

-veras muchacho, no se desperdicia la comida. Ahora escucha bien. Candelaria necesita que la lleve a su casa, así que te quedas acabando tu desayuno en compañía de este par de bellezas-

-¡Ay lymi, es que es tan grosero y amargado! No sé. Creó qué no le gustan las mujeres-

Esa fue Elizabeth disfrutando su venganza.

-a mi me parece lindo..-

La otra Omega respondió y casi se sonrroja en el proceso.

El viejo lymnades sonrió animado. La tal Candelaria se rió también jalando a Kasa para marcharse de una vez. Era más que obvio lo que sucedía y Kanon no se sentía de ánimos para seguir con el juego.

-ya te lo dije, necesitas un poco de tu sabes que. Elizabeth y Minho se van a encargar de quitarte todo ese estrés de encima. Ya luego me lo agradeces, hijo. Nos vemos luego. Chicas, se los encargo. Tratenlo bien, por qué es medió idiota-

-dejalo en mis manos, Minho y yo nos encargamos de todo. Nos vemos, Candelaria-

No dijo nada, dejó que las chicas se rieran un rato y que el viejo se marché. Kanon bebió su café y pidió otro más. Ambas mujeres no le quitaban los ojos de encima. No les dirijo la palabra a pesar que ellas intentaron hacerle conversación.

- Lymnades ya pagó por la comida. Sí ya terminaste podemos ir...-

-Me importa un carajo lo que ese viejo haga-

Kanon estampó un billete contra la barra y se bajó del asiento

-Si tanto quieren cojer, cojan entre ustedes-

Minho fue tras el y se colgó de su brazo.

-espera... Espera.. Lymnades quiere que vayamos contigo-

Sí algo le molestó de verdad fue que esa Omega lo tocará con tanta libertad. Estuvo por apartarla de un empujón, pero pudo notar lo nerviosa que se puso. Ese viejo de mierda, de verdad era un cabrón.

-asi que vamos contigo-

Fue la otra Omega quién lo tomo del brazo libre

-¿Sí conoces a Lymnades, no? Trabajas con el, sabés que no es bueno que se enojé...-

Minho, así se llamaba la otra Omega, se estremeció ante las palabras de su compañera. Iba a matar a ese viejo bastardo apenas tuviera oportunidad. Kanon respiro hondo y no opuso resistencia. Las Omegas no tenían que decirlo, no era difícil leerlas.

Acepto entonces que lo condujeran a donde ellas sabían. Un cuarto pequeño con apenas una cama y un baño. Una vez cerraron la puerta una de las chicas dijo que se iría a refrescar al baño. Minho se quedó con el. Kanon la vio avanzar con cierta timidez.

-de verdad me pareces lindo-

Y le sonrió con tristeza.

-Eres joven y te ves... Limpió-

Fue suficiente, no iba a quedarse. Iba ir derecho a buscar a Lymnades y lo estrangularia con los senos de la tal Candelaria.

-No te vayas, si no te gustó te traemos a otra chica o un chico si quieres. Tengo un hermano que está en celo y...-

-me largo y ustedes hagan lo que les de la gana-

Explotó Kanon sintiéndose peor que antes

- si ese bastardo tiene algún problema con eso, sabe dónde buscarme-

Avanzó hasta la puerta y no pudo marcharse. Carajo, mierda, hijo de.... Más le valía a Kasa no morirse de un ataque en pleno polvo, porque el quería matarlo. Se daría el lujo de cortarle las pelotas primero, mientras le pedía perdón a esas dos Omegas por todo lo que les hizo.

Minho podría ser la bisnieta de ese cabrón. Seguro que ni llegaba a los quince años y el viejo ese la andaba ofreciendo como bocadillo de media mañana.

-y no me pongas ésa cara, Minho, que el viejo no va a volver a... Hacerte eso. Ahora lárgate a casa y aléjate de toda esta mierda. Y llévate a tu amiga. No las quiero ver más andando de putas. ¿Me entendiste?-

La otra muchacha se asomó incrédula. Ninguna de las dos se atrevió a contradecirlo. Contentó por fin, Kanon se marchó a terminar con lo empezado, a acabar con ese viejo libidinoso y sus asuntos con Omegas.

****

Hacía frío. No, no era eso. Tenía frío que era algo muy diferente. Tumbado sobre la cama, Sorrento intentó buscar calor bajo las cobijas. Temblaba sin poder controlar su propio cuerpo, sin siquiera sentirlo.

Era una sensación extraña, porque tenía frío, pero no sabía dónde.

Intentó moverse para conseguir cobijarse mejor, pero su cuerpo le era ajeno. Apenas si podía abrir los ojos y no podía estar seguro de estar despierto. Todo era parte de un mal sueño y no conseguía despertar todavía, por qué la memoria agria de todo lo sucedido no le daba tregua alguna.

Pensaba en Eo, en lo mucho que lo extrañaba. El estaba apenas a una pared de distancia. Tan cerca y tan lejos. Deceaba poder recuperar el control sobre sus piernas y forzarlas a sostenerlo en pie. Se arrastraría por el suelo de su habitación, por el pasillo del departamento hasta llegar a la puerta. La cruzaría así tuviera que hacerle un hueco con sus uñas. Quería ir donde el y tener el valor de rogarle que lo despierte.

Porque todo lo que sucedía tenía que ser parte de una pesadilla.

Escucho la voz de Julián sonando en el pasillo a pesar de que el ruido del televisor encendido se tragaba todo a su paso. Sorrento intentó prestar atención a lo que decía, así no fuera para el, el mensaje.

Pudo oír que la puerta del departamento se cerraba. Nuevamente botaron a Julián a quien sabe dónde y Sorrento solo esperaba que regresara pronto. No quería quedarse solo. De pronto se sentía como un niño pequeño con ganas de llamar a su hermano mayor para que lo despierte del mal sueño y lo acune entre sus brazos.

Pero en realidad, eso jamás sucedería. En caso que sus deseos se hicieran realidad y Julián volviera, no iba a poder ayudarlo, nunca podía. Ahora temblaba de nuevo, está vez con más violencia. Se acurrucó lo mejor que pudo, envolviendose en la cobija, intentando esconderse dentro de esta.

Julián se marchó y deseaba tener fuerzas para correr trás el. Pero solo le quedaba valor para quedarse quieto sobre su cama y pretender que no existía. Tal vez despertaría pronto si no se movía. De repente pensaría que estaba muerto, por lo frío de su cuerpo y por fin lo dejaba en paz. Hasta Seguro se marchaba detrás de Julián y no se acercaba a la puerta de su habitación.

Pero No, aquél Alfa iba a girar el picaporte y quedarse en el lumbral mirándolo durante unos minutos.

Odiaba cuando lo hacía, cuando lo observaba en silencio recostado contra la puerta abierta. Sorrento ahogaba un sollozo y hasta casi dejaba de temblar. Sí se quedaba quieto y parecía que no respiraba, seguro lo dejaba tranquilo.

El televisor siempre encendido y a todo volumen, no dejaba que escuchará sus propios pensamientos. Pero los pasos acercándose a su cama, eso si podía escucharlo con claridad. Su mente alterada los contaba uno a uno, despacio, candenciosos, casi jugando se aproximaban. Silbaba un tono por demás molesto, descompasado, estridente y lo hacía todo el tiempo. Conforme se acortaba la distancia, se hacía más agudo.

De pie a su lado, el silbido se detenía. Empezaba un canturreo que era más un zumbido igual de perturbador para sus oídos. Sorrento se contrajo involuntariamente para escapar de aquél molestó sonido.

--estas despierto, sé que lo estás sirenito. Pero te gusta jugar, está bien. Te voy a dar gustó, vamos a jugar entonces-

El canturreo de nuevo y esperaba que le respondiera. Sorrento no se movía, solo quería despertar de esa pesadilla.

--se lo que quieres, lo tengo aquí mismo, sirenito. Vamos, sabes que lo deseas. Tu celo no miente...-

Busco su mano entre las cobijas y la encontró helada. Sorrento tenía los ojos cerrados y el puño tan tensó que le costó trabajo introducir sus dedos entre la palma.

-eso, así muy bien sirenito. Sientes esto, es lo que quieres. Eres igual a Julián, no puede vivir sin esto de acá. Te gusta demasiado, no puedes mentirme-

Sorrento jiro el rostro para el lado contrario al de su brazo. Sus dedos se encontraban atrapados entre dígitos ajenos. Su mano ahora rozaba la tela del pantalón de aquél Alfa, palpando sin quererlo.

