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44. Una de la mañana

Los copos de nieve siguieron cayendo a nuestro alrededor, mas ahora, yo no sentía frio sino más bien horror. Giselle y yo al fin nos reencontrábamos y no era para un afectuoso abrazo. Nos miramos con odio y rencor, esperando cautelosamente por quien daba el primer paso a la perdición.

—Hola, Nicole.
—Hola, Giselle.

Hice silencio al sentir el aura asesina que emanaba de ella. Respiré con fuerza. ¿Qué debía hacer? Justo frente a mí estaba la única cosa que me faltaba terminar. ¿Matarla? ¿Aquí? Mis ojos se devolvieron al restaurante de dónde recién había salido... creo que la recepcionista y unos cuantos meseros aún me seguían con la mirada. Bufé molesta. ¿Por qué tenía que habérmela topado justo acá? Volví mis ojos a la chica que sonreía. ¿Lo había planeado? Mis manos se hicieron puños. Que inteligente asesina tenía.

—¿Enojada?
—Decepcionada. —Sonreí—. Resultaste ser solo una cobarde.

La sonrisa de mi queridísima amiga desapareció. ¿No le había hecho gracia? Yo me partía de la emoción.

—¿Crees que puedes siquiera ponerme una mano encima? —Cuestionó quien daba el primer paso hacia mí—, ¿o es que tienes miedo que el restaurante nos mire morir?
—Te invito a pasar a un lugar más privado. —Mis ojos se hicieron más rojos que la propia sangre—. Seguro que quieres terminar con esto rápido para irte a tu fiesta de Año Nuevo.
—Oh, ¿ya te lo contaron? —Carcajeó, refiriéndose a cómo me había intentado asesinar en halloween—. Quería darte la sorpresa.
—No me hizo gracia.
—Sí... a mi tampoco.

Entrecerré mis ojos. Recordando todo lo que habíamos pasado juntos, teniendo una leve razón para querer parar, para querer arreglar las cosas.

—¿Qué te hice, Giselle? Pensé... pensaba que realmente te caía bien.
—¿Qué me hiciste? —Habló como si lo hubiese dicho de broma—. Naciste como un vampiro, eso hiciste.
—¿Entonces eso es una ofensa para ti?
—Claro que sí.

No pude evitar caminar hacia ella. Oh sí, ella me estaba provocado. Asesina o no, a mí ya no me importaba. Giselle degustaría mis garras y las de mi subconsciente que ya empezaba a despertar y gritarme para que la acabara de una buena vez.

—¿Me haces los honores? —Susurró antes de hacer un ademán para que fuésemos al bosque.

Le miré desconfiada y cuando me sonrió, mi subconsciente me dijo que había alguien más con ella. Caminé a lado suyo, sin bajar mis defensas y cuando al fin estuve alejada de los ojos entrometidos de los meseros y comensales, corrí a velocidad de la luz. Tal vez Giselle había traído refuerzos así que yo iría por el mío. Blake estaba cenando a unos cuantos kilómetros de aquí y solo era cuestión de segundos para encontrarlo.

Pero oh sorpresa... las cosas a mí nunca se me ponían fáciles.

Justo cuando me detuve a mitad del bosque, en dónde los copos de nieve casi terminaban su labor de blanquear el piso, escuché las pisadas de Giselle entrando al campo de batalla. Genial, aún tenía tiempo.

Miré a mis alrededores tratando de encontrar a mi mejor amigo... pero por alguna extraña razón, el mundo comenzó a revolverse. ¿Me había mareado? Me tomé la cabeza antes de despabilarme. Tal vez aún no me había acostumbrado a correr de esa manera o tal vez Giselle le había echado algo a mi comida, quien sabe.

Traté de volver a ponerme en marcha, pero cuando pensé que ya estaba mejor, terminé vomitando en el suelo. ¿Por qué ahora? ¿¡Por qué hoy!? No entendía la razón del síntoma, pero tampoco me sentía llena. Por alguna razón, quería sangre también... grandes cantidades de ella.

Tosí una última vez y me limpié el rostro después de haber terminado totalmente asqueada. La hamburguesa, las papas e incluso el refresco habían vuelto al planeta Tierra. Y aunque ver mi propio vomito me revolvía aún más el estómago, mis pensamientos buscaron y encontraron la respuesta: Giselle ya había predicho todo. Ya sabía que yo me marearía y estaría totalmente a su merced. Con razón sonreía y sonaba tan confiada. Maldita perra.

El crujido de una pequeña rama a unos cuantos metros de mí, me alertó una vez más. Volteé hacia atrás sabiendo por lo que estaba ocurriendo.

Giselle ya me había alcanzado.

Las palmas de sus manos hacían ese ruido estúpido que me molestaba a gran escala. Estaba aplaudiendo como si de un truco de magia se tratase. Le miré con odio mientras me limpiaba la boca y le observaba acercarse. El estómago me dolía bastante. ¿Qué rayos le había hecho a mi cena?

—Bravo Nicole, bravo... —dijo antes de llegar a mí, rodeándome como si fuese un estilo de tigre.
—¿Qué hiciste?
—¿Yo? —Me sonrió—. Nada.

Ahí fue cuando el mareo se convirtió en dolor. Giselle, fuerte y sin misericordia, lanzó su puntapié hacia mi pulmón. Me revolví en el suelo, protegiendo el área afectada. Giselle comenzó a reír intensamente ante aquella acción, disfrutando de aquel baile que yo hacía con la nieve entre mis ropas.

—Así que este es el día en que morirás. —Miró al bosque—. No muy bonito, pero perfecto para una bestia como tú.

Dejé de revolcarme y me senté difícilmente sobre el suelo. Le miré por primera vez con cólera, con un odio que jamás había mostrado en mis veinte años de vida... ese que demostraba que todo lo que me estaba pasando había sido su culpa.

La muerte de mi tía Agatha, la desaparición de mis padres, mi ceguera, el odio de Alexander hacia mí, la pérdida de mi humanidad, la matanza de tantas personas... todo por su culpa. Saqué sangre de mis manos de tanto aprisionarlas con furia.

Su sonrisa desapareció de su rostro al encontrar mi mirada de rabia que se dirigía a la suya.

No recuerdo la exactitud en cómo todo pasó, pero en menos del minuto, ya tenía a Giselle tomándome del cuello, obligándome a pararme del piso congelado. Y lo peor de todo, es que lo logró. Había aprisionado mi espalda sobre un tronco de madera vieja. Un árbol muerto por el helado viento.

—¿Qué? ¿Creíste que no te había visto entre la ventana del hospital? Por favor, no me subestimes y no seas tan ingenua —soltó antes de sumergirnos en un silencio sumiso que nos afectó a las dos.

Yo por estar concentrada en el dolor y ella por apreciar mi rostro lleno de cierta desesperación. Sí, tal vez había sido un error enfrentarme a ella sin un plan o sin tener a Alexander a mi lado pero, ¿había sido mi culpa que me sabotearan en el camino? Le miré una vez más. Si algo me sucedía a mí, así como les sucedió a mis padres, entonces Alexander se vengaría por mí o al menos la mataría a ella.

Sonreí a pesar de estar en desventaja. Giselle pareció molesta. ¿No le hacía gracia? Yo no podía parar de sonreír.  Quien sea que la matara, yo estaría realmente feliz en el infierno.

Nos miramos mutuamente, pero esta vez, la rubia me miró con molestia y fastidio. ¿Al fin la había irritado? Ella no sabía lo que era la exasperación acá. Alexander era el rey en eso.

—Deja de reírte.
—Oblígame.

Se hizo de nuevo el silencio; sin embargo, lo que destruyó el mutismo ahora no fue Giselle o sus golpes sino el sonido de una bala que se disparó a lo lejos. Cuando creí que había sido cualquier otra persona ajena a este problema, el grito de Blake se escuchó a lo lejos. Giselle sonrió.

—Un vampiro menos —soltó antes de meter una de sus manos en su pantalón y sacar una pistola fina y bastante grande—. Terminemos con esto de una buena vez, ¿quieres? Despídete del mundo humano, Nicole.

Le miré una vez más con odio y esta me dio un golpe con su pistola de plata sobre la cabeza. No caí gracias a que esta me seguía tomando de la camisa para sostenerme y volverme a golpear.

—¿Serás feliz después de matarme? —Pregunté después de haberme recobrado.

Me miró incrédula, y me tiró al suelo nuevamente. Se acercó a mi rostro con una sonrisa llena de ego.

—¿Qué si seré feliz después de matarte? —Preguntó antes de comenzar a reír como si fuera una pregunta estúpida—. Si mueres esta noche, con mis propias manos, seré la mujer más feliz del maldito planeta.
—¿Y si eso no pasa? —Solté con superioridad después de un corto periodo de silencio.

Giselle había dejado de reír o de mostrar alguna emoción que demostrara felicidad. En cambio, mostraba un rostro lleno de impaciencia y enojo. Su rostro se elevó una vez más, y con aquel aire de preeminencia, mostró una mueca llena de diversión y gozo.

—No ves que ya se acabó este juego, Nicole —dijo antes de poner su bota encima de mi garganta—. Entiéndelo, ¡he ganado yo!

Escupí la poca saliva que me quedaba en la boca al sentir la fuerza doblegando mi esófago. Aquella felicidad que mostraba mi amiga, me indicaba el hecho que lo disfrutaba, que estaba cumpliendo con aquella meta que se había propuesto desde el día en que me conoció. Desde que supo la verdad.

—Nunca más... nunca más voy a volver a hacer algo tan estúpido. Debí matarte cuando te tenía frente a mis ojos en esa noche de lluvia, ¿recuerdas?

La miré con odio. Giselle sabía bien que ese día había sido muy emotivo para mí. Me apuntó con su pistola nuevamente pero ahora con la gran desventaja en la que su pie se hallaba aprisionando mi garganta. No podía moverme.

Colocó su pistola en mi frente y entonces, comenzó a moverla hacia los lados. Pasándola por mis orejas, mi nariz, mis labios... mis colmillos. Respiré al verla de nuevo. Creo que mis ojos vampirescos le había dado una nueva idea para torturarme.

Se mordió la boca con fuerza para poder hacerse a sí misma sangrar. Los hilos de sangre brotaron y cuando me sonrió, pude ver sus dientes manchados de rojo. Se acercó a mi rostro y antes de decir cualquier cosa, me escupió aquella sustancia que se suponía que yo debía de amar.

—¿Te gusta? ¡Cómelo! Comételo todo, zorra —se carcajeó como una psicópata ante la muy mala broma.

Mis ojos celestes llegaron a los sus ojos marrones y fue entonces cuando la enfrente una vez más, a un duelo de miradas. Su pie, el cual estaba situado justo encima de mi garganta, se levantó y en menos de segundos, volvió a bajar con una fuerza sobrehumana. Comencé a toser por la falta de oxigeno y fue ahí cuando Giselle volvió a reír como lo había hecho cuando había gargajeado su sangre y saliva sobre mí. 

La miré nuevamente sin poder transcribir en miradas él cómo o qué quería decirle. No sabía siquiera como describir el qué sentía en ese momento. Tal vez ira, vergüenza y... ¿asco? Era un sentimiento que me  hervía a una temperatura nunca antes vista y que me provocaba el hecho de aventarme sobre ella, romperle cada uno de sus extremidades con su misma pistola y hacerle que se tragara la misma sangre que ella me había dado a mí.

Pero todo era inservible. No podía hacer nada.  No sabía si Blake se encontraba aun peleando o este ya estaba bastante muerto. Ni yo misma podía concentrarme para buscar la sangre de aquel vampiro que se hallaba herido de una bala.

Giselle volvió a patearme una y otra vez. Ahí fue cuando al fin escupí, por primera vez, aquel líquido que empezaba a gustarme. Se inclinó a mí y su rostro llegó al mío. Me apuntó por última vez con su pistola y sonriendo, se dirigió a mis ojos.

—Tengo una pregunta para ti, Nicole —soltó esta de repente con cierto cinismo—. ¿Te gustó ver a colores?

Guardé silencio agregando a ella una seria mirada. Ahora sí que había tocado un punto muy importante para mí. Poder ver había sido un regalo de Alexander. Ni ella ni nadie me los iba a arrebatar sin mi consentimiento.

Respiré con fuerza al verla acercarse, al saber lo que planeaba. Miré sus ojos ensimismados en los míos y entonces, sin pensarlo, le escupí la sangre que emanaba de mí.

La pistola se alejó casi de inmediato. Giselle gritó como si le hubiese caído limón. Sus corneas se quemaban y eso era claro por cómo se tapó el rostro y me dio oportunidad a mí de patearla y salir corriendo de ahí.

No me importó mucho el dejar a mi amiga tirada ahí en el suelo para escapar de ella. Me dolía la garganta. Sus golpes habían dejado una marca horrible en mi cuerpo y la inflamación me hacia casi el imposible respirar. ¿Desde cuándo había querido matarme? Seguí corriendo por el bosque, hacia el lado contrario de dónde estaba el restaurante. La sangre que me había escupido escurría por mi rostro y eso me incitaba a querer probarla, regresar y comérmela viva.

«¡Basta de tonterías, Nicole!», me dije casi de inmediato al golpearme la cabeza. Eso de regresar no estaba ni en plan de duda. Si regresaba, Giselle me mataría seguro. Solo necesitaba tiempo... tiempo para hacerme más fuerte, entender mis habilidades, convertirme en un le-kra hecho y derecho. Haría que todos me temieran, pero por ahora, aunque a mis colmillos no les gustase la idea, ya era hora para aceptar mi fracaso. Esta sería la retirada sabia, lo que muchos guerreros nunca supieron aceptar. Sonreí pensando en aquello. Sí, buscaría a Blake y me largaría a la Mansión Maximus. Le pediría una disculpa a Alexander y este asunto de mi venganza vendría después.

Era cuestión de uno o dos años nada más. 

Seguí corriendo con aquello en mente, mirando constantemente hacia atrás. No quería que Giselle me alcanzara como la última vez y además, tenía que encontrar a Blake cuanto antes y deshacerme seguramente de Rogelio; seguro él era el responsable de ese disparo.

Sin embargo, los árboles no me ayudaban. Habían demasiados pinos y las ramas de estos golpeaban mi cara por la velocidad a la que iba. No era de sorprenderse que tuviese heridas pequeñas en el rostro, pero sí que estuviese tan mareada. Entendía que Giselle me había envenenado, pero ¿qué cosa había echado en el plato para que me sintiese tan mal? Traté de recordar todo mientras veía hacia el frente y volvía a sentir que el mundo se me revolvía. Agité mi cabeza para poder concentrarme, pero justo cuando lo hice, una rama se atravesó en mi camino y terminé en el suelo de nuevo.

No me quejé porque no me había dolido, pero cuando volteé hacia abajo, pude denotar que me había roto la rodilla y que mi pie se había volteado hacia atrás. Hice una mueca por el mal día e intentando acomodar mis huesos con rapidez, me senté en el suelo aprisa.

No tenía tiempo para esto. Si Giselle me encontraba así... ¡Adiós mundo terrestre! Tragué saliva con tan solo pensar aquello y volteé hacia atrás alarmada al escuchar pisadas que se acercaban a mí. ¿Se había recuperado ya tan pronto?

Giré a ver mi pie una vez más y, desesperada, aguanté la respiración. Mi fuerza hizo lo suyo y mi hueso crujió. Sentí un tremendo dolor y casi se me nubla la visión; sin embargo, respiré profundamente y aquello me alivió el ardor.

¿Pero cómo me iba a levantar? Muy y apenas podía respirar. Mis lágrimas recorrieron por fin mis mejillas, sabiendo que no me podía alzar.

Todo esto era un error. Debía ser una pesadilla. ¿Seguía dormida, verdad? Justo ahora debería estar de camino a casa junto a Blake, riéndonos de todo lo que había sucedido en el viaje. ¡Ah, pero no! A mí nunca me podían pasar cosas normales. Siempre me tenían que pasar cosas malas.

Cerré mis ojos con fuerza al saberme atrapada. Pronto, si no es que me encontraba Rogelio antes, recibiría una bala en la cabeza por mi cazavampiros personal.

Reí amargamente. La nieve seguiría cayendo con fuerza al igual que mis lágrimas. Sabía que debía callar pues el sonido disminuía mis probabilidades de escapar, pero no podía evitarlo. Mi corazón aprisionaba mi pecho y sentía nuevamente que iba a vomitar.

¿Por qué todo esto me tenía que pasar a mí?

—¿Nicole...?

Callé al instante. No esperaba aquella voz. Volteé hacia atrás. La silueta de Blake yacía apoyándose de la rama de un árbol. Por lo que parecía, había recibido el disparo justo en su hombro izquierdo. Parpadeé un par de veces con las gotas de lamento al borde de mis ojos. Y como era de esperarse, lloré de alegría al verlo... por sentir el alivio de que estaba tan  vivo como el propio bosque traicionero.

—Nicole, no llores. —Llegó a mí rápidamente y me limpió las lágrimas aprisa—. Recuerda que los le-kra no deben llorar en público.
—Pensé que estabas muerto.
—No te desharás de mí tan rápido. Recién nos conocimos.

Le regalé una amplia sonrisa justo después de escucharle. ¡Cuánta razón tenía! Llevábamos poco menos de unas semanas de conocernos. No podía irse así, sin más.

—Nicole, ¿necesitas una mano?

Le vi acercarse. Le sonreí al saber que estaba aquí para ayudarme.

—Blake, Giselle esta aquí. —solté mientras el cortaba la rama en dos—. Ella vino para matarme.
—Créeme que me he dado cuenta.
—¿Rogelio? —puntualicé casi con rabia.
—Vaya que los conoces. Quieras o no, ese imbécil me las va a pagar muy caro.
—No te detendré.
—Bien, hay que irnos antes de que...

No le dejé terminar. Me aventé a él para abrazarlo. ¡Vaya que necesitaba esto! Me sentía tan asustada, tan doblegada. Lloré por saber que estaba conmigo a mi lado, dándome esa seguridad de que nada malo iba a pasar. Éramos dos vampiros contra dos humanos. ¿Cuántas posibilidades habían de ganar?

—Nicole, debemos irnos.

Me separé un poco para sonreírle pero justo antes de hacerlo, un sonido sordo llegó a nosotros. Sentí como aquellos brazos de Blake me empujaban. Caí abruptamente en el suelo, pero aquello no me impidió para ver como la bala atravesaba el cuerpo de Blake por el corazón.

Rogelio nos había encontrado y le había dado a mi mejor amigo.

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Perdonen la demora. Exámenes + universidad + prácticas ... no es una buena combinación. Los amo a todos. Espero que les este gustando los últimos capitulos de Colores Oscuros. Besos. <3

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