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Hacia frío alla afuera. La vitrina escarchada bajo las luces brillantes de la pizzería, al paso un par de mesas vacías y el empleado tras el mostrador atendía sin ganas. Un plato de papel y un trozo de pizza se enfriaba frente a los ojos cansados de Sorrento. Hacia un buen rato estaba sentado frente al matón de Poseidón y no estaba seguro de lo que debía hacer.
Dijo que se llamaba kanon. También le puso el plato delante y le ordenó que comiera. Pero no se atrevía a hacerlo, más por sorpresa que por hambre. Otro plato gemelo reposaba frente a con quien compartía la mesa, pero ninguno de los dos se animaba a dar el primer bocado.
Kanon se dedicó a ignorarlo por un rato mirando su teléfono y revisando la pantalla una y otra vez. Pero parecía aburrido de lo mismo y ahora lo miraba fijamente. Sorrento bajo la mirada y se dedicó a examinar el queso derretido pegado a la superficie de papel.
Tenía hambre y en otras circunstancias seguro devoraba la comida con todo y plato, pero no ahora. Ese tipo kanon no sólo apareció en su departamento a aterrorizarlo, si no que no contento con ello, lo llevó arrastrando hacia ese pequeño restaurante, lo lanzo contra una silla, le arrojó su chaqueta para que se cubriera del frío y le ordenó que comiera.
Pues no lo iba a hacer, no, gracias. Nada bueno vendría de las manos de ese tipo. A esas alturas de la noche, Sorrento prefería morirse de hambre a recibir algo de la gente de Poseidón.
El tal Kanon resopló fastidiado. Ahora que lo veía bien, pero bien, ese tipo le asustaba más que antes. No eran los tatuajes a un costado de su cuello y brazos, tampoco la ropa que llevaba, por demás vistosa. Era quizá la expresión amarga y el brillo asesinó en sus ojos verdes. Quizá las pronunciadas ojeras lo hacían ver más amenazante, pero quien sabe. Sorrento intento desviar su atención del color tan llamativo del cabello de ese sujeto
Azul Marino,Pensó el chico torciendose los dedos para aplacar sus nervios. Lo hacia bajo la mesa para no ser visto. Era una costumbre que Eo odiaba. Le decía que se iba a lastimar los nudillos y nunca mas iba a poder tocar el violín.
Kanon finalmente perdió la paciencia y estrelló un puño contra la mesa. Tanto el plato de papel, como Sorrento saltaron en su asiento.
-¡TE DIJE QUE COMIERAS!-
Exclamó casi seseando.
Eso era, ese tipo le traía a colación las serpientes que una vez vio en el zoológico. Una vez cuando fue niño, las vio de cerca. Tenía esa misma expresión malévola en los ojos y se movía con la misma rapidez. Kanon lo sujeto de la chaqueta, levantandolo un poco de su asiento. Ahora que estaban casi cara a cara, si, tenía ojos verdes de reptil.
Quizá debería responderle usando su voz. Pero no lo hizo. Sorrento dejo que por fin lo soltara y se animó a tomar la pizza de las orillas. Estaba seguro que, si intentaba comer, se iba a atragantar y morir ahí mismo. Quizá no era tan mala idea después de todo ¿No?
¿No?
-¡Cuando alguien te invita a comer, tu comes enano mal agradecido!-
Siguió rezongando el tal Kanon y se animó a levantar la pizza de la orilla.
El trozo que les sirvieron era el clásico tamaño, enorme y lleno de calorías. Para poder comer una tajada, tenía que doblarla y encajarle una mordida. Eo regreso a su memoria, el siempre se quejaba que esos trozos eran ridículos. Demaciado grandes para una sola persona decía. El no era muy amigo de la comida rápida, decía que no alimentaba y que sólo era para la gente osciosa que no quiere cocinar. Pero de vez en cuando, compraba una rebanada para el y se la daba de cenar, por que sabía cuánto le gustaba.
El recuerdo de Eo se desvaneció entonces. En cambio, kanon frente a él, era bastante real. Sorrento lo vio pelear con la rebanada de pizza y luego por fin la doblo en su mano para Por fin darle una dentallada. Durante el proceso, se ensució los cinco dedos y parecía más enojado que antes. Con ira dejo caer la pizza sobre el plato y se fue a resongar en al mostrador, exigiendo servilletas.
-¡No te atrevas a mover el culo de ahí!-
Le grito kanon desde el mostrador donde esperaba que lo atendieran.
No, Sorrento no se iba a ningun lado. Ya podía imaginarse lo que conseguiría si intentaba escapar. Nadie se libraba de la gente de Poseidón, todos en ese vecindario lo sabían, y ese era precisamente una de sus preocupaciones.
Cuando Kanon regresó a su departamento y lo saco arrastrando de ahi, pensó lo peor. Seguro lo iba a llevar donde Poseidón y de ahí no saldría si no con los pies por delante. Así que intento pelear para soltarse, Lo cual sólo hizo que kanon se enoje más y lo amenace con cortarlo en trocitos y esparcirlos por todo el edificio
Dado que tarde o temprano iba a morir en manos de Poseidón o de ese tipo Kanon, Sorrento decidió colaborar para estirar el poco tiempo que le quedaba en la tierra. Todo el camino fue pensando en Eo y en el violín que quedaba atrás. El seguro iba a extrañar el instrumento musical, casi tanto como a el. Si, Eo nunca se lo había dicho, pero Sorrento sabía que el lo quería, aunque fuera un poquito. Le dio su más preciada posesión, ese violín que era de él, de cuando era niño y fue su único equipaje cuando huyo del destino que le deparaba.
Cuando Kanon lo empujo dentro de ese restaurante a dos cuadras de su departamento, Sorrento perdió el color del rostro. Algo tramaba ese tipo y solo podía imaginarse lo peor. Quizá si lo iba a cortar en pedacitos y luego meterlo a un horno para desaparecer su cuerpo o algo así. Pero cuando lo lanzó contra una silla vacía, no pudo creer lo que pasaba.
Inmediatamente aquel hombre se desprendió de su chaqueta y se la arrojó en la cara, gritándole que se la pusiera por que temblaba de frío.
Le ordenó que no se moviera de ahí, luego le puso un trozo de pizza delante y con mucha cortesía lo llamó "Enano de mierda" y que comiera de una vez antes que se enfriara. Y ahora así estaban las cosas, ahí regresaba el matón de Poseidón, con un puñado de servilletas y todavía insultando al muchacho detrás del mostrador, quien se dió cuenta que mejor se callaba la boca antes que lo callen.
Era el tatuaje a un costado de su cuello, todos en el vecindario sabian bien que significaba peligro
-¡Esta mierda esta demasiada grasosa!-
Continuo renegando Kanon y se depositó en el asiento frente al enano.
¿que carajo esperaba ahora? ¿que le cortara trozos y se los diera en la boca? ¡Maldito enano idiota! ¿No podía hacer algo tan simple como obedecer órdenes? ¡Mierda!
De acuerdo, se estaba exasperado por nada. No, no por nada. Tenía la mano sucia y eso era algo que lo enloquecia. No toleraba estar sucio, menos aún tener las manos manchas. Le repugnaba al borde de querer arrancarse la piel con tal de no sentir la mugre.
Ese enano frente a él, probablemente estaba todo sucio, su ropa estaba completamente jodida y tenia manchas de quien sabe que, ni siquiera sabía en donde o con quién se había metido aquel mocoso y el lo tocaba como si nada.
¡Pero en que mierdas pensaba cuando lo beso y le dio su chaqueta!
Pensó mientras se restregaba las manos una y otra vez. Ya no quería comer la pizza por que acababa de recordar que la toco sin siquiera lavarse las manos antes. Antes estuvo en ese edificio infecto y tocando entre otras cosas, al mocoso ese. Perdió entonces la paciencia y el apetito.
Si el enano no iba a comer, que se joda. El solo estaba tratando de ser amable invitandolo a comer algo que no estuviera congelado. Además en el departamento donde vivía hacia bastante frío, por lo menos en ese restaurante asqueroso algo de calor tenían. Pero ni eso, ese enano mal agradecido solo lo miraba y no comia una mierda. Se merecía entonces morirse de hambre y frío.
Kanon se levantó de nuevo y apuntando a Sorrento con un dedo, no tuvo que repetir la amenaza. Sabía que de ahí no se iba a mover. Necesitaba beber algo, por que tenía la garganta seca. Fue y tomo dos sodas del refrigerador, luego busco en el bolsillo los billetes arrugados de $20 y se los lanzo al tipo del mostrador.
No quiso esperar por los centavos qué eran su cambio, así que regresó a su asiento. Resopló intentando calmar sus ánimos, pero no funcionó. No podía seguir aparentando que le importaba un carajo lo que le pasara a ese chico. Debió dejarlo muriendo de hipotermia en ese departamento, junto al idiota de su hermano. Ese cabron de Julián era el real culpable de todo, por que si pagará sus deudas a tiempo no se tendría que involucrar en...en eso...
¡carajo!
Kanon se puso de pie como impulsado por un resorte ¿que estaba haciendo ahí, aparte de perder el tiempo de la peor manera? No tenía por que sentir lástima por ese enano de mierda ¿entonces que carajo hacia ahí sentado frente a ese mocoso? Se estaba dejando llevar por sentimentalismos que no sabía bien de dónde le salieron por que esas cosas son para idiotas.
Mesandose el cabello sonrió para si mismo. El enano ese lo observaba pasmado, con sus malditos ojos hinchados como el resto de su cara.
-Termina de comer-
Le dijo con un hilo de voz y se dió la vuelta para marcharse.
Listo, su labor terminaba ahí. No tenía ningún otro negocio que atender con el mocoso ese. El lio era con Julián y ya Poseidón había dejado en Claro que no le interesaba tener nada que ver con ese enano. Lo que fuera entonces.
Solo estaba intentando ser amable, algo que ocurría cada muerte de obispo y.... A la mierda...
-¿pppp...Por... porque...ha...ha..csss sss to-
-¡Callate, me irrita escucharte!-
Le respondo escupiendo las palabras.
Era verdad le molestaba el modo en como ese mocoso tartamudeaba y le estaba costando entenderle. Ese chico conseguía irritarlo más de la cuenta. Al punto de hacerlo perder el férreo control sobre sus emociones y....
El chico se encogió en su asiento y devolvió los ojos al plato de comida. Dejo caer el trozo de pizza y parecía que perdió el interés en comer. Entonces era momento de marcharse. Nada más tenía que hacer ahí
Pero entonces ¿por que su cuerpo no le obedecía?
-Te dije que comieras. No te mueves de ahi hasta que termines, luego te vas derecho a tu casa- le dijo rechinando los dientes- Y no te quiero volver a ver. ¿entendido?-
Eso fue todo. Con la botella de soda en la mano, kanon se marchó no sin antes lanzarle una mirada amenazadora al tipo del mostrador y al cocinero que se asomó de curioso. Nada. El enano se quedó en su sitio, seguro asustado de moverse. Lo alcanzó a ver atraves de la ventana escarchada y más le valía al mocoso no volver a cruzarse en su camino.
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