-Mira lo que haces sirenito, mira nada más. ¡Mírame, Sorrento!-

Quería su atención y se la iba a negar. En un acto de rebeldía Sorrento cerró los ojos con más fuerza. Su mano sintió las represalias, pero no emitió queja alguna. De pronto el sonido de un frasco pequeño que conocía muy bien, hizo que sus ojos se abrieran de par en par. Se odio por ello.

-esto es lo que quieres- le dijo con voz suave, casi arrastrando las palabras- ya sabes que hacer para conseguirlo-

Involuntariamente su cuerpo reaccionaba al sonido de aquéllas píldoras agitándose dentro del frasco de plástico amarillo. Su mano seguia atrapada y frotándose sin quererlo sobre el pantalón de aquél Alfa.

-de.. ele-

Resultaba increíble cuan bien podía hablar cuando se encontraba todavía bajó los efectos de esas pastillas. El tartamudeo casi desaparecía. En otro momento seguro saltaba de alegría, pero Sorrento se sentía demasiado agotado para hacerlo.

La respuesta del nuevo Alfa no se hizo esperar.

-igual lo disfrutas-

Le dijo sonriendo divertido.

Sorrento no quiso responderle. Ladeó la cabeza sintiendo como su cuerpo entero protestaba y amenazaba con rebelarse.

Entonces entendió dos cosas. La primera fue que

El día que Julián lo vendió, no era solo para separarlo de el. Sí no más bien era para alejarlo de todo eso

"No debiste volver"

Fueron las palabras que su hermano le susurró en tono amargo aquél día. Aquél día en que fue descubierto.

Desde entonces aquél Alfa vivía en el departamento y se sentía el dueño de todo lo que esté contenía. Al instalarse trajo consigo un televisor enorme y lo dejaba encendido casi todo el día.

Puso comida en la mesa, algo que no sucedía desde hace tiempo. Tenía un negocio, vendía autos usados y como era el dueño, manejaba todo desde casa.

A lo poco que sabía, este Alfa acosaba a Julián desde hace tiempo. Pero Julián siempre logró sacarle la vuelta. Claro hasta hace poco... Que fue obligado a acoplarse con el.

Su hermano jamás aceptó su condición de Omega y hacia todo para ocultar su olor, entre los olores a tabaco y alcohol.

Julián intentaba llevar la vida de un Alfa, pero en este mundo tarde o temprano eres descubierto.

Sorrento lo escucho reír, con la misma tonalidad de momentos antes

-date prisa, no te voy a esperar todo el día Sorrento-

Eso fue todo. Aquél Alfa no tenía que decírselo, sabía que se dirigía al sofá de la sala, frente al televisor. A tumbarse frente a la pantalla a esperarlo.

A verlo arrastrarse por el suelo, deseando una sola cosa. Esas pastillas maravillosas que le permitían dejar de sentir por unas horas gloriosas.

Se sentía tan bien recostarse a su lado cuando todo por fin terminaba. Cuando dejaba que el inhibidor por fin hiciera su efecto y el frío que sentía hasta dentro de sus huesos desapareciera. Sorrento se quedaba recostado sobre el sillón, viendo al vacío sin necesidad de estar presente. Dejaba su cuerpo caer sobre el mueble, en manos del Alfa de Julián y no sentía nada.

Libre de pensamientos, del recuerdo de Eo que lastimaba tanto y tan pronto. Olvidaba que el existía a apenas unos metros de distancia. Que tal vez ya se resignó a no verlo más. Seguro Eo por fin creyó las mentiras de aquél hombre.

"Se fue con un tipo. No insistas, ya te dije que un Alfa se lo llevó, no va a volver más"

Quizá el vecino por fin se cansó de preguntar por el, de esperar que vuelva. Porque Sorrento no iba a volver. No más. Perdido dentro de la paz que su cuerpo sentía y de su mente ausente, no quería emprender la marcha atrás.

No tenía a donde volver.

"Ya sabes que hacer"

Insistía el alfa de su hermano. Por más que quería ignorarlo, sabía que no podía. Agotado más que exhausto, su cuerpo se negaba a reaccionar.

Al final de cuentas, eso era lo que el Alfa de Julián buscaba, poder usarlo como el resto de cosas que contenía el departamento.

Era una cosa más, como ese televisor frente a sus ojos, otra forma de entretenimiento.

***

- Lymnades me contó lo sucedido-

Vaya que los chismes corrían rápido. Ese viejo no tardó nada en ir a acusarlo con Poseidón.

