Bellas Artes
Tematica: Artes
Ship: Arthur x Ash
Pedido de: la_calabaza
Notas: ¡Hice mi mayor esfuerzo! lo juro, me quedo mas largo de lo que debería pero espero que te guste <3<3 con mucho amor para ti
— Quiero el divorcio. Estoy harta de estar a tu lado y que simplemente no lo notes—mi esposa hablaba pero yo no la escuchaba, estaba muy ocupado con una torre de papeleo que debía organizar. Tener una vida lujosa no era fácil y sentía que poco a poco esta se desmoronaba.
—Bien, después de todo ya se que estuviste con mi empleado— su rostro fino se desfiguró, sus manos comenzaron a temblar y de sus ojos brotaban lagrimas.
—No es lo que piensas...es solo...— pero después de todo este fue un matrimonio por conveniencia. No quería atarla a mi lado cuando ambos sabíamos que no había amor de por medio.
—Te daré lo que quieres. Solo, no quiero que aparezcas de nuevo buscando mi dinero—porque las historias de mis compañeros eran iguales. Matrimonios arreglados, divorcio, la ex haciendo juicios por beneficios, los hijos que van de un lado a otro. No ansiaba vivir aquello.
—Vas a arrepentirte del infierno que me hiciste pasar Arthur Frederick— sin más ella se fue y no es como si me importara. Tenía una junta importante dentro de diez minutos.
—Arthur, mi querido Arthur— lo que me faltaba, Sergei era un dolor de cabeza cuando quería. Si él aparecía era porque un negocio importante estaba en la mira.
— ¿Qué quieres?— antes de seguir hablando me mostró una foto de un pueblito llamado Cape cod. No entendía a que venía aquello pero su sonrisa de par en par me daba escalofríos.
— Es un buen paisaje para explotar. Podemos construir edificios y privatizar la laguna. Sería un buen lugar turístico—lo admito, poseía una linda belleza natural.
— ¿Y para que me necesitas?— no es como si fuese un trato difícil de cerrar.
—Los lugareños son muy reacios. No quieren cooperar, en especial un chico que se hace llamar Ash Lynx. Todo el tiempo esta pintando murales de protesta. Es un verdadero dolor de cabeza, quizás tu puedas convencerlo de que con esto el pueblo crecerá mucho más—que fastidio ¿Acaso el único que no es inútil aquí soy yo?
—Lo haré, pero con una condición, luego de esto me dejaras en paz para que pueda irme a Europa y poner una oficina allí. Quiero cambiar de vida—sin más Blanca, como se hacía llamar en los negocios, tomó mi mano y con eso cerramos un trato. Cape Cod sería mío en poco tiempo.
El viaje fue ameno, la naturaleza rodeaba la carretera mientras yo conducía tranquilamente hacia el lugar que me habían indicado. La música me acompañaba mientras pensaba en mi futuro divorcio. Estar en casa totalmente solo no era muy agradable.
Luego de unas horas llegué a mi destino, aparque el auto en una cabaña que alquilé previamente y ahora me dedicaba a disfrutar el paisaje. El aire fresco era un lujo que pocas veces se podía apreciar, pero mi mundo se detuvo al observar un chico de cabellos dorados como el sol y ropa desarreglada mirar la laguna con nostalgia. Al parecer estaba dibujando ya que hábilmente movía sus manos con pasión sobre la hoja desgastada de aquel cuaderno, logrando que mi vista no pudiese apartarse de él ni por un segundo.
Como hipnotizado caminé hacia allí no obstante la alarma de mi me detuvo ya que sonaba sin parar, asustando a un pequeño niño que estaba ahí, con sus manitos manchadas de pintura.
— ¡Papá!— el azabache no paraba de llorar y yo no sabía como tratar niños por lo que sin meditarlo lo tomé en mis brazos y le di palmaditas en la espalda, logrando que poco a poco se calmara.
— ¡Eiji!— sin embargo mi corazón no estaba listo para ver aquellos ojos verdes tan intensos, como un jade, observarme de manera furiosa. Por primera vez en mi vida algo me emocionaba— ¡¿Qué haces con mi hijo?! Voy a matarte si es necesario— sus manos estaban negras por la mina del lápiz, su cabello ondeaba en el viento de forma indomable y su instinto de lince era algo muy atractivo.
—Comenzó a llorar, no supe que hacer y por eso lo cargué— el pequeño japonés me observaba escondido desde las piernas de su padre mientras este le acariciaba los cabellos y sonreía dulcemente.
—No te preocupes hijo, papá esta aquí— luego de que el pequeño se calmara finalmente el chico bajó la guardia— No eres de aquí, estoy seguro de ello ¿A que vienes?— si ellos se negaban a ceder el lugar no podría simplemente decir que venía por negocios.
—Solo decidí tomar unas vacaciones de mi trabajo y que mejor que Cape Cod— el rubio no pareció creerme, por lo que se acercó a mí amenazadoramente.
—Si eres otro más de esos empresarios olvídalo. Jamás dejaremos que el pueblo este en sus manos y menos que quieran destruir la belleza de aquí— algo me decía que mi estadía en aquel lugar se alargaría mas de lo que quisiera.
—Pues dame una oportunidad para presentarme. Mi nombre es Arthur Frederick y de verdad solo vengo aquí por vacaciones. Mi familia me traía de pequeño— siempre era bueno tener una cuartada con la que el contrario pudiese empatizar.
—Es un buen lugar. No esta en sus mejores condiciones pero es lindo. Me llamo Aslan por cierto y él es mi pequeño hijo Eiji— no sé porque pero anhelaba conocer todo de esta persona.
—Mucho gusto, lamento que mi auto te asustara Eiji— el infante me sonrío y posteriormente manchó con sus manos el rostro de su progenitor.
— ¡Papa! Pinté...— sin más el azabache señaló una pared en donde se observaba un lindo dibujo que parecía ser un retrato— Tú y yo— Aslan solo pudo abrazar a su pequeño hijo mientras mi corazón se sentía calido ¿Cómo sería ser parte de esa familia?
—Si quieres puedes pasar, mi cabaña no es grande, pero al menos puedo servirte un vaso de agua—debía conocer todo lo que a mi contraparte le gustara, por lo que no iba a rechazar tal oferta. Aunque otra parte de mi me susurraba que no todo se trataba del negocio que tenía que concluir.
—De acuerdo— al ingresar a la pequeña cabaña pude divisar muchas cosas desordenadas, manchas de pintura por todos lados, dibujos regados por doquier y también muchas prendas de ropa esparcidas.
—Lo siento...no sabía que tendría un vecino temporal. Shorter se olvidó de avisarme que alquiló su cabaña— pero a pesar de aquel desorden, el ambiente era muy hogareño, diferente a la mansión lujosa que compartía con mi esposa.
—No te preocupes ¿Estudias artes o algo así?— cuando dije aquello su cuerpo se tensó.
—No— su contestación no me dejo indagar más así que por el momento no lo haría.
—Agua— cuando agaché mi vista noté que el pequeño sostenía un vaso de agua, por lo que lo tomé y luego revolví su cabello, logrando que se apegara a mi pierna.
—Hace eso cuando alguien le agrada— la verdad era que no me molestaba. Nunca me habían agradado los niños pero Eiji, parecía ser alguien muy tranquilo.
—Pues me alegra ser de su agrado— aquel día marcó el inicio de un nuevo negocio.
Los días siguientes pasaron muy rápido. Aslan y yo nos habíamos vuelto cercanos y ahora era el nuevo modelo de Eiji, logrando que su padre se pusiera muy celoso.
— ¿Ya no soy tu favorito? Que triste— el niño solo reía y dibujaba en una pequeña mesa de madera mientras yo fingía no moverme para que pudiese dibujarme. Mientras tanto el rubio traía unos dulces para él.
— ¿Puedo hacerte una pregunta? ¿Dónde esta la mama de Eiji? ¿Se pelearon?— tenía curiosidad sobre aquello ya que parecía bastante joven para ser padre soltero. Además mi corazón necesitaba saber aquello, por alguna razón.
—No lo sé. Vino aquí huyendo de su esposo en Japón. Me lo dejó y se marchó sin ninguna explicación. Me hago cargo de él desde entonces. Aún no lo sabe ya que era muy pequeño como para recordar a su mama biológica—ahora se explicaba el por que no se parecían en nada.
—Siento haber preguntado, no tengo por que entrometerme— me profesaba algo culpable por preguntar cosas íntimas que no me incumben, sin embargo Aslan solo se sentó a mi lado y sonrío.
