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╰┄───➤ °♡•.1.1 ❦|Al caer las hojas ❦

Pedido por: iguanbanan11

Temática: Leve romance/Yuri/AU
•|Universidad
•|No existen las particularidades

Pareja: Momo x Jirou

Sinopsis: Basada en la canción "We fell in love in october" de Red Velvet.

El otoño había llegado como cualquier otro año. Buscando un buen lugar para observar el paisaje a su alrededor, Momo encontraría algo más, un algo muy inesperado.

Nota del autor: Cuando recibí tu pedido y le di un vistazo a la idea, la verdad me sugería hacer más un Angst con un final triste, pero tuve que adaptarme a tu solicitud. Así que espero sea del agrado de todos. Lamento si es algo apresurado.

El aire de ese resplandeciente día era sosegado, tanto que se podían escuchar los trinos de los pájaros o cualquier otro sonido a kilómetros de distancia. Yaoyorozu se había sentado plácidamente a mirar por la ventana de su habitación. El campus había sido trazado de forma brillante y estaba muy bien cuidado. Era pleno octubre, el otoño se hacía dueño del panorama, siempre experimentaba una sensación de paz al ver las hojas de los árboles, ahora desnudos, caer lentamente al suelo.

La chica se apartó de la ventana y pasó junto a la chimenea de mármol, ante la que solía sentarse en la frías tardes de invierno que pasaba en la universidad, para meditar, tomar notas o estudiar. Ya con dieciocho años y un descontrol hormonal desmesurado no pretendía buscar pareja. La idea de enamorarse le parecía muy confusa e incierta. Prefería centrarse en los estudios y disfrutar sus últimos años antes de comenzar la dura vida laboral.

Era sábado, el día se nubló de repente, ya rondaban las cuatro de la tarde. Sin nada más que hacer Momo decidió ir a un pequeño parque dentro del campus. Estaba algo alejado, así que podía relajarse y tomar un respiro. Además que hoy vendría su nueva compañera de cuarto y su perfecta tranquilidad acabaría.

Llegando al lugar la chica de cabellos negros observaba con detenimiento el tapiz que los cúmulos de hojas caídas pintaban bajo sus pies. Aquél era un paisaje de otoño diferente al imaginado por Yaoyorozu, del lugar que procedía el signo otoñal nada tenía que ver con el paisaje actual. En su tierra los árboles practicaban la avaricia de jamás soltar sus hojas.

Algo sacó de golpe sus pensamientos, mejor dicho, alguien. Sentada en uno de los bancos del parque una persona se encontraba al parecer escuchando música. Sin apartar la mirada Yaoyorozu se sentó unos metros más allá del lugar en el que se situaba, ahora identificada, la chica

Su pelo era corto y de un color oscuro, quizás se asemejaba en cierto modo al púrpura. Sola allí con la mirada perdida, sin notar la presencia de Yaoyorozu y probablemente en otro mundo, no hacía más que mover de un lado para el otro la cabeza.

Impregnados quedaron los ojos de Momo en el rostro fresco de aquella muchacha, algo había llamado su atención, varios minutos pasaron y todavía la miraba fijamente, con la intención de no perder ningún detalle. Una señora, al parecer su madre, vino a buscarla. Mientras se marchaba lograron cruzar sus mirada por un instante.

Luego de ese suceso Yaoyorozu se encontraba confundida, tenía la sensación de dejar pasar una oportunidad, la oportunidad de conocer a alguien que valiera la pena. Cabizbaja regresó a su dormitorio, terminó sus deberes y para entonces se estaba cepillando el cabello, cuando sintió que estaban llamando a la puerta. Giró la manecilla y la abrió de golpe.

—Señorita Yaoyorozu Momo le presento a su nueva compañera de cuarto —la directora presentaba a una chica cuyo rostro le resultaba familiar mientras se marchaba.

—Hola, soy Jirou.

Las palabras de Momo no salían de su boca, se había quedado estática, era la chica del parque, la misma que viste y calza. Nunca pensó volverla a ver pero estaba ahí, el destino la trajo de vuelta.

—Encantada, puedes llamarme Yaomomo —sugirió la de cabellos negros.

—Vaya, creo que te he visto antes en la arboleda, disculpa si no te hablé pero estaba tan concentrada en mi música que no percibí que estabas allí -comentó la otra claramente avergonzada.

—No te preocupes, ese lugar es muy tranquilo, cualquiera se despista —replicó Momo.

—Esta es tu cama, allá se encuentra el baño, ese es tu escritorio y al lado está tu armario. Cualquier duda que tengas o necesites ayuda estoy aquí a tu servicio —se ofreció Yaoyorozu que se encontraba aun confundida.

Las horas pasaron, mientras Jirou se asentaba le comentó a Momo varias cosas acerca de ella, un problema familiar fue la causa de que llegara trasladada a la universidad ya empezado el semestre. De inmediato se percató que una de sus aficiones era la música, una guitarra y varios pósters desvelaban poco a poco los rasgos de su personalidad.

Dos semanas habían pasado ya. Las mismas que se pasaron fumando cigarrillos en la noche mientras contemplaban las estrellas, viviendo cada experiencia al máximo y disfrutando de cada segundo juntas. Momo sabía que en Jirou encontró algo más que una amiga. Cada vez más cerca, los lazos de una amistad, bueno, de un sentimiento se tejían poco a poco entre ambas chicas. Para Yaoyorozu que denegaba cualquier indicio de amor era difícil aceptar estas nuevas emociones.

Esta mañana se encontraba en un examen. Al culminarlo se dirigió directamente al dormitorio.

—¿Se puede?

Se quedó con la mano en la manecilla de la puerta, vacilante. Ante la falta de una respuesta interpretó el silencio como una autorización a pasar. Al entrar la recibió el respaldo del enorme sillón de cuero. Un codo apoyado en el brazo delataba la presencia de Jirou sentada a espaldas a la entrada.

—Cierra la puerta.

Su voz invadió de pronto la estancia. Aunque seguía sin poder verla el tono de su voz era taxativo, por lo que intuyó que tendría el ceño fruncido. Cerró la puerta, el nerviosismo se apoderaba de sus pensamientos.

Cuando volvió a dirigir la mirada al sillón, ella se había dado la vuelta y le sonreía completamente desnuda. Un sudor frío invadió su frente y se quedó inmóvil, pegada en el suelo, casi sin atreverse a respirar ante la belleza que se descubría frente a sus ojos.

—Por fa... Por favor vístete —sugirió Yaoyorozu con la voz entrecortada.

—Pero pensé que...

—Solamente fue tu imaginación, necesito un tiempo a solas.

Jirou se encontraba desconcertada, abandonó la habitación y dejó a Momo encerrada con sus pensamientos.

¿Por qué haría esto? Sentirá lo mismo por mí o quería un revolcón nada más, tantas eran las preguntas que invadían la mente de Momo que intentaba aclarar sus sentimientos.

Varios días pasaron, Jirou había cambiado de habitación para no irrumpir la privacidad de Yaomomo.

Transcurrían los primeros días de noviembre, sentada en el sillón contemplando la chimenea, ahora encendida, Yaoyorozu de repente observa a un sobre deslizarse por debajo de la puerta. La chica lo abrió con premura y comenzó a leer el papel que venía dentro.

Para Yaomomo:

Me van diciendo que es otoño, en mi corazón solo la lluvia me habla de ti. Me dice ya que ya no volverás, que ya empiezo a extrañarte, que sienten fríos mis manos, frío de pájaro herido. Al caer las hojas me parecen tristes las golondrinas que se marchan tras el ensueño de sus alas vivas, prisioneras siempre a la partida. Al caer las hojas no puedo dejar de pensar en ti, recordarle a mi corazón la ternura y melancolía que con un gesto de soledad penetra como el otoño en mi morada. Ya sin color de rosas, ya sin el aroma dulce de las violetas que pintaban tu mirada. Solo queda el gris de la distancia, al caer las hojas.

PD: Pensé darte esta carta en el momento adecuado pero no creo que sea otro mejor que este.

Jirou

Al terminar la lectura de la nota Momo no dudó dos veces y salió corriendo a toda prisa buscando a Jirou. Cuando la persona correcta llega a tu vida no debes dejar pasar ese tren, pues no todos regresan. La chica ya sabía el lugar en el que estaba la susodicha, el mismo sitio en el que vieron las hojas otoñales caer por primera vez, separadas pero a la vez más conectadas que nunca.

De espaldas se encontraba, Yaoyorozu la agarró fuertemente del brazo, sus rostros se encontraron y sus respiraciones se cruzaron, tan solo un beso bastó para sellar y aceptar sus sentimientos. Los mismos que tanto tiempo trató de eludir.

Espero que les haya gustado mucho, los quiero.

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