🌠Capítulo 27: If you can dream it, you can do it🌠
28 de octubre de 2011
—¿Maletas?
—¡Adentro! —dijo apuntando al vehículo junto a ellos.
—¿Entradas?
—¡En mi bolso!
—¿Pasaporte y pasajes?
—¡Guardados en mi banano! —Eli se levantó el borde de la sudadera Gap que traía puesta, revelando un pequeño bulto bajo su playera.
Sasha rio.
—Estoy bastante segura que eso va sobre la primera capa de ropa —dijo, mirando con divertida desaprobación a Eli. Pero ella solo se limitó a sonreírle de vuelta.
—No hay reglas para vestir.
—Por supuesto que sí, cariño —terció Amy—. Y un banano las infringe todas. ¿Tanta ropa bonita y decides arreglarte para ir al gimnasio?
—Es mi cumpleaños, si quiero puedo ponerme una bolsa de basura como vestido y un sujetador de sombrero —le respondió Eli con las manos sobre sus caderas.
—Amén —dijo Kevin. Se arrodilló frente a Eli y le tomó la mano con suavidad—. Hoy estamos para serviros dulce anciana. ¿A qué hora desea su siesta? —Le besó la mano—. ¿Antes o después del bingo?
—¡Soy un año menor que tú!
—Exacto, y ayer eras dos años menor —le respondió tumbado en la calle con una radiante y burlona sonrisa—. Estás envejeciendo, amiga. Pronto ya ni siquiera serás una amenaza para mí.
—Ese día no será hoy, Kev.
Sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre el chico de cabello castaño y, luego de años de práctica, logró sentarse sobre su abdomen, y atacarlo en las axilas. Kevin intentó zafarse de la chica, pero Eli no se rendiría así de fácil. Le hizo cosquillas en el cuello, y cerca del ombligo; Kevin reía con desesperación, la típica risa que utilizaba cuando su mejor amiga lo estaba atacando a cosquillazos.
—¡Para, Eli! ¡Para! —gritaba entre risas y lamentos.
—Eso fue por decirme vieja —explicó Eli, acabando con la tortura.
—Vas a matarme mujer —dijo al recobrar el aliento, aun en el suelo.
—Ya levántate, mariposita —le exigió Amy rodando los ojos—. A veces olvido que el único hombre del grupo es Zack.
—Hablando del Rey de Roma —intervino Sasha—, él ya debe estar en el aeropuerto, será mejor que nos demos prisa.
Ambas rubias subieron a la limusina junto a ellas. Eli, luego de ofrecerle la mano a Kevin para levantarse y soltársela para que cayera, hizo lo mismo que ellas. El muchacho, ya sin dignidad fue el último en sentarse. El chofer cerró la puerta, ignorando toda la guerra previa a ese momento (sí, Antonio estuvo de pie, mirando toda esa escena de tortura hacia el chico y no hizo nada. Pero para ser sinceros, a nadie le caía bien Kevin).
Durante los cuarenta minutos que se tardó la limosina en llegar al punto de encuentro, Eli y Kev se pasaron la mitad del tiempo tratando de matarse de cualquier forma posible. Como hacen los mejores amigos de verdad.
—Sigan así, chicos. A este paso tendré que hacer un vídeo de más de 10 minutos de ustedes actuando como dos caníbales —dijo Amy, sin bajar el iPhone que los apuntaba.
—Invadir la privacidad de alguien es ilegal, hermana.
—Ser aguafiestas también.
—Eso no es cierto.
—Pues debería —comentó Kev, empujando a Eli, pero ella lo agarró del hombro y lo atrajo hacia sí para pasarle la lengua por toda la cara.
—¡Elizabeth, eres asquerosa! —se quejó Kev, limpiándose el rostro con la manga de su camiseta.
—Por ti soy lo que quieras, bombón —Se pasó la lengua por los dientes, a la vez que le guiñaba el ojo de manera coqueta.
—Estás loca, Scott.
—Por ti, ¿quién no, Guapetón?
Ambos chicos estallaron en carcajadas.
Desde pequeños se habían comportado como un par de retrasados cuando estaban juntos. Claro que, Zack siempre se molestaba con ellos diciendo que eran unos inmaduros. Y tal vez lo eran, pero a ninguno de los dos le importaba. Podían pasar horas actuando así, y luego reírse como si la vida no se trata de otra cosa.
Eli apoyó la cabeza en el hombro de Kevin y cerró los ojos. Este le acarició el cabello hasta que la chica se quedó dormida. Tal vez había cumplido quince años, pero dormía como un bebé.
—¿Y si le dice que no? —preguntó este una vez que se aseguró que no podía oírlo.
—Es obvio que se gustan—dijo Sasha con la vista perdida más allá de la realidad—. Le aceptará sin dudar.
—Lo sé. —Kevin suspiró.
—Yo creí que no te importaba —agregó Amy—, que solo es tu amiga.
—Es mi hermana —le corrigió Kevin—. Y Zack... es mi hermano. Lo son todo para mí, ustedes cuatro son mi familia.
—Deberías hablarlo con él —le contestó Amy—. Decirle que no quieres perder a ninguno de los dos.
—Pero quiero que sea inmensamente feliz con Eli, incluso si para eso debo alejarme un poco. Es solo que no estoy listo para dejar de ser importante en la vida de mi mejor amigo.
—¿Quién diría que tendrías corazón, Kevin? —Sasha rio.
—Se lo robé a una princesa que huía de un viejo en medio del bosque, después me tiré al cadáver—Le chocó el puño a Amy.
—Yyyyyyy... lo perdiste.
Eli bostezó.
—How Snow White should have ended —dijo abriendo los ojos.
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Los dedos de Zack temblaban; las piernas, le pesaban; los hombros, tensos; su cabeza, a punto de salírsele del cuello. Se la imaginaba descendiendo por sus brazos y rodillas, para terminar huyendo de la situación en la que se encontraba, llevándose todos los pensamientos y angustias de Zack consigo.
—Hoy es el día —dijo en voz alta mirando el estuche de guitarra que ocupaba como apoyo.
Entre angustiado y ansioso, sacó su teléfono para ver la hora: 11:11; hora del deseo.
Eli no tuvo que girar la cabeza para buscar a uno de sus mejores amigos. En cuanto entró al aeropuerto lo vio. Cabello oscuro, cuerpo de deportista. Guitarra en mano.
—¡ZACK! —gritó.
El chico ya la había visto, quizá mucho antes de que entrara; dejó su instrumento apoyado en la maleta y recibió a Eli con un gran abrazo. La estrechó como si no se hubiesen visto hacía meses; jugó con sus rulos y le dio un largo y tierno beso en la cabeza.
—Feliz cumpleaños, Eli.
Ella no le respondió enseguida; se sentía cómoda bajo los brazos de Zack, con la cabeza sobre su pecho. Dios cómo había extrañado a ese tarado.
—Te eché de menos —dijo finalmente apartándose de su amigo.
—¿Ah, sí?
—Sí, mucho. No vuelvas a irte de vacaciones sin nosotros, estúpido. —Le sacó la lengua—. O te quedarás sin compañera de conciertos...
Su amigo puso cara de espanto, pero no tuvo suficiente tiempo para responderle, porque Kevin y las mellizas fueron a su encuentro.
—No te lo quedes todo para ti, Eli —bromeó Amy, dándole un codazo.
Sasha se acercó y lo saludó con la mano. Ella nunca daba besos, ni siquiera si se trataba de uno en la mejilla.
—¡Zack, hermano! —Kevin y él se abrazaron con la mitad del cuerpo; ambos se dieron fuertes palmadas en la espalda—. Si vuelves a hacer un recorrido Asiático sin nosotros, te....
—Tranquilo, ya lo tengo amenazado. —Eli rodeó a Kevin con un brazo, y acomodó su cabeza sobre el hombro de su amigo.
Zack se los quedó mirando por lo que pareció más de un minuto; tosió muy fuerte para llamar la atención, pero aparte de eso, no dijo nada. Pasaron varios segundos.
—Me tiré a Blanca Nieves en el camino —dijo Kev a la ligera. Zack le chocó los cinco.
—Será mejor que empecemos a movernos o se nos irá el avión —comentó Amy, luego de haber compartido una mirada con Zack. Eli no pudo descifrar qué estaban diciéndose.
—Te veremos en la tarde, ¿no? —quiso saber Sasha luego de haberse callado por un largo rato.
El chico de la guitarra le asintió con una gran sonrisa, provocando a la gemela agachar su cabeza por un instante.
—¿Cómo que no viajarás con nosotros? —le preguntó Eli apartándose de Kevin.
—Tú reláááájate, hermanita. El joven Anderson debe hacer una paradilla antes —dijo Kev guiñando el ojo.
—Y tú estás cada vez más afeminado, Kevin —le respondió Amy alzando las cejas—. Vamos Eli. Estoy segura de que sobrevivirás sin tu amigo por unas horas hasta llegar a Orlando.
Así fue.
Los cuatro tomaron el avión correspondiente, y Eli realmente no supo qué pasó durante ese vuelo, porque en cuanto su cabeza rozó el asiento, se quedó profundamente dormida hasta que Sasha la despertó con un suave susurro. Solo entonces se dio cuenta que se había perdido todas las anécdotas que se cuentan una y otra vez hasta que ocurra una más interesante en alguna otra salida en grupo.
Mientras caminaban en dirección a sus maletas, Kevin narró cómo unos terroristas habían intentado suicidarse, apretándose un botón que los haría explotar no solo a ellos, sino a todo aquel que viajara en el avión e, incluso, al mismísimo medio de transporte aéreo (y de fábrica americano por supuesto, de lo contrario, habrían dejado el avión en paz); le dijo que las azafatas salieron en defensa de los pasajeros vestidas igual que ninjas, tenían cuchillas y navajas dentro de todos los lugares menos pensables, tanto de su cuerpo, como del mismo avión. Y, en menos de un minuto, la rubia de ojos celestes había cortado las malditas cabezas de ambos sujetos. Todos a bordo les aplaudieron, en especial a esa rubia salvadora.
Obviamente, Eli no pudo hacer nada más que partirse de la risa. Se había imaginado toda esa escena de acción gracias a la detalla narración de Kevin. Y no cualquiera es capaz de inventar una situación falsa de manera tan creíble. Hasta Amy se rio, y eso que confesaron haberla pensado juntos. Claro que ella no dijo nada, pues todos sabían que las mejores y más descabelladas historias eran contadas por Kev.
—Ustedes están cada vez más descontrolados —sentenció Sasha con la vista fija en la cinta negra de la gran rueda metálica que transportaba el equipaje. Al hallar su maleta, intentó levantarla con ambas manos, pero era una tarea sin sentido: estaba muy pesada para su menuda contextura—. ¡Un poco de ayuda, por favor!
Ambas chicas, cuyos equipajes estaban ya bajo su poder, miraron a Kevin, también listo.
—Sé hombre por una vez, ¿quieres? —le dijo Amy rodando los ojos.
Cuya traducción en lenguaje Sasha sería algo como: "Ayuda a mi melliza, cuya fuerza no es suficiente como para cargar su maleta, a sacarla de la máquina y entregársela. Pues eres un hombre más alto, y un año mayor, por lo que tu musculatura y fuerza es biológicamente superior a la de ella."
Era increíble pensar que ambas chicas provenían de la misma madre y del mismo padre.
—Muñequita, es para hoy. —Eli chocó la cadera con la de Kev.
El chico la empujó antes de acercarse a Sasha y, jurándose todo un semidiós griego, bajó la maleta de la chica.
—A veces miro a Kevin, y lloro en silencio por la chica que llegue a ser su novia —comentó Eli.
—Mis condolencias a esa pobre alma desgraciada —estuvo de acuerdo Amy.
—¿Nos vamos? —preguntó Sasha llegando al encuentro de las chicas con una gran sonrisa.
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¿Escenario? Preparado. ¿Luces? Encendidas. ¿Guitarra? Afinada. ¿Música? Seleccionada. A pesar de que todo estuviera listo, Zack no paraba de morderse las uñas. Es más, la sola idea de que ya no quedaba tiempo de espera, lo ponía aún más nervioso.
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Ya instalados en el hotel al interior de Disney, no quedaba más que decidirse por un parque. Tarea que obviamente, no sería sencilla.
—¡Epcot center!
—¡Animal Kingdom!
—Alto, alto par de rubias —las calló Kevin alzando la mano—. La cumpleañera decide. —Eli le sonrió—. Adelante, Ariel, diga su elección.
—¡Hollywood Studio! —gritó emocionada.
Kevin echó la cabeza hacia atrás, como si hubiese escuchado mal. Amy y Sasha solo compartieron una mirada cargada de preocupación, a la que segundos después se unió Kevin.
—¿Qué? —Se quejó Eli.
—Deee acueeeerdo. Debido al pésimo gusto de nuestra cumpleañera, me tomaré la libertad de decidir por ella. —Hizo un pausa dramática—. Magic Kingdom. Fin de la discusión.
—Ese es el mejor, quería visitarlo de último.
—Una pena, la vida está llena de decepciones —le dijo Amy.
Eli, un tanto a regañadientes, se puso de pie y siguió a sus amigos hasta el pasillo. Los tres esperaron a que Sasha examinara la habitación en caso de que algunos de ellos se hubiesen olvidado algo importante. Pero la melliza volteó y negó con la cabeza. ¡Hora de Magic Kingdom! Bajaron las escaleras, y se detuvieron por un instante frente al ascensor. La melliza más alta se limpió el sudor de las manos en su falda, y se dirigió a sus amigos.
—¿Creen que ya deberíamos...? —inquirió, un tanto dudosa, y sin acabar la frase.
—Devil me dejó con serias secuelas —comentó Eli sacudiendo la cabeza.
—Jamás volveré a pisar un ascensor en mi vida —sentenció Kevin. Luego se alejó.
—Solo era una propuesta. Bonito trío de cobardes —suspiró Amy.
Bajaron las escaleras con dirección al vestíbulo del Resort sin que nadie los interrumpiera. Se sentían libres como nunca creyeron poder llegar a sentirse los cuatro juntos. Al parecer, los residentes del estado de Florida no estaban demasiado interesados en saber sobre las famosas mellizas Thompson, o del hijo adolescente de la espectacular pareja de actores Stevens. Tal vez, ese gran milagro era obra de los padres de los chicos, que contrataron guardaespaldas para que vigilaran a sus pequeños mientras se encontraban a miles de kilómetros de su hogar. Pero ellos no iban a permitir que un montón de hombres y mujeres con gafas e intercomunicadores inalámbricos les arrebataran el sueño de la normal vida privada, que sabían que nunca tendrían.
Amy se acercó al gran mostrador del lobby a pedirle al recepcionista una limusina. Ordenarle, mejor dicho, Amelia Thompson nunca pedía algo, ella simplemente decía qué quería y el resto de las personas debían conseguírselo.
Mientras el resto de los chicos esperaba a su amiga, Eli sacó su iPhone del bolsillo para revisar sus mensajes (para ser honestos, ella solo quería ver si Zack le había escrito algo). Estaba por desbloquear la pantalla del aparato cuando se dio cuenta que tenía un mentón sobre el hombro. Así que, como la dama que fue criada, se dio rápidamente vuelta y le lamió toda la cara al metiche de Kev.
—¡Deja de pasarme la lengua por la cara! —le gritó el chico asqueado.
—¡Entonces para de mirar mis conversaciones!
Una suave risilla intervino; Sasha, sin poder parar de sonreír, agachó la cabeza para poder reírse más libremente. No se trataba de una risa burlesca o cargada de maldad, no. Era alegre, amable y delicada. Justo como ella. Eli realmente quería a Sasha, no podía imaginar su vida sin su amiga. O el grupo, sin su Pepe grillo.
—Son unos locos de remate —dijo alzando la cabeza; tenía las mejillas coloradas y los labios rojos debido a su ataque de risa. Su piel blanca siempre le enrojecía cuando reía... o lloraba.
—Pero somos tus locos favoritos. —Eli le guiñó el ojo.
Kevin no comentó nada, se concentró Amy, que volvía al encuentro de sus amigos. Le alzó la ceja cuando lo vio de frente. Sin mayor vergüenza, ladeó la cabeza y le dijo:
—Estás cubierto de baba.
—Culpa a la cumpleañera —se defendió el chico cruzando los brazos.
Amy cerró los ojos un momento.
—Elizabeth: lamer la cara de alguien te convierte en un animal. ¿Es que lo quiere es ser la perra de Kevin o qué?
—¿Por qué mejor no te vas y te atragantas con el pene de algún chico que esté bueno? Todos saben que en un grupo de amigos, la perra es una sola. Y tú te ganaste ese puesto hace tiempo. —Eli se puso de pie y señaló la salida. Ninguno de los chicos dijo nada—. ¿Vienen o qué? Zack de seguro debe haber gastado una fortuna en esto y no pienso desaprovecharlo ni un segundo.
