19. Ultimátum
Pateé enfurecida una lata de cerveza vacía una vez encontrada en un callejón sin salida. Acababa de escuchar algo que no pensé que oiría. El doctor Collins, el padre de un Blake desaparecido, había destruido la única buena idea que tenía para encontrar a esa tal Antonelle Dagon. Con su comentario del "solo ella puede encontrarte a ti", había demolido todo aquello por lo que había peleado hasta ahora.
No tenía ni una sola buena idea de qué hacer. Ni una.
Mi mente estaba en blanco y era cierto que temblaba por el nervio del que el mundo conspiraba contra mí.
Todas las personas que yacían a mí alrededor parecían enfuscados a hacerme la vida más difícil. ¿En serio no sabían en dónde rayos se había metido la primera le-kra en la historia? Me reí en pensamientos al pensar que aquello era muy estúpido.
La familia Maximus me había rastreado a mí inclusive antes de nacer, cómo era posible que una mujer se les escapara del mapa así como así.
Me senté en unas escaleras sucias, esperando por aquel vampiro que me pisaba los talones desde que se había levantado en la cama solo. Lo sabía, Alexander ya estaba en esta ciudad buscándome; acercándose cada vez más y más. Me di por vencida, discerniendo el hecho de que, en brevedad, él estaría frente a mí, seguramente con esa cara de pocos amigos que había tenido los últimos días con la clara intención de confinarme por años en esa habitación oscura y vacía.
Observé a los gatos comiéndose los ratones en las alcantarillas.
Solté una risa vencida al saber que estaba perdiendo y que no podía hacer nada más. Mi subconsciente estaba callada, nadie entendía por lo que estaba pasando, mi mejor amigo había desaparecido y el amor de mi vida no creía ni una sola cosa de la que yo le decía.
Tomé con desesperación mi cabeza, pensando una y otra vez cualquier cosa que pudiese para poder tener una grandiosa idea. Lo que fuera. Le pedí a esa otra Nicole que me ayudará, que se despertara... pero el silencio reinó como siempre. Por más que la maldije y supliqué, ella simplemente no vino a mí.
Suspiré con pesadez al sentirlo acercarse. Alexander estaba enfurecido, lo podía notar al escuchar, en la lejanía, sus pisadas feroces.
Me tapé el rostro sin poder creer que este era el final por todo lo que había peleado y sufrido. Aguantar a todas esas mascotas hablando de mí, a sonreírle a la gente y fingir demencia. Una lágrima cayó de mis mejillas, sabiendo que a pesar de todo, yo no estaba loca. Max existía y no importaba lo que me dijeran, ese pensamiento no se iba a desvanecer nunca de mi mente. No hasta que la otra Nicole me lo confirmara. Si mi subconsciente decía que me lo había imaginado todo, entonces pediría perdón por lo que había hecho; pero mientras ella no estuviera haciendo sus comentarios sarcásticos y prepotentes sobre sus estúpidas misiones, yo no iba a dar mi mano a torcer.
Sabía que había algo enjaulado por ahí. Algo que no encajaba.
Pensé una y otra vez aquello. Desde los momentos en que había pasado con Max hasta los acontecimientos que habían existido esa última noche; la noche en que esa Nicole había desaparecido.
Reviví todo en silencio: mi embarazo solitario, mi parto traumático, las noches cuando Max destruía mi dedo por querer comer...
Acaricié mi cien cuando sus pisadas se detuvieron frente a mí.
—¿Estás feliz ahora?
Volteé a verle. Un Alexander hiperventilando, sucio y algo enojado se postró frente a mí. En silencio, le miré a pesar de que tenía sus brazos cruzados, señal de que no estaba del todo contento por lo que había hecho.
—¿Puedes dejar de hacer esto?
Miré sus ropas. Parecía como si hubiese corrido por días y no se hubiese detenido ni a comer. Nuestras miradas se clavaron por unos segundos en un juego interminable; en una pelea que estaba ganando.
No tenía nada en mi defensa.
—¿No vas a decirme algo? —Soltó ahora ya enfurecido—. No puedo creer que hayas hecho esto, Nicole. Tenía la esperanza de que al fin pudiéramos vivir en paz, pero sigues siendo una niña inmadura.