- todavía puede hablar, ah carajo. Será para la próxima-

Con extrema calma, Poseidón dejó sobre su escritorio una de las ridículas herramientas con las que trabajaba con sus muy estúpidos modelos de barcos. Levantó los ojos y hasta se permitió una sonrisa en miniatura.

-mira Poseidón, si vas a ponerte a joder porque lo mandé al hospital, a la próxima me encargaré de que termine en una tumba profunda. No carajo, a la siguiente nadie lo va a encontrar, ni generaciones futuras...-

¿Que era eso en la cara de Poseidón? ¿Aprobación? Debía estar soñando, eso era. Incluso aplaudía el hijo de puta, Poseidón estaba aplaudiendo sus acciones. ¿Que estaba sucediendo?

-Eso es precisamente lo que quería escuchar, hijo-

¿En serio?

-¿En serio? En serio no estás enojado porque...-

-lo mandaste al hospital, gran cosa-

-van a tener que recontruirle parte de la cara, al cabrón y... De verdad no estás enojado-

Lo hizo bien, por fin lo hizo bien. Eso era lo que Poseidón quería, a quien quería darle una lección no era a el, si no a Kasa. Para eso los mando a trabajar juntos. Jamás lo hubiera imaginado. ¿Eso era? No, eso era lo que Poseidón quería que pensará.

-vamos, si sigues pensando de ese modo te vas a causar un aneurisma, hijo. Hiciste un buen trabajo, eso es lo que quería decirte-

-¿Porque? Digo, claro... Ese viejo cabrón se cruzó con la persona equivocada. Andaba armando mucha mierda y solo hice lo que tenía que hacer-

-¿Lo hiciste? A lo que yo sé, sigue vivo-

-pero no va a poder usar el pene ni para orinar-

Carajo, se le escapó. Demasiado tarde para detenerse, ya estaba hecho, lo dijo.

-y eso para Lymnades, es peor que estar muerto-

Minho podía estar tranquila, su amiga también. Kasa no iba a volver a ponerles un dedo encima, porque le trituro los nudillos contra el marco de la puerta del hotel donde andaba cogiendo con la otra Omega.

Poseidón hizo una mueca digna de enmarcar. Aprobaba sus acciones, casi podía decir que estaba orgulloso de el. Lo hizo bien, eso fue lo que dijo.

-creo que me equivoqué contigo, Kanon-

No, eso no. ¿Que estaba pasando? ¿Porque le decía eso?

-te he estado tratando como a un niño, cuando desde hace mucho eres todo un hombre de confianza para mi. Lo he considerado y estás listo para dejar de ser un insignificante cobrador de poca monta-

Eso era bueno. Poseidón lo halagaba, eso era muy bueno. Kanon temblaba de nervios. Valió la pena todo el esfuerzo y la paliza que recibió por parte de Lymnades. No fue un oponente fácil, pero consiguió vencerlo. Descargó toda su rabia y frustración en Kasa, se dejó llevar por la sed de venganza que traía encima y no se detuvo hasta saciarse por completo.

-tu pequeña hazaña está en boca de todos. Levitan va a pensarlo dos veces antes de volver a humillar a mi dragón marino-

No lo podía creer. Por primera vez Poseidón había utilizado su apodo.  En verdad estaba orgulloso de el. Su mentor lo tomo de los hombros. El corazón le iba a explotar en el pecho. Poseidón estaba orgulloso de el, lo sabía, lo podía ver.

-tengo algo para ti, sé que te va a gustar-

- con tal que no sea uno de tus jodidos barcos de mierda...-

Poseidón sonrió y lo soltó por fin. Kanon lo siguió como un animal amaestrado. Le iba a dar un regalo, de Poseidón, del mismísimo Poseidón, carajo. Ardía de felicidad y no podía demostrarlo. La guardaría para luego, para en algún momento a solas, disfrutar esa sensación.

De dentro de su escritorio, Poseidón saco una caja envuelta en terciopelo negro y se la entrego sin ceremonias.

- estas listo para el siguiente paso, lo que hoy te daré, te lo has ganado hijo. Estoy más que seguro que vas a disfrutarlo tanto como yo. El modelo es uno de mis favoritos, sabes cómo me gustan los clásicos-

Casi temblando recibió la caja y le quitó con cierto asco la envoltura. La textura del terciopelo le ponía los nervios de punta. Dejo caer el trozo de tela y casi suelta la caja también.

-no me jodas...-

Una caja negra con ribetes dorados y la insignia de "Smith & Wesson" decorando su alegría. Kanon sonreía como un mocoso que acababa de recibir el regalo que siempre quiso.

-¡Mierda, Poseidón! ¡Esto es...!-

-Un clásico. Abre la caja hijo, date prisa-

No podía creerlo, tendría que dispararse para saber qué no soñaba. Smith & Wesson, modelo 19 clásico, .357 Magnum. Mango de madera, cañón de 4.25 y aquel brillo magnífico que recordaba de las películas.

No volvería a usar otra arma si no está, se lo prometió a si mismo. Era una belleza de metal y madera.

-Sabia que te gustaría. Aunque prefiero otro tipo de armas, las de fuego tienen su encanto-

-a ti solo te gusta lo que corte carne humana, Poseidón. ¡Carajo, no puedo esperar para usarla!-

-las armas blancas son compañeras leales, las de fuego llegan a desconocer a su dueño-

Ahí iba Poseidón con su cháchara filosófica y reflexiva. No tenía intenciones de prestarle atención, Kanon andaba demasiado ocupado admirando su regalo.

Seguro Poseidón volvía a su aburrida manía de armar barquitos de mierda. Con tal que dejará de sermonearlo, todo bien.

-no espero que compartas mis gustos. Sin embargo, supe que perdiste algo que te obsequie en tu décimo tercer cumpleaños-

Poseidón siempre llegaba a enterarse. Tendría que descubrir quién le fue con el chisme y estrenar su revolver nuevo.

-te informaron mal, Poseidón. No lo perdí, lo dejé olvidado. Me has tenido trabajando como mula rentada, así que iré por el cuando tenga un momento-

Tal y como sospechaba, su jefe regreso a lo qué más le entretenía, después de asesinar, por supuesto. Poseidón se sentó en su silla especial, herencia de un pariente muy lejano y se volcó a sus barcos.

No quedaba más que hablar. Salvo algo que empezaba a molestarle. Necesitaba saberlo, confirmar que sus sospechas eran ciertas.

-Papá... Digo.. Poseidón-

<<Tenías todo planeado, ¿No? Entre tus planes Kasa iba a resultar muerto o peor, ¿Verdad? Sería yo quién lo maté, eso es lo que pretendías desde el inicio. Esa era mi prueba para unirme a tu mafia, cierto.>>

-Dime hijo-

¿Cómo empezar? ¿Cómo preguntar y confirmar lo que casi era evidente ante sus ojos? Poseidón siempre quiso darle un escarmiento a Lymnades, por eso los mando a una misma misión. Porque sabía que tarde o temprano ese viejo bastardo iba a pisar en falso.

Los motivos de Poseidón eran lo de menos. El viejo ese sabía demasiado y del hospital saldría con los pies por delante. Hizo lo que tenía que hacer, cumplió lo prometido a esas dos Omegas. Pero le seguía incomodando el hecho que todos sus movimientos eran parte del plan de Poseidón.

Ese cabrón era capaz de predecir hasta el tiempo. Poseidón era mucho más increíble de lo que soñaba. Casi no podía creer que le dió un regalo como ese.

Mierda, el cuchillo que le dió. Tendría que recuperarlo a toda costa. Maldición, Poseidón esperaba una respuesta. Hasta dejó su barco de juguete para verlo finalmente. ¿Podría leer sus pensamientos? Seguro que si, por el modo como sus ojos casi lo atravesaban...

- Lymnades... Eh... ¿Me puedo quedar con su auto?-

No. Poseidón sabía que era lo que pensaba y esa estúpida pregunta la dijo solo para salir del paso. Kanon se irguió en su sitio, intentando su mejor cara de cinismo. Funcionó tal vez, por qué a Poseidón no pareció importarle el contenido de su mente.

-esta en el taller. Dile a Kraken que se encargue-

Sonrió triunfante. Poseidón regreso a lo suyo y Kanon salió sin prisa, pero con el corazón en la mano y el revólver nuevo en la otra. Tenía que ir a recuperar el primer regalo que le hizo y tendría que ser pronto.

****

Cuando supo verdaderamente quién era Poseidón, nunca pensó que aquel sujeto delgado y pálido como una vela, pudiera ser el famoso perro grande de ese lado de la ciudad.

