Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16. Rebelación

Cuando entré en su cuarto, a mitad de la noche, mis ojos no pudieron creer lo que veía. La habitación de Diana, la cual siempre había imaginado como la de Matthew: negra y sin luz por el cómo vestía, había resultado ser tan rosa y brillante como si alguien hubiera vomitado unicornios de colores y arcoíris de mil sabores.

El suelo de madera oscura había sido forrado con un afelpado de color chillón; cortinas blancas, casi transparentes, colgaban de las ventanas que mostraban todas las flores rojas del jardín y los peluches, de un millón de animales, colgaban sonrientes de todos lados del cuarto.

Osos, conejos, leones y ranas me miraron al llegar... y todos se bufaron.

Diana se rio también al verme parada justo en el umbral del lugar, admirando, seguramente aterrada, como todo lo que estaba ahí parecía querer incinerarme con la mirada.

—Entra. —Me indicó juguetona—. Mis juguetes no muerden.

No sonreí, simplemente me moví. Sintiendo como si el suelo quisiera tragarme, me desplacé pesadamente hacia donde Diana me indicaba con sus pequeñas manitas.

—Siéntate aquí —aclaró frente a una pequeña silla, en donde había una tetera y unas tazas vacías—. Iré por algo de té.

Quise decirle que no importaba o que al menos yo no venía ahí a comer, pero la mirada esperanzada que me había echado encima había sido suficiente como para endurecerme. Escuché entonces cuando cerró la puerta tras de sí, dejándome sola por unos instantes.

Ahí fue cuando sentí como todo me comía.

Los juguetes tenían una extraña presión en mi espalda. Por alguna razón, pensaba que en cualquier instante el león, sin uno de sus ojos, se me lanzaría encima o que el elefante, cual tenía un parche en su estómago, parpadearía con esos enormes ojos que portaba.

Me sentí atacada, observada e inclusive, analizada... así como si todos esos muñecos, peluches y juguetes estuvieran prestando atención a mis pies, esos que se movían en un tic indeciso del si debían correr o quedarse.

Tragué saliva y apreté la mandíbula. ¿Cómo mierda había terminado en esa situación?

Observando la taza blanca con una flor rosa pintada en el fondo, recordé por milésima vez a lo que me hacía siempre dar un paso al frente o despertar cada día sin enloquecer. Recordar a mi hijo de nuevo, a esa hermosa carita y esos dientecitos recién formados me hizo sonreír por alguna razón; sin embargo, la risa contagiosa que soltaba esa tierna criatura y sus juguetonas bromitas que ya no estaban me hicieron entonces suspirar.

—¿Nikkie? —Diana remplazó la imagen que tenía. Frente a mí, el niño que había sido mi adoración se sustituía por una niña de largo pelaje gris y la cual me pasaba una mano por los ojos—. ¿Tierra, Nikkie?

Parpadeé varias veces, sintiendo como volvía a caer en ese pozo de lodo al que muchos le llamaban realidad.

—¿Regresaste?

Parpadeé.

—Lo siento, yo...

—No te preocupes, tontita. —Se rió—. Yo también suelo viajar.

Se hizo un silencio incómodo, pero aún así la niña no dejó de tratar de hacer amena mi estancia. Había servido el té, acomodado los pequeños pasteles junto a mí y se había quedado ahí, esperando a que empezara a comer.

—Diana, no tenías por qué...

—Quería hacerlo. —Me interrumpió antes de mirarme de nuevo y tomar una de sus tazas medio vacías—. Hace mucho que no tengo una fiesta aquí y nunca puedo probar los pasteles que hace Clara. Me hace feliz que comas frente a mí.

Tomé en silencio la taza. El sabor a manzanilla inundó mi paladar y sin saber por qué, me sentí tranquila.

—Gracias —dije al final—. Una exquisita taza, al decir verdad.

—No tanto como tú. —Sonrió.

Dejé de tomar y la miré confundida. La niña volvió a reírse y se acomodó esta vez el cabello plateado a los costados de su pecho casi inexistente.

—Sabes, Nikkie... siempre te quise en mi cuarto.

—Diana, creo que estás malinterpretando las cosas. Sabes bien por qué estoy aquí.

La niña dejó de sonreír.

—Max.

—Exacto —susurré—. Es mi hijo y no pararé de buscarlo.

Diana dejó la taza en su mesa rosa y entonces volteó a verme de nuevo.

—¿Y sabes en dónde comenzar a buscarlo?

—No, traté de escaparme de aquí e irme, pero algo me detuvo. —Empecé a hablar sin mediar las palabras—. Algo pasó aquí, Diana. Lo sé, puedo olerlo. Las cosas no están bien.

—¿Y qué crees que pasó?

—No sé. Un día estaba a punto de morir y el siguiente día...

—¿Morir?

Dejé de hablar y me mordí los labios al verme interrumpido. No sabía si confesarle esto a Diana era la mejor decisión de todas, pero ¿a quién más iba a contarle si no tenía aliados ahora? Respiré con fuerza y sabiendo al menos que debía de tener una opinión externa, terminé por relajar mis músculos y mirar de nuevo la taza media llena que me reflejaba.

—Tú recuerdas qué pasó Diana. Dejé de beber sangre por mucho tiempo, tuve un hijo que me engulló por dentro y terminé desangrándome por él todos estos años. Lo crié y lo alimenté por mi cuenta; todo eso me pasó factura estos últimos meses.

—No comprendo.

Mojé mis labios al recordarme enferma y débil.

—¿Has tenido periodos prolongados de ayuno, Diana?

—¿No comer? —Resopló—. No, no estoy tan loca... pero una vez, hace un tiempo, existió una vampira que lo intentó, creo que se llamaba Margaret.

—¿Y qué le pasó?

—Perdió el control, se volvió loca y se deshizo en cenizas. —Aplaudió como si eso realmente diera risa—. Nadie dejaría de comer por gusto, Nikkie... al menos no después de ver esa escalofriante escena.

—Bueno, algo así me quiso pasar.

—¿Te afecta el no comer?

—No de la manera en que le afecto a esta tal Margaret.

—¿Cómo te afecta a ti?

La observé casi echándoseme encima. Tenía una mirada de gozo al curiosear con cada una de sus preguntas. Parecía que se relamía los labios con cada respuesta que le daba. ¿Por qué le interesaba tanto? No era tan importante.

—Me siento débil y pierdo la orientación, ¿ok? —Mentí. Por alguna razón, no quería decirle al mundo que perdía la vista y que morir de hambre significaba dejar el cuerpo para dárselo a alguien más, al le-kra que yo tenía dentro—. En fin, eso me pasó el último día que vi a Max. Me sentí perdida por un tiempo y entonces, cómo si todo hubiera sido un sueño, desperté en mi cama.

—¿Y ahí llegó Alex?

—E-exacto... —titubeé—. ¿Esto no tiene sentido, verdad?

Diana torció su boca, mientras se ponía a pensar con una de sus manos y se daba pequeñas golpecitos en su frente con la otra.

—Lo que no entiendo es el por qué dices que ibas a morir.

—¡Es que ella me lo dijo! —solté sin querer.

—¿Ella? ¿Quién es ella?

—Yo...

Guardé silencio, recordando entonces a la otra Nicole; esa que antes de que todo se complicara, había reclamado mi cuerpo para completar una supuesta misión. Resonó en mi mente lo mucho que habíamos peleado por ello y el cómo ella había gritado el día en que caí inconsciente en el baño... cuando el olor a azufre en el pasillo se había hecho más intenso.

"Corre", había dicho.

¿Correr? ¿Por qué debía...?

Me quedé hecha piedra por un instante.

¿Sería posible que esa Nicole lo supiera? ¿Sabía que había un peligro allá fuera que estaba por destruirlo todo? Miré el suelo tratando de comprender entonces las riñas y las palabras que me había dado cuando habíamos podido hablar.

Ella había mencionado de alguien se acercaba.

¿Quién era y por qué la debía matar?

Al no estar aquí, mordí mis labios intentando entenderla... ser ella, pero su mente en realidad siempre había sido muy complicada. No la conocía mucho, al decir verdad. Ahora que lo pensaba, nunca había tenido el tiempo o el gusto de conocerla del todo y, además, no es que ella fuera del tipo de personas que se abriera con la gente. Nunca había hablado mucho, así que no entendía del dónde había venido o del por qué existía. Jamás la había comprendido y era cierto que la había declarado como un tumor grosero, amargado y misterioso; nunca me explicaba las razones de su carácter y de cuáles eran estas misiones que de un momento a otro creaba; sin embargo, lo que sí había notado de ella era que, aunque no lo dijera, le gustaba mi compañía y que claro, no odiaba a Max.

Y con eso en mente, todo se aclaró.

La otra sabía que esta persona era una amenaza para mi hijo y para mí. ¿Sería posible que ella quisiera encargarse de él para que yo pudiera vivir la infancia de Max en paz?

Me tembló la vista al comprenderla entonces.

Esa Nicole ya sabía que se lo querían llevar.

Grité su nombre dentro de mí cabeza entonces, reclamando una explicación concisa a esto que recién me enteraba, pero al encontrar el silencio otra vez, supe que, además de haber destruido a mis seres queridos y a mi vida en general, esta persona también me había hecho algo a mí.

Hiperventilé por la realización y me sentí sucia; tocada por este ser de azufre que seguramente ahora reía.

—¿Nikkie? —Sentí una mirada penetrante—. ¿Estás bien?

Dejé de pensar cuando vi a esa niña babeando por mi sangre. Cuando Diana me miró con esos enormes y rojizos ojos, lo entendí todo. Algo también no encajaba ahí.

¿Cómo era posible que Diana supiera del hombre de azufre si solo Max lo conocía?

—¿Cómo...?

—¿Disculpa?

—¿Cómo lo conoces?

Diana hizo un silencio y entonces ya no sonrió.

—Tranquila, tenemos toda la noche para hablar de él.

—Tú... tú no sabes nada, ¿verdad?

Fue por solo un segundo, pero en su mirada vi nerviosismo.

—Claro que lo sé. Él...

Comprendí otra cosa en ese instante. Yo no debía de estar con Diana perdiendo el tiempo.

Me levanté de mi asiento aprisa, haciendo que el té cayera de la mesa y mojara el afelpado del suelo. Cuando Diana tragó saliva y los muñecos lo hicieron con ella por detrás, supe que ella había mentido.

Ella simplemente era Diana, la niña loca y obsesionada.

—Debo irme.

—No te vayas. —Me tomó de la mano con fuerza—. Aún no hemos terminado.

—Créeme, ya hemos terminado.

Volteé a verla hecha una furia y desde mi altura, la observé de una manera que pensé que no volvería a hacer. Todo mi enojo, ira y desesperación le cayó encima.

La niña me soltó tan rápido como pudo, porque si bien mis ojos algunas veces eran amables, ahora tenían el mismo color que los suyos: rojos por tener una sangre alterada por la verdad y decidida del saber que tenían que hacer.

A mí no debería de importarme si mis amigas se enojaban conmigo o si Alexander se sentía abandonado y solo. Lo que yo debía de estar buscando era a mi hijo. Debería de estar buscando respuestas allá afuera. No en este cuarto, no en esta casa.

Así que esta sería mi última noche en este lugar.

Caminé decidida por ese afelpado y abrí la puerta sin discutir más con esa niña que se quedaba en medio de su cuarto rosa y esos animales de peluche que ahora parecían enfurecidos.

Bajé las pocas escaleras que faltaban para llegar a la sala principal; esa que tenía las grandes escaleras de caoba y esa puerta enorme y de madera pulida que hacía mucho que ya no admiraba. Grande y tallada a mano, esperaba a que la abriera.

Y vaya que lo hice.

Con un sonido pesado, anunció al mundo que no tendría más titubeos.

No volteé atrás y no me quebré por dentro cuando olí el asqueroso aire del mundo a mí alrededor.

Con un Alexander dormido en su alcoba y una niña enfurecida en su habitación, una nueva Nicole salía al exterior con una misión en mente: encontraría al hijo de puta que me había tocado a mí y a mi familia, lo destruiría con mis propias manos y nada ni nadie iba a detenerme ahora.

_________________

Okay, intenté que fueran 3 días, pero tuve mucho trabajo el fin y eso de la independencia y eso me atrasó un poquito, pero ya estoy volviendo a escribir a libre alberdrio y em esta gustando mucho el rumbo que esta teniendo la historia. Fue algo dificil, al decir verdad, el sacar a Nicole de esa casa, pero al fin podemos seguir con la historia y saber si realmente estamos locas o no.

PD. Gracias por todos los comentarios de apoyo, confianza y de esperanza. Me alegra que supieran que yo NO los voy a abandonar con una historia a la mitad. Gracias por seguir leyendome y por esperarme tanto tiempo. Los amo. 

-Nancy A. Cantú

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro