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Nueve

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— Mamá... —empecé a decir, mientras revolvía los vegetales.

— ¿Qué pasa, Romina? —dejó a un lado los papeles, y se me quedó mirando.

— No crees que... No lo sé, es sólo que ya no quiero ir al club —me hundí de hombros.

— ¿Qué? ¿Por qué? Este último mes has estado más que emocionada con el deporte... ¿Te ha hecho algo Gabriel?

— ¿¡Qué!¡ ¡No! Nada de eso —negué con la cabeza—. Simplemente me he dado cuenta que en realidad no soy buena en el tenis, y no quisiera hacerte gastar más dinero en algo que ya me aburrió.

Me brindó una de sus miradas intimidadoras, y me vio detenidamente, como si algo en mí estuviera mal y quisiera descifrar lo que era.

— De acuerdo. Habla con Gabriel para ver qué tenemos que hacer para darte de baja...

— ¡Pero...! —me mordí los labios, para evitar decir algo malo— Tenía la idea de que tú le dirías a Daniel, puesto que...

— ¿Qué? ¿Puesto que me siento atraída a él? —se cruzó de brazos—. ¿Ahora la quieres hacer de cupido, Romina?

Ah, sí claro... Yo de cupido. ¡Bien, bien! Yo le diré a Gabriel... ¡Y tú tampoco intentes hacerla de cupido!

Al pasar los días me sentía terrible conmigo misma. ¿Cómo había llegado a tal punto de engañar a alguien, para que pensara que me gustaba? Todo se volvía peor con el tiempo. He aprendido que uno nunca se escapa de sus errores, ni de su pasado, porque... de alguna forma vuelves a ellos y los repites miles de veces.

Había ido con mi madre y con mis amigas a comprar los vestidos para el baile. El último baile que tendría antes de entrar a la universidad. Ahora que Amanda y Carolina sabían que el que me gustaba era el padre de Gabriel, y no él, entendían mis razones para no querer ir a un ridículo baile de adolescentes desenfrenados.

Miles de vestidos, diferentes tiendas y demasiada joyería para un rato que se escurriría de nuestras manos como agua. Escogí un vestido color azul. Nunca me había sentido tan identificada con un color que no fuera el gris.

Yo necesitaba ser salvada. Una vida de colores que de pequeña me envolvía se empezó a tornar gris cuando mis ojos vieron el atractivo del sexo opuesto. Ahora necesitaba que alguien me tocara y me devolviera los colores que me hacían morir lentamente.

Ya no veía personas de colores. Mi panorama se había vuelto de color azul y rojo. Colores que a mí me gustaban ahora y colores que a él le gustaban desde hacía mucho.

Me había convertido en azul por él, y ni siquiera lo sabía.

... 

Estábamos en clase de comunicación. Hoy se tenía que entregar el trabajo, y a mí me habían encargado editarlo e imprimirlo.

— Me gustan las fotos que tomaste —dijo Javier al ver cómo había quedado—. Muy bien, será mejor que se lo demos al profesor —me volteó a ver—. Buen trabajo, Romi.

— Gracias —musité casi sin ánimos.

Me había quedado viendo a la nada. No me sentía viva. El amor que emanaba de mi cuerpo por alguien a quien nunca tendría, me hacía sentir muerta. ¡Entiéndelo Romina! ¡No! ¡No quiero!

— ¡Hey! ¿Qué tienes? —alcé la mirada, dejando a un lado los pensamientos en el vacío— ¿Lista para el baile de la siguiente semana?

— Dejaré de ir al club —dije sin siquiera pensarlo. Vi que Gabriel fruncía el ceño, no entendía nada de lo que pasaba en mi vida, y no lo culpo... Ni yo lo hacía—. Me... ¿Me puedes decir qué se necesita para anular mi membresía?

— ¡Qué! ¿Es en serio? ¿Dejarás el club? ¿¡Pero por qué!?

— Me dirás cómo anular la membresía, ¿o no? —contesté de una manera irritada.

— No se puede... Tienes que esperar a que tengas que renovarla.

— Bien... —bajé la mirada— Te veo luego.

Tuve mis otras clases. En los cambios de salón me encontré a mis amigas, quienes parecían nerviosas por algo... No le habían dicho a nadie (hasta ahora) de mi severa atracción hacia Daniel, y eso se los agradecía inmensamente. No les había podido preguntar qué pasaba, y tampoco contestaban mis textos.

En cuanto tuvimos el receso me fui a buscarlas. Necesitaba decirles todo lo que me pasaba. Las busqué en el baño, pero no estaban ahí. Tampoco estaban con todos los demás... De hecho no estaban todos los demás ¿Qué estaba pasando?

— ¡Ay, por fin! —las vi caminando por el patio— ¿Dónde habían estado? ¡Me la he pasado buscándolas como loca!

— Romi... Será mejor que te vayas si no quieres...

— ¡Rayos, Carolina! —interrumpió Amanda—. Lo que quiere decir Caro es que Gabriel... ¡Genial! —dijo con sarcasmo.

— ¡Qué! ¿¡Gabriel qué!?

— Da media vuelta y verás porque no queríamos que te encontraran con nosotras...

Al darme media vuelta vi a Gabriel sosteniendo un pequeño ramo de rosas y margaritas. Sabía que estaba pasando y no me gustaba nada de esto... Miré a otro lado, esperando que nadie estuviera viendo, pero la verdad era otra; Todos estaban ahí mirándonos, esperando que Gabriel lo dijera. Me lamenté por no haberlo parado cuando tenía oportunidad, pero quería tener una cuartada para mis emociones por si algo salía mal.

— Hola Romi —no lo digas, no lo digas por favor— Ah... Bueno yo... —se empezaba a poner nervioso con todas las miradas en él—. Llevamos poco de conocernos, dos meses, pero en realidad yo siento que te conozco desde hace mucho más...

Todos me dirigieron la mirada. Ese pequeño músculo que bombeaba sangre a todo mi cuerpo, se aceleraba con cada palabra que decía Gabriel. Pero no se aceleraba de emoción, sino de nervios.

— Ha pasado de muchos con nosotros. En verdad que no puedo dejar de pensar en ti, en tu forma de sonreír..., y en lo horrible que juegas tennis —dijo en sarcasmo—. ¡Hasta sabes que me gustas demasiado! —bajó la mirada unos segundos y la volvió a subir—. Creo que es hora de que te lo proponga —se hincó en una pierna— Romina, ¿quieres ser mi novia?

Y en medio de todo el ajetreo, y de mis nervios. Tenía que hacerle frente a todo y enfrentar mis errores. Tenía que detener a Gabriel ahora. Pero en vez de eso, me encontré diciéndole:

— Sí.

Le dio el ramo de flores a Amanda, que, junto con Carolina, no parecían felices por lo que acababa de pasar.

Gabriel me abrazó, besó mi frente, y se separó un poco. Nos quedamos viendo. Por un instante me encontré feliz al ver los mismos ojos que tenía Daniel, pero al momento regresé a ser la misma triste y abrumada Romina que me había convertido en el último mes.

Antes de cualquier cosa, mis labios se vieron envueltos en los de Gabriel. Un beso que a todos les parecía que sabía a amor, no me sabía más que a lágrimas y engaños. Así que en ese momento me imaginé que el beso me lo daba su padre, y entonces el beso ya me sabía a miel y estrellas.

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¡AHHHHH! ¿Qué tal? No se lo esperaban, ¿eh? 

¡YA ES EL PENÚLTIMO CAPÍTULO! Y bueno, también quería expresarles todo mi amor, porque hace una semana la novela tenía tan solo 400 leídos y 40 votos, y ahora tiene cerca de 1K y 100 votos. ¡GRACIAAAAAAAAAAAS! Lloro de emoción, en serio :')

Sólo quiero saber qué les ha parecido el capítulo número 9. ¿Cómo creen que vaya a terminar la historia? 

Como siempre, no.olviden votar y dejar sus comentarios sobre el cap.

-Con cariño, iQueBooks

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