Capítulo 3
DIANA
La habitación de Thalia era muy...suya. Había un librero con algunas novelas románticas actuales y un par que ya no tanto, pero seguían siendo clásicas. Las paredes estaban llenas pósters de series, películas y algunos famosos entre los que reconocí a la serie Friends, la peli The notebook y entre las caras conocidas deslumbré a la gran Taylor Swift, Sabrina Carpenter y Ariana Grande. Tenía un gusto excelente, eso sí.
—Me encanta Friends...—comenté, señalando el póster—. Es de mis series favoritas.
—Me pasa lo mismo—se sentó en la cama después de voltear la silla del escritorio—. No soporto las series de comedia pero Friends es más profunda que solo sonrisas. Ojalá todos pudieran verlo.
Ese comentario me hizo ver lo madura que era Thalia a pesar de su edad. Me senté en la silla frente a ella y la miré a los ojos.
—¿Quieres contarme qué ha pasado?
—¿Tom no te lo ha dicho ya?—masculló.
—Me ha dicho que lo has dejado con tu novio. No ha dicho nada más. Me...Me gustaría conocer tu versión. Ver cómo te sientes y qué realmente pasó.
—¿Irás corriendo a contárselo?
—Claro que no, esto es una charla de chicas. ¿Te parece tu hermano una chica?
Soltó una risa.
—Por más dramático que sea a veces, ciertamente no es una chica.
—No, no lo es. Por tanto, no tiene nada que pintar en esta conversación. Vamos, Thalia, cuéntame qué ha pasado. Tengo la sensación de que no le has contado a tu hermano toda la historia.
Apretó los labios y mi preocupación fue en aumento cuando una lágrima bajó por su mejilla.
—Yo...Nosotros llevábamos años juntos. Éramos la primera relación seria del otro. No soy estúpida, sabía que era imposible durar para siempre, pero...No lo sé, creí que lo nuestro...Creí que valía más. Para ambos. Al parecer no era así.
—¿Qué pasó?
—Me engañó—escupió en un hilo de voz—. Nuestra relación estaba en su momento más serio. Habíamos...habíamos tenido nuestra primera vez juntos y...Él estaba—sollozó—con otra. Una que decía ser mi amiga, que me animó a estar con él, que...¡Demonios!—me senté a su lado y le pasé un brazo por los hombros—Estábamos en nuestro mejor momento, Diana. Estaba tan feliz. Por fin estaba viviendo una historia de amor como las tantas que había leído y...se rompió. Votó por la ventana todo, todas las sonrisas, los secretos...Los sueños. Tenía sueños para nosotros. Creí que él también. Está claro que no era el caso...—añadió con voz derrotada.
—Mira...no te daré la charla de la experiencia porque has tenido mucha más que yo en el amor—levantó las cejas, pero no dijo nada más—. Solo he dado un beso y no me gusta siquiera recordarlo. Pero, si algo he aprendido después de leer los viajes de tantas personas, es que no vale la pena sufrir por alguien que no valora tus sentimientos. Ya llegará alguien más.
—Lo sé. Pero ahora solo puedo pensar en nosotros. Y en todo lo que pudo y no fue.
—Es lo que suele pasar. Tengo entendido que aún es reciente. Pero, míralo desde esta perspectiva : aún eres muy joven. Ese chico a penas fue tu primer amor. Siempre hay un segundo, puede que incluso un tercero. Es cuestión de levantarse tras cada golpe. ¿No eres lectora?
—Sí.
—¿No se encuentra ella siempre con el amor de su vida después de haber fallado una o varias veces?
—Sí, la mayoría de las veces, sí.
—Pues ahí lo tienes. No importa qué tan estúpido haya sido él para dejarlo contigo o para engañarte. Lo imporante es cómo le demuestras el gran error que ha cometido. Debes hacerle ver que sin él estás mejor que nunca. Es imposible que, si estuvieron tanto tiempo juntos, le seas indeferente de la noche a la mañana. Ponte bella y muéstrale que eres un pibón con o sin él.
Ella asintió con determinación, pero las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas. Debía distraerla.
—Y...¿Quién es tu autor o autora favorita?
—No estoy segura...—su mirada se iluminó fijándose en el librero—. Hace un par de años creí que era Beth Reekles, pero ahora tengo debilidad por Stephanie Garber.
—La mía es Ali Hazelwood—conté—. ¿Has leído algo suyo?
—Solo Jaque mate al amor, el resto tenían advertencias de contenido sexual explícito y a mi hermano casi le dio un infarto cuando lo vio. No me dejó comprarlos.
—Madre mía, qué dramáico.
—¿A qué sí?—se hizo un pequeño silencio hasta que preguntó—: ¿Cuál es tu favorito?
Resoplé.
—No puedo elegir entre La hipótesis del amor y Novia. Ambos me marcaron, y elevaron mis espectativas en el amor hasta la estratosfera—soltó una carcajada—. Supongo que cada día son más inalcanzables.
Al ver el pesar en mi tono, su risa se apagó.
—¿Por qué nunca has tenido novio? Es decir, eres muy mayor.
—Tengo diecinueve—bufé—. No soy taaan mayor. Pero sí, entiendo tu punto. Supongo que no se dio. Estaba muy ocupada sobreviviendo a la escuela, complaciendo a mis padres y tratando de no decepcionarlos sin morir en el intento. El poco tiempo que me quedaba solo para mí...lo invertía en mis pasiones. Me daban un confort que un chico no sería capaz de darme. Supongo que también me daban miedo mis padres.
—¿Tus padres?
—Son muy estrictos—conté, algo cohibida. Pensé que le molestaría o le dolería el tema pero estaba bastante serena—. Tenía miedo de...enamorarme de alguien que no fuera...perfecto para ellos. Y que, eso significara que los decepcionaría y me obligarían a dejarlo. Diciéndolo en voz alta suena ridículo—me tomó un segundo notar que estaba llorando. A mi lado, Thalia me examinaba.
—No recuerdo mucho a mis padres—dijo finalmente—. A penas tenía siete años cuando murieron. Pero, cuando le conté a Tom que me gustaba un chico, me preguntó si me hacía sentir bien. Le respondí que sí, que estaba segura de que a él le resultaría perfecto. ¿Y sabes que me respondió?—negué—Que, al final, lo único importante es si era perfecto para mí. Si era perfecto conmigo.
—Eso...Eso es muy bonito.
—Creo que no has tenido novio por miedo a tus padres, Diana. No sé si está justificado porque no los conozco, pero no creo que valga la pena privarte del amor por eso. Sé que no soy la más indicada porque estoy llorando por una ruptura, pero...mientras duró, fue increíble.
—Quiero que eso sea lo que te quedes de esa relación.—señalé con suavidad.
—Lo intentaré.
Sonreímos entre lágrimas y cambiamos el tema.
🌻
Thomas estaba sentado viendo un programa científico cuando bajamos las escaleras. Thalia acababa de hacer una broma sobre un libro que ambas nos habíamos leído así que estábamos riendo a carcajadas.
A él se le iluminó el rostro al ver a su hermana sonriendo así.
—Vaya, veo que ha ido bien.
—Más que bien—enlacé mi brazo con el suyo y ella sonrió de lado—. Tu hermana me cae mejor que tú.
—¿Perdona?—su sonrisa murió.
—Soy lectora, Tom, eso me suma puntos. Muchísimos puntos.
—¡Pero si yo también leo!
—Leer libros de historia no cuenta, ratón de biblioteca.
—Mira, mierdecilla...
—No peleen—medió Diana—. Me encantaría quedarme pero tengo programado escribir un mínimo de dos mil palabras hoy. Así que, me voy a casa. Ha sido un gusto conocerte.—le dije a la chica.
Ella me sonrió.
—Lo mismo digo.
—¿Te llevo a casa?—preguntó Thomas.
—No, vine en mi coche.
—Vale.
—Nos vemos, Tommy—el pelirrojo se puso como un pimiento cuando le di un beso en la mejilla—. Te espero en el Noster el viernes.
—A-Ahí estaré, D-Diana.
Sonreí a Thalia que me guiñó un ojo.
—Le doy mi aprobación—le comentó ella a su hermano.
El grito avergonzado de Tom fue lo último que oí mientras cerraba la puerta.
🌻
Fue la primera vez en mucho tiempo que llegué a casa con una sonrisa.
Mis padres debían estar en el hospital así que subí directo a mi habitación y me senté en la cama con esa sonrisa aún plasmada en mis labios. Cansada de guardarme todo, busqué el número de Lucía y lo marqué.
Tras tres timbres, respondió.
—¿Diana?
—Lucía, ¡hola! ¿Cómo estás?
Ella resopló.
—Agotada. Me puse a editar unos relatos viejos y me perdí tanto que a penas dormí. Me desperté con unas ojeras hasta el suelo, pero sintiéndome bien. ¿Tiene eso sentido?
—Para otra escritora, sí—solté una risa—. Ya me enviarás luego eso en lo que estuviste trabajando, ahora tengo curiosidad.
—No, aún no está listo. Ya veremos más adelante...¿Necesitas algo?
—Eh...Yo...—por algún motivo, la idea de contarle que había estado en casa de Thomas y que había hablado con su hermana me parecía intimidante—. Me apetecía charlar. Solo eso.
Ella hizo silencio.
—Vale...—musitó, poco convencida—. Pues, bueno, no hay mucho de qué hablar. He...He estado trabajando en mis relatos y oyendo muchísima música, ya está.
—Por favor, Lucía, dime que eres swiftie...
—¡No lo creo!—chilló—¿Tú también? ¡Oh, madre mía!
—¡El cielo ha oído mis plegarias!—exclamé con dramatismo. Reímos.
—No había tenido jamás una amiga que compartiera mi gusto por Taylor Swift, ¿sabes?
—¿Te puedes creer que ni siquiera me gustaba? Creía que estaba sobrevalorada, hasta que comencé a encontrarme en sus canciones. Rarísimo.
—Te creo, me ha pasado con muchos cantantes.
—Ya.
—¿Y tu novela? Mencionaste algo referente a que ibas por varios borradores de la misma...
—¡Ni me digas nada!—bufé con hastío—. A veces creo que tengo la fórmula perfecta. Que ya tengo las palabras y la historia que deseo contar. Siento...que los personajes tienen química, que...tengo una historia que vale la pena contar. Pero, cuando lo termino, que lo releo, siento que lo hice fatal. Que escribí y escribí y que, al final, no le hice justicia a mis ideas. Es...frustrante. Y, me aterra algún día lograr publicar en papel y que, cuando relea la historia que circula en las librerías, sienta que he fallado. Que pude hacerlo mejor.
Nos mantuvimos calladas por varios segundos hasta que Lucía habló.
—Deberías confiar un poco más en tu talento, Diana.—su voz era relajante.
Suspiré con pesar.
—Yo...yo...No lo sé—murmuré—. Tampoco es que sean pensamientos voluntarios, ¿sabes, Lucía? Es mi mente la que, sin más, me ataca. ¿Será bueno? ¿Gustará a los lectores?¿Será un fracaso?¿Las reseñas lo dejarán por los suelos? Son ideas estúpidas, hacen daño y me dificultan el proceso creativo. Pero tampoco puedo evitarlas, ojalá fuera el caso.
Volvemos a callarnos.
—La verdad...—añade ella después de un rato—. Es que creo que todos los escritores estamos abiertos a esos pensamientos a veces. Supongo que es normal que tengas miedo cuando dejas tu alma en algo y luego lo expones al mundo. Pero, está en nuestras manos alejar eso. Alejar esa inseguridad. Sé que tal vez no soy la más indicada para hablar del tema, pero...Confía un poco más en tus escritos, Diana. Confía un poco más en tu arte.
Esas últimas palabras hacen que una lágrima me escurra por la mejilla. Nadie me había dicho algo así, jamás. Mis padres, sobre todo mi madre, decían que dejara de escribir, que eso era perder el tiempo y que no tenía ninguna posibilidad de triunfar en la literatura. Pero ahí estaba Lucía, diciéndome que confiara en mí. Que confiara en mi arte.
—Gracias, Lucía...No...—suelto una risa entre sollozos—. No tienes idea de cuánto necesitaba oír esas palabras.
—No hay de qué—responde—. Es algo que me he dicho a mí misma muchas veces. Me alegro de que haya ayudado a alguien más.
—Vaya que lo hizo...Voy a...Voy a intentar escribir. Hablamos luego, ¿vale?
—Vale.
—De verdad, gracias.
—No hay de qué, Diana. Nos vemos.
—Adiós.
Cuelgo y, dejando de lado cualquier otra cosa a mi alrededor, arrastro mi cuerpo hacia el escritorio y abro el ordenador en un documento vacío. Escribo ''Proyecto Abasallador'' en la pantalla y, por primera vez guiándome solo por mis instintos, me pongo a escribir.
Por primera vez, decido confiar en mi arte.
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