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╰┄───➤ °♡•.1.4 ❦|Corazones de piedra ❦

Pedido por: Dattebaneuwu
Temática: Desaomor/Drama/Romance/Songfic
Pareja: Todomomo/Awamomo

Sinopsis: Tras varios años de romance Todoroki toma una decisión que no solo cambiará la vida de Momo, sino también su forma de ver las cosas.

Era mujer de mil contrastes: sus ojos grandes y danzarines poseían una penetrante mirada a la que nada escapaba, en violenta contraposición con los carnosos labios sensuales, los estrechos hombros, los senos prominentes y las largas y graciosas manos; la dulzura de su voz contrastaba con la inteligente precisión de su vocabulario.

Ella ahora, tal como lo había estado todo el mes de agosto, permanecía callada y quieta, esperando, mientras la lluvia se escurría de las puntas de sus cabellos para dirigirse a casa.

Pero aún así había llegado más tarde que la noche anterior. Ni siquiera tenía mucho apetito. Se le quitó por completo desde el instante en que se enteró de la noticia.

—¿Que tú qué? —. Se había quedado mirándole con expresión horrorizada aquella húmeda noche de agosto. El acondicionador de aire se había descompuesto, la atmósfera era pesada y el ambiente estaba silencioso. Ella había corrido a recibirle a la puerta, vestida tan solo con unas bragas blancas de encaje y un escueto sujetador de color lila.

—¿Estás loco?

—No —contestó él mirándola fijamente, con expresión estúpida y rostro macilento—. No puedo mentirte más, Yaoyorozu. Tenía que decírtelo. Tengo que irme.

Ella se le acercó lentamente, pero Shoto sacudió la cabeza y giró sobre sus talones.

—No… te lo ruego —un ligero temblor le sacudía los hombros, y por primera vez desde que él había hablado, Momo sintió que la invadía una profunda piedad comparable a la aguda punzada de un lacerante dolor.

Pero ¿por qué había de sentir pena por él? ¿Por qué? ¿Cómo podía apiadarse, después de lo que le había dicho? Además estaban prometidos y con ansias de compartir el resto de su vida juntos.

—¿Me amas? —los hombros que ella tanto había querido sólo se estremecieron aún con más violencia, pero sin que Todoroki pronunciara una sola palabra. No obstante, a medida que se le acercaba, la pena que le inspiraba comenzó a disiparse, dando paso a la ira que empezaba a hervir en su alma.

—Contéstame, maldita sea —tiró firmemente de su hombro, y él se volvió de cara a ella.

—Sí. Siempre lo haré. Pero Momo, sólo sé que debo salir de aquí para poder ordenar mis pensamientos.

Yaoyorozu cruzó la habitación y sólo se detuvo al llegar al extremo de la delicada alfombra francesa que semejaba un lecho de flores bajo sus pies desnudos.

—¿Por qué no me lo dijiste? —inquirió al tiempo que se volvía con una expresión acusadora en el rostro.

—Yo no...  —comenzó a responder él, pero no pudo concluir la frase. No había nada que pudiese decir ahora para suavizar las cosas, nada que pudiera mitigar el dolor que había infligido a la mujer a la que tanto había amado.

De pronto la chica lanzó una mirada fulminante al hombre que conocía y amaba desde hacía un lustro. Se habían convertido en amantes a los diecinueve años. Él fue el primer chico con quien se acostó cuando ambos estaban en la universidad.

Era tan apuesto, inteligente y cariñoso. El estudiante más noble de la universidad, el muchacho al que todos querían, incluyendo a Yaoyorozu, que le adoraba, aunque no desde el momento en que le conoció.

—¿Sabes lo que yo pensaba? Pensaba que me querías. Eso es lo que yo pensaba. Pensaba que te importaba. Pensaba… —su voz se quebró por primera vez desde que él pronunció aquellas horribles palabras—¡Maldito seas!

Y, como si no pudiese contenerse, se abalanzó sobre él, descargando puñetazos contra su pecho. Luego comenzó a tirarle de los pelos, hasta que trató de arañarle la cara; Todoroki se resistió sin mayor esfuerzo, le sujetó los brazos en la espalda y la obligó a caer al suelo, donde la acunó entre sus brazos.

—¡Oh, mi amor, lo siento…!

—¿Lo sientes? —chilló ella entre risas y sollozos mientras bregaba por liberarse—. ¿Vienes a decirme que me dejas para irte y pretendes hacerme creer que lo sientes?

—¡Dios santo! —exhaló un profundo suspiro y se apartó de él—. ¡Suéltame! Le miraba presa de dolor, y cuando él vio que estaba más calmada, le soltó los brazos. Ella estaba aún sin aliento cuando se encaminó lentamente al sofá de terciopelo verde oscuro y se sentó en él.

De pronto, parecía más pequeña y joven tras la cortina de rubios cabellos claros que cubría la pared detrás del sofá. Hundió la cara entre las manos, luego volvió a levantar lentamente la cabeza y lo miró fijamente espectante de alguna muestra de arrepentimiento.

—Te amo —repuso él con lágrimas deslizándose por sus mejillas mientras cerraba de golpe la puerta.

Dos meses más tarde Yaoyorozu se enteraría del fallecimiento de su amado debido a una enfermedad mortal. Él mismo que prefirió alejarse para evitarle a la chica esa desdicha y sufrimiento. Al recibir la noticia y una carta por parte del Sr. Todoroki, Yaoyorozu no hacía más que darle vueltas a todo lo que estaba aconteciendo. No sabía si llorar, si querer morirse. O simplemente revertir el tiempo y poder decide un: yo también te amo.

El día del funeral Momo estaba cansada de aceptar abrazos y besos de gente que apenas conocía. Muchos la llamaban la chica casi viuda. Varios amigos de la familia Todoroki habían traído comida y café. Enji, el padre de Shoto agradecía todos aquellos gestos, pero Momo hubiera preferido estar sola con su dolor. Lamerse las heridas como un gato, a ser posible, en un lugar alejado de todas esas miradas compasivas. Entre los asistentes, distinguió a Awase. El chico la observaba desde un rincón del salón y se aproximó a él.

—Gracias por venir. ¿Conocías a Shoto? —le dijo. Él asintió con la cabeza y le preguntó —: ¿Recuerdas que estábamos en varias clases juntos en la universidad? Además porque soy tu amigo.

Awase esbozó una tímida sonrisa. Momo alzó la cabeza para verlo mejor. Pese a tener la misma edad era mucho más alto y delgado como ella.

—Creía que tú no tenías amigos —dijo sin consideración.

—La cuestión es otra —respondió sin atreverse a mirarla —. ¿Cuál es la cuestión? —preguntó ella de malos modos, a punto de perder la paciencia. Ese día no quería entablar una pelea dialéctica con su antiguo compañero de clase.

Awase ignoró su manera de contestar y metió las manos en los bolsillos de los vaqueros, pero respondió con otra pregunta—. ¿Crees que tú los has tenido alguna vez? Yaoyorozu bajó la cabeza, molesta, porque él tenía razón. A excepción de Jirou y Bakugo, nadie más había asistido al velatorio.

—Algunos —reconoció a su pesar —. Pronto me marcharé de aquí —le anunció, y el joven sacó las manos de los bolsillos—. Tú deberías hacer lo mismo —propuso el chico mientras le entregaba un papel doblado por la mitad.

—Este pueblo es lo único que conozco. Aquí está mi padre y todo lo que queda de él —confesó Momo con tristeza.

—Tu prometido no volverá —Awase dejó de apoyarse en la pared y desvió la atención a sus desgastadas zapatillas.

—¡Ya lo sé! —exclamó enfadada—. ¿Acaso soy una niña pequeña para pensar que la muerte me devolverá a Shoto?

—No, no lo eres —se apresuró a decir. El chico clavó otra vez los ojos en ella con admiración; le gustaría besarla. Si fuera más valiente ya lo hubiera hecho, pero delante de Momo se portaba como un cobarde.

—¿En qué piensas? —preguntó ella al ver cómo su rostro había cambiado.

—Quizá no vuelva a verte. Mañana cogeré un autobús y me largaré de aquí.

—¿En serio piensas marcharte? —Awase asintió y Momo se asombró de la valentía o la estupidez que iba a cometer.

Él acercó la mano a su mejilla y la acarició con suavidad—. Tan solo echaré de menos una cosa —al oído le susurró—: A ti—Yaoyorozu retrocedió un paso asombrada por la confesión.

Nunca había mostrado interés por ella y el día del funeral de su difunto prometido se le declaraba. La verdad lo consideraba lo menos racional posible. Dudaba si debía enfadarse o agradecer dicha revelación. El muchacho reflejó en su mirada la intención de contarle la razón de su comportamiento, pero terminó por guardar silencio. Awase advirtió que se lamentaba de haberle contado lo que sentía, pero lo que dijo a continuación le causó más incertidumbre que su arrepentimiento.

—No volveré, no puedo volver —recitó como un mantra—. Quería que supieras lo mucho que me importas.

La chica había querido averiguar los motivos que le obligaban a tomar esa decisión, pero su padre la sujetó del brazo para conducirla hasta la puerta.

Esa fue la oportunidad que aprovechó Awase para escabullirse entre una aglomeración de personas que avanzaba hacia la salida y no despedirse de ella. Durante unos minutos, las miradas de ambos se cruzaron en una clara despedida.

Ya en la cama, después de que  soportó cada beso, abrazo y palabras de consuelo sin derramar una lágrima, tenía miedo de dormirse. Tenía la esperanza de abrir los ojos y descubrir que todo esto había sido un sueño, que Todoroki seguía a su lado.

El cansancio amenazaba con derrotarle, deslizó la mano hasta el bolsillo de su pantalón donde había guardado el papelillo que le dio anteriormente Awase en un intento de calmar su corazón.

—Sabía que no aceptarías mi propuesta. Supongo que no fue el momento más indicado. Pero, no quiero dejar que te marchites en este pueblo. Mañana te daré una segunda oportunidad para que decidas acompañarme. Te estaré esperando en el puente cerca de la playa justo al atardecer. Si faltas ya sabré cual fue tu respuesta —leyó en voz baja la nota.

La chica no quería profundizar estas palabras. Ya analizaría luego la cuestión, pero ahora el sueño le ganaba la batalla. Cerró los ojos y se quedó dormida, hací se mantuvo hasta la mañana siguiente.

Llevaba una hora despierta, pero aún no se sentía lista para enfrentarse al nuevo día. Sentada en la cama se comenzó a vestir con su usual ropa hogareña, esa que siempre tiene a mano cuando no piensa salir de casa.

A su lado, sobre la repisa del cabecero de la cama, sobresalía el rimero de fotografías que habían estado enmarcadas en la salita. Estudió los objetos con detenimiento. Esos cartoncillos era la descripción gráfica de los tantos buenos momentos que pasó junto a Todoroki.

En el silencio reinante unos golpes en la puerta la sacaron de su ensimismamiento. Su padre asomó la cabeza.

—¿Te apetece desayunar? He encontrado una caja de cereales en el armario.

—No tengo hambre papá —Momo continuó con la vista fija y perdida en la pila de fotos.

—Me equivoqué papá. Y ahora no sé que hacer.

—¿Te refieres a ...?

—A todo en general.

—¿Quieres que hablemos de ello? Al ver que Yaoyorozu no contestaba su padre atravesó el umbral y se sentó en la cama a su lado.

Por un instante se sintió abordada por un cúmulo de recuerdos: la muerte de Shoto, la canción con la que se le declaró hace cinco años. Pensó en Awase. Recordaba aquel verano, el verano en el que la habían traicionado, en el que se había enamorado. Había pasado mucho tiempo, sin embargo, a veces tenía la impresión de que en aquella época ella era una persona completamente distinta.

Momo sonrió, pero su sonrisa se desvaneció con la misma celeridad con que se había formado. En el silencio que la envolvió a continuación, notó que su padre le sujetaba suavemente la larga melena y se la recogía en una holgada cola de caballo.

—¿Qué tal si empiezas por el principio? O puedes empezar por la proposición de Awase. Eres joven, todavía puedes conocer a alguien que te quiera tanto como Todoroki lo hizo. O incluso aún más... Sea cual sea tu decisión te apoyaré.

Yaoyorozu cruzó los brazos encima del pecho, completamente segura de que su historia quizás no comenzó desde el punto en el que ella pensaba.

—Lo siento papá, podemos dejar esta charla para luego, necesito terminar unos pendientes.

Después su padre se marchó y Momo quedó sola con sus pensamientos.

—Para nada estoy enamorada de Awase, no sé siquiera si acompañarlo. Todoroki me lo dio todo y también me lo arrebató. Sin tan solo hubiera dicho... Quizás no estaría atada a sus recuerdos —murmuró la chica.

Por la ventana de su cuarto un juego de luces y sombras del atardecer se asomaban, aunque le pareció que no exhibían el mismo semblante de todos lo días.

Agarró las primeras prendas que encontró y se vistió rápidamente. Aunque ya sabía cual era su respuesta se encontraba nerviosa.

Salió de la casa a paso rápido, en circunstancias normales Momo habría apreciado un atardecer como aquel. Incluso con la fina bruma, podía distinguir la Vía Láctea y, directamente hacia el sur, Venus destacaba con su brillo impresionante. Las olas se estrellaban y se retiraban rítmicamente de la orilla, y en el horizonte se veían las tenues luces de media docena de pequeñas embarcaciones pesqueras.

Pero las circunstancias no eran normales—. Él también me hizo feliz —musitó ella—. Aprendí tanto de él. Como me gustaría habérselo dicho. Eso, y un millón de cosas más —cerró los ojos—. Pero ahora es demasiado tarde.

Lo sintió inclinarse hacia ella al tiempo que murmuraba su nombre. Cuando se apartó un poco, vio que él sonreía. Momo rompió a llorar. Awase la atrajo hacia sí y la estrechó entre sus brazos. Su abrazo tuvo efecto contradictorio: lo mejoró todo, pero a la vez también lo empeoró todo.

—Vamos —murmuró el chico—. Nunca estuve convencido de que vendrías, pero ahora que te tengo a mi lado aunque hayas asistido presiento tu respuesta.

Ella lo apretó con fuerza entre sus brazos, intentando aferrarse a los viejos recuerdos.

—Estabas pensando en...

—Siempre en mis pensamientos —Momo le regaló una sonrisa nerviosa. Awase la agarró con dulzura por la barbilla, para poder mirar con atención sus ojos.

—Te llamaré ¿de acuerdo? Cuando regrese algún día.

Ella asintió, consciente de todo lo que tenían; pero también sabía que con eso no le bastaba. Sus vidas discurrían por senderos separados, ahora y siempre. Todo se había acabado; a partir de ese momento, cada uno tomaría su propio camino.

—De acuerdo.

Awase se abalanzó sobre ella y la besó con ternura en la mejilla. Cuando lo miró a los ojos, ella vio a Todoroki, el joven del que se había enamorado hace tanto tiempo, al chico del que seguía enamorada.

—Nunca dejaré de pensar en ti. Por más que los veranos toquen a su fin —una voz que susurraba en sus recuerdos exclamó al unísono con la despedida de Awase. Mientras, el chico se alejó cada vez más, hasta  quedar completamente sola contemplando aquella puesta de sol.

Sería mejor si hubiera aprendido a odiarte.

Pero en un día como este estoy segura de que volveré a recordarte.

Ojalá nunca hubiera conocido estos sentimientos.

A pesar de que no volveremos a encontrarnos otra vez, incluso ahora sigo recordando los días de verano que estabas aquí.

Cuando estábamos cansados y no sentamos al borde del camino.

Nos dijimos "Te quiero" y nos besamos.

Una corona de flores adornó el cielo nocturno.

Ahora solo quiero olvidar todo sobre ti. Si esto me da tanto sufrimiento.

¿Por qué aún quiero verte?

Siento como si aún estuvieras a mi lado.

Y a pesar de que el tiempo ya pasó,
sigo buscando la imagen de tu rostro.

Incluso ahora estoy recordando ese día de verano.

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•| Hola muchachillos y muchachillas. Espero de corazón que este OS les haya gustado. La verdad en lo personal me encantó.

•| Este concluye la primera tanda de pedidos. Ahora me pondré manos a la obra con la segunda. Ya saben si quieren dejar su pedido no lo duden, estaré encantado de realizarlo.

Los quiero

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