Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🌠Capítulo 21: Un lugar para descansar🌠

26 de octubre de 2013


Cada célula del cuerpo de Lauren gritaba en agonía. Se sentía destruida, como si un grupo de asaltantes la hubiera machacado a palos hasta dejarla moribunda.

Se examinó con dificultad; le costaba mucho esfuerzo alzar la cabeza, y más aún girar el cuello.

No tenía una sola herida. Aquello la relajó lo suficiente como para pasar al siguiente dilema: ¿Dónde estaba? Había sido cruelmente empujada por un misterioso Paciente hacia la nada misma. Creyó que le esperaba la muerte, pero no.

Lauren palpó la superficie y se encontró manoseando césped mojado por el rocío. El tacto era lo único que le permitía averiguar donde se encontraba, ya que, sin contar la escaza luz proveniente de la luna, no había más que negro y silencio. Al fin, noche. Oscuridad, privacidad...

¡¿Podía sentir?! ¡Acaba de tocar la hierba! ¡Sintió el agua entre sus manos, el lodo entre sus dedos, y la aspereza de las hojas caídas!

Una fresca ráfaga de viento le azotó el rostro, recordándole que traer puesta solo una blusa en la noche no es una idea muy inteligente. Sobre todo en Seattle. ¿Acaso había Canalizado a su Vida Terrestre? Estaba segura que sí, reconocería el clima otoñal de su ciudad natal donde fuera.

Lauren comenzó a sentir cómo los grados bajaban; le castañeaban los dientes, y a medida que pasaban los segundos, el frío ingresaba en su cuerpo como si hubiese sido invitado, arremetía contra sus huesos y fluía junto a su sangre, provocándole escalofríos. Sentía una fina capa de hielo expandirse a lo largo de su espina dorsal.

Suficiente. Tenía que hacer algo. No podía quedarse echada sobre el césped quién sabe dónde, esperando que una solución cayera pegada a un paracaídas, o atada a una paloma mensajera. Lauren estaba sola, y nadie iría a ayudarla. O tal vez sí, pero ni soñando se quedaría como una princesa en una torre, haciendo señas con un pañuelo para ser rescatada. Esa era una de las principales razones por las cuales amaba a Mulán, y odiaba a la gente que decía que era una princesa Disney.

Lauren, concéntrate, se dijo con aspereza. Deja de divagar y levántate.

Las órdenes se oyen mucho más sencillas que la acción en sí, porque mientras se exigía e insultaba con el propósito de levantarse, su cuerpo no le obedecía. Estaba demasiado adolorida para moverse. Apenas sí podía pensar con claridad. ¿A qué se debería que se sintiera así? ¿Debido a que cayó miles de metros? Muy posible. Sin embargo, Lauren estaba segura que esa no era la razón, porque de serlo, le dolería, como una caída debía doler.

Desde pequeña había aprendido a andar en bicicleta, y poco tiempo después, Dylan le había enseñado a andar en skate y ella en patines. Lo que en otras palabras quería decir que Lauren creció cayéndose y levantándose de cerros, colinas, escaleras, barrancos, etc., y sabía perfectamente cómo debía doler una caída. Lo que Lauren estaba sintiendo en ese momento, era un fuerte dolor en la mejilla. Es decir, además de tener la sensación de haber sido triturada por una máquina para carne, una constante punzada en su pómulo derecho era lo que más destacaba, como si alguien la hubiera abofeteado justo al caer. No, no era un golpe de estamparse el rostro contra lo que sea que fuese la superficie donde se hallaba. Aquello le recordó a la vez que Grace la golpeó ¿Pero cómo era eso posible? ¿Cómo le podía recordar el dolor que estaba sintiendo a la bofetada de Grace? En ese entonces, a Lauren no le había dolido. Claro, porque no podía sentir... pero... ahora... sí.

Ahora podía sentir todo lo que no había sentido durante casi un mes terrestre.

En ese entonces no.


,


Indeterminado

—¿Dónde estamos? —preguntó John al abrir los ojos.

Cerrar los ojos es una forma de no enfrentarse al panorama que se te viene encima, John. No huyas.

—En Polos Opuestos —contestó Grace—. Necesitábamos alejarnos de Patrick y Lisa. Aquí podremos planear qué hacer para encontrar a Lauren.

John centró tu atención en el paisaje; se habría desmayado de no ser porque tenía pequeños fragmentos de memoria de cómo era la nieve. Exactamente igual que como la contemplaba en ese momento. Blanco por todas partes. Al extender la vista, se podían divisar montes de todos los tamaños, tanto cubiertos con nieve, como hechos de ella. No obstante, algo no encajaba bien allí, el lugar parecía mal diseñado. Creado sin mucho entusiasmo. Solo era nieve. Por todas partes, ni árboles ni plantas, ni nada.

—Qué lugar tan extraño —comentó.

—Y se pondrá aún más raro si no nos vamos pronto —le contestó Grace mientras se ajustaba el cordón de sus zapatillas—. Estamos en uno de los Cětari Kosmos, lo que significa que no es seguro.

—¿Qué podría hacernos un montón de nieve? Literal, Grace. —Señaló el horizonte con el dedo—. No hay nada más que nieve.

—Motivo suficiente para irnos —declaró la chica enderezándose.

Justo en ese momento, una estruendosa sacudida logró que ambos cayeran al suelo. Era un sonido de ultra tumba, como si el terremoto tuviera voz propia y estuviera gritando, no, riéndose. John trató de levantarse pero sus pies estaban atrapados en la nieve, igual que en arena movediza. Cada vez que lo intentaba, más se hundía. Sin mencionar que era prácticamente imposible debido a que la tierra giraba como si quisiera salir disparada.

—¿¡Qué sucede, Grace?! —gritó John.

—¡Agárrate de mi mano! —exclamó ella, el ruido (proveniente de quizás dónde), dificultaba la comunicación, por lo que alzar la voz era la única opción.

John comenzó a arrastrarse lo más rápido que pudo. Grace estaba tan cerca, pero a ese paso no llegaría nunca...

—¡Apresúrate, maldita sea!

—¡Eso hago! ¿Cuál es el problema con que...?

Antes de que John dijera "me demore", sus ojos visualizaron el suelo. El suelo, que cada vez tenía menos nieve. El suelo, que se estaba derritiendo, a la vez que se trizaba el... ¡Que se trizaba el hielo! ¡Estaban sobre hielo! Una crujida, y otra crujida, mientras más reptaba, más grietas salían, él las veía, estaba junto debajo. No llegaría, no llegaría. Vamos, vamos, él podía hacerlo. Había pasado por mucha mierda durante los diecisiete años de condena, vida, y no iba a tirar por la borda todo su esfuerzo ahora.

Un gritó interrumpió su monólogo interno. Su gritó.

El hielo se había quebrado. Él estaba cayendo.

—¡Si sobrevives te mataré! —chilló Grace.

John vio su silueta lanzarse por el agujero justo después de él.


,


26 de octubre de 2013

Bofetada, caída, raspón, hematoma, cansancio, brazo roto; la lista seguía y seguía sin ninguna intención de detenerse. El dolor es mental, se repetía Lauren mientras las lágrimas caían. No es real. Con la ayuda de ambas manos, hizo fuerza para levantarse. Requirió de un dolor de cien huesos quebrados. Ya había comprendido que cualquier movimiento que hiciera en ese lugar le traería consecuencias desgarradoras, pero decidió que valía la pena. No iba a quedarse tiraba llorando por lo miserable que era su vida.

Un paso, una lágrima, otro paso.

Tenía que descubrir dónde estaba con exactitud. Y después, hacer un plan para volver. A fin de cuentas, podía Canalizar, solo tenía que pensar el lugar al que quería ir y...

No lo había hecho. ¡Había olvidado el único paso que tenía que hacer para poder viajar! ¿Cómo es posible que haya olvidado el único paso de la Canalización? Estúpida, estúpida, estúpida, estúpida, se regañó a la vez que se golpeaba la frente con la palma de su mano. Curiosamente, aquello no le causó molestia. Como si el dolor sacara número y esperara su turno para atormentarla. Pero eso no era lo que importaba, sino ¿dónde diablos se encontraba si no había pensado en un lugar a dónde ir? De hecho, tal vez ni siquiera había Canalizado. Solo asumió que lo había hecho hasta su Vida Terrestre debido al viento frío que creía reconocer. Pero, ¿qué es lo que había ocurrido realmente? Lauren repasó mentalmente: Canalizó (por confirmar), luego desapareció Patrick, y luego el Pueblito; se acercó a un acantilado donde fue arrojada por alguien, y cayó.