—Es bueno hablar con alguien de esto. Hace mucho que no lo hacía. A veces siento miedo de ser una mierda de padre, ya que el mío no fue un buen ejemplo, pero trato de ser mejor por Eiji. Quiero darle la infancia que no tuve— aquello era tan admirable, por lo que tomándolo suavemente de los hombros lo miré fijamente.
—Estas haciendo un increíble trabajo, no dudes de ello— cuando aprecié un pequeño sonrojo en su rostro no pude evitar que una sensación muy agradable me invadiera. Era mágica.
—Gracias Arthur...— ¿Qué diablos me pasaba?
Ahora si que no comprendía en que me ayudaría, para cerrar el trato, discutir con un infante de cinco años la razón del porque los dinosaurios son mejores que los corazones.
— ¡Es mejor este! Los dinosaurios son los mejores— odiaba los corazones pero Eiji quería cortas las galletas con aquella forma y no iba a desistir. En eso se parecía mucho a Aslan.
— ¡No! a papá le gustan los corazones— este trato era más difícil de lo que pensaba.
—Negociemos. Mitad corazones, mitad dinosaurios— el japonés pareció pensarlo y luego aceptó. Posteriormente nos dedicamos a hornear las dichosas galletas mientras el rubio dibujaba en su libreta. Sentía curiosidad sobre lo que dibujaba en ella.
—Vaya, están deliciosas. Bien hecho— no sabía por qué, pero aquella felicitación del dibujante se sintió muy bien.
—Gracias. Aprendí de Internet— luego de unas horas Eiji se durmió en los brazos de su padre, quien lo depositó en su cama y lo dejó durmiendo tranquilamente en su cuarto. Mientras tanto yo preparaba café y me decidía a contarle a mi acompañante el por qué yo estaba ahí. Ya no me quedaba mucho tiempo, debía cerrar el contrato.
—Ahora si podremos charlar tranquilamente. Eiji es algo demandante a veces— pero por más que quisiera actuar como empresario mi lado humano anhelaba saber más de esa persona.
— ¿Por qué no estudias arte? Tienes mucho talento— era cierto, los murales que había apreciado eran fantásticos. Sería muy admirado y acamado en New York— Sabes que hay becas para estudiantes de diferentes partes— él simplemente se abrazó a si mismo y puso una mirada tan triste que no quise indagar mas.
—Solo...no quiero hablar de ello. No ahora— no se porque lo hice, pero en un impulso lo abracé, contacto que el rechazo al instante empujándome instintivamente —Lo siento solo, vete por favor—aquello si que dolió, pero lejos de enojarme o gritarle solo pude pensar el porque había hecho aquello.
Al día siguiente me levanté por unos golpes en mi puerta. No había podido dormir bien así que primero pensé que era mi imaginación el ver a Eiji en mi puerta, pero luego me di cuenta que efectivamente el niño estaba allí.
— ¿Qué ocurre?— era raro que estuviese solo sin la compañía del rubio.
—Arthur ¿Me acompañas a buscar girasoles? Es que el tío Shorter siempre lo hace pero no está— ¿Para que querría aquello?
— ¿Por qué necesitas girasoles?— el solo rió travieso mientras me mostraba un dibujo.
—Es el cumpleaños de papá— así que eso era. No sabía si Aslan iba a querer que apareciera frente suyo luego del día anterior.
—Pero no puedo llevarte. Si quieres despiértalo para ir los tres— el azabache pareció pensarlo y luego fue corriendo a despertar a un malhumorado Ash, quien con su mirada asesina podría darle escalofríos a cualquiera.
—Arthur...— aunque esta se suavizó al verme. Instintivamente desvío su rostro hacia el costado. Mas que enojado parecía avergonzado.
—Eiji me dijo que era tu cumpleaños y quería regalarte unos girasoles, pero los mejores que vi se encuentran en New York. ¿Querrías venir conmigo? Es un regalo por tu generosidad— el rubio se sorprendió por mi propuesta.
— ¿No estas enojado? Ayer...— antes de que pudiese decir algo simplemente le reste importancia.
—Empujas fuerte pero no me dolió. Tranquilo no fue nada— sin más se relajó y luego de tomar una mochila, con todo lo necesario, subieron a mi auto camino a New York. Eiji estaba muy emocionado por conocer la ciudad y Aslan parecía ensimismado en sus pensamientos.
Este viaje fue mejor de lo que pensaba, las risas de Eiji, los comentarios del rubio y nuestras discusiones lograban que me sintiera en casa. Jamás había tenido una familia, no recordaba un viaje así con mis padres, pero me gustaba, verdaderamente me gustaba.
—Ya casi estamos llegando— New York era un ciudad esplendorosa. Sus luces y ruidos la hacían única, además de ser emblemática. Mis acompañantes estaban asombrados por la ventana, observando todos los detalles.
— ¡Papa! ¡Hay muchas tiendas!— Eiji aplaudía emocionado mientras su padre le acariciaba la cabeza.
— ¡Lo sé! Y también el arte callejero es genial. Ahora me siento un inútil— yo solamente me concentré en conducir hasta el puesto de flores de mi amigo Max.
—Llegamos. Eiji ven y ayúdame—los tres bajamos del auto y con el permiso de Ash cargué al japonés en mis brazos y lo llevé dentro de lugar en donde el florista se encontraba regando sus rosas.
— ¡Arthur! ¿Qué te trae por aquí? ¿Discutiste con tu esposa de nuevo?— por suerte mi acompañante estaba afuera, no quería que se enterara de aquello, ¿pero por qué?
—No. Quiero regalarle girasoles a una persona muy especial— él solo sonrío de una manera picara y posteriormente me trajo un hermoso ramo de girasoles el cual Eiji veía muy asombrado.
—Aquí tienes, son los mejores—estaba seguro de que a Aslan le encantarían.
—Muchas gracias Max— tomando mi pedido me retire de allí y al acercarme a mi auto me dio ternura ver al rubio dibujando nuevamente en su pequeña libreta. Cuando alzó la vista y vio las flores no pudo evitar emocionarse.
— ¡Feliz cumpleaños papi!— Eiji a penas podía sostener aquel ramo tan grande pero insistía en dárselo el mismo.
—Gracias hijo— luego de abrazarlo muy fuerte me observó con unos ojos diferentes, unos que contenían cariño. Aquello logro que mi corazón latiese con mucha más intensidad— y gracias a ti también Arthur— ¿Acaso me estaba enamorando de él?
—No es nada. Ahora recorramos la ciudad— nuestro primer destino fue una galería de arte. Los retratos impresionaron tanto a Aslan que no pudo evitar sacar algunas fotos y comentar cada detalle de lo que observaba.
— ¿Te gusta mucho el arte? Estamos iniciando un taller de verano, quizás te interese— pensé que al escuchar esa frase él se emocionaría pero a cambio el horror se posó en sus ojos y tomando a Eiji salio rápidamente de allí. ¿Qué escondía?
— ¿Por qué huiste?— quise tomar su brazo pero lo apartó muy rápidamente.
—Vayámonos de aquí...por favor...—no anhelaba que pasara un mal rato en su cumpleaños por lo que decidí llevarlos a un sencillo pero elegante restaurante.
— ¿Podemos pedir todo lo de aquí?— me encantaba la curiosidad que poseían las dos personas frente mío.
—Claro. Yo pagaré así que no se preocupen— terminamos pidiendo una gran bandeja de papas fritas con helado. No acostumbraba a comer comida chatarra pero una vez cada tanto no hacia daño.
—Happy birthday to you, happy birthday to you, happy birthday, happy birthday, happy birthday to you— Aslan se encontraba sorprendido por aquello mientras yo cantaba a todo pulmón con Eiji, quien decidió sentarse en mi regazo.
—Ahora pide un deseo— susurré mientras el rubio, cerrando los ojos, lo pidió. Cuando los abrió nuestras miradas se conectaron, logrando una mágica sensación dentro de mí.
Posteriormente nos dedicamos a ver el atardecer. Era una de las partes favoritas de mi acompañante.
—Este fue mi mejor cumpleaños. Gracias por todo Arthur—Al sentir que su cabeza lentamente se apoyaba contra mi hombro no pude evitar sonrojarme.
—Por nada ¿No dibujaras la puesta de sol en tu libreta?— Ash solamente rió.
—Tengo muchas puestas de sol dibujadas. Mi vida básicamente esta aquí—Tomando coraje me animé a preguntar lo que tanto quería saber desde hace días.
— ¿Por qué nunca estudiaste bellas artes?— sus manos se tensaron y dando un largo suspiro me respondió.
— Cuando tenía ocho años admiraba mucho a un profesor de arte en la escuela. Él me dijo que poseía mucho talento y que me daría una beca para estudiar si lo seguía a un lugar. Lo seguí...era solo un niño...— cuando quebró en llanto solo pude contenerlo ¿Quién podía ser tan maldito como para hacerle aquello? Le arrebataron sus sueños y eso jamás lo perdonaría.
—Lo siento...lo siento mucho...— él se aferraba a mi y yo no lo soltaría. No quería hacerlo. Ansiaba que siguiera adelante, que dejara atrás aquellas pesadillas, pero no era nadie para decir aquello, jamás podría entender lo que el pasó.
— ¿Papi?— al verlo llorar Eiji también lloró. Todos nos abrazamos fuertemente mientras consolábamos al rubio quien poco a poco dejaba de derramar lágrimas.
—Acompáñame a un lugar más. Puedes tomar mi mano, prometo que no la soltaré—Aslan simplemente la tomó y su hijo sostuvo la otra. No lo dejaríamos solo.
Caminamos amenamente hasta una gran universidad que quedaba cerca de allí. Mi acompañante al ver el cartel de las becas quiso retroceder, pero mi mano lo impidió.
—Tranquilo, observa alrededor, hay muchos que se parecen a ti. Todos aman dibujar y pintar. Eiji y yo no te dejaremos solo ni por un segundo— Ash se relajó un poco más y se dedicó a observar aquella gran institución. Las paredes estaban adornadas con murales, los estudiantes vestían con ropas holgadas y coloridas, los profesores parecían amables y el ambiente era acogedor.
—Es verdad...parece un lindo lugar...— sin mas ingresamos al edificio central en donde se podían ver todas las carrera y talleres que ofrecía el lugar.
—Deberías darle una oportunidad. Quizás más adelante, cuando te sientas listo— una señora de avanzada edad se dirigió a nosotros y con una sonrisa comenzó a platicarle al rubio en que consistía la carrera. Él no huyo, sino que muy contento le respondía cosas que para mi eran muy difíciles. El arte no era lo mío.
—Lo pensaré ¡Muchas gracias!— pero el parecía feliz así que todo el viaje hasta allí había valido la pena.
—Tienes que intentarlo—Aslan apretó sus puños y volvió a suspirar.
—No puedo, aunque quisiera. Eiji y yo vivimos en Cape Cod, además debo cuidarlo. No puedo dejarlo con Shorter todo el día, eso sería un peligro. ¿Qué clase de cosas le enseñaría?— Nunca fui una persona impulsiva pero con él comenzaba a serlo.
—Puedes...vivir conmigo, aquí. Mi casa es muy grande y me siento solo— Aslan parecía sorprendido por lo que dije, así que lentamente me dio un abrazo cálido, el cual yo correspondí.
—No estas solo. Ahora nos tienes a Eiji y a mí— el pequeño japonés asintió mientras yo lo cargaba en mis brazos.
—Entonces... ¿Lo pensaras?— lo único que pude recibir fue una sonrisa sincera y un tal vez proveniente de sus labios. De verdad ansiaba que pudiese brillar.
—Creo que deberíamos volver, Eiji ya tiene sueño— cuando quise darme cuenta el pequeño se durmió en mis brazos y aquella fue la sensación mas linda que pude vivir. Parecíamos una familia.
—Deberíamos quedarnos en mi casa si quieres. Solo por hoy— no tenía ganas de manejar hasta Cape Cod y la verdad anhelaba que ambos siguiéramos en la misma casa.
—De acuerdo. Después de todo no creo que mi padre venga a felicitarme por mi cumpleaños—ambos nos dirigimos a mi mansión, la cual mi ex esposa había abandonado. Ahora era tan grande que podría sofocarme.
—Si que vives bien—Ash miraba cada detalle de mi hogar mientras yo recostaba a Eiji en una de las habitaciones.
—Lo sé, pero es muy grande para mi solo. Veras...me divorcié de mi esposa— no quería contarle aquello pero necesitaba que me conociera un poco más.
—Vaya, debió ser duro— él me golpeaba suavemente la espalda mientras yo reía. La verdad no la extrañaba ni un poco, no es como si no supiera que aquello pasaría.
—No había amor de por medio, solo conveniencia. Supuse que pasaría de todos modos. Lo que yo quiero...es enamorarme de verdad— al decir aquello me quedé embobado observando su rostro. Su piel era clara, sus ojos tan verdes como esmeraldas y su cabello tan rubio como un girasol. Aslan era una obra de arte invaluable.
—Quizás haya una persona...con la que lo puedas intentar— sin poder contenerme mas intente besarlo pero nuevamente se apartó de mi. ¡Imbécil! ¿Cómo pude ser tan descuidado?
—Lo siento...yo...— no tuve tiempo de continuar ya que él se abalanzó hacía mi y nuestros labios se encontraron. Ambos nos besábamos, con pasión y locura, con un sentimiento que nunca había sentido con nadie, con ganas de querer poseerlo y hacerlo mío.
Cuando nuestras bocas se separaron ambos reímos como tontos y posteriormente mi lindo acompañante sacó su libreta.
—Déjame...dibujarte...— por dios, este rubio me volvería loco.
— ¿De verdad? ¿Ahora?— simplemente asintió y concentrado trazaba unas líneas al azar. Amaba verlo tan apasionado con lo suyo y de verdad quería que considerara estudiar bellas artes. El mundo tenía que conocer tal magnitud de artista.
—Bueno el dibujo puede esperar— a penas él se posiciono arriba mío, yo lo cargué hasta mi cama, en donde lo deposité suavemente, logrando quitar su camisa.
— ¿Aslan, puedo continuar?— no quería ser un idiota, debía respetar sus tiempos.
—Si...si puedes, porque eres tú— y allí seguimos, besándonos toda la noche, repartiéndonos caricias, gozando cada parte de nuestro cuerpo. Fue la mejor noche que pude haber tenido y todo era gracias a él.
Al día siguiente, luego de depositar un beso en la frente de mi acompañante, bajé las escaleras hacía la cocina, en donde me esperaba Sergei, con cara de pocos amigos. Olvidaba que tenía un contrato que cerrar.
—Veo que volviste. Espero que tengas buenas noticias para mí si quieres que te deje ir a Europa— sus ojos negros querían asesinarme mientras yo no sabía que hacer. Si Aslan se enterara se sentiría traicionado, utilizado y yo no quería lastimarlo. No, no ahora que sentía algo por él.
—Yo...— mis palabras se atoraban en mi garganta y Blanca se comenzaba a impacientar.
—Espero que hayas convencido a Ash Lynx de venderte el lugar. No por algo te vi tan cercano con el paseando por New York— cuando estaba a punto de replicar escuche un ruido, algo cayéndose, y al voltear divisé al rubio mirarme con total enfado. Aquellos ojos eran los mismos que poseía cuando nos conocimos.
—Así que si eras uno de ellos. Solo me utilizaste, querías que me fuera de allí, que estudiara en esta ciudad para que pudieras hacer lo que quisieras con Cape Cod ¡Eres una basura! ¡Una escoria! ¡Vete al puto infierno!— rápidamente fue al cuarto de Eiji a tomarlo en sus brazos para irse pero yo no quería aquello.
—Aslan ¡Debes escucharme!— pero una fiera enojada no escuchaba, solamente atacaba y mi corazón no se salvo de aquello.
—Jamás quiero volver a ver tu rostro. Me das asco Frederick. Ojala te pudras—sin más el salió de mi hogar arrastrando a Eiji quien lloraba por no poder despedirse ¡Maldición! Me odiaba, le había hecho daño a la única persona que amo.
— ¿Sabes que Sergei? Compraré Cape Cod. Pagaré el precio que me digas para que deje de estar en tus manos— Blanca rió cínicamente y extendió su mano.
—Quiero tu puesto y todo lo que te pertenece ¿Renunciarías a tus pertenencias solo por un amante? Somos hombres de negocios, no tenemos corazón ¡Recapacita!—gracias a Aslan Callenreese descubrí que si poseía uno. No importaba cuanto quisiera ocultarlo, él logro que volviese a latir y aquello jamás lo olvidaría.
—Trato hecho. Mañana me iré de aquí. Tengo asuntos que resolver—mi viaje a Europa había quedado en el olvido pero no me importaba, no cuando por primera vez me sentía tan libre.
Cuando la noche llegó y fui a la cocina por un café, divisé un pequeño cuaderno tirado en una esquina. Aquella era la libreta que el artista cargaba a todos lados. Sin poder contenerme la abrí, descubriendo el mundo entero en ella.
Cada hoja contaba una historia, cada dibujo pertenecía a un hecho de su vida y para mi sorpresa en varias de las últimas hojas me encontraba yo. Cuando estaba cocinando con Eiji, cuando jugaba a posar para el pequeño, incluso cuando me sentaba a ver las puestas de sol. Aquello me conmovió, porque nunca nadie me había prestado atención, ni mis padres, ni mis parejas, ni siquiera mis jefes. Solo Aslan lo hizo y por ello me negaba a renunciar a él.
Cuando amaneció, conducí lo más rápido que pude a Cape Cod y al llegar los vi. El rubio leía libros de arte mientras Eiji corría a su alrededor.
—¿Así que renunciaras a todos tus sueños por este lugar? Ash no lo vale. Debes irte de aquí e iniciar una nueva vida—pero me detuve al ver a un chico que no conocía. Creo que era el dueño de la cabaña donde me alojaba.
—Me da igual. No quiero ir a esa horrible ciudad. Menos rendirme y dejar que esos malditos ganen. Les haré la vida miserable—el contrario suspiró y se sentó al lado de rubio.
—Se que estas dolido, no es necesario que te muestres fuerte ahora...— creo que mi alma nunca dolió tanto como cuando lo vi llorar.
—Le entregue mi corazón, confíe en Arthur, y solo me utilizó, como todos lo hacen...no soy nada...solo algo desechable— no pude aguantar mas y salí de mi escondite, lo que provocó que ambos chicos se asustaran y Aslan se limpiara las lagrimas con fuerza.
—No es cierto...no eres basura...yo soy la escoria que no te dijo la verdad desde un principio pero...— un golpe fue lo que recibí de parte de su amigo.
—Largo. No lo mereces y jamás lo harás— no aceptaría un no como respuesta. Lucharía con todas mis fuerzas por la persona que amo.
—Compré este lugar. Ahora ninguna empresa podrá entrar aquí. Quiero...que conserve su belleza natural—Ash se acercó a mi, pero no como quisiera, sino con odio.
— ¿Importa eso ahora? Ya no puedes volver el tiempo atrás. Te detesto—lo sabía, pero aquello no me desmotivaría.
—Entonces todos los días trataré de ganar tu perdón. Me esforzaré en recobrar tu confianza porque...lo único que quiero en mi vida eres tú— y aquello fue todo un reto.
Al principio ni siquiera me observaba pero conforme paso el tiempo nos mudamos juntos. Eiji estaba muy feliz por tenerme en su vida nuevamente y yo solo quería consentirlo, acción que lograba enojar a Ash.
—No le des tantas galletas. Luego no querrá comer—los tres éramos una familia.
—Pero no puedo contenerme, sus ojitos me convencen— el rubio luego de darme un beso en la mejilla me susurró en tono amoroso.
— Si me sigues desobedeciendo te mataré— era tan tierno.
Pasaron los años y para que Cape Cod creciera invertimos en más cañabas y publicidad. Ash obtuvo una beca para estudiar bellas artes y luego de tomar terapia se decidió a aceptarla. Yo cuidaba a Eiji los días que él debía irse ya que podía manejar mi negocio desde nuestro nuevo hogar.
Ahora me encontraba aquí, apreciando como mi orgulloso novio exponía una galería en el centro de New York. Sus cuadros eran increíbles y yo no podía estar más orgulloso de él. Por fin había logrado cumplir sus sueños, no dejó que sus traumas del pasado lo detuvieran sino que batalló contra ellos para poder continuar.
—Quiero agradecer a mi novio, quien siempre estuvo para mí y a mi pequeño hijo quien es y será mi apoyo incondicional, gracias a todos— cuando bajó del escenario solo pude abrazarlo y entregarle un ramo de girasoles, el cual compartimos en nuestra primera cita.
—Te amo Aslan—tomándolo de la cintura lo besé tiernamente mientras el correspondía mi caricia.
—Y yo a ti Arthur— este era el inicio de mi nueva vida.
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