—¿Esperanza? —Atiné a decir, mientras le veía ciertamente cansada de todo—. ¿Quieres hablar de esperanza, Alexander? Siéntate.
—No vas a decir que debo...
—Siéntate —solté, interrumpiéndolo ahora enfurecida—. No te estoy pidiendo de favor que lo hagas, te lo estoy ordenando.
Alexander hincó su mirada celeste en la mía, intentando pelear algo que iba más allá de un simple sermón. Con igual poder, guie mis ojos hacia mi costado, fastidiada ya del tono y modismos que tenía para intentar denigrarme. Con su mirada no iba a lograr que me volviese feliz de un momento a otro e hiciera como si nada hubiese pasado. No iba a repararlo de esa forma. Si quería que esto funcionara, que nuestro matrimonio arreglado realmente fuera real, él debía doblegarse.
El vampiro suspiró molesto; sin embargo, entendiendo el porqué de mi mirada severa, se descruzó de brazos y se sentó a mi lado.
—Estoy cansada de esto. —Comencé a hablar—. No quiero pelear, no quiero gritar. Solo quiero que me escuches y tengas un poco de consideración, es todo.
—Nicole, ya hablamos de esto.
—No hemos hablado de nada. —Lo callé con mis frías pero chillonas palabras. Alexander no hizo más que guardar silencio. Creo que entendía lo desatendida que me sentía—. Lo único que hicimos cuando llegaste fue estar en tu cama y no me malentiendas, me gustó y mucho... pero no hablamos de nada.
Me tapé el rostro intentando decirlo todo sin llorar.
—En realidad, ¿qué tanto nos conocemos, Alexander? Es como si todo fuera un sueño muy corto. Parece mentira, ¿no te parece? Yo era ciega, tú llegaste y ya está. Me llevaste a una mansión, llena de vampiros por cierto, que logró matarme y despertarme en este ser que no debería de existir. No fuimos pareja ni dos semanas porque, en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba alimentándome de cientos de personas en un lugar muy lejos de aquí y el cual ahora es un pueblo fantasma.
Me mordí mis labios, ciertamente melancólica. Recordarlo todo me hacía doler el pecho.
—¿Y?
—¿Cómo qué y...? Cuando regrese a tu casa, resultó que habían pasado dos años y siete meses que yo no sabía y por mis estupideces salí y te perdí por seis años y tres meses. No hemos tenido el tiempo de conocernos como pareja, pero sentí... sentí que al menos creerías en mí, pero te guiaste de las palabras de otras personas en vez de tu pareja. ¿Soy tan poca cosa para ti?
Alex intentó abrir la boca, en señal de protesta, pero le callé con el dedo sabiendo lo que iba a decir.
—Ya sé que lo que yo digo parece una locura. Sé que no tengo pruebas, ya lo sé. —Mis ojos se llenaron de lágrimas de nuevo—. Pero no puedes simplemente encerrarme en una torre y tirarme de lunática mientras ignoras todo. ¿Te has detenido a preguntarme al menos lo que hice todo este tiempo? Para ti fue solo un sueño que duró qué... ¿tres días? Para mí fueron seis años.
—Siete...
—Fueron seis años y tres meses. —Le miré con una mirada dura, sería y fría—. Tú debes entenderme, tú también me esperaste y lo contaste. Lo sé, Matthew me lo contó todo.
Alexander maldijo en voz baja. Si hubiéramos estado en otro tipo de ambiente, lo hubiese molestado con esto, pero ahora solo tenía mi mandíbula tensa, sabiendo que lo había puesto contra la espalda y la pared.
—Durante seis años, Alexander, ellos vivieron sus vidas. Todos, sin excepción; pero yo estuve en ese cuarto contando cada luna que aparecía en tu estúpida ventana. ¿Crees que ellos saben qué hice? ¿Dijeron que me había quedado encerrada en ese cuarto todo el... tiempo?
—¿Qué?
—Las fotos...
Como si aquello fuera la revelación del año, le miré con los ojos bien abiertos.
—¿Qué tienen las fotos?
—¿No dijeron que me había confinado ahí y no había salido?
—¿Ya estás entendiendo? Es comprensible si no puedes creerlo, es decir, fueron siete años, pero con el tiempo conoces que a veces los le-kras pueden formar alucinaciones para...
—No, Alexander. ¡Hay fotos!
Él se quedó un poco en silencio, sin interpretar mis palabras del todo.
—¿Y qué tienen?
Dejé salir un suspiro tratando de sacar mi frustración de esa forma.
—Ellos están convencidos de que estuve encerrada en tu cuarto por siete años, ¿no? —Alexander lo afirmó con la cabeza—. ¿Entonces por qué hay fotos mías en restaurantes, en el bosque y con el doctor Collins? Eso no tiene coherencia.
Alexander se tensó de repente.
—¿Por qué mentirían?
Se me iluminaron los ojos. ¡Al fin me creía!
—No tengo idea. Solo sé que algo pasó la última noche, Alexander. Es algo que no puedo descifrar todavía.
—¿Qué pasó?
—En diciembre cumplió años Max, y sé que te suena muy raro y aún no puedes creer que tienes un hijo, pero lo tienes, ¿ok?
—Continúa... —Alex no se veía muy convencido, pero al menos lo intentaba.
—Ese día decidí contarle sobre ti. Durante tres meses me estuvo insistiendo cada noche para que le contase el cuento. —Me reí débilmente al recordar su mirada testaruda y sus pucheros de niño pequeño; sin embargo, dejé de sonreír cuando aludí lo demás—. Esa última noche, le volví a contar esa historia y entonces Kelly se lo llevó a dormir.
—¿La mascota de Blake?
—Yo no estaba muy bien. —Le miré fijamente, antes de volver a mirar el suelo mojado por una ligera llovizna que había habido en la mañana—. No comí ni bebí nada durante mucho tiempo y digamos que no estaba en mis mejores condiciones...
Alexander me agarró de los hombros y me obligó a verlo entonces. Sus pupilas celestes se clavaron en las mías de igual color. Sus ojos se veían preocupados, acongojados por la noticia.
—¿¡Te estabas muriendo de hambre!? —Apreté mi mandíbula. Alexander suspiró—. ¿Por qué no...?
—Nada me quitaba la sed. —Reconocí, mirando mis manos pálidas—. Kelly me ofreció su sangre, ¿sabes? En el cumpleaños de Max perdí mi vista y yo solo...
—¿Perdiste la vista?
—Negro, todo se hizo negro. —Volteé a verlo de nuevo, dándole gracias al cielo que al menos no había quedado ciega de vuelta—. Después de eso, Kelly se volvió mi confidente y venía algunas veces al cuarto para cuidar de Max mientras me daba sangre a escondidas.
—¿Qué más? —Alexander insistió por más información, un poco receloso por como respiraba y se tensaba.
—Después de un par de horas, Max regresó a mi cuarto asustado. —Recordé su cuerpo temblando y sus ojos envueltos en pavor—. Pensé que lo que decía era solo un berrinche o que estaba mimado; creí que solo quería dormir conmigo... así que le canté una canción de cuna y cuando se durmió, supuse que lo mejor era dejarlo en su cuarto para que no le tuviera miedo al despertar, pero...
—¿Pero?
—Cuando lo llevé, olía a azufre. —Le miré sabiendo en esos ojos lo que significaba—. Alguien había estado ahí, así que busqué por todos lados y al final, sospechando que me había dejado llevar por el miedo de un niño, lo dejé ahí y me fui a mi cuarto; sin embargo, no pude llegar a tu habitación porque...
—¿Por qué? —Alexander preguntó después de un rato de silencio.
—Creo que alguien me lanzó algo. Recuerdo que sentí como picazón en mi cuello o algo así y después me sentí muy mareada. Ahora que lo recuerdo, después de eso mi mirada perdió color de nuevo y entonces ella dijo que corriera.
—¿Qué? —Él se rio un poco—. ¿Quién te dijo que corrieras?
—Pues ella —Dije, como su fuera obvio—. La otra Nicole.
—Eso... eso no es posible. —Alexander parecía asustado por lo que acababa de escuchar—. Estas mintiendo.
—¿Qué? No, no estoy mintiendo. Eso es todo lo que pasó.
—Es que es imposible.
—¿Qué no es creíble? Ya te conté todo. Me desmayé en el baño pensando que había vampiros en la casa que me querían comer como cuando alimentaba a Max y cuando me levanté, tú ya estabas llegando a la mansión y pasó lo que pasó después.
—Espera, ¿qué? ¿Alguien te quiso comer?
—¿Por qué crees que la puerta del baño es de metal ahora?
El vampiro de pelo oscuro se paró de nuevo frente a mí, pero ahora, poniéndose a mi altura, me agarró los brazos con preocupación. Sus ojos cristalinos me atravesaron como dagas, sin poder creer aún lo que le decía.
—¿Me juras que todo esto es cierto?
—Sí, claro que es cierto, ¿por qué te mentiría? —Fijé mis ojos también en él, alarmada ahora yo por cómo me observaba—. ¿Por qué me miras así?
—Es que es imposible que estés hablando con tu subconsciente.
—Estaba. —Le corregí. Alexander aflojó un poco su agarre—. Vine hasta acá pensando que podría arreglarla. Por alguna razón, después de esa noche, ella ya no está. Cada que intento hablar con ella, es como si no existiese.
—Es que no puede existir. —El de los ojos celestes volvió a desconfiar en mí—. Ellos están dormidos, Nicole. No pueden hablar con nosotros.
—Eso no es cierto —solté con una leve sonrisa socarrona—. Cuando maté a Giselle estaba hablando con ella. Dejaba que poseyera mi cuerpo cuando no sabía qué hacer, pero aun así estaba consciente y podía controlar mis manos y mi mente. ¿Cómo crees que logré matarla? Yo no sé ni controlar mis poderes aún.
Volví a sonreír pensando que si esa Nicole estuviese ahí, hubiera soltado un: «matamos».
—Es que eso no tiene sentido.
—Mira, Alexander, realmente no me importa si tiene sentido o no. Mi vida, en general, no tiene sentido. Así que, eso fue lo que pasó. Lo que te conté es la verdad y después de escucharla, te voy a dar un ultimátum: o te quedas conmigo y buscamos juntos a nuestro hijo o te vas a casa y te esperas a que regrese con él porque no pienso regresar a esa mansión sin mi niño. Tú eliges.
_________________________
¡Hola! Lo sé, lo sé. Sé que pasaron dos años para que pudieran leer la continuación, pero como lo dije por facebook, como por un mensaje en mi tablero de anuncios; tuve muchos problemas personales que no me dejaban avanzar con mi vida. No entraré en detalles, pero lo que deben saber es que estoy más lista que nunca para volver a escribir... porque lo necesito.
Sé que muchas esperaron y me mandaron muchos mensajes sobre el cómo estaba o qué me había pasado y aprecio cada una de esas palabras. Tengo que contestarles a todos, así que lo único que puedo decir por aquí es gracias. Gracias por no dejar de confiar en mí y por saber que, a pesar del tiempo, yo soy una persona de palabra y les traeré el mejor final que pueda haber.
Lamento mucho mi desaparición, pero como la otra Nicole o como Blake, henos aquí de nuevo.
NOTICIAS:
Hice una harta edición de esta historia como la de colores oscuros. En las historias de mi facebook dejaba los avances, pero para quienes no están al tanto, he aquí los movimientos que ha habido a lo largo de esta semana:
-Ya se modificaron las partes en donde ella "aprende" los colores con solo ver. La que le enseñó todo fue Clara (la mujer que hace de cocinera-diseñadora de ropa-amiga de Nicole y que tiene un "dueño" llamado Edward que Nicole no recuerda haber conocido nunca.)
-La que le enseña a leer es su suegra, la madre de Alexander en colores claros. (Hice la modificación y es cuando ella está embarazada)
-Hay tres capítulos importantes que sufrieron modificaciones grandes en colores oscuros (Cap. 7-8 y 9)
-Lo demás fueron errores ortográficos y técnicos. No necesarios de leer, a mi parecer....
Recibiendo lo que queda del 2020, espero poder terminar esta historia pronto, porque hay mucho que quiero escribir. No les diré que habrá capitulo cada dos días, pero intentaré colgar 2 cada semana...
Gracias de nuevo por estar por aquí, les quiero.
-Nancy A. Cantu
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro