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Cupido.

Fandom: Vocaloid.

Pareja: Fukase x Rana.

Dedicado a mi bella Larry lafukasapo

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Ante todos estos días de estrés, Miku decidió tener un momento para sí al encerrarse en el salón de música de la institución durante la hora de descanso. Quería tocar en el piano los acordes de una canción que pasaba por su mente en ese momento, sentía que debía de aprovechar tan rápido como fuese posible antes de que ese demonio rojo y ángel rosa la encontraran para fastidiarla con cualquier tontería banal que ocurriera.

Tomó una profunda respiración y cuando sus dedos estaban a punto de tocar las teclas, los alejó por el estruendo proveniente de la puerta.

— ¡Miku!

El demonio rojo llegó.

Molesta, contestó a gritos.

— ¿¡Qué!?

— ¡Necesito tu ayuda!

No se molestó en ocultar su fastidio, a Fukase tampoco le importaba mucho con tal de que Miku lo escuchara, por lo que acto seguido se aferró a su falda, de rodillas.

A la pelo turquesa no le quedó de otra que serenarse, con sus dedos acariciando ese rizado cabello, de vez en cuando enredándolo en su mano. El cabello de Fukase ya era más tratable a comparación de antes.

— ¿Qué sucede?—habló con suavidad, para instarlo a calmarse, si la razón de su actitud era estúpida, lo jalonearía de la oreja por un buen rato y lo sacaría a patadas.

—Quiero confesarme a Rana—lloriqueó, provocando que la fémina frunciera el ceño.

—Entonces házlo, llevas queriendo hacerlo desde hace mucho.

— ¡El problema es que no va a aceptarme!

—Mira, te aseguro que lo hará, también le gustas.

— ¡Pero ella creerá que me confieso por virgen desesperado de ponerla!

—Y lo eres.

El pelirrojo lloró más, pero no lo negó, él también era consciente de ello.

— ¿Entonces cuál es tu punto?—presionó para que él continuara.

Secándose los mocos, él confesó.

—Quiero que me ayudes.

Los labios de Miku se torcieron en una mueca ¿Ayudarlo? ¿No lo había hecho todo este tiempo? Claro que sí, pero ambos son tan pendejos que no permitían ningún acercamiento.

¿Hacer que se tomen de las manos? Las primera y última vez que lo consiguió empezaron a llorar y se aferraron a ella, al mismo tiempo, como bebés mientras chillaban sobre haberse tomado de las manos, empujándose mutuamente al suelo porque "acaparaban el espacio de Miku".

Pero aún así, sólo para que él se fuera, asintió con fastidio. No importaba.

Fukase se puso contento y salió del salón. Literalmente al siguiente segundo entró Rana como una tempestad.

— ¡Miku, necesito tu ayuda!—gritó, al borde del llanto.

Los dedos que estaban a punto de tocar las teclas del piano se estrellaron violentamente contra estas, provocando un sonido desagradable y desafinado como prueba de su ya acabada paciencia.

— ¿¡Qué esta vez!?

Contando esta, es la cuarta vez que Rana se aparece para pedirle ayuda en el día.

Aún así, la chica no se intimidó y corrió a aferrarse al chaleco de Miku.

— ¡Quiero confesarme a Fukase!

Bufando, en un intento de acumular paciencia, contestó.

—Entonces ve y díselo. Él está muy enamorado de ti.

— ¡Es que no puedo, siento que sólo me va a aceptar porque soy una chica! ¡Él está tan desesperado por una novia que aceptaría a cualquiera y no por amor! ¡No puede estar cerca de una sin sonrojarse ni ponerse nervioso!

Tampoco se equivocaba.

— ¿Entonces qué propones?

— ¿Podrías ayudarme a hacer que él se confiese? Es la única forma de que acepte, si se lo pido yo estaré todo el tiempo pensando que lo hizo por ponerla.

—Sí, sí.

— ¡Gracias!

La pelo turquesa fue abrazada con fuerza antes de ser dejada sola. Suspiró, un poco hastiada de esa actitud tan boba que tiene ese par a la hora del romance. No queriendo pensar más en ello por el momento, quiso empezar a practicar con el piano; no obstante, a un centímetro de que sus dedos tocaran las piezas se detuvo por un pensamiento invasivo.

"Fukase no se sonroja ni se pone nervioso cuando está conmigo, ¿acaso no me ve como una mujer?"

Pensó con fastidio, casualidad que justo apareciera el susodicho.

—Hey, ¿puedo almorzar contigo? No traje comida...

—Fukase, si yo te pidiera que seas mi novio, ¿aceptarías?—atacó sin vaselina.

El pelirrojo soltó un confundido "¿Ah?" antes de contestar.

— ¿Qué? ¡N...no, no, no! ¡No te veo de esa forma! ¡Te veo diferente!—su respuesta fue veloz, pero no hubo ni un asomo de sonrojo en esa pálida piel.

— ¿Entonces no me ves como una mujer?—frunció el ceño.

— ¡No, bueno, sí! ¡Pero en lo biológico! Tú... Tú para mí eres especial, pero no románticamente—gritó un poco, como pausa para desahogarse—. ¿S...se me entiende, verdad?

Miku abandonó su mordaz seriedad para dejar relucir una suave y alegre sonrisa.

—Sí, ven aquí, bobo. Traje triple almuerzo.

Comieron juntos hasta que llegó Rana a unirse, siendo la que recibió el tercer almuerzo.

Miku consideró que después de esto se suicidaría. Ni el mismo Cupido querría encargarse de la labor de juntarlos.

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