V. Cena
Renee Belrie
Colonia 30
Renee no sabía lo que estaba haciendo. Tarde o temprano aquella obsesión de Neffan resultaría más dañino que beneficioso. Él la había visitado en su celda un par de veces antes de aquella cena. Su tema de conversación era el mismo, así como las respuestas de Renee. Estaba consciente de que su relación con Eliott era lo único que lo protegía de ser torturado por Neffan, así que no iba a ceder fácilmente.
Analizaba el comportamiento de Neffan tantas veces como podía, pero no encontraba razón lógica para su enfermedad. Supuso que no había alguna. Las obsesiones no eran racionales. Neffan y Renee habían compartido mucho tiempo juntos tres años atrás, no obstante, en la sede de la Aurora, Renee pensó que Neffan ya la había superado. Se le veía sano. Cuerdo. Renee solo podía pensar en dos explicaciones para ese cambio tan drástico: Neffan era excelente actor... o le había sucedido algo después de la última vez que se vieron. Renee deseaba ayudarlo, pero había leído solo un par de libros de psicología, no era ni de cerca suficiente para saber lo que Neffan padecía y cómo curarlo.
—¿Por qué vamos a una cena, Neffan? —cuestionó Renee con su tono normal. Estaba cansada de fingir la agudez de su voz.
Iban algunos pasos delante de Hazz y Aprell. Los guardias no los seguían tan de cerca. Renee agradecía esas pequeñas ventajas que de vez en cuando encontraba al ser la obsesión de Neffan. Además, nadie creía que ella fuese gran amenaza.
Y no lo era. Por el momento.
—Porque Hazz es hija de Conswell —respondió Neffan casualmente—. Ella tenía derecho a dos invitados y los escogió a ustedes.
Habían salido de la sección donde se encontraban todas las celdas. Continuaron caminando por algunos pasillos que, extrañamente, parecían estar rodeados de oficinas. Renee se sorprendió por la organización del lugar. Cualquiera habría pensado que el desastre que la Condena causaba alrededor del mundo era equivalente al desastre en sus sedes... sin embargo, eran bastante ordenados. Todo estaba planificado.
—Me refiero a por qué es la cena. ¿Qué estamos celebrando?
Neffan se encogió de hombros.
—La llegada de Hazz. Quizás esta vez acepte ser la líder de la Condena.
Renee frunció el ceño. Si lo que Neffan decía era cierto, entonces no era la primera vez que le ofrecían el puesto a Hazz y al parecer ella olvidó mencionar ese detalle. Renee había pensado erróneamente que los secretos habían terminado.
—Cvijett lo odiaría —continuó Neffan—, pero a mí no me molestaría tener a Hazz de jefa. Los Soreil son líderes innatos. Puedo apostar que Hazz será la primera al mando de la Condena, la siguiente presidenta de la Colonia Tres, reina de alguna otra colonia o, como mínimo, jefa de su propia empresa. Puede que incluso alguna combinación de todas.
—Al parecer es en lo único que estamos de acuerdo estos días.
Renee sonrió hacia Neffan y él le devolvió el gesto.
Era difícil para ella utilizarlo de esa manera. Neffan había sido alguien importante en su vida a fin de cuentas, no quería herirlo. Sin embargo, constantemente debía recordarse que tenía que hacerlo. La cura ya estaba en sus manos, habían llegado demasiado lejos. No podía echarlo a perder. Mett aún la esperaba en casa.
Llegaron hasta un par de puertas que fácilmente doblaban la estatura de Renee. Los guardias las abrieron automáticamente al visibilizar a Neffan esperando. Renee memorizó la cantidad de guardias que habían visto desde que salió de su celda. Eran demasiados. Necesitaban un plan milagroso para poder escapar de ahí.
Todo en la sede era manejado por tecnología. Habían androides, escáneres, micrófonos, cámaras, contenedores, hologramas y cualquier tipo de dispositivo que tendría serios problemas si había un fallo en el sistema. O un apagón.
Renee extrañaba a Kybett. Con ella ya habrían salido de ahí desde el día que fueron capturados. Kybett sabría exactamente lo que habría que hacer para crear algo de caos eléctrico en el lugar. Fue alguien brillante. Pocas personas lograban traspasar la seguridad de los DPI, como ella lo hizo para entrar a la fiesta de beneficencia donde encontraron a Eonné, la hermana de Priss y Guardiana de... Renee no sabía exactamente de qué era Guardiana, pero sabía que formaba parte del Proyecto Guardián.
Eonné era otro asunto pendiente. Istenia, otra Guardiana, dijo que estaba viva. Libre. ¿Cómo logró escapar de la Condena? La última vez que Renee la vio estaba protegiéndolos de Cvijett después de una serie de explosiones en una enorme mansión en la Colonia Veintidós. Hazz había asegurado que nadie salía viva de una pelea con Cvijett, y, no obstante, Eonné lo hizo, así como la misma Hazz cuando tuvieron su primer encuentro en la Condena. ¿Dónde estaría Eonné? ¿O Istenia? ¿O Siura?
Siura, una mujer misteriosa que les había ayudado a darles refugio cuando lo necesitaban, había prometido que se volverían a encontrar. Ella tenía habilidades extrañas y todos sospechaban que podía ver el futuro, así que Renee solo estaba esperando el momento en que se volvería a encontrar con la mujer que le había otorgado un descanso obligatorio al borrar temporalmente su memoria y los había salvado de ser capturados por las Nadie.
Tomaron asiento alrededor de la mesa ovalada.
—He escuchado maravillas de usted, Renee Belrie —habló un hombre de cabello castaño, sentado a la cabecera de la mesa.
Renee sonrió con incomodidad como respuesta. Conocía a todas las personas en aquella mesa a excepción de dos: el hombre castaño y la mujer de cabello negro que se encontraba a su lado. Ella mantenía una sonrisa cordial, casi cálida. Si no fuera porque se encontraban en la sede de la Condena, Renee se sentiría bienvenida por aquella mujer.
Cvijett estaba sentada frente a Renee, sin decir palabra. En total eran siete personas. Renee hizo cuentas: Hazz, Aprell, los tres al mando de la Condena... Era obvio el parentesco entre Hazz y el hombre, así que Renee no tuvo problemas en reconocerlo como Conswell Az. La mujer no podía ser la madre de Hazz, ese puesto ya lo tenía la presidenta, así que... ¿quién era? Claramente alguien importante, de lo contrario no se encontraría ahí.
Hazz notó los pensamientos de Renee. Se aclaró la garganta para hablar.
—Belrie, te presento a Lyeeda Siendas: esposa de Conswell. —Le dio un trago al líquido verdoso dentro de la copa frente a ella. —Y te presento oficialmente a Cvijett Smirak: su hija. Se cambió el apellido al convertirse en líder —comentó como si fuese el detalle más importante.
Renee frunció el ceño sin comprender del todo lo que sucedía.
—¿Son... hermanas? —Señaló a Hazz y a Cvijett con su dedo.
Cvijett asintió sin mostrar ninguna expresión.
—Nos criaron como tal, aunque no lo somos biológicamente. —Cvijett se encogió de hombros. Renee logró escuchar una pequeña risa sarcástica de Hazz mientras leía el menú. —Mi padre está en algún lugar de la Colonia Uno encargándose de dirigir la Sede Ocho. Visita de vez en cuando. Neffan lo adora, ¿no es así? —Neffan sonrió infantilmente. —Es como el padre que nunca tuvo.
Renee miró a Neffan con molestia.
—Neffan ya tiene un padre. Libbal Denirak. El líder de la Aurora.
Él desvió la mirada y fingió leer su menú. Renee resopló y le dio un toque a la mesa para que su menú se desplegase. No reconoció ninguno de los nombres de comida que estaban ahí, por lo que ordenó lo mismo que Aprell, no sin antes preguntar si contenía nuez.
—Cvijett y Hazz son hermanas, sin importar lo que ambas crean —retomó Conswell. Renee se desconcertó, pensó que ya habían dado por terminado el tema.
Recordaba a la perfección su primer incidente, en la Residencia. Hazz no parecía haber conocido a Cvijett en aquel entonces y aun así reclamaban ser hermanas —o algo así—. Lo cual significaría que Hazz ya había visitado a la Condena con anterioridad. Lo cual significarían más mentiras que Renee no estaba segura de poder soportar. Se suponía que ya eran amigas, no obstante, Hazz seguía sin hablar de los temas importantes con Renee.
Aunque, siendo honesta, Renee ya esperaba algo así. No era coincidencia que Hazz tuviese el entrenamiento de alguien que estaba tan lista para matar. Aprell, por ejemplo, lo evitaba a toda costa, ya que así entrenaban a los Agentes. El origen del instinto asesino de Hazz tomaba algo de sentido. Había sido entrenada por la Condena, por ello también había sabido lidiar con Cvijett.
—Hermanas, ¿eh? —respondió Hazz. Retó a Cvijett con la mirada mientras mantenía una pequeña sonrisa, como quien había cometido una travesura. Renee vio un cambio en la actitud de Cvijett. Por un segundo, aquella inexpresión se transformó en inseguridad, aunque fue tan rápido que Renee dudó de que fuese real. —Por favor, Conswell, Aprell es más mi hermano que Cvijett.
Cvijett se relamió los labios, parecía relajada de nuevo. Renee agradeció por todas esas horas cuando Eliott no expresaba nada con palabras, así había adquirido la habilidad para leer signos donde no parecía haberlos. Desde un parpadeo hasta una sonrisa falsa.
Cvijett escondía algo y Hazz lo sabía, pero claramente no la había delatado.
—Aunque —continuó Hazz, alertando nuevamente a Cvijett—, Aprell y Cvijett tienen más en común de lo que parecería. Sin ofender a Aprell.
Cvijett fingió no escuchar y ordenó su comida. Renee distinguió una pequeña sonrisa arrogante por parte de Hazz mientras le daba otro trago a su bebida.
—He escuchado maravillas de usted, Renee Belrie —comentó nuevamente Conswell, como si no lo hubiese dicho minutos atrás.
Renee le lanzó una mirada de confusión a Aprell. Él hizo un ligero gesto con las cejas, dando a entender que le siguiese el juego a Conswell.
Renee lució una resplandeciente sonrisa.
—Es un, ejem, honor haber sido mencionada en los altos mandos de la Condena. —Renee sintió una patada de Hazz, indicándole que su tono no podía escucharse más falso. Renee soltó una pequeña risa para disimular. —¿Se puede saber qué es lo que ha escuchado de mí?
Lyeeda sonrió y respondió por Conswell mientras los androides repartían los platillos.
—Tienes una habilidad extraordinaria, Renee. —Pausó para no ser interrumpida por el androide que le añadía aderezo a su ensalada. —Podrías ser una gran adición a la Condena, si así lo deseas. Justamente estamos en el mes de reclutar a nuevos integrantes. Son semanas difíciles para todos.
Renee notó el parecido entre Cvijett y Lyeeda: ojos azules, cabello negro y piel blanca. Sin embargo, algo había en Lyeeda que Cvijett no había heredado. Quizás era ese tono cordial con el que hablaba o el semblante amigable. Lyeeda no parecía lo suficientemente cruel para ser la esposa de Conswell. No parecía cruel en absoluto.
—Ni lo menciones —respondió Aprell con una risa exhausta. —A los Agentes nos toca la peor parte. Ya saben, la iniciaciones de la Condena dejan el peor registro de delincuencia en el año. Desde robos hasta asesinatos, enero es una temporada sin descanso.
Renee desvió la mirada. La iniciaciones de la Condena habían sido la causa por la que su padre estaba muerto. El tema aún la incomodaba.
Neffan lo notó. Tomó la mano de Renee para reconfortarla. Ella le ofreció una sonrisa dulce y se alejó. Era obvio que Neffan intentaba llegar a ella a través de sus momentos emocionalmente débiles. Renee no lo permitiría.
Conswell tosió, interrumpiendo el momento. Todos dirigieron su mirada hacia él. Pareció que estaba por decir algo, pero continuó comiendo como si nada.
Renee jugó un momento con su comida mientras observaba a Conswell al otro lado de la mesa. Había algo mal con él. Fuera de su posición enlLa Condena y los nulos sentimientos que seguramente tenía, había algo mal con él. Solo que Renee no lograba identificarlo.
Se le veía cansado, eso fue lo primero que notó Renee. Bolsas bajo los ojos. Barba de unos días. Ojos ligeramente enrojecidos. ¿Qué era? ¿Por qué Renee tenía el presentimiento de que escondía algo a plena vista?
Cuando se dio por vencida para continuar comiendo, divisó justo lo que necesitaba para saber que no estaba enloqueciendo: un temblor. Duró apenas un segundo cuando él tomó el cuchillo a un lado de su plato. Su mano sufrió un pequeño espasmo que probablemente nadie notó, a excepción de Renee y él mismo.
Temblores, espasmos. Cansancio. Tos, quizás. Repeticiones de diálogo, como si olvidase que lo había dicho anteriormente.
Renee había leído libros de medicina básica, por supuesto, pero esos síntomas estaban en cualquier tipo de enfermedad. Necesitaba algo más. Algo que lo delatase.
Mientras Lyeeda y Aprell continuaban hablando sobre el trabajo, Renee masticaba su ensalada sin despegar la mirada del padre de Hazz. ¿Qué estaba omitiendo?
Conswell dirigió un dedo hacia su barbilla para rascarse.
Entonces Renee las notó.
Pequeñas manchas color escarlata escondidas detrás de su barba. Eran inconfundibles para Renee. Las conocía bien porque las había visto en su padre, en su hermano... y en Kybett.
Conswell Az padecía Zeta.
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