Delirios.
Pareja: Terra x Kairi.
Fandom: Kingdom Hearts.
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Ya habían pasado tantos años desde que comenzó la guerra que Kairi temía olvidar los hermosos días de paz donde la normalidad no era estar rodeada de personas gravemente heridas en su lecho de muerte, teniendo que aguantar el dolor de perder alguna extremidad por los explosivos o desangrarse por los agujeros provocados por las armas del enemigo.
Ella quería ayudar a su país, por lo que aprovechando sus conocimientos de medicina, no dudó en ofrecerse como voluntaria.
Al principio costó acostumbrarse, varias han sido las veces que ha llegado a vomitar del asco o llorado hasta deshidratarse por todos los hombres que llegaban y se iban —mayormente muertos— de su tienda. Al principio costó, sí, y estaba segura de que nunca se acostumbraría por completo; sin embargo, por lo menos ya podía hacer su trabajo sin colapsar ni ser ningún estorbo.
Ella trabajaba arduamente para asegurarle una mejor y más larga vida a los soldados, llegando a descuidarse demasiado. La pelirroja se esforzaba en que los demás fueran tan felices como pueda ser posible, aunque ella no lo era del todo. Con cada día que la guerra continuaba, se sentía más miserable que el día anterior.
Y cuando creyó que el mundo no podía ser más oscuro, conoció a un soldado de pelo marrón cuya sonrisa no era opacada ni por la herida de bala en su brazo y que le brindaba las fuerzas que necesitaba para devolvérsela con la misma calidez.
Él venía a visitarla cada que podía, hablando sobre diversos temas y escabulléndose entre las comidas para compartirle algo de su ración.
Kairi era feliz cada vez que Terra estaba a su lado.
Por mucho que ella creía que era mejor no encariñarse demasiado con los pacientes, puesto que en cualquier momento no volvería a verlos, Terra aplastó esa regla sin ningún problema.
Y a la pelirroja no le disgustó para nada eso.
Sin embargo, viendo a ese hombre que tanto adoraba en una camilla, tan herido y con una pierna perdida por proteger a un compañero de un explosivo, sólo significó en sentir a su corazón haciéndose añicos y esa parte mezquina del subconsciente que quería hacerla llorar, diciéndole que no se sentiría tan mal de haber mantenido la distancia.
Kairi tuvo que resistir todas las lágrimas que amenazaban con salir y trabajó con más esfuerzo que nunca para tratar a Terra. Ella necesitaba que viviera, no soportaría perder más hombres, menos a él.
Sin embargo, no lo consiguió, estaba claro que él moriría con esas heridas más el tiempo que tardaron en traerlo, si hubieran sido más rápidos, él quizás habría tenido oportunidad.
Terra estaba a las puertas de la mente y comenzó a murmurar.
—Kairi...
Escuchando su nombre, la nombrada se apresuró en colocarse al costado suyo, tragando profundo al ver ese rostro parcialmente vendado.
—Aquí estoy, Terra.
—¿Uh...? ¿Eres... na... fermera? Que casuali... Mi esposa... también... llama Kairi —el pelo marrón respiró a profundidad, aún con todo el dolor que eso conllevaba, necesitaba poder hablar lo mejor que pudiera permitirle su delirante mente—. Eres... gualita a ella...
Intentó resistirse y también falló en eso, las lágrimas no tardaron en comenzar a deslizarse por su rostro, abundantes y sin fin. Ella sólo asintió repetidas veces, forzándose a brindarle una sonrisa a Terra, él se lo merecía.
—Soy yo, tontito. Tu esposa Kairi.
Él no pudo responderle; sin embargo, la sonrisa de felicidad que él le brindó decía más que suficiente.
Kairi se inclinó hacia él, conectando sus labios con los ajenos en un largo beso, ella temía lo que ocurriría si se alejaba de él.
Pero pasó, apenas la pelirroja se separó, logró darse cuenta que el último aliento del hombre se fue en ese beso.
Era curioso, Terra nunca llevó un anillo, ni nadie habló de eso, incluso en su registro civil aparecía como soltero.
Esos datos sólo hicieron que el llanto de Kairi se prolongara durante meses.
Y cuando ella finalmente paró, esa misma noche, llegaron las noticias de que la guerra se había acabado después de casi dos décadas.
Los soldados estaban felices gastando toda la munición de sus armas, disparando hacia el cielo aún con los regaños de sus superiores. "Ya no necesitaban armas en un mundo sin guerra" exclamaban sin miedo a nada.
En otra situación ella compartiría la felicidad con ellos; no obstante, viendo todo lo que vivió, sabía que cuando volviera a su hogar casi todos los hombres que ella conoció fueron purgados de la tierra como espuma del mar.
Y entre ellos, el primer hombre al que amó.
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