Mesa Tirada.
Pareja: Miku x IA.
Fandom: Vocaloid.
•••••
Una habitación donde el gris predominaba no ayudaba a calmar la ansiedad predominante en Miku.
Una mesa y una silla donde estaba sentada, además de la única puerta, no había nada más. Estaba estresada y no quería saber nada, mucho menos de nadie. El sonido de su zapato golpeando reiteradas veces el suelo, sin parar, era el predominante, mucho más que las caladas al quinto cigarro del día.
Desde antes de llegar ya estaba fumando, nadie se lo prohibía; así que no se detendría.
—¿Desde cuándo empezaste a fumar? —preguntó el investigador, Bruno, entrando a la insípida habitación.
—Hace poco —respondió la pelo turquesa, con la vista fija en el techo, reclinada en la silla.
"Hace poco" fue que recibió la noticia de la muerte de IA.
La misma razón por la que estaba ahora en este lugar.
—Yo no la maté, si eso quieren saber —fueron las palabras que ella le dio al hombre, apenas se sentó frente a ella, con la mesa metálica y gris siendo la única brecha entre ellos.
—No, no te pedimos que vinieras aquí para eso. Sólo queríamos saber sobre la relación que tenías con la fallecida, escuchamos que era muy... inusual —con una sonrisa, el moreno tanteó el terreno cuidadosamente para conseguir una victoriosa conversación con la fémina cuyo carácter era peor al de un animal rabioso.
—¿Ella? Éramos novias, ¡pero era una maldita puta! ¡La peor de todas! Nunca se quedaba con sus malditas piernas cerradas y lo más repugnante era que lo hacía a propósito para provocarme; así que siempre discutíamos al punto de volverme loca.
—La golpeabas —afirmó el hombre, sin pelos en la lengua.
—No me arrepiento, se lo merecía —dando una profunda calada a su cigarro, su rostro se frunció del asco—. Aunque debo admitirlo, me repugnaba que ella lo disfrutara, era tan asqueroso que no quería seguirla golpeando, pero ella siempre conseguía la forma de que volviera a hacerlo. Ja, y yo que creía que mi visión del amor era la distorsionada.
—Escuché que ustedes habían terminado.
—Sí, fue hace un mes o dos, me había cansado de sus infidelidades y la boté, lloró mucho, hasta me suplicó de rodillas, aferrándose a mí para que no la abandonara, pero no le hice caso.
—¿Y no han vuelto a hablar más después de eso?
Miku guardó silencio por un momento, antes de responder.
—No.
—Qué extraño, los registros de llamadas de ella muestran que ustedes han tenido algunas conversaciones, bastante largas, para resaltar.
Bruno pareciera que a propósito presionó el botón rojo, sobraba decir que sólo los estúpidos buscapleitos lo hacían.
—¿¡Por qué mierda le interesa si hablamos o no!? —levantándose de su silla bruscamente, con el puño cerrado la fémina golpeó la mesa con todas sus fuerzas.
Cuando la retiró, el varón pudo ver la profundidad de la abolladura en esta. Vaya, IA debió de ser un muñeco muy resistente si era capaz de aguantar golpes de esa magnitud y todavía querer más.
—Cálmate, simple curiosidad —alzando las manos en son de paz, Bruno esperó que la pelo turquesa se calmara y no le lanzara la silla.
—Métase su curiosidad bien profundo en el culo —se volvió a sentar, mascullando en contra del moreno; sólo recibió una corta risa del contrario.
Bah, asqueroso.
—IA murió atropellada por un camión, ¿ya lo sabía? Según testigos, ya parecía muerta incluso antes del suceso y se desmayó en plena carretera, ya de ahí todos saben lo que pasó.
—Qué muerte más estúpida pudo tener alguien como ella —dijo, mientras encendía el sexto cigarro—. Debió haberle pasado algo peor por todas las cosas horribles que ha hecho, nunca le voy a perdonar que muriera así de fácil.
—El estado psicológico de la fallecida no era muy bueno, según los informes.
—Nunca lo fue —iba a dejar esa frase finalizada; no obstante, agregó algo más—. E incluso quiso arrastrarme a mí a su pozo de mierda. Lo consiguió, la muy maldita. Aunque esté muerta, la seguiré acompañando en ese agujero en el que nos lanzamos.
—¿La extrañarás? Está muerta y su paradero es desconocido, así que de seguro ya no podrás hacerla pagar por todas las cosas que hizo.
Iba a negar, juraba que lo haría, pero sería una mentira.
Y ella las odiaba.
Asintió, de mala gana, pero lo hizo.
La sonrisa, llena de sorna y desdén de Bruno se hizo presente ¿Cuándo no había sido así? Asqueroso.
—Qué estupidez.
—Lo sé.
—Puedes irte.
—Muchas gracias.
—Ten cuidado de no perderte en el camino, podrías encontrar cosas muy desagradables.
—Mientras no me encuentre con IA, no me importa.
—Oh, Miku, no hables de lo que no sabes.
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