╰┄───➤ °♡•.1.6 ❦|Lazos ❦
Pedido por: Lizzie_Honey
Temática: Romance/Lime/AU/Empresarial
Pareja: Dabimomo/Todomomo
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―Lo siento, señorita, no la vi ―dijo un guapo joven apuesto mientras la sujetaba entre sus brazos.
―No pasa nada, gracias por evitar la caída que hubiese sido risas para años.
―No, mujer, perdona de nuevo ― dijo sin soltarla y sin dejar de mirarla a los ojos.
―Pues gracias de nuevo.
―Me llamo Touya Todoroki, pero puedes decirme Dabi.
―Encantada, soy Yaoyorozu Momo ―dijo mientras le daba la mano y él se acercaba para darle dos besos. Ese nombre le resultó familiar a la chica, pero lo dejó pasar por esa vez.
―¿Trabajas en el periódico?
―Sí, soy nueva en el departamento publicitario ― replicó mientras veía por atrás a Jirou y Uraraka haciéndole señas de lo bueno que estaba Dabi, aunque ellas ya lo conocían.
―Entonces tendremos que hablar más a menudo, tengo mi empresa publicitada con ustedes.
―¿Qué empresa es?
―Cadena de hoteles nevados con encanto.
―Sí, claro, sé cual es “Snowflake―Hotel's”.
―Exacto.
En ese momento se giró, saludó a las chicas y a Himiko, de paso les presento a su socio Keigo y propuso ponerse a todos en un bidón de vinos que había a modo barra individual, así que aceptaron y se acomodaron con ellos.
Todos pidieron un trago y comenzaron una charla muy amena y divertida, Dabi tenía sus ojos clavados en Momo, además lo hacía de forma muy seductora, a la vez que descarada, el tipo no se cortaba ni un pelo, parecía que la iba a dejar en pelotas en esos momentos, la estaba
desnudando con la mirada.
Un rato después apareció Shoto solo con una copa en las manos, su esposo no paraba de charlar en otra esquina con un grupo.
―Buenas noches, cuánta buena gente junta ―dijo el cerdo haciéndose el gracioso.
Todos le contestaron y saludaron menos Momo que lo miró de arriba abajo con cara de desprecio y asco.
―No sabía que tenías mujeres tan bonita dentro de tu empresa hermano ―dijo Dabi de forma descarada
mirando a Yaoyorozu de arriba abajo ante los ojos de asombro de su jefe. En ese momento Momo confirmó su parentesco, así pensó que era razonable tener cuidado con Touya.
―Sí, estoy muy bien rodeado ―respondió Shōto mirándola de arriba abajo en respuesta.
Momo le echó una mirada de asco impresionante, tenía ganas de darle una bofetada allí en medio y dejarlo tirado pero tenía que aguantarse debido a que era su jefe, ese jefe que no sabía que iba a durar como tal, pues sabía que por su carácter y la rabia que tenía podía durarle poco el empleo,
además veía que su esposo no la podía ni ver, eso haría que hiciese presión para que la despidiese, pero realmente a estas alturas le daba igual, no pensaba echarle a ninguno de los dos ni una sonrisa, además lo de Dabi sabía que lo iba a poner un poco celoso y pensó que él contribuiría a ello.
―Por cierto, hermanito, la próxima vez que vaya por tu redacción a renovar o negociar contrato, quiero que me atienda ella ―dijo Dabi esbozando una sonrisa.
―Veremos qué se puede hacer ―replicó Shōto con una sonrisa forzada.
―Ya te lo digo yo, cuando vayas a ir por la redacción, me avisas que me encargo de atenderte ―respondió ella con aire chulesco.
―Te puedes jugar el puesto de trabajo ―dijo Shōto bromeando.
―Si la despides, la hago la directora de mi cadena de hoteles ―comentó Touya guiñándole un ojo a Yaoyorozu.
―Ahí lo llevas, Sr. Todoroki Touya ―soltó ella bordemente dejándolo tirado.
―Me ha salido respondona ―dijo con una risa fingida mirando hacia Dabi y señalando a Momo.
―Si tan mal os lleváis, estoy dispuesto a darle cargo en mi empresa ahora mismo ―reiteró Dabi.
―No es necesario, por ahora funciona bien en mi empresa.
―De todas formas no me importaría escuchar una oferta, Sr. Touya ―dijo de forma seria para joder un poco más a su jefe.
―¿Tan mal estas en mi periódico? ―preguntó de forma borde.
―Para nada, pero todo el mundo tiene derecho a hacer cambios en su vida si es para mejor, ¿no estás de acuerdo conmigo en eso? ―dijo de forma directa para que entendiese que él le había dejado todo por volver con Bakugo.
―Tienes razón, siempre que sea un cambio que no haga arrepentirte ―dijo el muy cabrón para molestar aún más.
―Pues tenéis razón, lo mismo me llevo a esta preciosidad a mi empresa ―volvió a decir Dabi ajeno a todo y pensando que estábamos de bromas.
―Bueno, os dejo que tengo que atender a más invitados ― dijo Shōto cortante a la vez que se iba.
Momo notó en las caras de sus compañeros que estaban a punto de reventar a reír, ella también se aguantó de
hacerlo, por la cara de Shoto vio que se fue bastante afectado, le había encantado vivir aquella situación ya que era la primera cachetada que se iba a llevar en la cara, pero evidentemente no iba a ser la primera, ya ella se encargaría de que se llevase alguna más.
Sus amigas comenzaron a charlar con el socio de Dabi y ella se quedó con él en una charla un poco amor o seducción, él estaba muy seductor y ella se dejaba seducir ya que quería esa noche poner contra la pared a Shōto, que sabía que los estaba observando en todo momento.
Pasaban las horas y cada vez estaban los dos más confidentes, incluso le quito el móvil a Momo y abrió la aplicación de Facebook y se añadió por toda la cara, cosa que sinceramente le encantó, si en otro momento hubiese conocido a Dabi no sabría que hubiese pasado, pero la verdad es que ahora
aunque le siguiese el juego, estaba muy afectada por Shōto.
Un rato después Keigo se despidió y se fue al igual que sus compañeros y solo quedaron Dabi y Momo, ya le advirtió que luego su chofer lo recogería y la llevarían a su casa, cosa que aceptó encantada.
De repente comenzó a sonar una canción que a Momo le encantaba y empezó a mover su esqueleto, Dabi la agarró y la llevó al centro del salón que estaba a modo de pista.
La canción venía como anillo al dedo, vio como miraba Shōto hacia ellos, ella lo hacía peor, cantaba con más efectividad y bailaba como si se acabase ese día el mundo.
Dabi estaba hecho un gigoló, bailaba espectacularmente, la agarraba y soltaba de forma espectacular y ella se dejaba llevar ante la mirada atenta de su jefe que debía estar subiéndose por las paredes. Momo por el contrario en la gloria de montar este espectáculo que sabía que tan mal le iba
a sentar, cuando llegó el estribillo de la canción estalló.
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Estaba nerviosa. Después de pasar un año en el paro, después de que la despidieran sin darle las gracias siquiera, después de venirse abajo varias veces, por fin encontraba un nuevo puesto de trabajo en el Diario Moon. Estaba nerviosa porque, al principio, pensó que no le darían ese puesto.
El Diario Moon era uno de los periódicos más prestigiosos del país y no tenía nada que ver con el anterior, de menor tirada y con mucho menos personal.
Sabía que no iba a ser fácil trabajar allí, que la competencia sería feroz, que ya no tendría el tiempo libre del que disfrutaba ahora, pero también era la mejor manera de sobresalir entre algunos compañeros de universidad que
se habían quedado como meros redactores en la prensa local.
El Diario Moon era una oportunidad para demostrarse a sí misma de lo que era capaz, de que era una mujer tan inteligente como preparada. Seguramente ahora sus nuevos jefes sabrían valorar aquellas cualidades que los demás no habían sido capaces de apreciar.
La crisis había hecho estragos en el país y Momo fue despedida simplemente porque fue una de las últimas en ser contratadas. De nada valían sus amplios conocimientos de marketing ni que me manejara perfectamente el francés e inglés.
Sencillamente habían determinado que el daño para la empresa sería mínimo si me indemnizaban ahora, pues era muy joven y llevaba poco tiempo, así que en enero estaba en plena Avenida Lagos, con una caja de cartón entre mis brazos que contenía bolígrafos, mi vieja grapadora, un retrato de mis padres y un libro de poemas.
Deseaba que todo fuese ahora diferente en el Diario Sol, aunque estaba segura de que habría de trabajar mucho más en este nuevo periódico. Le habían asignado la sección de Publicidad y una sección como esa no es cualquier cosa, pues los principales ingresos de una publicación como el Diario Moon provienen de importantes clientes que quieren promocionar sus negocios en prensa.
El ascensor abrió sus puertas silenciosamente en la
segunda planta y avanzó con sus tacones por un pasillo amplio hasta llegar a un mostrador donde una secretaria me dio los buenos días.
Las puertas se abrieron automáticamente, la secretaria se retiró sin decir ni mu y allí estaba él. Lo recuerda con claridad, ¿cómo se me puede olvidar un hombre así? El Sr. Todoroki Shōto.
Se sonrojó de nuevo al ver a aquel dios griego.
―Siéntate, Yaoyorozu. ¿Debo llamarte señora o señorita? ―preguntó con ironía intentando gustar desde el principio. Lo consiguió rápidamente.
―No, no… Yaoyorozu está bien ―susurró.
―Pero no respondiste a mi pregunta, ¿señora o señorita? ―insistió.
―Señorita en todo caso, pero Yaoyorozu está bien ―repitió y se sentó frente a él quien volvió a su sitio con paso lento.
Puso los ojos en su trasero y en otras partes que no se deben decir por pudor, pero lo que más le gustó, después de su físico, era su forma de hablar. Una voz grave y rotunda le
demostraba que aquel tipo era un hombre seguro de sí mismo .
Todo un Casanova, sí, uno de esos hombres que imponían y a quien nadie le daría un no por respuesta. Al menos no ella, que parecía estar bastante desesperada si teníamos en cuenta
las imágenes y pensamientos que desfilaban en ese momento por su mente.
―¿Sabes callar? ¿Sabes callar, Yaoyorozu? ―preguntó con voz enigmática.
―No sé a qué se refiere ―respondió titubeante.
―Para trabajar conmigo, para trabajar en el Diario Moon, debes saber callar ―dijo de nuevo con esa voz tan varonil.
―De acuerdo. Haré lo que me pidan ―contestó con aire sumiso.
La miró unos instantes con las cejas arqueadas, no sé qué parte es la que no creyó, ella estaba cada vez más nerviosa. Nunca se había enfrentado a una presentación igual. Claro que nunca tuvo un adonis igual como jefe.
―No se trata de eso. Se trata de que sepas guardar ciertos secretos para que todo vaya sobre ruedas. No es fácil que te contraten aquí.
―Lo sé, Sr. Todoroki. Lo sé.
―Soy un poco especial, me gusta que esté todo a mi forma, quiero que eso quede también bastante claro.
―Entiendo.
Yaoyorozu mintió como una bellaca. No estaba entendiendo nada. Estaba claro que en todos los periódicos se guardaba información pero joder, ella era periodista, no tenía que advertírselo, ¿no?
Relájate, Yaoyorozu, estás demasiado nerviosa, pensó.
―Ya verás que me gusta tener controlado todo, es mi empresa, no permitiré que nadie tire por tierra el esfuerzo que me ha costado levantar este Diario y la credibilidad que tiene.
―Comprendo.
―Tienes imagen, saber estar, no me cabe duda de que estarás a la altura de tu puesto, ahora te reunirás con el equipo publicitario para que te asesoren en cómo conseguir
realizar tu trabajo con absoluto éxito.
―Estaré encantada de que me asesoren.
―De todas maneras tendremos que trabajar los dos codo con codo, ya te vendrás conmigo a la mayoría de los actos públicos.
―Estoy a su entera disposición.
En el momento en el que dijo esa frase, decir que se sonrojó fue poco.
―Gracias, empezamos a entendernos.
Llamó por teléfono a su secretaria y vino a por Momo para llevarla a esa reunión con el equipo de asesoramiento publicitario, le impacto la forma de despedirse tan elegante señalando a la puerta cómo dándole autorización para salir acompañando a su secretaria.
Congenió genial con los 3, Denki, Jirou y Uraraka, con los que compartiría la mayoría de la jornada laboral.
Jirou era la más serio de todos, Denki el más irónico y relajado, Uraraka la más mandona e impulsiva, pero todo un amor. Eran toda una bomba de equipo, le habían transmitido todo un buen rollito, nada de tensión como la que había pasado con el Señor Todoroki.
Al terminar su jornada salió de allí feliz pues le había gustado lo poco que había vivido ese día con su equipo, al montarse en el ascensor entró a la vez su jefe.
―Buenas tardes, Señor Todoroki.
―Adelante ―dijo estirando su mano para que yo pasara antes ―. ¿Qué tal su primer día, Yaoyorozu?
―Me voy con muy buena sensación, el equipo está muy bien compenetrado y se han volcado mucho conmigo.
―Me alegro de que así sea ― dijo mientras volvía a señalar con su mano que saliese primera del ascensor.
―Hasta mañana, Sr. Todoroki.
―Hasta mañana.
Cuando salió del trance, estaba paladeando el sabor
a sal de la ostra de la boca de Dabi, hasta que interrumpió su beso y le apartó las manos de los hombros, él jadeando y ella boqueando.
—Ya está aquí nuestro coche —dijo intentando respirar. Se limpia la boca con el dorso de la mano y tira de mí hacia adelante hasta que nuestras narices están pegadas—. Eso ha sido el efecto de tenerte aquí sentada delante de mí con esa mirada exquisita de puro deseo que tienes.
Momo quería decirle que en sus ojos se refleja lo mismo, pero no lo hace, pensando que tal vez mire de la misma manera a todas las mujeres, o quizá sea la mirada que tiene y punto. No sabía qué decir, de modo que no dijo nada y decidió continuar
tomando aire mientras él la sostiene. Esa noche sólo quería disfrutar junto a él y olvidarse de aquél trago amargo que recordó por algún motivo.
—Acabo de hacerte un cumplido.
—Gracias —murmuró la chica. Dabi la tomó del brazo y la encaminó hasta el coche, abrió la puerta y le invitó a sentarse. Llegaron en menos de diez minutos a su casa, bueno, a su mansión. Momo estaba atolondrada, en todo el viaje ninguna palabra salió de su boca.
Dabi la arropó entre sus brazos y la llevó hasta el sillón que se encontraba en su salón, Momo se recostó al espaldar y sonrió.
—De nada. ¿Estás preparada para que te venere?
Momo asintió y él empezó a desplazarse despacio hacia adelante. Sus ojos azules oscilaban entre su boca y sus ojos constantemente, hasta que sus labios rozaron ligeramente los suyos, pero esta vez lo hizo con ternura, seduciendo con
delicadeza su boca mientras se levantaba. La invitó a ponerse también de pie. Le colocó la mano sobre la nuca, por encima del pelo, y comenzó a caminar hacia adelante, obligándola a hacerlo de espaldas.
Dejó que la guiara hasta que llegaron a su dormitorio y notó su cama detrás de sus rodillas. Durante el desplazamiento no soltó su boca ni por un segundo. Besaba de maravilla, era
tremendamente bueno, nunca la habían besado así. Si esto era una muestra de lo que estaba por llegar, Momo esperaba que las próximas veinticuatro horas duraran eternamente.
Ardía de deseo, al igual que él. El sentido común la ha abandonado de nuevo. La depositó sobre la cama con cuidado, sacó algo del cajón de la mesilla de noche y se colocó encima de ella, a horcajadas sobre su cintura, con su pene
duro y ansioso en su línea de visión.
Lo miró fijamente, y más fijamente todavía cuando se puso de rodillas y se lo agarró. Desvió la mirada un instante hacia su
rostro y vio cómo miraba hacia abajo, con los labios entreabiertos y su mechón rebelde sobre la frente. Es algo digno de ver, pero observar cómo abrió el envoltorio del condón con los dientes y lo deslizó lentamente por su miembro con total facilidad es algo tremendamente glorioso, y no pudo dejar de pensar en lo que estaba por venir.
—¿Estás bien? —preguntó. Le colocó las palmas de las manos a ambos lados de la cabeza y le instó a separar los muslos con la rodilla.
—Sí —dijo asintiendo con la cabeza sin saber muy bien qué hacer con las manos, que descansaban a ambos lados de su cuerpo, pero entonces lo sintió en su hendidura y volaron hasta su pecho al tiempo que lanzó un grito ahogado.
La estaba mirando y sus ojos se negaban a apartarse de él, aunque deseaba desesperadamente cerrarlos y contener la respiración.
—¿Preparada?
Asintió de nuevo y la empujó hacia adelante suavemente. Cruzó despacio su entrada y se deslizó dentro de ella con una sonora exhalación. Sintió un intenso dolor que la hizo gemir en silencio y le clavó las uñas en los hombros. Sabía que
su rostro reflejaba su malestar, y no podía hacer nada por evitarlo. Le dolía.
—Joder —exclamó entre jadeos—. Momo, estás muy tensa. —La expresión de su rostro le indicaba que a él también le dolía—. ¿Te estoy haciendo daño?
—¡No! —aulló.
—Momo, dímelo para que pueda hacer algo. No quiero hacerte daño —dijo sosteniéndose sobre los brazos, quieto, esperando a que le respondiera.
—Me duele un poco —admitió liberando el aire que había estado conteniendo.
—Lo he notado —. Retrocedió lentamente, pero no llegó a salirse del todo—. Y las heridas que le has hecho en los hombros son una clara muestra de ello.
—Lo siento —. Lo soltó inmediatamente y él volvió a empujar, pero sólo hasta la mitad esta vez.
—No lo sientas. Reserva los mordiscos y los arañazos para cuando te folle de verdad. —Sonrió socarronamente y abrió los ojos como platos—. Vamos, Momo —. Se retiró lentamente y volvió a deslizarse hacia adentro—. No seas tímida.
Estaban compartiendo el acto más íntimo que existe. De repente ella elevó las caderas, deseando que se hundiera más profundamente ahora que el dolor ha menguado un poco.
—Me estás provocando. —Se apoyó sobre los codos y acercó la boca a la mía. Retrocedió y volvió a hundirse un poco más al tiempo que trazaba círculos con la cadera—. ¿Te gusta?
—¡Sí! —jadeó, y lo incitó a acelerar el ritmo con otro golpe de la pelvis.
—Coincido. —. Pegó los labios a los míos y tentó mi boca con un breve lametón. No puedo más. Intentó atrapar sus labios, pero se apartó—. Despacio —murmuró entrando y saliendo de mí con movimientos perfectos mientras me miraba y entornaba los ojos al ritmo de sus embestidas.
Es un acto muy íntimo, y estaba penetrándola lentamente, tal y como había prometido. Sólo sus jadeos irregulares interrumpían el silencio que los rodeaba. Así era como tenía que ser el sexo: dos personas que comparten el placer mutuo, no con prisas por terminar y sin tener la menor consideración por el otro, que es como recordaba sus ebrios encuentros. Esto era muy distinto. Era especial. Era lo que quería.
Momo notó cómo unos músculos internos que no sabía que tenía se contraían a su alrededor, y sentía cada una de sus deliciosas entradas, que le acercaban a marchas forzadas hacia… algo. No sé qué, pero sabía que iba a ser bueno.
Se inclinó y le besó la nariz, entonces descendió hasta sus labios. Aceleró el ritmo, aumentando con él la presión en su sexo. Se aferró a sus antebrazos, empujó para elevarse un poco más en la cama y empezó a agitar la cabeza de un lado a otro con desesperación.
—¡Dios mío! —aulló—. ¡Joder!
—¡Eso es, Momo! —La cosa se estaba poniendo frenética: su respiración, los gritos, el sudor, la tensión y su manera de agarrarse. Pero él mantuvo su ritmo constante—. Déjate llevar.
No tenía ni idea de qué sucedía. La habitación empezaba a dar vueltas. Una bomba nuclear estallaba entre sus muslos. No podía evitarlo. Echó los brazos por encima de su cabeza y Dabi se dejó caer encima de ella, bramando su clímax contra su pelo, jadeando y deslizándose sobre su piel húmeda. El
palpitar, el de él dentro de ella y el suyo alrededor de él, era agradable, al igual que su laboriosa respiración junto a su oído.
—Gracias —jadeó sin sentirse ridícula por mostrarle su gratitud.
—No, gracias a ti —resuelló mordisqueándole la oreja—. El placer ha sido mío.
—Créeme, ha sido mío —insistió, y sonrió al sentir su sonrisa en su oreja.
Necesitaba verla desesperadamente, de modo que volvió la cara hacia él y se encontró con la más maravillosa de las imágenes: una sonrisa completa y pueril que hizo que sus ojos brillaran de una manera increíble y que revelara un hoyuelo
que no había advertido antes. Lo que estaba viendo en esos momentos dista mucho del hombre estirado y refinado —. Estás muy mono cuando sonríes.
La sonrisa desapareció de su rostro de inmediato y fue reemplazada por una expresión de extrañeza.
—¿Mono?
Puede que no haya elegido la palabra más adecuada para un hombre tan masculino, pero estaba muy mono. En ese instante no, porque ya no estana sonriendo, pero esos labios curvados hacia arriba, ese hoyuelo y el brillo de sus ojos azules le mostraban a un hombre completamente diferente, un hombre que no se encontraba muy a menudo.
—No sonríes mucho —dijo algo envalentonada—. Deberías esforzarte más.
Intimidas menos cuando sonríes.
—Entonces ¿he pasado de ser mono a ser intimidante? —Se apoyó en los antebrazos y acercó su cara a la suya.Se quedarom pegados nariz con nariz y frente con frente.
—Resultas un poco intimidante.
—Es que tú eres demasiado dulce.
—No, tú eres demasiado intimidante —le reafirmó, y notó cómo palpitaba dentro de ella.
Sus nervios habían desaparecido, y estana tranquila y serena. Era una sensación magnífica, y se la debía a él.
—Coincidiremos en que discrepamos. —Volvió a su modo intimidante, pero su serenidad seguía intacta. No será fácil sacarla de este estado de relajación.
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