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Cicatrices.

Pareja: Terra x Kairi.

Fandom: Kingdom Hearts.

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Comúnmente, si los días fueran como aquellos hace catorce años, donde Terra ni siquiera era un Maestro de la llave espada; él esperaría a estar en la soledad de su habitación, revisando las heridas causadas en su última exploración. Él aprovechaba que no eran graves y fáciles de ocultar para que nadie se preocupara y así atenderlas en secreto.

Sin embargo, ahí estaba Kairi.

Hacía casi dos años que la joven había llegado a Tierra de Partida para entrenar con Aqua y unos cuantos meses desde que la joven pelirroja empezó a tenerlo en un lugar especial de su corazón y el sentimiento fue mutuo cuando ella lo dio a conocer en una tarde lluviosa, donde ella lloró de la frustración de tantos pensamientos acumulados que explotaron aquel día con la presencia de Terra, quien había tardado mucho más de lo esperado en volver de una misión. Ese día, el moreno la tuvo que abrazar con fuerzas para que supiera que no la dejaría e incluso durmieron en la cama del varón.

Esa noche fue la primera vez que Kairi vio las cicatrices ocultas de Terra.

Y este día también.

Ella confiaba plenamente en la fuerza de Terra; sin embargo, conocía de igual forma esa tendencia a ocultar sus heridas, por lo que después de cada misión ella no dudaría en esperarlo en la habitación del pelo marrón para atenderlo.

Terra estaba sentado en la orilla de la cama y ella de rodillas detrás de él, pasando la yema de sus dedos por todas las heridas que se fueron acumulando con el paso de los años.

—Recuerdo la primera vez que te vi pelear, quedé impresionada con la fuerza que demostrabas, me hacía sentir que eras alguna especie de dios —Kairi rompió el silencio del ambiente, como Terra no respondió a lo que decía, ella continuó—. Pero me dolió mucho ver todas las heridas que cargabas.

—¿Te decepcionó que no fuera tan fuerte como creías?

Kairi negó con la cabeza.

—No, nunca. Sigo creyendo que eres el hombre más fuerte del mundo y estas cicatrices son la mayor prueba de ello —la voz de Kairi comenzó a quebrarse al igual que su visión se nublaba—. Lo que detesto es que aún con todo el tiempo que llevamos juntos, sigas queriendo ocultarlas.

—Lo lamento, no quería preocuparte, a nadie —deseaba voltearse y acariciar a la fémina con el fin de borrar las lágrimas de su rostro; no obstante, parecía que quería decir más, por lo que la dejó hacerlo.

—A mí no me preocupa que puedas ser herido, sé que como guerrero eso siempre puede llegar a ocurrir; pero si no sé lo que te pasa por tu mente, ni lo que te duele, claro que me voy a preocupar.

—A mí nunca me han gustado las cicatrices que conseguía en mis batallas, sentía que todas eran un recordatorio de la fuerza que me faltó y los errores que cometí —Kairi iba a responderle; sin embargo, él se adelantó—. No me gustaba que los demás las vieran, no me sentía feliz con verlos preocuparse; así que con cada herida que sufría, tenía que centrarme en mejorar mis flaquezas para no volver a cometer el mismo error. Gracias a eso, rara vez tengo una herida nueva.

Kairi le brindó una sonrisa al pelo marrón, él no la pudo ver al estar dándole la espalda; sin embargo, no fue un detalle por el que la pelirroja se comió la cabeza. Paseando sus dedos todavía por la espalda de Terra, ella subió más arriba, hasta los omóplatos, donde unas pequeñas marcas de uñas que les faltaba poco para desaparecer aprovechaban el tiempo que les quedaba para exponerse orgullosas.

Por lo visto, los sincorazones ya no serían los únicos que dejarían marcas en su cuerpo.

Inconscientemente sonrió con el pensamiento y abrazó a Terra por la espalda, pasando sus brazos por la cintura del varón.

—Deberías saberlo, pero tienes algunas heridas que son bonitas —y besando con lentitud las que ella era la culpable de su existencia, agregó, sintiendo gustosa cada cambio en el cuerpo de Terra—. A mí me gustaría una herida hecha por ti.

Y no hace falta decir que Terra siempre cumpliría sus deseos. Tomándola fuerte entre sus brazos, apretándola bien y con su boca siendo devorada con fogosidad; Kairi apenas y podía tener tiempo para reír, por lo que sonreía de poder tener la oportunidad de estar así junto a él.

—¡Ah, espera! ¿¡No estabas herido!?

—Es sólo un rasguño.

—¡Ah!

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