Poseidón engañaría al más astuto. De entre todos los hombres que trabajaban para el, Poseidón no era ni el más alto ni el más rudo. Más bien parecía un sujeto del montón. Sus expresiones eran pausadas y su voz suave, pero le bastaba levantar una ceja para que la gente que lo rodeaba entrará en pánico.

Kanon tenía el privilegio de conocerlo un poco mejor que el resto. Podía entrar a su oficina y hasta lo veía jugar con sus barquitos estúpidos. No todos los hombres de Poseidón gozaban de ese honor.

El viejo Lymnades era del círculo cercano a Poseidón y sabía lo que le esperaba al salir. Sin duda no perdió el regalo que le hizo la primera vez.

Con su nuevo revolver pegado a su cuerpo, kanon emprendió la búsqueda de lo perdido. Asi que menejo el auto que por derecho le pertenecía, hasta aquel edificio ediondo, donde sin duda sus pertenencias tenían que estar.

Aquél enano roñoso era el único responsable. Más le valía no haber empeñado su preciado cuchillo o le iba a hacer escupir todos y cada uno de sus dientes. Tal vez no podía recordar bien todo lo que sucedió aquella noche en la que su borrachera lo llevo a límites insospechados, pero desde ese día ese mocoso no salía de sus pensamientos.

Tendría que averiguar, además del paradero del cuchillo, que fue lo que pasó aquella noche. Los detalles de cómo termino al lado del enano ese, le eran esquivos. Tendría que sacarle la verdad, para poder llenar el vacío en sus recuerdos, aquellos que empezaban a incomodarle.

Devorando ansias o quizá dejando que estás lo devoren, Kanon golpeó la puerta con más calma de la debida. Hasta espero paciente que le atendieran. Pudo oír la voz de un típo escurrirse detrás de las paredes hasta llegar a sus oídos.

-¡Deja de molestar! Ya te dije que no vengas a joder. Largate de una vez-

Esa fue la contestación que obtuvo ante su muy educado gesto de llamar a la puerta. Kanon sin quererlo, sonrió cómo no lo hacía en días. Semejante respuesta le dio todo derecho de tirar la puerta de una patada. Se alejó un poco para tomar impulso y se detuvo. No, era muy pronto. Tumbar la puerta solo alteraría a Julián y lo que quería era caerle de improviso.

Pensándolo mejor se limitó a tocar de nuevo, solo que está vez a punta pies.

Esta vez consiguió que la puerta se abriera y un rostro desconocido se asomó enseguida.

-¿Quién carajo eres tú?-

El sujeto que acudió a atender su llamada tenía la misma pregunta para el recién llegado.

-eso mismo quiero saber. ¿Que quieres aquí?-

No era difícil imaginarlo. Con que ese era el tal Julián, hasta que por fin tenía la dicha de conocer al imbécil que le había provocado tantos problemas. Asi que le devolvió una mueca que hizo pasar por sonrisa.

-¿Que quieres? ¿Se te perdió algo? ¿Para que vienes a molestar a estas horas?-

Esta vez hasta Kanon miro el reloj de su muñeca, casi por reflejo. No tenía la menor idea de la hora y se volvió a acomodar en el lumbral de la puerta, como lo haría un toro bravo.

-¡Ya le pagué a Poseidón! ¡Le di lo que le debía!-

Ahora se apareciera otro enano. Casi gritando desesperado tras aquél Alfa, apenas asomándose el muy cobarde.

-ya le pagué completo así que vete. ¡No le debo nada hasta el próximo mes! Que se vaya a joder a otro lado, no les daré más dinero-

¿En verdad?

Kanon se sintió estúpido en estos momentos. El tal Julián era ese enano. Quién le había causado tantos problemas a sus compañeros y a el. Pero si no era nadie más que un pequeño Omega escuálido. Sí Poseidón se enteraba de esto. No sé acabarían las burlas de su parte ¡Que humillación! Un Omega los hizo batallar tanto a los 4 cobradores principales.

-¡Cállate! No vine a cobrarte nada. Estoy buscando a...- ¿Cómo se llamaba el enano ese?- Sorrento-

Tanto Julián cómo aquél Alfa intercambiaron miradas. Julián hasta se encogió de hombros y fue el otro tipo quién tomo la palabra.

-¿Para que..? Ya no vive aquí. Se largo hace tiempo. ¿Para que lo andas buscando?-

No esperaba semejante noticia. Claro que viniendo eso de un Alfa era imposible creerle. Todo eso y contando que el enano de atrás se encontraba nervioso.

-Eso no te interesa ¿A donde se fue?-

--Se largo con un Alfa. Eso nada más se, ahora dejá de molestar y...-

Aquél tipo intentó cerrarle la puerta en la cara, pero no esperaba encontrar resistencia. Sí ese Alfa pensaba que se libraría de el tan fácilmente... Estaba loco de atar-

-¿Que no oíste? Ya no vive aquí, así que vete de una vez. No tienes nada que hacer aquí-

No, tampoco le gustó las palabras de aquél tipo. De pronto le daba mala espina el modo como se aferraba a la puerta he intentaba cerrarsela.

-No me largo sin saber a dónde fue...-

- pues ya te dije que con su Alfa. No sé dónde vive ese miserable. Un día vino y se lo llevó. No sé nada más. Sí te debe dinero, yo no sé nada. Ya no vive acá y no se donde se fue-

-YO SOY SU ALFA, PEDAZO DE ANIMAL

Kanon no supo de donde salieron esas palabras. Demasiado tarde para recogerlas, demasiado tarde para arrepentirse

-¿Tu Omega? Por favor hijo, ese mocoso no lo quiere nadie. Menos mal ya se lo llevó aquél imbécil de su Alfa, por lo menos ya no va a estorbarme más.

La risa le brotó a Kanon sin que pudiera contenerla. Fue el único en reírse y lo disfrutó como si fuera un buen chiste. En realidad aquél Alfa lo era, una burla completa. No podía llamarse hombre, porque era lo más opuesto a ese concepto.

En fin, ese no era su jodido problema.

-Quiero saber dónde fue y lo quiero ahora-

-escuchame hijo, te acabo de decir que no se donde está. El nuevo Alfa del chico vino por el y se marcharon sin mirar atrás. Si tenías negocios con el chico, te recomiendo que esperes que se contacte contigo. Nosotros no sabemos nada-

Mierda, ¿Ahora que? Sí es lo que decía ese tipo era cierto, ¿Donde empezaría a buscarlo? ¡Pero que carajo estaba pensando! A la mierda con ese enano. Podría comprarse otro cuchillo mucho mejor que el que tenía antes. Al final de cuentas ni le importaba saber qué fue lo que pasó esa otra noche.

Perdía su valiosísimo tiempo, eso. Julián y ese Alfa se podían ir de la mano al jodido infierno. Además lo que le pasará a ese jodido enano no le tenía que importar. Y si se consiguió un Alfa que con eso, no era su asunto. Ni que le interesará de más ese enano.

De todas formas ya era hora que se largará de esa pocilga. Por lo menos le hizo caso, no era tan idiota ese tal Sorrento. Se largo y por su bien que ni regresará el cabrón.

Sí, debía largarse y mandar todo al carajo, si es que pudiera pasar por alto el hecho que esos dos mentían. Sí, era eso, ese enano no podía tener otro Alfa. El no se lo permitiría, jamás.

Ese enano era solo de él, nadie podia tocarlo, ni siquiera verlo y si es que era verdad lo que aquel tipo decia él mismo encontraria a ese alfa y lo mataría con sus propias manos por tocar a su omega...

Sabía que ese tipo mentía, podía sentirlo, casi oler la falsedad en sus palabras. Aquél tipo no resistía la urgencia de cerrarle la puerta en la cara.

-de acuerdo... Váyanse a la mierda-

Kanon hizo una mueca y giró sobre sus talones.

No tuvo que esperar mucho, pudo sentir el portazo a sus espaldas.

Algo extraño ocurría ahí dentro lo podía sentir. La voz de ese Alfa se convirtió en un susurro y Julián le contestó que no sabía nada.

Entonces pudo escuchar los gritos

-el estúpido de tu hermano solo es un maldito estorbo ¡Debí deshacerme de el cuanto pude!

Tras esas palabras solo hubo silencio apenas interrumpido por el sonido lejano del televisor. No duró demasiado porque el estruendo de una patada, que tiro la puerta, acabo con la paz del departamento.

-¿Que carajo?-

Gritó Julián volviendo entre sus pasos.

-¡Que mierda te pasa! No tienes nada que hacer aquí ¡Mira como dejaste la jodida puerta ¡Largate ya!-

Para ese momento a Kanon no le quedaban buenos modales y recibió semejante bienvenida con el cañón de su pistola. Julián retrocedió, sin saber para donde correr. Balbuceó algo que no se llegó a oír y quizá llamaba al otro Alfa, quién no aparecía a defenderlo.

-cierra el maldito hocico-

Mascullo el intruso sin dejar de apuntarlo.

Julián se quedo en su sitio y se veía nervioso. No era difícil notar la preocupación en toda su cara. Sí Kanon disparaba, seria su fin. Tal vez lo presentía, quizá sabía que era lo que esperaba. Sin embargo, no era atrevió a moverse.

El televisor sonaba demasiado alto, el aire estaba viciado. Kanon intentó ignorar un mal presentimiento, pero lo tenía atravesado en el pecho. Se encontró por fin delante de ese Omega a quien detestaba con todas sus fuerzas y de pie en medio de dos puertas cerradas.

Un sonido tras de la derecha, le indico que sus sospechas eran ciertas. Kanon le dio una mirada a Julián y el le dió la respuesta que no quería recibir.

-esta en el cuarto...-

Murmuró.

Kanon no lo pensó dos veces. De otra patada furiosa la puerta a su derecha se abrió de golpe. Frente a sus ojos apareció el Alfa de Julián, impávido y atrapado con las manos en la bragueta.

Quiso retroceder, volver atrás en el tiempo y enmendar sus pasos. Demasiado tarde, demasiado lejos para poder regresar.

Kanon no atinó a moverse, si no que de pie en el lumbral de la puerta se quedó observando aquella escena. Aquél Alfa se compuso enseguida. Pudo ver como media las distancias entre ambos y no perdía de vista el arma entre sus manos.

Debía dispararle, pero no sabía dónde. Sí entre las cejas o entre las piernas. Esa habitación no era la de Julián. Ese bastardo no tenía nada que hacer entre esas paredes pintarrageadas con líneas desiguales y torcidas.

Notas musicales, si, eso eran, sobre partituras alborotadas. En todos los muros, como agujeros negros tragandose el caos que contenía esa habitación. La cama en el centro, un bulto sobre el colchón apenas cubierto por una frazada de mudanza raída. A Kanon se le desboco el pulso.

Entre los ojos, le metería un par de balas en medio de la jodida cara.

Iba a disparar y agregarle color a las pinturas convertidas en paredes. El tipo ese atinó a moverse. Sabía lo que le esperaba y pretendía escapar con vida, pero no la merecia.

¿Que estaba haciendo ahí? La pregunta pasó por su mente demasiado tarde. ¿Que hacía de pié en el lumbal de aquella puerta presenciando aquella escena? ¿Porque no se largaba de una vez? ¿Por qué le resultaba imposible darse la vuelta y marcharse de una vez?

No era su problema. Lo que pasará en esa pieza no era asunto suyo. No tenía nada que ver con ese chico y mucho menos entrometerse en lo que ese...

-¡Hijo de puta!-

Le brotó de los labios sin que lo pudiera pensar mejor.

Tendría que largarse como le sugirió Julián apenas lo vio irrumpiendo en su departamento, pero no lo hizo. Frente a sus ojos tenía las consecuencias de seguir lo que sus impulsos dictaban y sus malditos pensamientos.

Pero una vez más era demasiado tarde. Imposible marcharse ahora dejando el cuadro frente a sus ojos. Casi regresaban las memorias de su infancia, cuando en el bosque encontró a un pájarito moribundo entre las garras de un gato callejero.

Pudo rescatarlo espantando el felino y lo tomo entre sus manos. Herido, pero no muerto. La pequeña ave vivió unos días más, hasta que Poseidón lo encontró escondido entre sus ropas.

Nunca le puso un nombre, no quiso hacerlo.

El chico bajó la frazada no se movía. Respiraba aún, pero muy lentamente. Casi no podía ver su rostro, pero sabía que seguía vivo. Sí se marchaba ahora...

Tal vez ya estaba muerto. No, no todavía. El chico tenía los ojos entreabiertos y perdidos en algún lugar de la habitación. Sobre sus cienes, Kanon pudo ver la huella que dejaron lágrimas secas.

Herido, pero no muerto

Kanon ignoró la voz de ese Alfa quién gritaba sandeces desde la puerta. Dejo que ese sujeto escape de la habitación como el cobarde que era. Tenía al ave herida entre sus garras y no lo iba dejar morir. Actuaba maquinalmente.

No dijo una palabra mientras abandonaba el departamento pateando la puerta, empujando a Julián, con el chico entre sus brazos, deseando regresar el tiempo...

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