Y vio a su madre.

Estoy en casa ¡estoy en Seattle!, se alegró Lauren. Era la explicación más razonable, porque, aunque no pensó en un lugar, sí pensó en una persona. De seguro no estaba demasiado lejos de casa. Lo que significaba que su madre estaba viva. Bueno, así funcionaba todo en la cabeza de Lauren. Aunque el dolor le impedía pensar con claridad.

Un paso, una lágrima, otro paso. Un paso, una lágrima, otro paso. Y de nuevo... Y así sucesivamente, hasta que un montón de hojas aplastadas cortó el silencio.

—¡Eh! ¿Quién anda ahí? —La voz anciana fue rápidamente opaca por los graves ladridos de un perro—. ¡Dije que quién anda ahí!

¿Por qué diablos no había gritado Lauren por ayuda antes? La voz se fue acercando, y junto a ella, una luz. Una luz de linterna que le proporcionaba una ligera idea de dónde se encontraba. Lo primero que vio Lauren fue el suelo, y confirmó que se trataba de césped, luego la luz fue ascendiendo hasta que iluminó un gran y frondoso árbol, y al bajar la luz, Lauren descifró que había una banquita. Lo más probable es que se encontraran en un parque privado.

—¡Te encontraré aun si te ocultas! —gruñó el abuelo—. ¡Y no será bonito, ya verás!

Sí, bueno, tal vez él no era el mejor candidato para ser su héroe al rescate. Quizá culparía a Lauren de allanamiento. Prefirió apresurarse y ocultarse detrás de otro árbol que fue mostrado por la linterna. ¡Cuánto le dolió llegar allí!

Se hizo un ovillo, y apoyó la cabeza sobre las rodillas. Ningún paso, muchas lágrimas, siguió quieta. Se llevó el puño a la boca para morderlo, y morderlo, hasta que sintió los dientes atravesar la piel y la sangre cálida resbalándose por el brazo. Ya le dolería, pero por ahora, necesitaba seguir el camino de la luz, y no ser encontrada por ella.

—¡Ajá! —gritó Anciano, muy muy lejos del escondite de Lauren. ¿O sea que no era ella el objetivo del hombre?—. ¡Así los quería agarrar!

—Maldición, Klaus, larguémonos de aquí.

—¡Corran, corran!

—¡Que no los atrape! —ordenó una voz que se le hizo muy familiar.

Seis chicos de no más de quince años, pasaron corriendo junto a ella con palas y bolsas grandes de basura. Llevaban casi todos abrigos con capucha para ocultar su rostro. El único chico sin protección resultó ser el compañero de clases de Lauren, Logan. Ambos compartieron un segundo de contacto visual, pero fue interrumpido por un chico que, con brutalidad, lo empujó para que se apresurara.

—¿Qué esperan? ¡Muévanse! —exigió el adolescente que iba a la cabeza del grupo.

—¡Largo de aquí antes de que llame a la policía! ¡En mis tiempos los jóvenes respetaban a quienes alguna vez lo fueron! —rugió el hombre corriendo tras los chicos, Lauren no pudo contener la risa; jamás los alcanzaría—. ¡Fuera!

Las risas, los gritos de adrenalina y uno que otro insulto a causa se iban haciendo más difíciles de oír, hasta desaparecer en la oscuridad, llevándose el bullicio que ellos mismos habían traído.

—Malditos niños malcriados —oyó Lauren al abuelo, demasiado cerca—. ¿No te parece, Torvaldo? —El perro ladró—. ¿Qué esperarán obtener? ¿Un cadáver como decoración de Halloween?

Lauren salió lentamente de su lugar de escondite. Avanzaba en cuatro patas, porque las fuerzas no le alcanzaban para volver a levantarse. De cualquier forma, su andar no llevaba a ningún lado. Se sentía perdida y aterrada...

