Capitulo 2: Nubes extrañas
Se despertó antes que cualquier otro. Cuando partió, el cielo aún era de un azul profundo y las aves todavía no emitían su canto mañanero. No había podido ir desde antes porque el deber había reducido sus opciones, pero ahora que todo había acabado, tenía la posibilidad de resolverlo de una vez por todas.
Deambuló por el río con prisa mientras la fría neblina fresca rozaba contra su piel calida, siguiendo al pié de la letra las instrucciones de Kekata.
"Sigue siempre la corriente más rápida del río, al final, un gran sauce te estará esperando en medió del lago. No hay pierde, muchacho"
Dió otros movimientos con el remo y, como había predicho el anciano, un imponente árbol llorón emergió a lo lejos.
A medida que se acercaba, parecía hacerse cada vez más grande; siendo alguien difícil de perturbar, admitía que era un poco... Inquietante.
Lo miró receloso e hizo una mueca de incomodidad, era descabellado, pero desde niño tuvo el presentimiento de que esos árboles ocultaban algo turbio detrás de esa maraña de hojas. Si había uno cerca, procuraba no quedarse mucho tiempo junto a él.
Vislumbró un hueco debajo de todo el follaje lo suficientemente ancho como para que la canoa pasara sin problemas, dentro, miro a todas direcciones asegurándose de que nadie estuviera esperándolo. ¿Paranoia?, No, precaución. Siendo un guerrero, era mejor prevenir que lamentar.
Dejó que su medió de transporte siguiera su curso hasta que el grueso tronco del arbol lo detuvo. Subió por él e inspeccionó donde poder reposar, abajo, una parte amplia del mismo parecía no haber crecido, perfecto. Fue hasta allí y espero pacientemente a que lo recibieran. Sentándose para no fatigarse en vano, necesitaría energía para volver; era un tramo largo.
No hizo preguntas a Kekata sobre quién lo atendería, pero supuso que algún chamán con más experiencia en el ámbito de los sueños que él viviría por esos lares.
Permaneció igual qué el lugar, en silencio, comenzando a pensar que algo no andaba bien.
Tomó un cuchillo de caza que trajo consigo, sintiéndose más seguro en cuanto se aferró a él. Si las cosas se tornaban hostiles, al menos estaría preparado.
—¿Eres tú, mi pequeña? — una voz sonó en la adversidad. El guerrero se tensó, sintiendo como un escalofrío le recorría la espalda.
Se puso de pié, alerta y en posición de ataque. Miró hacía todos lados de nuevo, nada, solo animales salvajes, ¿Qué diablos estaba pasando?
De pronto, la corteza se deformó, tomando la forma de un rostro humano; torpemente intento alejarse de su presencia, la canoa no estaba lejos por lo cual podría huir sin muchos problemas, pero sus músculos no cooperaron. Terminó cayendo de bruces hacía atrás sobre la superficie plana del tronco, temblando de pies a cabeza.
«No, ésto, no puede ser real. Es una ilusión, tiene que serlo» pensó Kocoum totalmente desconcertado.
Para su mala suerte, no fue así
—Vaya — pronunció el extrañó ser femenino, casi tan atónita como el guerrero, observándolo como si el extraño fuera él —lamento haberte tomado desprevenido, jovencito, pero esperaba la visita de alguien más. Aunque no me molesta ver caras nuevas por aquí, después de todo, no mucha gente disfruta la compañía de árboles parlantes — bromeó queriendo aligerar el ambiente, pero el joven no soltó ni la más ligera risita.
Eso no salió muy bien —ejem —carraspeo el espíritu del árbol — bueno niño, di algo. Anda, no seas tímido — Kocoum sólo retrocedió más, sosteniendo con fuerza su arma y sin emitir sonido alguno.
La abuela sauce tuvo suficiente.
—Vamos, no soy tan horrible como para que me mires con esa cara — frustrada, tomó la muñeca izquierda del joven con una de sus lianas ayudándolo a levantarse. Una vez de pié, la anciana vió el arma que yacía en la otra mano del joven. Ella arqueó una ceja —No comprendo como es que eso te será útil aquí, muchacho; nadie planea hacerte ningún daño — dijo, señalando el cuchillo —bueno — añadió —admito que puedo ser brusca algunas veces pero no es para tanto. Sueltalo ya.
Kocoum, quién seguía igual de quieto y firme que un tótem, reaccionó con la poca razón que tenía en ese momento e hizo caso al espíritu. Si algo sabía, es que no convenía hacerla enfadar.
Con cautela dejó el arma en el suelo, adoptando la posición rígida de un inicio.
—¡Bravo! — celebró la anciana árbol — eso es un comienzo. Ahora, dime muchacho, ¿Que te trae por aquí? No creo que hayas venido solo para conocerme por mero gusto, ¿Cierto? — indagó, Kocoum desvió la mirada a un costado, planeando que decirle a la mujer-árbol-parlante.
—Yo... — alcanzó a articular — la verdad es que—
—Descuida — agregó ella al verlo tan nervioso —no me ofende. Como dije antes, la amistad con un árbol no es algo que se vea todos los días — río —pero, si aceptas, estoy segura que puedo ser de mucha ayuda. Se nota que la necesitas — le guiñó un ojo y le sonrió amablemente.
El guerrero deliberó, si bien era cierto lo que decía, en ningún momento se había comportado de una manera agresiva o grosera con él desde que llegó aún con su comportamiento tan descortés. Además, era evidente que rebosaba de sabiduría; era una característica común en los espíritus por lo que había escuchado.
Suspiro «Cálmate» se dijo a si mismo «no viniste a perder el tiempo, tienes cosas importantes que hacer»
Su regaño interno le hizo recobrar la compostura, aspiró hondo y exhaló fuertemente. De nuevo tenía su porte impenetrable —gran espíritu sauce, he venido para—
—¡Ay! — exclamó ella, apenada. Kocoum se sobresalto —¡Qué modales los míos! Por favor, siéntate jovencito — con una liana le señaló al guerrero el tronco, invitándolo a que lo hiciera. Esté obedeció —otra cosa — agregó la anciana —dime "abuela sauce". Tengo mis años pero no fui responsable de la creación del mundo, hijo. No necesitas tratarme con tanto respeto.
Kocoum reprimió una sonrisa, era un espíritu muy agradable —abuela sauce — prosiguió —he venido hasta aquí para pedirte un consejo.
—¿De que se trata, muchacho?
El guerrero no tuvo tiempo de explicar, pues, justo en ese instante, una nueva presencia se unió.
—¡Pequeña! — exclamó la anciana árbol en cuanto reconoció que se trataba de nada más y nada menos que Pocahontas —¡Qué alegría que estés aquí!, Ven, siéntate.
La chica aceptó, quedándose pasmada al ver que esta vez, la abuela sauce ya tenía compañía
—¡¿Kocoum?!
—¡¿Pocahontas?!
Ambos se miraron estupefactos —¡¿Qué haces aquí?! — dijeron al unísono. Se quedaron un momento en silencio, hasta que Pocahontas le cedió la palabra.
—Tu primero — dijo ella.
—¿Estas segura?
—Si.
—Bueno... vine hasta aquí porque — pauso un momento, ahora que lo pensaba, decirlo en voz alta sonaría bastante ridículo —necesito un consejo.
—¿Sobre?... — inquirieron las dos.
Kocoum desvío su mirada, apenado, suspirando con resignación —es, sobre un sueño.
Tanto la anciana árbol como Pocahontas se quedaron atónitas, Kocoum se percató de ello y las miró con extrañeza —¿Es acaso algo muy malo? — preguntó con incertidumbre, sin comprender que era tan irreal en lo que acababa de confesar.
—Para nada, muchacho — aclaró abuela sauce.
—Simplemente es raro que tu, ya sabes... — sin terminar la frase, el guerrero entendió lo que la chica queria decir.
—¿Enserio crees que no sueño? — añadió Kocoum con fastidio —soy una persona, ¿sabes? también los tengo — se quejó, frunciendo el cejo.
Pocahontas contenía la risa —bueno, ahora se que los tienes — fue hasta donde estaba él y se sentó a su lado.
Por el contrario de Pocahontas, la abuela sauce no se molestó en tratar de ocultar la alegría que le causaba el momento —no puedes culparla, muchacho. Por lo que me han contado, era más probable que el mundo se acabara antes de que pasara... esto.
Kocoum se giró para ver a Pocahontas con incredulidad, preguntándose que otro tipo de opiniones se reservaba la chica sobre él, seguramente ninguna era buena.
Ella desvío la mirada, admitiendo su culpa.
—Bueno, bueno — intervino abuela sauce al ver que las cosas se estaban poniendo un poco incómodas —volvamos a lo importante. Cuéntame, ¿Qué ocurre en tu sueño?— dijo ella, salvando la situación.
Kocoum concordó con la anciana y decidió que lo mejor sería dejar la conversación para otro momento. No quería que el primer acercamiento con Pocahontas fuera una discusión, no ahora que sería su esposa —Estoy corriendo por el bosque — comenzó él, recordando los fragmentos de su sueño —y de repente, justo frente a mí aparece una flecha. Pero, al mirarla, empieza a girar.
—¿Una flecha que gira?, que extraño — comentó la abuela sauce sin dejar de prestarle atención.
Pocahontas también seguía atenta, compartiendo el mismo sentimiento que la anciana.
—Entonces gira más y más rápido, hasta que se detiene. ¿Qué crees que signifique?
—Mmmm — meditó la abuela sauce —a mi parece que esa flecha te puede estar señalando hacía algo.
—¿A qué podría estar señalándome? — preguntó Kocoum.
—No lo se, muchacho. Hay poner de nuestro empeño para resolver esto, ¿te has sentido pérdido últimamente?, ¿inseguro con respecto a algo? — indagó la abuela sauce.
—¿A que se refiere con eso? — preguntó el guerrero.
—Pienso que quizá, si estoy en lo correcto, esa flecha en realidad te esté señalando un camino.
Kocoum relfexiono acerca de su vida, rememorando su día a día para buscar algo que coincidiera con la hipótesis de la anciana. Vagando entre recuerdos y emociones, llegó al momento en el que le pidió al jefe Powhatan la mano de la chica junto a él —Ya que lo menciona, si. Más que inseguridad, lo que siento es, indecisión con respecto a algo — en otras circunstancias, le hubiera revelado a la sabia espíritu todo lo que tenía por decir. Pero, ¿cómo podía hacerlo cuando la razón de su hesitación estaba sentada junto a él?
La abuela sauce notó el remordimiento que surgió en los ojos del joven, comprendiendo que sería mejor no presionarlo. Tenía el presentimiento que todo fluiria a su tiempo.
Kocoum se tomó un momento, luego continuó —Pero, si la flecha está guiandome hacía el, ¿cómo sabré cuál es mi camino?
—Es curioso, pequeño, pues la madre de Pocahontas me hizo exactamente la misma pregunta.
—¿Enserio? — pregunto la joven llena de emoción, inclinándose más hacía la anciana para escuchar mejor lo que diría a continuación.
Kocoum, sintiéndose igual de intrigado, hizo lo mismo —¿qué le dijo?
—Le dije, que escuchara, por todos lados hay espíritus, mis pequeños. Viven en la tierra, en el agua, en el cielo — explicó la anciana.
Ambos jóvenes miraron alrededor, sintiendo que que de pronto ya no estaban en compañía de la abuela sauce nada más.
—Si los escuchas, ellos te guiarán — le aseguró a Kocoum.
—Oigo el viento — dijo Pocahontas, levantándose para escuchar mejor.
—¿Si?, ¿qué dice? — preguntó la anciana.
—No lo entiendo — dijo ella.
Kocoum también se levantó, pues la joven tenía razón, el viento les quería decir algo.
La anciana comenzó a cantar.
Kue Kue, Natura. Tu lo entenderás
Abre el corazón, y lo entenderás
Mientras ella recitaba su cántico, las hojas se mecian con la voz del viento. Bailando con su melodía ancestral.
Ambos jóvenes cerraron sus ojos para concentrarse en los susurros que emitía la brisa, esforzándose por comprender su mensaje.
Déjate llevar cómo
la arena por el mar
—Dice que algo se acerca ¿Nubes extrañas? — la chica no comprendió con exactitud lo que el viento les había querido decir, así que, presurosa, trepó por el tronco de la abuela sauce hasta llegar a la cima.
Kocoum la imitó no sin antes pedirle un silencioso permiso a la anciana para poder subir.
Abre el corazón, y lo entenderás
Siguió cantando la anciana, el viento se unió a ella también.
Los animales de pronto se habían alarmado con una visión lejana, bajando por la corteza de la abuela sauce con rapidez. Eso la extrañó —¿Pueden ver algo? — les preguntó a los dos.
—Son... — Pocahontas no terminó de hablar, estaba anonadada por lo que presenciaban sus ojos.
—Nubes extrañas — terminó Kocoum, siendo testigo de la veracidad detrás de las palabras del viento.
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