🌠Capítulo 13: No hay nada más trillado que un cliché🌠
21 días en coma
Los días iban pasando, y Lisa no tenía más remedio que quedarse sentada aguardando por su Estrella, viendo cómo se hacía cada vez más impensable salir de ahí. John y Grace se esforzaban lo más que podían en tratar de que Lisa no se derrumbara. Patrick también ayudaba. Aunque no lo había creído posible, después de esa incómoda, pero cercana conversación bajo el árbol, su conducta se había vuelto casi tolerable.
Lisa se levantó de la cama. En un principio se le hizo extraño irse a dormir a plena luz del día, y despertarse con el mismo sol radiante de hace unas horas. Pero al parecer ya se había acostumbrado.
—Lisa, puedes abrirme, por favor —pidió John con gentileza, desde afuera.
—Pasa, está abierto.
John entró. Tenía una simpática sonrisa en el rostro.
—Grace iba a venir por ti, pero no sabíamos si seguías durmiendo, así que me ofrecí. Te salvé de recibir un jarrón de agua helada.
—No habría sentido nada de todas formas —dijo Lisa con melancolía—. Parece que estaré atrapa aquí para siempre —agregó con un nudo en la garganta.
John se acercó y le acarició la mejilla con cariño. El corazón de Lisa comenzó a latir como un caballo desbocado.
Él solo estaba siendo un buen amigo, como siempre. Pero, ¿era correcto? Pensó en todos los abrazos y muestras de afecto que había compartido con Kevin, mas él nunca le había hecho una caricia tan íntima como esa, no sin preguntarle primero. Lisa le apartó la mano, acto que desconcertó a John.
—¿Qué ocurre, Lisa?
—¿Qué crees que haces? —demandó esta.
—Trataba de consolarte —dijo con sinceridad—. Quería que...
—Tengo novio, John.
—¡No! Yo no pretendía... Quiero decir, no era mi intención que pensaras así. Yo sé que estás con un chico que se llama Zack. Solo quería ser un buen amigo.
—Puedes ser un buen amigo sin invadir mi espacio personal. No te he dado mi consentimiento. —John apartó la mirada de Lisa—. Sé cómo llegar a las Afueras. Gracias por ofrecerte, pero no es necesario.
John caminó hasta la puerta; sus manos se cerraron alrededor del pomo.
—Lo siento, Lisa, de corazón. —La cerró, por fuera.
Lisa se sintió horrible por haber actuado de manera cruel con la única persona que la había hecho sonreír, pero él tenía que entender que ella tenía novio. Estuviera allí o no. Lo volviera a ver o no.
Ella no jamás le había sido infiel (¡los personajes ficticios no contaban!); amaba a Zack. Y de verdad quería a John, pero como amigo. De forma inexplicable, se llevó la palma de su mano a la mejilla, justo donde John le había acariciado. Por un instante, recordó cómo se sentía una caricia en el rostro.
Abrió los ojos desmesuradamente, creyendo entender el porqué de su repentino enfado.
Imposible...
,
La paciente se reserva la información
—¿Por qué John y Lisa se demoran tanto? —quiso saber Grace.
Patrick se encogió de hombros.
—Se deben estar besando. Dales privacidad.
Grace lo miró, analizando cuál forma sería más dolorosa para matarlo. Patrick podía ser muy insensible si quería, o sincero. ¿Es posible decir la verdad sin ofender al otro?
—No es divertido.
—Corrección: no es divertido para ti. ¿No es triste estar enamorado de alguien que nunca te verá de esa manera?
—Triste no. Patético.
—Pero tú nunca le has dicho que te gusta. ¿Acaso quieres que él lo adivine? Te enfadas sin razón.
—No estoy enojada.
—Claro que sí, te irrita que él no se dé cuenta. —Le sonrió triunfante—. Te conozco mucho más de lo que tú crees.
Grace no respondió. John estaba a menos de veinte metros de distancia y no quería arriesgarse a que los oyera.
—¿Dónde está Lisa? —preguntó Grace.
John se acercó. Tenía una mirada algo triste. Algo terrible debió haber ocurrido con Lisa, pues nunca antes lo había visto tan devastado como en ese momento.
—Viene en camino —respondió John sin ánimos de charlar.
—Ya. ¿Pero por qué no está aquí contigo? —preguntó Patrick.
—Porque cree que me aprovecho de que su novio no está acá —masculló John.
—Cabe destacar, que todos lo creemos.
—¡Que no me gusta! —exclamó John frustrado—. ¿Nadie me cree?
—¿Y entonces por qué te importa lo que crea sobre ti?
John pareció descompuesto por la pregunta de Grace.
—¡Porque me cae bien y no quiero que me odie!
—Nadie puede odiarte —declaró Grace—. Sería casi ilegal.
John enarcó una ceja.
—Me refiero a que, mírate, siempre estás andando por ahí con una estúpida sonrisa, viendo el lado bueno de cualquier cosa. Eres como un perrito al que no se puede regañar. Me irrita.
Grace se mordió el labio. Sabía que decirle a John lo que sentía arruinaría la amistad por completo. Él apenas sí la veía como una amiga.
John era uno de esos chicos tiernos y bajitos que todavía no habían pegado el estirón; la clase de hombre que toda adolescente quiere como amigo, no como novio. Ella en cambio, era fría y podía herir los sentimientos de cualquiera. No. Él no podía enterarse, o su amistad se iría al caño.
—Ahí viene —avisó Patrick.
Grace y John se dieron vuelta. En efecto, Lisa estaba a una corta distancia de ellos. Parecía evitar mirar a John. ¿Qué habría pasado?
—Al fin la reina nos honra con su presencia —dijo Grace.
Lisa le lanzó una mirada de odio.
—¿Podemos empezar de una vez?
—Parece que alguien no durmió bien —declaró Grace—. ¿Tu colcha tenía un guisante acaso?
—¿Un guisante? —preguntó Patrick—. ¿Qué tiene que ver un guisante en todo esto?
—Creo que es de un cuento —le respondió John—. Una princesa que no durmió porque bajo su colchón había un poroto.
—¿Qué clase de cuento es ese? —preguntó Patrick asombrado.
Lisa carraspeó.
—¿Vas a enseñarme a Canalizar o no? —inquirió molesta.
—Oye, Lisa —la reprendió Grace—. Baja tu tonito.
Lisa rodó los ojos y resopló.
—Sí, se ve lo mucho que le importa lo que tú digas —dijo Patrick con diversión—. ¿Por qué no le enseñas a Canalizar de una vez por todas para que deje de comportarse como una malcriada?
Lisa intentó asesinarlo mediante sus pupilas. Ella no era una malcriada y no soportaba cuando la gente la llamaba así. Todos daban por sentado que, por ser hija única y recibir una mesada bastante generosa en comparación con el resto, era una mimada sin remedio. Casi todo el dinero que recibía lo gastaba en cuidar a su gato y en donativos para Greenpeace (y en sustancias ilícitas que no mencionaré al tratarse de una historia para mayores de trece años).
Sí, era una animalista. Ella siempre decía que los animales no podían defenderse por sí solos, así que alguien tenía que hacerlo por ellos.... Un momento, ¿en qué estaba pensando? Ah, sí: ¡ella no era consentida!
A veces su mente se ponía a divagar.
Vio una mano agitarse frente a sus ojos.
Lisa echó la cabeza para atrás, y pestañeó, un poco confundida de volver al mundo real. Sus pensamientos la hacían viajar, olvidando hasta dónde se encontraba.
—Lo siento —se disculpó con el grupo.
—De acuerdo. Vamos a empezar por lo básico—propuso Grace—. Primero, necesitas dominar tu Energía. Mejor dicho, tienes que encontrarla, saber que está ahí en alguna parte de ti. No importa si no puedes tocarla, debes entender que si no la encuentras, es como si no existiera. Pero está, solo tienes que demostrarlo hallándola. ¿Se entiende?
¿Ah?
—Sí. —No.
—Perfecto. Lo segundo que debes hacer es...
—Grace —interrumpió Patrick, aguantándose las ganas de reír—. ¿Te das cuenta que Elizabeth no entendió nada de lo que dijiste?
Lisa tragó saliva. ¿Por qué Patrick siempre adivinaba lo que ocurría en su cabeza? Sentía su mente desnuda y desprotegida. No quería que él supiera demasiado sobre ella, le incomodaba.
—Patrick, cállate. No ayudas —lo reprendió Grace.
El chico sonrió de forma engreída.
—Lisa sabe que tengo razón —declaró.
—Tú no sabes nada sobre Lisa —le respondió John.
—¿Ah, no? —dijo Patrick malhumorado—. ¿Y desde cuándo son ustedes dos tan unidos, eh?
Las mejillas de John adquirieron el característico color de la vergüenza.
—¡Ya basta! —gritó Grace, señalando a los chicos—. Váyanse ahora, no están haciendo nada útil. Y Lisa tiene que aprender a Canalizar. Solo hacen que esto tarde más de lo que debería.
—Como si ver a Lisa fallar me interesara —dijo Patrick, soplando un mechón rubio que le tapaba parte de la frente.
John y él se fueron juntos.
Grace se dio vuelta para ver a Lisa de frente. Tenía el ceño fruncido y, aunque Lisa sabía que no estaba molesta con ella, sintió el impulso de disculparse. Su mirada era amenazante. Grace era la clase de persona con la que no querías toparte en la calle.
—Lisa, necesitas concentrarte. Si ni siquiera entiendes el primer paso, ¿cómo esperas aprender? —Su voz era dura, pero no tanto como de costumbre. Se estaba esforzando en no sonar molesta—. Tienes que dejarlo fluir, no lo pienses.
—Lo intento —masculló. ¿Es que no se daba cuenta?
—Inténtalo mejor.
Lisa suspiró y cerró los ojos. Vamos, solo hazlo, no lo caviles. El problema es que ella siempre pensaba en algo. No podía dejar la mente en blanco, nunca había podido. Una vez, de hecho, intentó ir a yoga. Por desgracia, pensó en cualquier cosa excepto en relajarse y dejar... ¡Maldita sea! Lo estaba haciendo de nuevo. Era imposible. Casi diecisiete años, y nunca había podido callar a su cerebro. ¿Cómo lo iba a hacer en unos minutos?
Tenía que olvidar todo. Tomar todos sus pensamientos y encerrarlos en un cofrecito con llave. Una mente vacía. Blanca. No pensar en nada. ¿Pero pensar en nada no era algo? Nunca se puede despejar la cabeza. Porque, si estás pensando en nada, estás pensando en algo. Porque la nada es algo. Es nada... ¡Maldita sea, de nuevo lo hizo!
—Grace, me rindo —dijo Lisa, abriendo los ojos.
—¡No! Lo vas a lograr. Para algo estamos aprendiendo. ¿No quieres ver a tu familia, y a tu novio Jack?
—Zack —le corrigió Lisa—. ¿Y por qué te interesa tanto que yo aprenda? Después de todo, tú puedes ir donde tu familia cuando quieras. No me necesitas.
—Te voy a explicar tres cosas, Lisa. Número uno, yo jamás me rindo; dije que te enseñaría y lo haré. Número dos, no tengo familia. Y número tres, Patrick sí te necesita y es mi amigo.
Lisa no supo qué responder. Por un lado, tenía miedo de preguntarle por sus padres. Y por el otro, parecía muy cruel no interesarse en ello. Grace era una persona difícil de complacer. ¿Debía o no?
—¿Qué quieres decir con que no tienes familia? —preguntó Lisa con delicadeza. Como acariciando un gatito herido—. ¿Eres huérfana? —Bien, de seguro sonó de lo más cortés y apropiado.
—No tengo por qué hablar de mi vida contigo o alguien más. El punto es que debes aprender a Canalizar para que Patrick pueda salir de aquí aunque sea por un tiempo, antes de... —Se le cortó lo voz.
Durante el tiempo que había pasado en coma —casi dos meses según el calendario de Pueblito—, se había acercado mucho más a ellos que si hubiera sido en la Vida Terrestre. Allí no tenían con quien más estar, o alguna otra cosa qué hacer. Era fácil que se unieran más rápido. Pese a que Patrick aún no había sido el amigo ideal que toda persona deseaba, a Lisa se le contrajo el estómago por el comentario de Grace. Ella nunca lo había pensado. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza que él podría..., ya saben, irse. Desaparecer.
Morir.
—No hablarás en serio —dijo ella.
—Lisa, lleva muchísimo tiempo en coma —argumentó Grace con tristeza. Oh, ¡ella sí tenía alma!—. ¿Qué tal si se Vegetaliza y sus padres deciden desconectarlo?
—¿Por qué eres tan negativa? Hay que ver el lado bueno...
—¡No hay lado bueno, Lisa! —gritó Grace—. Si la memoria de Patrick sigue empeorando se volverá un Zŭkhet (Vegetal); ellos no reciben una Estrella jamás ni pueden viajar a otros Mundos porque pierden su Energía. Sus padres podrían decidir desconectarlo. ¡No permitiré que eso pase, es mi mejor amigo!
—¿John no te importa?
—Él no va a morir, todavía recuerda. Pero Patrick está perdiendo la capacidad de almacenar recuerdos.
—De todas formas, cualquiera de nosotros puede ser desconectado en cualquier momento y morir —puntualizó Lisa—. Patrick solo tiene más posibilidades, debido a su memoria fallida.
—¿Y se supone que yo soy la negativa? —preguntó Grace, alzando una ceja.
Oh, Dioses. Lisa odiaba ver el vaso medio vacío. Ella trataba constantemente hallar el lado bueno de una mala situación. No era la señorita positividad, pero tampoco se paseaba por las calles desnuda y con un megáfono, vociferando que el Apocalipsis se aproximaba. Ese lugar la estaba transformando en una chica sin esperanza, y eso que aún tenía todas las cartas a su favor: apenas llevaba dos meses en el Coma y recordaba a la perfección cada insignificante detalle de su Vida Terrestre.
—¿Podemos continuar mañana? —pidió Lisa.
—Patrick podría morir ahora...
—¿Y por qué no lo llevas tú? No me importa Patrick lo suficiente como para esforzarme en aprender por él. Tú ya sabes Canalizar a la perfección. Sé su salvadora y llévalo de paseo por los Mundos, hasta se me hace romántico. Ya les inventé la canción de fondo y todo.
—¡Cómo no se me ocurrió! ¿Acaso te reclutó Harvard? —Se sobó las sienes, tratando de controlar su irritación—. Mira, te lo explicaré como si fueras una tonta, porque así estás actuando. De seguro debe ser por el caviar.
››La gente con memoria tiene ciento cincuenta por ciento de Energía activa, los que tienen memoria fallida, cincuenta por ciento y los que tienen mala suerte como Patrick, cero.
—Primero: deja de insultarme —exigió Lisa con la frente en alto. Nadie la pisoteaba sin llevarse una reprimenda a cambio. Sí, eso va para ti, Patrick—. Segundo: ¿para qué sirven los porcentajes?
—Una persona puede trasladarse con tres cuartos de Energía —explicó la chica—. Si viajo puedo llevar, o a Patrick o a John, y ninguno de los dos quiere Canalizar sin el otro. Les parece injusto. Pero contigo, le compartiré un setentaicinco por ciento de mi Energía a Patrick y tú, un cuarto a John.
—Como odio las matemáticas.
—Y ellas a ti —dijo Grace—. Muy bien, Lisa. ¿Qué se supone que vamos a hacer ahora? Tenemos que matar el tiempo de algún modo.
Lisa sonrió. Tal vez tenía dieciséis años, y cumpliría los diecisiete en ese lugar. Incluso cabía la posibilidad de no llegar a cumplirlos.
Lisa le había pedido a Grace que viajara a su Vida Terrestre para ver cuántos días habían transcurrido desde que cayó en coma, pero luego de que Grace le explicara que la línea temporal era distinta para cada persona, Lisa entendió que nada allí tenía sentido. Que su vida ahora era atemporal, y que no le quedaba más remedio que vivir cada día como si fuera el último. Así que solo tenía una opción: disfrutar en aquella dimensión sin prestarle atención al qué dirán.
Sonrió y tocó el hombro de Grace, mientras corría para alejarse de ella.
—¡Tú las traes! —gritó a varios metros de ella.
—Debes estar bromeando —dijo su amiga.
—No. Te toqué —explicó Lisa inocente—. Así que tú las traes.
—No pienso jugar a esto —respondió Grace con aburrimiento—. Tengo diecisiete años.
—Acabo de tener una asombra revelación —argumentó Lisa—: en cualquier momento nuestra vida se acabará, y en vez de lamentarnos en un rincón, tenemos que divertirnos. Qué importa la edad, ¡qué importa nada! —agregó riendo.
Grace pareció pensarlo un momento. Una sonrisa traviesa se le formó en los labios y, luego de alzar los brazos, partió corriendo a atraparla. Lisa cruzó el río que separaba las Afueras del terreno llano y se internó en el bosque; su velocidad no disminuyó ni por un segundo, porque no sentía las piernas cansadas o los pulmones pidiendo oxígeno. Por desgracia, Grace tampoco, así que no tardó mucho en alcanzarla y tocarle el brazo izquierdo. Tenía una sonrisa genuinamente feliz dibujada en el rostro que Lisa tuvo ganas de guardar y enmarcar en su corazón.
Lisa intentó correr más rápido, pero Grace era demasiado veloz para ella. La perdió de vista en menos de un minuto. Suspiró, y se detuvo. No servía de nada correr sin dirección alguna. Lo mejor sería seguir una pista. Agudizó su oído y se mantuvo quieta, esperando cualquier ligero sonido o movimiento. Resultaba asombroso olvidar los problemas por un momento.
—Oye, ¿te parece volver a la Civilización? Tengo sueño, y ni un ánimo de quedarme aquí —propuso Patrick.
Lisa volteó y se encontró con los dos chicos conversando. Les sonrió a ambos. Un juego es más divertido mientras más personas lo jueguen. Sobre todo, si ella tenía una ventaja sobre los nuevos jugadores: pérdida de sensibilidad. ¡De algo que sirviera! Se acercó a ellos, todavía sonriendo. John la miró unos segundos, algo avergonzado. Patrick, en cambio, se limitó a fruncirle el ceño.
—Hola, Lisa —dijo John, con las manos en los bolsillos. Se le veía muy incómodo.
Ella se acercó y le tocó el hombro derecho. Dio un paso atrás, y contempló, con diversión, la confusión en el rostro de sus amigos. O lo que sea que fuera Patrick para ella.
—¡Tú las traes, John! —exclamó ella desde lejos.
—Dime que no hablas en serio —pidió Patrick—. Porque acabas de perder el poco respeto que te tenía.
—¡Oh, no! Creo que me iré a llorar detrás de un árbol —dijo ella sarcástica; Patrick le lanzo una mirada furiosa—. ¡Vamos John, muévete!
Grace saltó de la copa de un árbol púrpura y se colocó junto a Lisa. Ambas miraron a John con entusiasmo. Tenía que jugar. No podía ser tan aburrido.
John no lo pensó más de dos segundos; una sonrisa, mucho más feliz que lo habitual, decoró su gentil rostro. Tocó la cabeza de Patrick y salió corriendo. Este, simplemente bostezó, como si el juego fuera indigno de él. Asqueroso engreído. ¿Por qué siempre tenía que creerse superior? Ni siquiera lo era.
—¡Ponte a perseguir a alguien! —le ordenó Grace—. No te comportes como un amargado sin ganas de vivir.
—Soy un amargado sin ganas de vivir —dijo Patrick.
—Eres demasiado joven para hundirte en la miseria. Aguántate hasta los veinte.
Patrick suspiro, y masculló algo que Lisa no pudo descifrar. Posó sus ojos en cada chico, y, luego de suspirar con dramatismo, salió a perseguirlos. Grace se desvió por un camino contrario al que cogieron John y Lisa. Era más ancho, pero con más árboles para obstaculizar la vista. Patrick decidió perseguirlos a ellos, porque él, al igual que todos, sabía que atrapar a Grace era casi imposible. Sobre todo, porque ella tenía energía inagotable y él parecía un asmático con pulmonía. Después de una maratón. Sobre una colina. Bajo el sol. En el desierto. Sin agua.
Lisa rápidamente pasó a John, y se despreocupó de ser atrapada por Patrick. Era divertido que esa fuera su preocupación y no la inminente posibilidad de morir en cualquier momento.
Gracias, estaba tratando de olvidar ese detalle, se reprendió.
Un camino se cruzó por el sendero de Lisa, y Grace apareció. Ambas se rieron. Fue un bonito recuerdo, otro que quiso atesorar.
—¡Muévanse! Patrick viene detrás —gritó John, que estaba corriendo lo más veloz que podía.
Grace fue más rápida que ambos, y en un santiamén había desaparecido por el mismo camino de antes. De estar en Los Juegos del Hambre, Grace llegaría sin problema a los ocho finalistas; tenía un instinto de supervivencia digno de cualquiera de los tres distritos profesionales.
—¡Odio este juego! —se quejó Patrick desde atrás.
Lisa iba tan absorta en la idea de correr (y de una horrible sociedad distópica que asesinaba niños como entreteniendo), que tropezó con una enorme raíz. Se fue de bruces al suelo, sin sentir dolor alguno. De inmediato, se levantó y sacudió la tierra que había quedado en sus pantalones.
Entonces alzó la cabeza, y lo último que vio, antes de desplomarse de nuevo al suelo, fue un rizo castaño sobre ella.
John se había caído con la misma raíz que Lisa. Con la diferencia que él no había aterrizado sobre el la tierra, sino sobre Lisa. Frente a ella. Y no solo eso, tenía sus labios sobre los...
De... ella...
....
¿Pero qué...? ¡Dios mío! ¡¡Se estaban besando!!
Lisa empujó a John con las palmas, mientras que él se movía para quedar de espaldas junto a ella. Se produjo un ensordecedor e incómodo silencio que ninguno cortó.
—Vaya —dijo Patrick.
La pelirroja se percató, por primera vez, que Grace y Patrick nos les quitaban los ojos de encima. ¿Ellos lo vieron? ¡Maldición! De verdad, era justo lo que ella necesitaba.
—Mira, Lisa —dijo Grace—. Si lo que querías era besar a John. Deberías habérselo pedido, en vez de armar tanto lío con este estúpido juego.
Lisa se paró, con la poca dignidad que le quedaba. Pero fue John quien le respondió a la chica, aún acostado en la tierra.
—Yo me caí sobre ella.
—Sobre sus labios, para ser exactos —dijo Patrick—. ¿No es una linda coincidencia?
—¡No fue a propósito! —gritó John mientras se ponía de pie—. Me tropecé con esa raíz.
—¡Y caíste besando a la chica, que se convertirá en tu amada! —se burló Grace. Aunque Lisa pareció percibir ira. Patrick solo se estaba riendo—. Sería romántico, si no lo hubiera visto en diez películas y cuatro series antes.
—Solo fue un accidente, paren los dos —exigió Lisa. Se sentía asquerosa por haber besado a alguien más, y no necesitaba a dos chicos para mofarse de ello.
—Es el accidente más cursi que existe —dijo Grace—. Además del truco más trillado. ¿No tienes otra táctica para conquistar a Lisa, John? Porque déjame decirte que no hay nada más trillado que un cliché.
—¿Qué es un cliché? —preguntó Patrick.
John tenía la cabeza gacha, mientras que Grace no dejaba de observarlos con odio puro.
Claramente, el juego había llegado a su fin.
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