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COLONIA: RELATO DE UNA SOBREVIVIENTE

Hospital de Múnich, 5:30 a.m.

Mi nombre es Emily Dunkerque y son las 5:30 del día 5 de Marzo de 1960, me encuentro en una habitación bastante cómoda y muy bien amueblada, no recordaba exactamente como llegué hasta aquí, solo recordaba el haber corrido como si ni hubiera un mañana de ese horripilante lugar tétrico, con poca luz y con aires de prisión, a diferencia de esa celda; esta habitación era blanca y tenía una hermosa vista a la ciudad, el noticiero anunciaba que dicho lugar había sido sellado y posteriormente lo demolerían, inconscientemente sonreí al oír eso pero el sonido del ajetreo proveniente de los trabajadores del Hospital de Múnich me sobresaltó un poco haciendo que mi mente viajara a mi pasado en ese lugar, no podía confiar rápidamente en nadie y menos después de lo que había pasado hace casi una semana cuando un grupo de personas me encontró y me trajeron aquí, luego de que yo por fin, después de 15 años lograra escapar de ese condenado "hospital" de Colonia; aquel lugar que era una zona de tortura similar a los campos de concentración de la Alemania nazi, aquel lugar donde comienza mi historia...

Frankfurt, Agosto de 1945

La guerra había terminado, después de 12 años de dictadura que habían condenado a Europa a una crisis, al racismo y los horrorosos crímenes que cobraron la vida de millones de personas, sin embargo eso no implicaba que hubiera paz en el país; tras la rendición incondicional del país, algunas ciudades habían sido ocupadas por tropas de los ejércitos aliados, provocando que nos dividieran en cuatro zonas autónomas de ocupación, la ciudad estaba en ruinas y la posterior expulsión de ciudadanos alemanes a otros países, me había salvado al ser Polaco-germana. Para ese entonces trabajaba como reportera; iba caminando hacia mi lugar de trabajo rodeada de un panorama de tristeza, desolación, llanto, desgracia y miseria.

-Oye Carsten, ¿ya viste las noticias del día?-. Le preguntó mi compañero Ferdinand (que trabajaba como camarógrafo) al otro reportero mientras le arrojaba un periódico a la cara.

-Sí ya las vi, la economía del país se está yendo a la mierda-. Le respondió mientras daba un sorbo a su café, el sonido del ascensor anunciando mi llegada, ambos voltearon a verme. -Ah, hola Emily-.

-Ya llegó nuestra "reportera favorita", la rebelde y asustadiza Emily Dunkerque-.

-Hola chicos-. Lo saludé ignorando a Ferdinand y al parecer eso lo puso furioso, estaba por sentarme para seguir trabajando en un reportaje que nuestro jefe nos había encargado cuando Ferdinand se acercó a mi escritorio para golpearlo con ambos puños asustándome, me miró con intensidad.

-No te pongas tan cómoda Emily-. Lo miré con rabia y duda, en el tiempo que llevaba trabajando, Ferdinand era el compañero más detestable que teníamos en el piso, ocasionalmente hacía comentarios ofensivos contra quien fuera, sin embargo y a pesar de que varios de nosotros habíamos reportado sus actitudes; nuestro jefe se negaba a despedirlo por cuestiones de dinero, como el idiota era hijo de un millonario y él tenía una debilidad por el dinero, sus deseos se interponían a su razón. -Harman quiere verte en su oficina-.

-Gracias-. Le dije rápidamente antes de irme a la oficina, golpeé educadamente tres veces antes de recibir un pase a forma de grito, entré pero él estaba ocupado hablando por teléfono.

-¡No me importa lo que tengas que hacer Moritz, necesito ese maldito reportaje para hoy a las 15:00!-. Mi compañero trató de explicarle que estaba pasando por una situación difícil y por lo tanto el reportaje tardaría más de lo planeado. -¡Ya te lo dije Moritz, consigue esa cosa como sea, si para hoy a las 15:00 no tengo ese reportaje, pasas por tus cosas y te vas!-.

-Pero señor...-. Mi jefe le había cortado la llamada y centró su vista en mi.

-Ah Emily, Ferdinand te dio mi mensaje-. Asentí ahorrándome las ganas de ir y plantarle una cachetada a Ferdinand. -Necesito que me colabores con otro reportaje, olvida el que estás haciendo...-.

-Señor, con todo respeto-. Lo interrumpí armada de valor. -Pero usted, estuvo presionándonos un mes entero para entregar este reporte...-.

-¡¿Y eso qué Dunkerque?!-. Me contraatacó él arrojando unas fotos que estaban aparentemente mal tomadas, pulsó una tecla en su teléfono para ordenar por gritos que le dijeran a la inútil de Elske que trajera fotos de calidad y no la basura que le había dejado en su oficina, de nuevo volteó a verme. -¿Quiere conservar su empleo o quiere correr la misma suerte que sus compañeras Greta y Hanna?-. Ambas, habían sido despedidas tan solo al segundo día de entrar, solo por equivocarse a la hora de escribir la noticia para el periódico, habían confundido a dos personas provocando una polémica en la cual la empresa se vio involucrada y todo se arregló con dinero.

-¿Qué reportaje quiere que haga señor?-.Pregunté, no tenía más alternativa, este empleo era lo que me mantenía con vida y un hogar, y con la situación de baja economía y desempleo, tenía que limitarme a seguir aquí.

-Hay un hospital en Colonia, el cual alguien lo reportó por sospechas de mal servicio y otras cosas que me suenan a una película de terror bien ensayada, quiero que vayas e investigues, desmiente o verifica lo que dijo esa señora-.

-De acuerdo, ¿Cuándo salgo para la ciudad?-.

-Esta misma tarde, ahora ve como mujer buena y cumple con tu trabajo-. Salí de la oficina cerrando la puerta y sujetando la carpeta con la poca información sobre la llamada, las fotos y testimonio de la señora, detrás de mí la puerta volvió a abrirse mostrando a mi jefe. -¡Ferdinand, mueve tu trasero y termina el reportaje de Dunkerque!-.

Cerca de las cinco de la tarde, estaba haciendo las maletas para tomar el primer vuelo a Colonia, cuanto menos tardara en ese reportaje, mejor para mi, el vuelo sin duda iba a ser largo, así que me dispuse a recuperar mis horas de sueño perdidas. Tras casi seis horas de viaje, por fin había llegado a Colonia, tomé un taxi para llegar a ese lugar, no tardé mucho en divisarlo: Una mansión de aspecto abandonado, con techo negro, paredes de color gris blanquecino, muchas ventanas, una puerta negra, dos chimeneas, altas rejas negras con maleza en ellas y unas columnas también llenas de maleza, en este lugar iba a empezar mi horrible experiencia.

Colonia, 5:00 a.m. - Día 1, Años 1-3

Un hombre de no más de 50 años, vestido con una bata blanca que tenía un poco de sangre en ella me recibió, tenía un sonrisa extraña, al verlo un escalofrío recorrió mi columna vertebral, para no parecer tan nerviosa lo hice pasar por culpa del clima frío de la ciudad.

-Usted debe ser Emily Dunkerque, ¿no?-. Asentí algo tímida tanto por el lugar como por la vestimenta del hombre. -Ah si, es sangre, un paciente que tenía una gran herida, nada de lo que deba preocuparse-.

-Claro, trabajando en un hospital esto debe ser común-. Me indicó que lo siguiera, apenas entré los gritos de horror acudieron a mí, vi como algunas personas se pegaban a las ventanas clamando ayuda, me asusté un poco. -Todos ellos...-.

-Pacientes psiquiátricos, algunos aún tienen estrés postraumático o creen que están en la guerra, por eso gritan-. Sin esperar más palabras comencé con mi entrevista, al principio estaba muy firme a la idea de que eso no eran más que rumores, comencé con otras preguntas, seguí interrogando hasta el mediodía donde me invitó a la cafetería por un almuerzo, era algo sencillo pero eso bastaría, sin embargo cuando terminé de almorzar no me sentí bien, traté de levantarme pero un fuerte mareo me ganó, segundos después todo se tornó negro.

Desperté en una cama rígida, dura y metálica, estaba en una habitación gris con una mísera lámpara alumbrando todo, ¿Qué me había pasado?, escuché como abrían la puerta de esa celda y entraba un enfermero con una bandeja de metal, me moví un poco incómoda ante eso, pero él me sujetó con fuerza del brazo .

-Cuanto más se resista Dunkerque, más doloroso será para usted-. Me dijo él aplicando algo de fuerza, sentí como una aguja penetraba mi piel durmiéndome poco a poco. -Descansa bien Emily, esto apenas comienza-...

Cerca de las diez de la noche me desperté sintiendo todo mi cuerpo pesado, tenía un fuerte dolor de cabeza, me llevé la mano descubriendo que mi cabello había sido rapado y tenía moretones por todo el cuerpo, el sonido de una bandeja atrajo mi atención, me acerqué solo para ver "mi cena" que era un pan demasiado duro y un poco de café aparentemente hervido, deseché la idea de comerme eso y traté de dormir, pero los sonidos de los otros "pacientes" perturbaban mis sueños, la mujer que había denunciado esto y de la cual nadie volvió a saber tenía razón, este lugar es el peor de toda Alemania. No tenía ni la menor idea de cómo había logrado conciliar el sueño, un fuerte chorro de agua helada chocando contra mi cara fue lo que me trajo de nuevo a esta inmunda realidad.

-¡Vamos levántate, sucia reportera!-. Me gritó mientras seguía descargando la manguera contra mi, para luego irse a la otra habitación, temblando me levanté y noté como habían más personas de todas las edades formadas en una hilera, todos estaban mojados y los hacían caminar, comenzaron a caminar pero yo me quedé quieta, el enfermero se me acercó. -¡Camina animal!-. Me golpeó con una varilla de metal en la espalda, me quejé y comencé a caminar hacia un "consultorio" bastante terrorífico con cadenas, ¿Qué nos iban a hacer?, poco a poco comenzaron a escoger a ciertas personas para amarrarlas a las cadenas, cubrirles el rostro con una bolsa negra de tela para arrojarles agua y medir su resistencia, estaban enfermos, a las otras se las llevaron a otro cuarto para torturarlos con descargas eléctricas y golpearlos si mostraban el más mínimo signo de dolor.

Poco a poco, la fila fue disminuyendo, faltaba unos cuantos para llegar a mi, no tenía escape y sentía mi corazón latiendo a mil por hora, los vellos se me erizaron, me agarraron y me llevaron a las cadenas, me pusieron la bolsa y de nuevo sentí el agua en mi cuerpo, solo me limité a cerrar los ojos y controlar mi respiración, ese solo era el comienzo de un infierno.

Colonia, Años 4-6

Ya llevaba en este maldito lugar y encierro, tres años, tres años en los que constantemente me preguntaba si volvería a ver a mi familia, me preguntaba si volvería a ver a mi esposo Joss, mis hijos Konrad y Griselda, las lágrimas acudieron a mi antes de que mi atención fuera captada por el sonido de la bandeja que de nuevo contenía ese viejo pan y bebidas fermentadas, desistí de la idea de comerlo, y me abracé con demasiada fuerza, reprimiendo mis ganas de gritar y arrojar la bandeja, no tardó mucho en bajar uno de los enfermeros que siempre custodiaba mi habitación, para abrirla y llevarme por la fuerza a otra habitación completamente aislada, y con una silla que estaba equipada con cinturones de cuero, al verla traté de salir corriendo pero los corpulentos guardias me impidieron el paso y me arrastraron a la silla no sin antes golpearme unas cuántas veces con sus varillas, frente a mí había un televisor en el cual unas imágenes de la guerra, muertes y cosas bizarras que los alemanes hacían en contra de los judíos, traté de cerrar los ojos, pero ese aparato estaba bien equipado para torturar a la persona e inmovilizarla, aquellas horrendas imágenes se grabarían en mi memoria y aumentaría mi tristeza.

Dos años después de esa tortura visual, el sufrimiento aún no terminaba, cada mañana nos despertaban a las 5:00 de la mañana para llevarnos a los sótanos, en ese lugar tenían cámaras de frío equipadas con neveras, seleccionaban a algunas personas para meterlas allí por un periodo de tiempo solo para medir su resistencia a las altas temperaturas, a los otros los ponían a prueba colgándolos de los brazos como si fueran sacos de boxeo, por desgracia a mí me tocó la "prueba" de la cámara de frío, nos metieron en grupo, al cabo de 20 minutos algunos comenzaron a morir de hipotermia, otros adoptaban un color entre azul y morado, casi 40 minutos comenzaron a sacar personas de ese sitio y de nuevo nos enviaban a las celdas a comer para "recuperar energía", sin embargo y por las noches podía oír los gritos de auxilio de los otros prisioneros, en especial las mujeres, colocando una mano en mi boca lloré en silencio por todos, solo esperaba poder escapar o encontrar la manera de pedir ayuda y volver a ver a mi familia que ojalá no me haya olvidado.

Colonia, Años 7-8

Si antes, el sufrimiento y el panorama eran terribles y traumáticos, lo que tenía que ver y vivir cada día era incomparable; seguíamos la misma rutina de despertar en la madrugada, salir en filas hacia las distintas habitaciones o cuartos de tortura, pero esta vez era diferente, nos conducían a una especie de patio en donde solo estaban reunidos, con la cara cubierta y maniatados; a los demás nos hicieron formar un círculo al rededor de ellos.

-Ahora ustedes, damas y caballeros, serán nuestros invitados a este gran show-. Uno de los que siempre custodiaba todos las habitaciones, fue el que habló como si de un espectáculo en un circo se tratase, los otros enfermeros aplaudieron y rieron, de pronto le quitó la bolsa a uno de los ancianos, revelando su rostro, lo tomó del la quijada haciendo que lo mirara fijamente para luego soltarlo violentamente y propinarle una cachetada. -Gente como tú y los demás no nos sirven aquí, es por eso que los descartaremos de nuestra lista-. Frente a él y en todo el centro había una mesa con distintos artefactos, tomó un cuchillo largo de cocina y se acercó al anciano jugueteando con él. -Así es como los descartamos y desechamos-. Finalmente lo degolló arrancando algunos gritos de dolor y lágrimas por parte de todos nosotros, entre ellos comenzaron a reír. - Este no es lugar para débiles-...

Este iba a ser otro cumpleaños lejos de mi familia al igual que los otros, en las paredes de mi celda había contado los días que llevaba aquí, sumando un total de 2920 días en este infierno, sobreviviendo a punta de pan viejo, seco y duro, bebidas en mal estado y la poca agua que alcanzaba a llegar a mi boca cuando nos despertaban con las mangueras para sus experimentos y "ensayos" como los llamaban ellos, cerré los ojos y comencé a cantarme el feliz cumpleaños casi susurrando para no llamar la atención de nadie; tampoco tenía con quién hablar y tampoco había logrado hacer alguna amistad para ayudarnos mutuamente, no sé cuánto más pueda aguantar.

Colonia, Años 9-10

¡Ya no aguanto más estar en este lugar!, si hay alguna clase de Dios allí arriba que se apiade de mí y de todos los que estamos aquí haciendo de conejillos de india para un grupo de enfermos mentales. Últimamente había perdido la fe en mí Dios o en cualquiera, constantemente me preguntaba si valía la pena creer en algo que todo el mundo te hacía creer que era bueno y bondadoso, cuando estabas enfrentando algo que no le deseo a nadie, me preguntaba si iba a tener misericordia y me brindaría alguna clase de ayuda. Cerré mis ojos conteniendo mi frustración, debía idear un plan para salir y ayudar a estas personas, en caso de lograrlo, esperaba no morir o volver a ser esclava en este lugar, tuve que dejar de lado esos pensamientos para levantarme y seguir con la rutina de torturas, sufrimiento y dolor, a todos los prisioneros que estaban en mi zona nos llevaron a una habitación que estaba bastante aislada de las demás, entramos y la zona tenía las paredes con humedad notoria y manchas de quién sabe qué; poco a poco nos fueron atando a todos para luego darnos descargas eléctricas, probando hasta que nivel podíamos resistir, la gran mayoría como habían sido mojados, morían con el simple tacto del teaser en su piel.

-Vamos Emily, debes resistir un poco más-. Me dije a mi misma antes de ser sometida a cinco rondas antes de perder el conocimiento, cuando desperté estaba en mi habitación, había superado esa prueba; ahora venía lo más importante: salir de este condenado lugar.

Me tomó exactamente un año idear el plan de escape, era un plan simple: dejaría que me condujeran a cualquier cuarto, fingiría que estoy muerta, y después de que me llevaran a otro a donde fuera que llevaran a los cadáveres, esperaba que nadie estuviera ahí y saldría por la puerta, treparía la reja y correría como si no hubiera un mañana hasta donde hubiera un policía o alguien que les pusiera un alto. Ese momento no tardó mucho en llegar, de nuevo nos iban a llevar para meternos en las cámaras frías, apenas entramos fingí tener dificultades para respirar.

-Tenemos un problema, uno de los reos no está respirando bien-.

-Revisa su pulso-. A pesar de estar viva, había logrado reducir mi pulso y debilitar mi respiración, me costó pero esperaba que aquello funcionara.

-Muerta-.

-Llévala con los otros cadáveres, después nos desharemos de ellos-. Entre dos personas me levantaron para ponerme en una camilla y sacarme de aquel lugar, apenas llegamos a la morgue, me dejaron sobre la mesa porque todos los lugares estaban llenos.

-Demonios, ¿hace cuánto que no hacen una limpieza aquí?-. Me dejó y se fue, esperé hasta no escuchar más pasos y me destapé, busqué un mapa para ubicarme mejor, no estaba muy lejos de la cocina, entre y por suerte esta estaba vacía, salí de allí y tomé una de las hachas de los botiquines para defenderme, comencé a dirigirme a la salida, con el hacha rompí las cadenas del candado abriendo la puerta y salí corriendo hasta donde me lo permitió mi cuerpo antes de caer desmayada.

Hospital de Múnich, presente

-Eso fue todo lo que viví en ese lugar-.

-Correcto, gracias por su ayuda "Kristine"-.

-¿Kristine?-.

-Decidimos que es mejor que cambie su nombre-. Me entregó una carpeta con un nuevo documento y pasaporte, ya no sería más Emily Dunkerque, ahora sería Kristine Doffman. -Y alguien ha venido a visitarla-. Salió dejando entrar a mi esposo y a los dos niños, nos fundimos en un abrazo grupal y me sentí de nuevo feliz y esperaba que jamás esa felicidad me fuese arrebatada.

Gracias a EditorialHistorias  y  bethamh por la portada

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