DIANA

Al terminar una historia, como escritora siempre siento un vacío.

Cuando la palabra FIN adorna la pantalla, me quedo varios minutos mirándola. Siempre. Como esperando algo...algo que nunca llega. Tras terminar tres borradores de novelas románticas, en el escaso tiempo que me daba estudiar medicina, al fin me había atrevido a admitir en voz alta que me gustaba escribir. Que quería dedicarme a ello. Pero en la cabeza de mis padres, de mi madre...no cabía tal cosa.

No quería ser doctora, pero era hija de doctores, nieta de doctores, etc. Por una extraña tradición familiar, tras tres generaciones, me tocaba a mí también llevar una bata blanca. Aunque lo que quería realmente era ponerme un pijama, hervir té de menta y dejar mis fantasías románticas en un teclado. La vida no era justa.

Pero llegaron las vacaciones de verano.

Cuando vi la información sobre el concurso para entrar a uno de los cursos de PWA no dudé en escribir un minirelato que pareció gustarles. Llegué aquel lunes con la actitud más positiva que había tenido en meses, con mi ropa más colorida y mis trenzas recién hechas para domar un poco mis rizos naturales.

Esperaba mejorar mi escritura, volverme más profesional y aprender. Esperaba hacer nuevos amigos y captar nuevas historias que inspiraran las mías...

Lo que no esperaba, era conocerlo a él.

Lo que no esperaba era, por fin, conocer el amor.