Prólogo
Del otro lado del mundo, en Inglaterra, un barco conformado por una tripulación inglesa se preparaba para zarpar al nuevo mundo y descubrir que tipo riquezas inimaginables les esperaban en esas lejanas tierras.
Los hombres dentro del navío se despedían de sus esposas y familias antes de partir, cuando un nuevo tripulante arribó al muelle —hey, ¿Ese no es John Smith? — exclamó uno de ellos.
—¡Si, lo es! — confirmo otro más joven — he escuchado muchas historias increíbles sobre él — comentó emocionado al saber que contaría con la presencia del veterano durante el viaje.
—¡Smith!, ¡Sabía que ése lobo de mar vendría con nosotros! — se regocijo otro más, tener a alguien como Smith en el equipo eran buenas noticias.
El mencionado subió a la nave, entusiasmado, colocándose su yelmo plateado sobre la cabeza —¿Que puedo decir?, No podía dejar que pelearán contra los salvajes y se quedarán con toda la diversión, ¿Verdad? — el restó de los hombres se acercó para recibir al famoso individuo entre ellos cuando de un carruaje salió el hombre que lideraba la expedición, el gobernador Ratcliffe.
El susodicho bajó del carruaje acompañado de su perro Percy y su fiel sirviente Wiggins, subiendo también al barco —Smith, me alegro que un hombre tan recomendado nos acompañe. Esperó que no solo sean habladurías lo que he escuchado de usted — habló con acidez en su voz. Así era Ratclieff, era como una serpiente, siempre con veneno en la lengua.
—Le aseguró que no señor, tenerme aquí le será muy útil — contestó Smith sin inmutarse, estaba acostumbrado a superar las expectativas de hombres ricos y petulantes, esta vez no sería diferente.
El gobernador lo examinó —le conviene que así sea — sentenció, mirándolo fijamente —¡Bien, hombres! — cambió de tema —¡no hay tiempo que perder, leven anclas! — se fue a su camarote y no mencionó nada más .
Smith rodó los ojos —¡Hacía la aventura! — exclamó, el resto de hombres vitorearon.
Un tramo del viaje se mantuvo apacible, brisa fresca, sin nubes y sin ningún indicio de una tempestad cercana. Sin embargo, la calma siempre viene antes de la tormenta.
De improviso, el viento azotó el barco con sus ráfagas, anunciando que una tormenta se avecinaba.
Cumpliendo la terrible premonición, la lluvía se cernió sobre los tripulantes y la marea golpeó con fuerza las paredes del navío, moviéndolo bruscamente de un lado a otro. Los marineros se tambaleaban cada vez que las olas se levantaban sobre ellos, era cuestión de tiempo para que alguien fuera presa de su furia.
El más joven de la tripulación, Thomas, cayó por la borda hacía el agua helada y errática. Todos notaron su ausencia, pero el único que se había armado de valor para rescatar al joven había sido Jonh, que con gran habilidad y astucia logró sacarlo del agua y regresarlo a la embarcación antes de que fuera demasiado tarde.
Después de eso, la tormenta pareció rendirse, calmando su aguacero y dejando que las olas volvieron a ser tranquilas. Así, el navío pudo continuar su camino.
—Gracias, John — dijo Thomas, aún impactado por lo que acababa de pasar.
—No me agradezcas, se que cualquiera hubiera hecho lo mismo por mi — habló John con modestia mientras se retiraba su pelo mojado de la cara.
El resto de hombres se miraron unos a otros con culpabilidad. Si de ellos hubiera sido, lo habrían dado por muerto, pero simplemente se limitaron a darle la razón.
Ahora que él ajetreo de la tormenta había pasado, Jhon subió por el mástil, posandose sobre un soporte de la vela mayor para ver mejor el horizonte. Tomás lo siguió, no desperdiciaría la oportunidad de pasar más tiempo con el hombre que lo había salvado y que claro, admiraba por eso y más.
—¿Cómo crees que sea el nuevo mundo, John?, ¿Crees que haya algo sorprendente allí? — pregunto con incertidumbre, sentándose al lado del rubio.
—He visto cientos de nuevos mundos, Thomas — el sol pronto se asomó de entre las nubes, reflejándose en su cabello y haciendo que esté brillara con más intensidad —¿Qué podría ser diferente en este?
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