Lauren se detuvo, o más bien fue detenida por una roca. Estaba fría y lisa, como si hubiese sido pulida. La palpó con el fin de averiguar más sobre el peculiar objeto. Pero no fue necesario, porque la noche se hizo clara. A su alrededor vio cómo la calle se iluminaba, o mejor dicho, los postes de luz iluminaban la calle y un poco más. Los carteles de varias tiendas volvían a encenderse, y todo lo que la rodeaba adquiría color, forma y sentido.

—¡Ya era hora de que arreglaran ese infernal apagón! —dijo el anciano. Estaba justo frente a Lauren, pero no le tomó importancia y siguió andando con su perro, como si no existiera. Este la olfateó y le ladró a su amo, pero fue ignorado.

Lápidas. Lápidas por todas partes. Únicamente lápidas, grises y frías como rocas, pero arregladas para darles un toque. No fue una roca lo que la hizo chocar, sino una lápida.

Lauren leyó el epitafio:

Katherine Hannah Oak

1972 — 2013

Amada madre, esposa e hija

Cayó al suelo, destrozada.


,


La paciente insiste con mantener su información secreta

—La próxima vez, te dejaré caer, por idiota.

—¿No estoy muerto? ¡No lo estoy! —gritó John eufórico, comprobando que todos los huesos de su cuerpo estuvieran donde debían estar.

Grace se cruzó de brazos y le rodó los ojos.

—Por supuesto que no. Pero estuviste a punto; la próxima vez veré como caes al vacío y no haré nada para evitarlo ¿está claro?

John no le respondió enseguida, se dedicó a contemplar el lugar, que era mucho más normal que el otro Mundo; grandes edificios y rascacielos iluminaban la noche con carteles neón. Aquel lugar, si bien urbanizado, seguía siendo una novedad para John, puesto que él solo conocía Pueblito y quizás algunos recuerdos de su Vida Terrestre. Grace no estaba segura qué cosas sabía él de su vida con Lauren. Pero no le importaba demasiado, no es como si ella fuera un libro abierto con él. O con alguien. O consigo misma.

—¿Estamos en Metrópoli? —quiso saber John.

—Exacto. Aquí estaremos más seguros. —Suspiró, liberando todas las preocupaciones que la atormentaban—. Por un segundo creí que no lograrías salir.

—¿Te preocupé? —John sonrió—. ¿Grace tiene alma?

Grace lo empujó, tratando de mostrarse seria, pero no pudo evitar reír. A veces, ser feliz no era imposible. No parecía una fantasía lejana, ni algo que envidiar del resto.

—¿Crees que te habría dejado morir? —le preguntó, dándole un codazo.

—Tenía mis dudas. —John se encogió de hombros.

—No hablas en serio.

—Contigo nunca se sabe —dijo John sonriendo, como restándole importancia.

—Eso es cierto —estuvo de acuerdo Grace—. Así que déjame explicarte algo. Puede que me vea como alguien que odia al mundo, porque lo odio. Pero no a la gente que vive en él, por muy irritante que seas, casi me agradas.

—Tranquila, puedes guardar tu máscara de plomo anti-sentimientos, no tiene nada de malo mostrarse contento de vez en cuando.

—Tienes razón. Pero tampoco es sano engraparse ambas puntas de los labios para sonreír todo el día. El que veas el mundo color rosa no significa que lo sea.

—Prefiero soñar a vivir algo que no quiero.

—Las pesadillas también son sueños.

John se pellizco la nariz, siempre que estaba frustrado lo hacía.

—Y yo que creí que te habías quitado el disfraz.

—Sí, bueno, la vida está llena de decepciones. ¿Listo para salvar a tu noviecita o qué? Este no es momento de descansar, así que es hora de movernos.

Grace odiaba a todos Canalizar. Tal vez viajar a los otros Mundos, y tener tiempo para pensar sonaba agradable, pero no valía la pena el riesgo. Ella casi nunca sabía a donde llevaba la Canalización. Si quería ir a su Vida Terrestre, podía pensar en un lugar o persona, y aparecer allí. En el mundo de Coma, en cambio, era distinto. Tú no decidías, solo podías sugerir el destino y esperar a que el universo conspirara a tu favor. Pero Coelho se equivocaba, porque este no se interesaba en ti.