—Adoro cuando la Ariel canta —admitió Kevin, chocándole los cinco.
Se bajaron luego de una corta distancia hasta el parque. Había muchísimas atracciones que ver, pero por alguna razón, sus tres amigos insistieron en ir al castillo, porque la presentación estaba a punto de comenzar. Eli, emocionada y algo ingenua, les creyó y siguió.
Tenía que relajarse. Si no lograba calmarse, la guitarra se le resbalaría de las manos ya completamente llenas de sudor por el pánico escénico que estaba sintiendo. Y eso que aún ni salía a escena.
La gente parecía aguardar por un concierto. Tantas personas... ¿siempre se reunía esa cantidad de turistas frente al palacio? ¿O se trataba de un evento especial? Eli estuvo por preguntar, cuando la conmoción del público la distrajo; una cantidad indescriptible de globos flotaron hacia el cielo desde el techo del palacio. Amarillos, justo como...
Las linternas, exactamente iguales a las de la película Enredados, ya habían sido liberadas. Poco a poco, el día se iba oscureciendo más, dándole el merecido protagónico a esas pequeñas "luces flotantes" que Eli tanto adoraba.
Se dio vuelta para ver a los chicos, pero ellos simplemente le sonrieron con culpabilidad. Kevin se encogió de hombros, Sasha le regaló una lágrima, y Amy solo le pidió que se diera vuelta hacia el escenario, dónde un reflector apuntaba justo al centro.
Entró en el tubo y habló por el micrófono.
—Elizabeth Scott, ¿quisieras acercarte al escenario?
Y fue su voz lo que la hizo entender todo.
Ascendió dentro del medio cilindro, asustado y ansioso, hacia la superficie, donde más de 500 personas lo estaban observando en ese preciso momento.
Pero a él solo e importaba una.
Sonrió al cruzarse con ese par de ojos verdes. Sonrió y no pudo dejar de sonreír, lo intentó pero eso sirvió únicamente para que se riera de manera nerviosa. Para de sonreír, detente. Te ves como una estúpida, por favor para... vas a espantarlo. Le sonrió aún más y, al ver el brillo en los ojos de ese chico, que tampoco podía dejar de mirarla, se dio cuenta que estaba loco. Estaba igual de loco que ella por él.
Pero él estaba loco por ella.
—Feliz cumpleaños, Eli.
Abrió la boca al mismo tiempo que su mano bajaba delicadamente por las cuerdas. Era una hermosa canción, de una hermosa banda. Y la estaba cantando solo para ella.
—"If I don't say this now I will surely break. As I'm leaving the one I want to take. Forgive the urgency but hurry up and wait. My heart has started to separate".
Con una sonrisa, la miró directamente a los ojos.
Eli sintió su pecho abultarse. Latiendo con fuerza, tratando se salirse. Sabía lo que vendría, conocía la canción cómo a su propia casa.
Vio a su mejor amigo cada vez más borroso, hasta que las lágrimas de emoción no dejaron ver nada más.
—"Oh, oh, be my baby".
Sí.
—"Ohhhhh Oh, oh. Be my baby".
¡Sí, sí sí!
Zack bajó por la escalera al costado, sin dejar de tocar la guitarra en ningún momento. Caminó hasta su mejor amiga, que se le acercaba con los ojos llorosos y una sonrisa que jamás creyó poder crear en su rostro. El rostro más bello que él conocía. Y lo tenía ahí mismo, sonriéndole.
Se preparó para la última rasgada.
—"I'll look after you" —pronunció con el micrófono apagado. Nadie salvo ellos dos necesitaba oír eso.
Eli se frotó los ojos, riendo con una felicidad que nunca nadie le había hecho sentir.
—¿Me darías el enorme placer de...?
—¡Sí, sí, sí, por supuesto que sí tarado! —Le sacó la guitarra que llevaba colgada y el micrófono inalámbrico para plantarle un beso que por años anheló compartir con él—. ¿Planeaste un viaje a Disney, lanzaste las luces para Rapunzel y te subiste a cantarme solo para pedirme que fuera tu novia? —le preguntó riendo.
Zack se revolvió el cabello.
—Qué te digo, la vida en la friendzone es dura. Te obliga a ser creativo.
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