🌠Capítulo 11: Benvenuto, cugino! Ti odio🌠
9 de septiembre de 2013
—Escúchame bien —le dijo su madre desde el asiento delantero—. Vas a comportarte con tu tía y tu primo, ¿está claro? —Volteó para verlo de frente. Su mirada era dura, sin un gramo de amor.
Kevin le rodó los ojos.
—Sí —respondió a regañadientes. Desvió la mirada y se concentró en un punto fijo de la ventana.
—¡Mírame cuando te hablo! —gritó la señora Stevens tan fuerte, que su hermano menor Lucas y el chofer del vehículo pegaron un pequeño brinco.
—¡Maldita sea! —Kevin golpeó el techo del automóvil—. Me comportaré. ¿Feliz? ¿Eso es lo que quieres, querida madre? —Le sonrió de forma irónica y volvió a clavar la vista lejos de ella.
Su madre volvió a acomodarse en el asiento y se contempló en el espejo.
—Sé malo con tu primo y lo lamentarás —fue su respuesta.
El adolescente mantuvo los ojos grises pegados en el cristal; la vista era muy aburrida, y sin embargo, no podía dejar de mirar. Era lo más cercano a no estar presente en el auto con su madre y su hermano menor, que casi nunca hablaba cuando Kevin y su madre discutían. En otras palabras, Lucas era un chico callado.
Su teléfono vibró; era un texto de Amy.
Donde estás? Sasha y Zack dijeron que vendrias hace dos horas. Viernes de terror en la cabaña:( Responde!!
Fantástico, se perdería la reunión mensual que tenían. El primer viernes de cada mes, se juntaban en la cabaña de las mellizas o en la casa de Zack a ver películas. Comían palomitas, se ponían al día, organizaban planes para los siguientes fin de semana, y por supuesto, hacían bromas durante la noche. El primero que dormía siempre despertaba con todo un lienzo en el rostro. Era lo típico.
Kevin sintió un nudo en el estómago; sería la primera junta sin Eli.
Respondió el texto.
No me cuenten. Voy de camino por Bruno.
Su iPhone sonó casi al instante.
El italiano q es tu primo? Q tal esta? e.e
Ahhh! Alguien se interesó? Te lo describo: Promedio: 9.0; personalidad: tu hermana. Qué tal suena?
La pantalla de su celular no volvió a iluminarse.
—Si te comportas como lo prometiste —dijo su madre sin darse vuelta—, te compraremos el auto que tú quieras, y resolveremos lo de tu licencia de conducir. Es una oferta tentadora, Kevin. No falles.
—¿Cuánto tiempo se quedarán? —espetó el chico.
—Hasta que mi hermana encuentre una casa en Beverly Hills.
—¿Y por qué no se fue a un hotel? ¿Tienen dinero, no?
—Porque somos familia. —Cerró los ojos y suspiró—. Incluso si ya no nos vemos tanto.
El celular de Kevin se encendió.
Ugh, ya lo arruinaste. Sera mejor que se lo presentemos a Sasha. Pero es lindo al menos?? Del 1 al 10, cuanto?
Quién crees que soy?????? Tu amigo gay??????
Zack tenía razón. Sasha no dudaría dos segundos en salir con Bruno. Ese tipo solo traía problemas.
Apagó el aparato justo cuando el auto se detuvo.
El aeropuerto estaba abarrotado de personas; extranjeros de todos los países corrían con sus maletas de allá para acá, mientras que las filas de cada aerolínea parecían no acabar nunca.
Kevin se preguntó si Bruno seguiría siendo igual de irritante que de pequeño. Es que en serio, ese tipo era todo lo que él odiaba: alumno ejemplar, asmático en potencia, orgullosamente friki, y con un grado de sociabilidad menor a uno. Kevin podía ser un maldito todo el tiempo, pero Bruno ni siquiera sabía hablar. Cuando tenía ocho años, su primo se escondía detrás de su padre todo el tiempo; lloraba mucho, y era tan tímido que al hablar se le trababa la lengua.
Recordaba que mientras Zack y él jugaban a la pelota, Bruno se sentaba en el jardín a mirarlos y atragantarse con pasteles que su papá cocinaba.
—Muévete, Kevin —le gritó su madre, mientras empujaba a los turistas, tratando de llegar al fondo del gran pasillo.
Kevin resopló, y siguió a su madre hasta el lugar donde salían los pasajeros a medida que iban llegando. Había una enorme pantalla sobre lo que parecía un pasillo techado. En ella, se indicaba el horario de llegada de todos los vuelos. Kevin buscó Italia. Había un único vuelo de Florencia que llegaría a las 16:35, hacía ya cuarenta minutos.
Las personas seguían saliendo del túnel, aunque con dificultad, ya que se había formado un conglomerado de hombres tapando la salida mientras gritaban "TAXI". Otras personas, sostenían un cartel de bienvenida, o una pequeña pizarra con el nombre de la persona.
—¡Ahí! —gritó su madre, alzando los brazos.
Kevin fijó la vista en lo que observaba su mamá con tanta emoción. Era una mujer adulta, de estatura promedio. Llevaba cabello castaño recogido en una coleta, y tenía los ojos grises: su tía.
—¡Ash! —exclamó su tía, acelerando el paso.
Su tía y su primo lograron esquivar a todos los que taponeaban la salida y corrieron hasta donde se encontraban ellos. Hubo risas, lágrimas y muchos abrazos; algunas palabras sueltas y frases incoherentes.
—¿Este es mi sobrino Kevin? —quiso saber tía Maggie—. ¡Pero si estás enorme! —Se dirigió Lucas—. Y tú, ¿qué esperas? ¡Ven a darle un abrazo a tu tía!
Lucas obedeció, como siempre.
—¡Hola, tía! ¿Qué tal el viaje? De seguro fue agotador. —Sin esperar respuesta, se puso junto a Bruno y comenzaron a charlar. Ambos se llevaban de maravilla aunque se diferenciaran por cuatro años.
Al ver que Kevin no saludaba, su madre se aproximó y le dio un fuerte codazo.
—Hola, tía —refunfuñó adolorido.
—Bruno está muy grande, y muy guapo —dijo su mamá con cariño.
El chico le sonrió con timidez y desvió la mirada.
Los cinco caminaron hasta la limusina que los estaba esperando a la salida del aeropuerto. El chofer bajó, y les ayudó con las maletas. Su madre y tía subieron de inmediato y se acomodaron. Lucas y Bruno hicieron lo mismo; Kevin no tuvo otra opción más que viajar con ellos.
Tía Margaret le hablaba a su mamá de millones de anécdotas. Ambas reían, felices de volver a reencontrarse. Kevin supuso que él tendría que hablar con Bruno o su madre lo mataría.
—Y, ¿cuántos años tienes, primo? —le preguntó, interrumpiendo su conversación con Lucas sobre lo poco que faltaba para la cuarta temporada de The walking dead.
—Diecisiete. —Apretó los labios—. No tienes que hablar conmigo si no quieres.
—No quiero. Pero sí tengo qué.
Bruno parecía aterrorizado de compartir oxígeno con Kevin. No era de extrañarse, él nunca había sido muy amable con su primo... De acuerdo, se comportaba como un maldito cretino cerca de él.
—¿Tu mamá?
Kevin asintió.
—No eres el único. —Bruno resopló y se recostó en el asiento de cuero, fingiendo estar relajado. Pero se notaba que sudaba hasta por los codos—. Mi mamá también...
Fijó la mirada en el paisaje de la ventana.
—¿También te obligó a charlar conmigo?
—¡No! —dijo al instante—. Quiero decir sí. Pero no si tú no quieres.
—Deja de hablarme como si fuera a golpearte —espetó Kevin.
—¿Y acaso no vas a hacerlo?
—Sí, si sigues comportándote como un idiota de cinco años.
Bruno tragó saliva.
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Kevin tomó su mochila de la silla, y bajó las escaleras. En la enorme sala de estar, su madre y tía bebían una copa de vino mientras se relataban un montón de aburridas historias que a él no le apetecía oír. En un rincón, Bruno leía un cómic con gran interés.
—¿A dónde vas? —lo interrogó su madre, justo cuando Kevin abrió la puerta.
—Donde Zack. —Puso un pie afuera.
—Lleva a Bruno contigo.
Su primo levantó la vista del libro y sonrió.
—¿Quién es Zack?
—Mi hermano —respondió Kevin. Era cierto. Tal vez no de sangre. Pero Zack era parte de su familia, aun si Kevin no lo demostraba. Ambos habían sido mejores amigos incluso antes de nacer.
—¿Tu hermano? —Bruno ladeó la cabeza.
—Sí. ¿Vienes o qué?
Bruno sonrió, agradecido de la suerte que tenía. Se levantó del sofá y caminó hasta Kevin con el cómic en la mano. Era un ejemplar de The walking dead.
—Deja eso ahí, o lo tiro a la chimenea —lo amenazó.
Bruno obedeció. Ambos salieron, y Kevin cerró la puerta desde afuera.
—¿Zack tiene diecisiete años, no?
—Los tendrá hasta pasado mañana.
—¿Y es popular?
—Ajá.
—¿Y tú?
—No tanto como él.
—¿Y tienes una pandilla o algo así? —le preguntó Bruno entusiasmado.
—Tengo una familia mil veces mejor que la que me dio mi apellido.
Bruno abrió la boca para hablar.
—No —lo cortó Kevin—. No eres bienvenido.
—No entiendo por qué me odias tanto —confeso Bruno apenado.
—A los ocho años te quebré la pierna —comentó Kevin con seriedad—. ¿Por qué no me odias tú?
—Porque no me gusta andar por ahí, odiando sin sentido.
—¿Haber tenido un hueso roto por mi culpa no es suficiente motivo para ti?
Bruno se encogió de hombros.
Luego de quince minutos bajando la colina, Kevin se detuvo en la entrada de la mansión de Zack. Era una enorme puerta de hierro con el apellido Anderson al centro, y estaba rodeada por una reja aún más alta. Al lado derecho de la puerta había un timbre con una pantalla. Kevin presionó el botón.
—Hola, Kev —saludó el mayordomo en cuanto lo vio a través del aparato—. Adelante.
Las puertas se abrieron con elegancia. Había un sendero que conducía hasta la puerta principal de la mansión, mas Kevin casi siempre entraba por detrás. En el jardín trasero se encontraba una pequeña, pero lujosa casa solo para Zack. Claro que él no la ocupaba como su dormitorio, sino para que se juntaran los cinco.
Kevin tenía un piso, Zack una casita, las mellizas una cabaña junto a la playa (en Jamaica), y Eli una casa (en las Bahamas). Ya saben, lo típico.
—Esto es enorme —opinó Bruno asombrado—. Es, uau, es increíble.
—Sí, sí. Créeme que no es nada en comparación con la mansión de Sasha y Amy.
Atravesó todo el jardín delantero, que como siempre, estaba muy bien cuidado; había estatuas de dioses grecorromanos y héroes medievales. Los arbustos, enormes y verdes, eran de distintas formas de animales. Uno era una especie de elefante, y otro más parecido a una jirafa. La gran fuente de mármol que se encontraba poco antes del pórtico era sin duda hermosa. Unos cinco pajaritos se bañaban en ella.
—¡Hola, Kevin! —lo saludó el jardinero, limpiándose el sudor de la frente con la mano—. ¿Quién es el chico?
—So-soy Bruno, señor —balbuceó su primo.
Llegaron a la casa de solo dos pisos y un sótano, el cual había sido acondicionado para usarse como cine privado. Kevin sacó la copia de llave que tenía y entró seguido de Bruno.
Lo primero que oyó fueron risas provenientes de abajo.
—¡Zack! —gritó Kevin—. Juro que los mataré si comenzaron sin mí.
Se escucharon varios pasos subiendo la escalera, hasta que Sasha y Amy se hicieron visibles.
—Zack fue al hospital hace dos horas —le avisó Sasha—. Volverá en unos quince minutos, calculo. —Sus ojos se movieron hasta Bruno—. Hola, ¿quién eres? —le preguntó con una mirada curiosa y una cálida sonrisa.
—Bruno —dijo Amy.
—¡Ah! Sei il cugino di Kevin? —preguntó Sasha con amabilidad—. Il mio nome è Sasha.
—No es necesario que me hables en italiano —respondió Bruno en voz baja—. Mi madre es americana, así que el inglés es mi lengua materna. Pero sí. —Le sonrió—. Sono il cugino di Kevin —dijo con perfecto acento italiano—. Piacere di conoscerti, Sasha.
—Bueno, vamos al sótano a ver la película, ¿o no? —propuso Amy.
—No sin Zack —replicaron Sasha y Kevin al unísono.
—Está bien, iré a la cocina a preparar más palomitas. —Sasha pasó entre Bruno y su hermana, e ingresó a la habitación que se encontraba cerca de la escalera.
Amy, Kevin y Bruno bajaron al sótano a acomodarse. Kevin se lanzó al sofá rojo que prácticamente era de él. Amy se acomodó en el sillón largo e invitó a Bruno a sentarse junto a ella. ¿Qué planeaba esta vez?
—Kev, se puede saber por qué no me dijiste que tu primo es lindo —dijo ella, sin apartar la mirada del rostro aturdido de Bruno.
—¿Lo es?
—¿Lo soy? —inquirió Bruno a nadie en específico.
—Lo eres. —Amy le sonrió—. No eres sexy, pero tienes esa aura de angelito que me encanta corromper. —Puso su mano sobre la rodilla del chico, y comenzó a subir—. ¿Me lo permites, encanto?
Bruno se la quitó de encima, y se alejó al otro extremo del sillón. Sacó su inhalador y respiró hasta recuperar el aliento.
—Amy, deja de molestarlo —la regañó Kevin.
—Ay, qué aburrido eres. Míralo, está temblando. Es adorable. ¿Puedo quedármelo?
—Amy, basta —la cortó Kevin. Odiaba esa actitud suya de perra promiscua.
—Solo lo estaba entrenando para cuando Zack llegue. No va a estar nada de contento.
—No fue mi idea traerlo aquí.
—Puedo oírlos —terció Bruno, haciendo una mueca.
—No sé si te das cuenta que a nadie le importa tu existencia, cariño —le contestó Amy.
—Sutil —comentó Kevin, poniendo los brazos tras la cabeza.
—¡Palomitas! —anunció Sasha bajando las escaleras. Se sentó junto a Bruno y le sonrió. Dejó el cuenco en la mesa de café que había al medio y tomó un puñado—. Dime Bruno, ¿cuántos años tienes?
—En julio cumplí los diecisiete —respondió en voz baja.
—¡Yo igual los cumpliré este año! Bueno, mi hermana Amy yo. Somos mellizas.
—Creo que él ya se dio cuenta. No es ciego —dijo Kevin.
—¿Vienes de visita? —prosiguió preguntándole, ignorando el comentario hostil de su amigo.
—No. Y-yo vine a quedarme. A vivir. Comenzaré la escuela aquí.
—¡Estupendo! —Sasha alzó los brazos con emoción, provocando que Bruno pegara un brinco—. Seremos compañeros entonces.
—Ay, no. Otro cerebrito —se quejó Amy.
—Tengo buenas calificaciones, pero no me considero alguien brillante.
—¿O sea que eres un nerd-no-inteligente? ¿Es una nueva especie o qué? —Amy disfrutaba fastidiar a su primo. A cualquier persona, en realidad.
—Querida hermana. —Sasha estaba roja de rabia, pero tenía un tono dulce de voz. Mucho más que lo habitual—: Por favor deja de comportarte como una idiota con nuestro invitado.
Bruno se aguantó las ganas de reír, mientras que Amy le clavó una mirada iracunda; se levantó del sillón y, con la frente en alto, subió al primer piso.
Kevin abrió la boca, estupefacto. Sasha nunca empleaba malas palabras. Debía estar en serio molesta con su hermana.
—Gracias. —Bruno exhaló una gran cantidad de aire—. De verdad, gracias.
—Yo lamento que tu primera impresión haya sido tan mala —se disculpó Sasha apenada.
—Creo que iré a vomitar —dijo Kevin—. Ustedes pueden revocarse en el sofá o en la alfombra. Yo me largo.
Unas pisadas provenientes de la escalera captaron la atención de los tres.
—¡Eh, chicos! ¿Por qué Amy me dijo que los odias? —preguntó Zack. Se veía en extremo feliz; los observaba con los ojos brillosos y una enorme sonrisa.
Kevin suspiró, aliviado. Todo estaría bien.
—Nada —contestó Sasha—. Es solo que le dije un par de verdades que no quería oír.
Zack se sorprendió por el tono de voz de Sasha. Miró a Kev tratando de hallar una respuesta, pero este le devolvió una mirada de: te-diré-luego. Al instante, ojos de Zack se trasladaron de Kevin hasta el chico que estaba junto a su amiga. Su sonrisa enseguida se evaporó.
—¿Se puede saber quién eres tú? —Tenía una voz dura, nada hospitalaria. Él se guardaba su buen humor y simpatía para su círculo de amistades—. ¿Y qué estás haciendo en mi casa?
—Es Bruno, el primo de Kevin —respondió Sasha al ver el rostro de terror del italiano.
—¿Y Bruno, el primo de Kevin no sabe hablar? —Chasqueó la lengua—. Qué desgracia.
—Si quieres que me vaya, lo haré. —La voz de Bruno temblaba—. N-no quiero molestar. En lo absoluto. —Se levantó, pero Zack se acercó a él y lo detuvo, poniendo su mano en el hombre del chico.
—Tú no te vas ninguna parte. —Le sonrió—. Creí que serías otro idiota, igual que Kevin. Apenas sí podemos con él.
—Toda la razón. —Kevin cogió un puñado de palomitas y se recostó plácido.
—Pero supongo que tú no causarás problemas, ¿cierto? —continuó Zack. Bruno negó con la cabeza—. Mi mamá y tu mamá son mejores amigas de toda la vida, así que voy a darte una oportunidad. Por ella.
Kevin y Sasha se observaron el uno al otro, incrédulos. Zack nunca aceptaba a alguien nuevo. Decenas de chicos habían hecho de todo para hacerse amigos de Zack y así gozar de los privilegios de pertenecer al grupo de adolescentes con padres más ricos de Estados Unidos; pero él no los había aceptado. Y en menos de cinco segundos acogía de brazos abiertos a Bruno.
—Ya que ahora somos amigos no podré tener sexo contigo. —Amy había aparecido de la nada. Y estaba detrás de Zack sonriendo de forma coqueta—. Supongo que no es el fin del mundo.
—¿Qué están esperando? —preguntó Zack, sentándose en el sofá que estaba al lado de Kevin—. Pongan la película.
Sasha le sonrió a Bruno, y este le devolvió una sonrisa aún más feliz.
—Me alegro mucho de que vayamos a ser amigos
—Benvenuto, cugino! —le dijo Kevin.
Ti odio.
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