La Canalización era cruel y siempre te transportaba a los Mundos más peligrosos, donde se podía morir en menos cinco minutos. Que es justo lo que casi le ocurre a John. De no ser porque ella se arrojó por el agujero para transportarlo a otro Mundo, él habría quedado como un Vegetal, o peor, su cerebro habría muerto, lo que significa una desconexión casi automática, y por consecuente, la muerte.

Lo había salvado, pero no se sentía victoriosa ni feliz. Era un triunfo amargo, con gusto a metal. Tal vez porque no quería que él viera a Lauren... ¿Qué pasaría si la chica moría? Grace no sería capaz de soportar ver a John destruido. Él era demasiado frágil, demasiado puro; igual a Lisa. Ninguno de los dos se había enfrentado a la vida. A la que te apuñala por la espalda mientras te abraza.

—Grace. —John la sacudió con suavidad para llamar su atención—. No tengo ninguna intención de ser tragado por la tierra otra vez. Quiero encontrar a Laury, ¿qué tenemos que hacer para hallarla?

—Primero que todo, saber dónde está —dijo ella con una sonrisa burlona.

John no se lo tomó tan bien como Grace creyó que lo haría.

—¡Ninguno de nosotros sabe! —exclamó John descontrolado. Grace nunca lo había visto así—. ¡Dijiste que podías llevarnos hasta ella! —Se cubrió el rostro con las manos, respirando de forma agitada.

—John, tranquilízate. Era una simple broma. —Grace le dio una palmadita en el hombro para tratar de consolarlo—. Vamos a encontrarla, solo necesitamos saber en qué parte de Seattle vive. ¿Tú lo sabes?

El chico se sorbió la nariz.

—Lo siento, lo siento. —John negó varias veces con la cabeza—. Lo lamento, de verdad, lo lamento. —Se apartó las manos y le sonrió—. Claro que lo recuerdo. Vamos a encontrarla, y va a estar bien. Lo lamento de verdad, perdóname.

Grace alzó una ceja, mostrando su confusión. ¿Por qué se estaba disculpando?

—¿Qué te pasa, John?

—Discúlpame, no te preocupes por favor. Busquemos a Lauren, qué digo, ¡encontrémosla! —Se rio—. Sí, sí, todo va a mejorar. Yo estoy bien, no te preocupes —repitió con una sonrisa.

Con que así era John. Mientras que ella esquivaba todo con pesimismo, él lo hacía con alegría. La diferencia era que ella si estaba furiosa con el mundo, John en cambio, no era feliz. Tal vez nunca lo había sido.

—Vamos por tu amiga —le dijo Grace con amabilidad.

Justo antes de desaparecer, Grace se dio cuenta que su amigo se estaba secando una lágrima con la manga de su camisa.


,


—¿Mamá? —susurró Lauren, aferrándose a la piedra pulida.

No le importó sentir cómo se rompía cada uno de sus huesos. Podía desangrarse ahí mismo, ser atravesada por un fierro, o devorada por una manada de lobos. Cualquier cosa le haría sentir menos dolor del que sentía en ese momento. Gritó y lloró, y pateó el suelo sin parar. Golpeó la lápida hasta romperse ambas manos, las gotas de sangre saltaban y manchaban el pasto, su rostro y la maldita piedra perfecta.

—¡No! ¡No puedes irte! ¡Yo te necesito! —le lloraba—. ¡¡Por favor!!

Y volvió a gritar, porque nada tenía sentido. Y volvió a llorar, porque no era justo. Y volvió a patear el suelo porque nunca más abrazaría a su mamá. Nunca más la saludaría, oiría su voz, o recibiría un cálido beso de buenas noches que rechazaba, pero en el fondo, siempre esperaba.

Se tiró de los cabellos, hasta arrancarse varios. No se detuvo. Lloraba tendida sobre el césped mientras se jalaba el pelo con desesperación y negaba con la cabeza. Lloraba, gritaba y se lastimaba. Era un círculo vicioso que no paró durante toda la noche.

Las horas transcurrieron así, hasta que por fin, con los ojos rojos, los nudillos destrozados, los puños llenos de cabello, y todo su ser tiritando por el frío de la gélida noche, cerró los ojos y decidió descansar.

—Perdóname, mamá —susurró con un hilo de voz.

Ni siquiera había asistido a su funeral.    

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro