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I

"tocar una nota equivocada, es insignificante... Tocar sin pasión es inexcusable"

BEETHOVEN.

El tren subterráneo acababa de detenerse. Los pasajeros abandonaron sus entrañas, mientras otros pugnaban por ingresar en un compás desordenado que no terminaba nunca. De entre el sonido que lleva el caos y la ruina, las dulces notas de "la serenata de Schuberth" se abrían pasó.

Sorrento encontraba esa pieza muy apropiada como acompañamiento al revuelo que se desataba una y otra vez cada vez que llegaba a la estación. Eran ya las nueve de la noche y quizás un poco mas. El estuche de su violín, colocado sobre una tela sobre el suelo, aveces repiqueteaba con una que otra moneda que le lanzaban los transeúntes. Si, era verdad, muchas veces prefería el callado sonido de un billete que el campaneo ostentoso de una moneda al chocar con el resto, pero dinero, es dinero.

Con los ojos cerrados se solía abandonar mientras le arrancaba las más nostálgicas notas a su viejo violín, aunque devia mantenerse atentó al menor intento de qué alguien robarse lo poco que conseguía. No tenía remedio, cada vez que tocaba se transportaba a aquel mundo de sensaciones que sólo la música sabe transmitir.

A esas horas de la noche, su único deseo era llevarse a todos los que escuchaban las dulces notas de la pieza,consigo.

Si, ese es el mayor deseo que cualquier músico tiene al ver como es apreciada su arte.

Un billete callo a su estuche, casi tan gastado como las cuerdas de su violín.
Sorrento no alcanzó a ver quien hizo el donativo, pero al agacharse a recogerlo se dió cuenta que la función acababa de terminar.

El ambiente tenía ese olor viscoso que sólo un Alfa porta.

¿Pero como podía ser esto posible?

Se había alejado lo suficiente para no ser descubierto, hasta se había ocultado entre los betas para pasar su olor desapercibido.

¿como diablos puede encontrarlo?

Es como si solo se dedicara a molestarlo a propicio.

El muchacho se abalanzó sobre las ganancias que hizo y a prisa las guardo dentro del bolsillo de su chaqueta. Ya estaba colocando el violín en su sitio, cuando unos zapatos lustrosos casi se detienen sobre sus cosas.

-¡HEY BEETHOVEN! Creo que fui muy claro la otra vez, en decirte, que no te quería ver por aquí ¿no?-

Era un oficial de policía de nombre Cassio y venia a echarlo, lo cual era costumbre. No importaba, era hora de partir de todos modos. Sin decir una palabra, sorrento tomo sus pertenencias apurado para evitarse problemas con aquel Alfa.

- te advertí que la próxima vez, te ibas a ganar una golpiza estúpido Omega, no me importa que después venga el alcohólico de tu hermano a reclamar-

Continuo aquel Alfa, tomando a aquel músico por el antebrazo. Alzandolo con fuerza y estampandolo contra la pared.

-y...ya..m..me..ib...-

Sorrento intento protestar, pero fue inútil.

Cassio lo sacudió con fuerza y sus cosas cayeron al suelo. Sorrento intento liberarse para recuperar sus pertenencias, pero aquel Alfa no le dió tregua. De otra sacudida lo lanzó contra el muro y al momento siguiente ya lo llevaba arrastrando hacia la calle. No, seguramente le daría una paliza como dijo que haría

-¡Cassio, suelta a ese Omega, ahora!-

De pronto sucedió lo que nadie esperaba. Mucho menos sorrento quien al voltear a ver quien lo defendía se dió con la sorpresa de encontrar a otro Alfa aproximandose hacia ellos.

Era una mujer de melena verdosa. aproximandose con violencia hacia ellos.

-Shina-

Susurro en un hilo de voz, dándose lentamente la vuelta hacia aquella mujer.

-¿que mierda pensabas hacer con ese Omega? ¡responde!-

-Shina...yo no...yo puedo explicarlo-

Cassio se dió cuenta que no iba a llegar a nada bueno, enfrentándose solo contra aquella mujer Alfa. Así que de un movimiento brusco dejo caer al austríaco contra el piso.

Sorrento al verse libre, retrocedió a prisa mientras podía. Tomo sus cosas regadas por el suelo y escapó aterrado entre la gente.

Al llegar a las escaleras de la estación, Sorrento tropezó contra otros muchos Alfas. Con temor los dejo pasar y huyó en dirección contraria. Halla afuera la noche lo recibió fresca y ya sin duda se le hizo tarde.

Tenía un toque de queda que respetar.
Su hermano se iba a enojar con el, por preocuparlo, por andar en la calle a altas horas de la noche.

Y más siendo Omega.

No es que su hermano se preocupaba por el.

Más bien la razón por la que no lo quería tan tarde fuera de casa, era para que ningún Alfa lo tomará sin pagar un adote previó.

Más bien, su hermano lo veía como una inversión a largo plazo, una muy buena inversión de largo plazo. Una que podía darle 150 grandes y eso con el Alfa más pobre.

Era lo normal, nada del otro mundo.

Lo que no era usual era que alguien lo defendiera. Jamás iba a olvidar a aquella Alfa interviniendo para salvarlo de aquel problema.

Todo el camino a casa no dejo de pensar la idea de como agradecerle si es que la volvía a ver.

De repente podía tocar para ella. Quizá algo que le gustará. Era lo único que sabía hacer, tocar el violín era su única gracia, como solía repetirse. Era lo único para lo cual servía y lo que de vez en cuando le daba de comer.

Cierto, no se había puesto a contar cuánto dinero había hecho tocando música honradamente. Lo haría una vez estubiera en la pequeña habitación que era suya, en el departamento que compartía con su hermano.

Tal y como temia, eran las 11:00 de la noche. Lo supo por que los Omegas de Cancilly nunca se paseaban por aquellas esquinas antes de es hora.

Conocía a un par de ellos y aveces tocaba una pieza para animarlos, claro cuando Cancilly no los estaba vigilando.

Aquellos Omegas no le prestaron atención, así que no intento saludarlos. De prisa sorrento subió por las escaleras. Una vez llegó a su destino, casi sin aliento por subir las escaleras saltando, Eo, lo recibió en la puerta. No tenía por qué decirselo, el no estaba contento por su tardanza.

-Llegas tarde-

No tenía argumentos para contra decirlo. Así que optó por no hacerlo, Eo lo dejo entrar a su departamento oloroso a panqueques de manzana.
Sorrento dejo su mochila de lado y el estuche con el viejo violín sobre uno de los muebles. Luego tomo asiento en su lugar usual en la cocina y espero que el peli rosado terminará de regañarlo.

-son más de las once de la noche. La próxima vez te cierro la puerta y ya vez que haces sorrento-

Eo, se deslizaba por la cocina de un lado a otro con una taza en la mano y un plato con los famosos panqueques en la otra.

El plato aterrizó sobre la mesa frente a sorrento acompañado de una taza vacía.

-p..-p..pe..Per...perdón Eo...se..se me hizo..ta..tar...de-

Respondió sin dejar de relamerse los labios.

- no es excusa sorrento, un Omega no debería estar a estas horas fuera de casa ¿que hare si un Alfa te daña?-

Continuo Eo, acercando una tetera a la taza. Té caliente fue lo que le sirvió para luego ponerle dos rodajas de limon.

el de igual forma tomo asiento, con una taza de té y sus dos rodajas. La música estaba encendida en la vieja grabadora del chileno, mientras sorrento seguía comiendo despacio los panqueques de manzana que el Omega de Eo había preparado. Estaba muerto de hambre, pero jamás lo aceptaría frente el.

Eo tomo el violín de su estuche para inspeccionarlo con sus manos. Parecía que quería afinarlo tan solo acariciándolo despacio. Luego de una breve inspección, lo dejo sobre la mesa con el mismo cuidado con el que lo saco. El chileno le dio una última mirada al interior del estuche gastado. Luego regresó el violín a su sitio.

-pronto necesitaremos darle mantenimiento si es que quieres seguir tocando en la calle Sorrento-

Mencionó con voz calmada. Mientras sorrento observaba en silencio el ritual de cada noche. comía tan despacio, porque no tenía ganas de terminar pronto. Era la rutina de siempre y pretendía alargarla cuanto pudiera.

-¿julian esta en casa?-

Pregunto Eo, tomando un sorbo de té. Sorrento se encogió de hombros, no tenía ni idea del paradero de su hermano desde el día anterior.
No se lo dijo pero Julián no pasó la noche en casa.

Esa mañana cuando salio, no lo vio tumbado en el sillón o en el piso del baño, donde terminaba si es que llegaba demaciado ebrio. Cierto, Eo esperaba una respuesta verbal y no se la iba a negar.

-nnnn... no se...no he..ido..t..to.. todavía-

Eo frunció los labios pero se ahorro el comentario. Sorrento sabía lo que Eo pensaba de Julián, no tenía que decirlo.

-si Julián no está en casa, vuelves, a Baian no le molestara que duermas en casa, no es bueno que te quedes solo sin supervisión de un Alfa-

Los silencios entre ambos, eran casi los mismos que los de las partituras que el chileno le enseñaba a leer.

Eo era un joven Alfa de 28 años de edad, moreno, de melena rosada y ojos de la misma tonalidad.

Vivía a tres departamentos de donde vivia el, acompañado de su esposo, un Omega de 24 años llamado Baian, un chico canadiense de tez blanca y cabello castaño.

Ambos solían darle asilo cuando Julián desaparecía por días, inclusive semanas. Lo cual hacia enfurecer a Eo y provocar que en varias ocasiones discutiera con Julián.

"Un Omega sin acoplamiento no puede estar solo en casa, maldito estúpido"

Fueron las palabras que muchas veces Eo gritaba a su hermano. Más a Julián parecía no importarle en lo las mínimo.

"Es mi Omega y yo puedo hacer lo que quiera"

Respondía Julián antes de azotar la puerta y comenzar a gritarle sin sentido alguno.

Más esto no importaba.

Eo siempre se las arreglaba para albergarlo en su departamento desde que tenía 10 años. Le daba de comer, lo lavaba un poco y le enseñaba sobre música.

Ahora ese niño tenía 16 años y ante sus ojos aún era un niño que no tenía el Por qué acoplarse con ningun Alfa todavía. Tal y como insitia Julián. Pero esa ya era otra historia.

Por ahora ya era momento de irse.

Sorrento devia volver a su casa por más que le desagradara la idea al chileno. Eo arrugó los labios de nuevo, por que este era un trago amargo que jamás conseguía pasar.

Sorrento le agradeció y antes de irse Eo le abrazo con fuerza. Tenía que dejarlo partir después de todo.

****

Tuvo suerte, Eo estaba tan enojado por su tardanza que está vez el chileno no lo interrogo de más. como era de costumbre en ese Alfa.

Sorrento tenía tantas ganas de contarle acerca de cómo le fue, de que estuvo tocando varias piezas en distintos lugares de la ciudad. También acerca de aquella Alfa que salió a defenderlo de Cassio.

Pero lo haría luego, cuando el no estuviera molesto y pudiera ver el modo de disfrazar la verdad

No le gustaba mentirle a Eo, pero Como diablos decirle que Julián se había metido nuevamente en problemas y que en esta ocasión era peor que otras veces.

No quería ni imaginar la reacción de Eo. Esta vez sí mataría a su hermano como lo prometio semanas atrás.

-¡HEY TU,OMEGA! ¿vives aquí? ¡hey! ¡te estoy hablando cabron!-

Al parecer sus problemas no terminaban todavía. Frente la puerta de su departamento, alguien esperaba. Justo lo que necesitaba, pensó. Ahora
¿donde diablos iba a pasar la noche?

-no..-

Fue la respuesta que le dió a aquel hombre de mala finta.

Sorrento intento seguir su camino, pero la fuerza bruta de aquel matón, lo estrelló contra la pared del corredor.

-¡te ví salir por esa maldita puerta y venías para acá! ¿a donde más irías tan tarde y con esa mochila? ¿ha? ¿eres niña exploradora o que mierda?-

No tenía por qué responderle, así que no lo hizo. Sorrento tampoco consiguió zafarse de las manos que lo aprisionaban por más que lo intentó.

Sospechaba que la presencia de aquel tipo en la puerta de su departamento, era para cobrar el dinero que hace un mes había pedido prestado Julián en el casino.

Así que mejor tomaba cartas en el asunto antes que se desatará un escándalo y Eo saliera a involucrarse.

-vives aquí ¿no? Dije a la puta de Julián que saque su culo de ahí y de la maldita cara!-

Definitivamente sorrento estaba en lo cierto. Para mala suerte de ambos, no podía cumplir con sus requerimientos, por que no tenía idea de en donde se encontraba su hermano y menos de cuando iba a volver.

-—Nn...no... sé don..donde...a...a...and...a el. —le respondió a duras penas. Era la verdad, además. Pero no iba a ser suficiente para que le creyera.

—¿Qué carajo tienes? ¿No puedes hablar como la gente o qué mierda? Lo qué sea. La perra de Julian no abre la jodida puerta. ¡Abre tú!

-nnnn...-

Por supuesto que no iba a dejar entrar a un extraño a su departamento.

Especialmente cuando sabía que aquel tipo había sido enviado por Poseidón para "hablar" con su hermano. ¿quien sabe? Julián tenía asuntos pendientes con medio mundo pero Poseidón era cosa sería. Todo el vecindario lo sabia y evitaba tener negocios con el.

Salvo Julián, el siempre andaba metido en líos y enrredado con quien no debía.

Al parecer aquel matón pretendía abrir la puerta como de lugar y usándolo a el para tumbarla. Al segundo golpe contra la madera, sorrento intento negociar.

-nnnnn...no....sssss....ju...ju.. Julián...no...Vi...Vi...vi...nno...yer-

No estaba seguro de darse a entender, pero cuando se ponía nervioso el tartamudeo se acrecentaba. Sorrento balbuceaba como si estuviera aprendiendo a hablar he intentaba sacudir sus manos para comunicarse mejor.

Al tipo ese le importaba muy poco sus esfuerzos. Furioso, tomo al muchacho de un hombro y lo hizo girar con violencia. Cara a cara, golpeó la puerta con ambas Palmas. Tenía al chico como quería, atrapado contra su cuerpo y la puerta, aterrorizado además. Lo cual sólo avivaba sus ganas de masacrarlo, como una fiera rabiosa que huele el miedo y empezá a soborear la carne de su presa.

Sorrento se encogió todo lo que pudo y ese tipo chocó su frente con la suya. Dolió, pero no era nada a comparación con lo que venía, podía estar seguro de ello.

El matón de Poseidón tenía una mirada verde similar a la de un reptil, lo cual lo hacía ver aún mas amenazante.
Era joven también, mayor que el por unos años, pero no por ello menos peligroso.

-te dije que abrieras la jodida puerta enano de mierda, no me hagas repetirlo-

De acuerdo si lo ponía de ese modo ni como negarse. Sorrento sintió que por fin las manos férreas lo soltaban y por fin pudo sacar la llave que llevaba colgada del cuello. No tenía otra opción, Julián no estaba en casa, lo supo por que el departamento estaba en penumbras.

- Enciende la jodida luz-

Le grito el matón muy cerca del oído.

Sorrento no le respondió, si no que tomó de un estante una linterna pequeña. Alumbró su camino hacia el interruptor y lo levanto un par de veces.

-nnnn...nnnoo....aaaa...hay...Lu...luuuu-

Listo, ya casi no podía hablar y a juzgar por la cara del tipo ese, no iba a necesitar hacerlo mas.
Nuevamente Sorrento sintió como lo embestian y arrojaban contra la pared del departamento, para liberar su cólera.

-¡¡dime dónde está la perra de Julián, no tengo toda la noche Omega!!-

-nnnnn-

A pesar de la pobre luz que entraba del corredor del edificio por la puerta abierta, sorrento pudo distinguir el brillo metálico de un cuchillo acercándose a su rostro.

-escuchame bien Omega, he venido por el puto dinero que Julián le debe a Poseidón y no me voy a ir sin conseguirlo. Así que mejor vetelo sacando del culo o en ese momento te saco las tripas-

Sorrento asintió y por fin la precisión sobre su cuerpo cesó.
De inmediato, marco distancia con el intruso y se adentro en la obscuridad del departamento. Julián jamás guardaba dinero en casa, por que nunca tenían. Pero Julián aún no había descubierto su escondite secreto.

Claro que tenía algo guardado, no era mucho, pero en ocasiones lo sacaba de aprietos. Sorrento suspiro pensando mientras se escurría debajo de la tarja de la cocina. Tras unas tablas húmedas escondía una lata donde guardaba celosamente unos cuantos billetes que fue juntando.

Regreso de inmediato donde aquel hombre esperaba, atento a sus movimientos y le entregó el contenido de esta.

-¡esta mierda no es suficiente!¿te estas burlando de mi enano de mierda?-

-sssss...to...to...todo...lo..lo.. lo que...aaaa...hay-

Le respondió Sorrento, retrocediendo todo lo que podía.

-¡pues no es suficiente! La deuda es de 50 mil, ¡vacia tus bolsillos! ¡dame todo lo que tienes!-

Y así lo hizo. Sorrento le entregó lo último que traía, monedas incluidas y todo. Al matón de Poseidón no le callo en gracia. Al contrario, las recibió y volvió a estrellarlo contra la pared.

Del bolsillo de su chaqueta, lo vio sacar un teléfono celular y enseguida hizo una llamada.

- Poseidón, soy yo, la puta de Julián no aparece ¿le dejo un recuerdo para que aprenda a pagar a tiempo?-

Sorrento tembló al oír la voz de Poseidón al otro lado de la línea. A pesar que no alcanzó a escuchar lo que le decia a su esbirro, sabía que nada bueno le sucedería.

Si tan solo pudiera explicarle a Poseidón que Julián no le daba dinero ni para comer y que no le importaba si probaba bocado o no, de repente lo dejaban en paz.

Le acababa de dar a su matón lo último que tenía para sobrevivir, pero quizá no lo iba a necesitar de todos modos.

La expresión de aquel hombre cambio de improviso. Parecía confundido y se alejó de sorrento unos pasos.

-¡pero!-

Exclamó viendo fijamente a sorrento.

-lo que sea...lo que sea Poseidón. No tengo tiempo para perder-

Y colgó la llamada. El muchacho regreso a donde se encontraba el enano todavía de pie contra la pared. Evitaba mirarlo y ahora parecía más asustado que antes. Eso lo hacía sentir mejor, sembrar el terror en sus víctimas, para ello vivía.

Claro que podía cortarle la cara al enano ese, dejarle un par de marcas a la pareja de ese idiota para se diera cuenta que estuvo ahí, para cobrar su deuda. Pero el idiota de Poseidón le prohibió hacer una estupidez contra alguien más que no fuese Julián.

¡habia perdido su valioso tiempo en nada!

Kanon se mesó el cabello alborotado y apreto su teléfono con rabia. No tenía tiempo que perder.

¡que se joda Julián!

Volvería por el dinero luego y más le valía tenerlo completo.

-escuchame pequeña mierda, estas de suerte. Tienes un angel guardian o una mierda asi-

Le dijo a sorrento quien ahora lo veía aterrado.

-por esta vez te voy a dejar ir. Pero le vas a decir al estúpido de tu noviecito que si no tiene lo de Poseidón, le va a ir muy mal ¿oiste?-

El enano solo asintió. Seguro que del miedo hasta se había mojado los pantalones. la sola idea le dió risa y hasta tuvo ganas de amedrentarlo un poco mas. Pero no valía la pena.

Todavía enojado, kanon le dió un puñetazo a la pared, justo a lado del rostro del Omega y este salto del miedo.

No perdía aún su toque. Sonriendo entonces, se aseguró que el dinero que le quitó estuviera refundido en sus bolsillos. Sin embargo, tomo las monedas que le dió el mocoso y se las lanzo a la cara.

Kanon se alejó riendo, ya había perdido demaciado de su valioso tiempo.

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