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Cap 25 - Juzgada

Nathan me despertó rondando las nueve de la noche y me condujo al coche que tenía fuera de mi casa.

El trayecto lo pasamos en un silencio tenso e incómodo, sin ninguno que quisiera hablar o decir algo acerca de lo que había pasado.

Por mi cabeza no dejaban de rondar las mismas preguntas una y otra vez.

¿Porqué podía escuchar a Aemon y porqué Nathan a Irinea?

Es algo que me tiene sumamente confundida y que no logro entender, nunca escuché algo al respecto y mucho menos sobre una marca que no era definitiva.

Tal vez... tiene que ver con mi otra naturaleza, más poderosa y fuerte,  pero... yo había decidido dejar esa parte de mí dormida hacia mucho tiempo.

Eché un vistazo de reojo a Nathan quien se encontraba conduciendo y un sentimiento amargo se revolvió en mi interior, muy parecido al arrepentimiento.

¿Cómo había pensado que esto iba a resultar fácil?

Estaba por meterme en la boca del lobo, literalmente y yo lo había tomado a la ligera.

Ridículamente me creí lo suficientemente fuerte como para poder enfrentarle, pero ahora comienzo a darme cuenta de que al haber aceptado que me marcara, me convertía en parte de la manada, su manada... lo que quiere decir que estoy sujeta también a sus órdenes por ser el alfa.

Un escalofrío recorre mi cuerpo y envuelvo mis brazos a mi alrededor, intentando retener el poco calor que me queda y tratando de desterrar el frío que ha calado en mis huesos con cada revelación que estoy teniendo.

Fueron los veinte minutos más largos de toda mi vida, el silencio era inquietante y ninguno de los dos intentó crear conversación.

Nathan había vuelto a su actitud fría, cortante y en sus ojos volvió a crearse esa barrera que horas atrás, se derribó en un momento de debilidad.

A lo lejos comencé a visualizar lo que vagamente recordaba que era la entrada de los túneles subterráneos.

Anteriormente no había logrado fijarme en cómo era posible que existiera tal construcción bajo tierra, pero ahora podía verlo con claridad.

Era una montaña y a sus pies, oculta entre los árboles, se encontraba una puerta grande y de aspecto antiguo.

La curiosidad me pudo y me recliné hacia delante para observarla mejor.

¿Quién fué el que construyó semejante mansión a tanta profundidad?

Y sobre todo...¿Cómo?

Más tarde le tendría que preguntar a Nathan.

Aparcó el coche y por primera vez desde que desperté, se dignó a mirarme a la cara.

Sus ojos...lucían gélidos y duros, una expresión que sólo ví la primera vez que nos encontramos en el bosque.

–Cuando entres por esa puerta, cualquier mierda personal queda fuera. Tenemos que... mostrarnos amables el uno con el otro y necesito —Nathan remarcó la palabra con los dientes apretados —.Que por una vez quites esa cara de haber chupado un limón y te muestres feliz y emocionada —terminó con una expresión severa y mirándome fijamente.

Con cada palabra que él decía, yo abría cada vez más los ojos y alcé las cejas con sorpresa cuando terminó.

¿Se puede saber quién se cree que es?

Estiré el labio superior con una mueca de asco hacia él y hacia mí misma porque desgraciadamente Matt tenía razón.

Había sido una idiota al haber aceptado esto.

–Nathan... eres aún más idiota de lo que en un principio creía —entorné los ojos y le miré de arriba a abajo con desdén—.Aquí el único que tiene que quitar esa cara de amargado eres tú. Ve a buscarte una perra y echa un polvo, a ver si se te quita esa actitud de mierda —abrí la puerta del coche y me bajé de manera airada y orgullosa cerrando de un portazo y caminando a paso rápido hacia los árboles.

Definitivamente este hombre tiene que tener un trastorno de bipolaridad importante, porque no logro entender si no cómo es posible que cambie tanto en tan poco tiempo.

En mi casa se había comportado de una manera más... relajada y normal, casi como si realmente le importara lo que pensara.

«¿De verdad esperabas otra cosa?»pregunta Irinea hablando por primera vez desde que dejamos la casa.

Contengo un suspiro y me froto la cara con las manos en una señal de  desesperación.

«Claro que no esperaba algo diferente, la cuestión es que pensaba que ya que teníamos que pasar por esto juntos al menos podría ser menos... intenso»  contesto con un pensamiento hacia ella.

La noto quedarse en un silencio pensativao barajando una respuesta y me enderezo esperando a que conteste.

«Eamon es agradable de una manera extraña. Él no está de acuerdo con algunas...cosas» responde finalmente.

Abro los ojos sorprendida y comienzo a jugar con la certeza de un árbol distraídamente.

«¿Has hablado con Eamon sin que os oigamos?¿Con qué no está de acuerdo exactamente?» pregunto estupefacta y curiosa a la vez.

Ahora me doy cuenta de que tendría que haber prestado más atención cuando en la manada las hembras emparejadas me hablaban de ello, pero la verdad es que en ese momento me importaba más bien poco... al fin y al cabo no tenía pensado emparejarme con nadie, así que no me resultó interesante prestar atención.

«Él no cree que sea correcta la manera que tiene de tratarnos, bueno, tratarte» interrumpió Irinea cortando de raíz mis pensamientos.

¿El lobo no compartía la actitud de su compañero? Eso sí que era nuevo.

Por lo que tenía entendido eran seres impulsivos e instintivos y con poco razonamiento por eso mismo.

«Te olvidas de que Eamon es un alfa, no está cortado por el mismo patrón. Él es más inteligente, como nosotras» ronroneó provocándome un escalofrío de miedo.

«Dime que no se lo has contado, sabes que nadie puede saberlo Irinea» dije asustada y comenzando a entrar en pánico.

«No lo he hecho, pero algún día lo sabrán... eres consciente de ello ¿verdad?» dijo cautelosamente.

Dejé soltar un grito de frustración y los fantasmas del pasado volvieron con fuerza.

Comencé a hiperventilar y me sujeté a un árbol con fuerza cuando una sucesión de imágenes empezaron a bombardearme.

Yo recluida en una cueva oscura y sucia sin comida ni agua.

Una sombra sobre mí tratando de alcanzarme y destrozarme con sus garras.

La sangre salpicando mi cara y el horror de contemplar cómo había dejado a mi contrincante.

Me sujeté la cabeza con las manos y un grito rompió mi garganta.

Oía una voz de fondo llamándome por mi nombre y suplicando.

¿Quién me hablaba?

Noté un calor a mi espalda, unas caricias en el pelo y cómo alguien me murmuraba cosas sin sentido al oído.

Me respiración comenzó a ralentizarse y los recuerdos se fueron esfumando uno a uno.

Sentí una humedad en las mejillas y me llevé la mano a ellas, retirando las lágrimas que no había sido consciente de haber derramado.

Una brisa fría azotó mi rostro trayendo consigo el aroma del bosque y de algo más.

Giré la cabeza y me encontré con unos angustiados ojos oscuros escrutando mi rostro.

–¿Estás mejor? —la voz de Nathan contenía una pequeña nota de pánico que me sorprendió.

Me removí entre sus brazos y me levanté rápidamente del suelo, donde supuse que había acabado ovillándome.

–Estoy bien —respondí pasándome la manga de mi sudadera por la cara para quitar el rastro que las lágrimas habían dejado.

–Tenías un ataque de ansiedad, eso no es nada —murmuró preocupado—.¿Es por el consejo? Creo que te estoy exigiendo demasiado... —murmuró disgustado consigo mismo.

Giré bruscamente la cara en su dirección y le fulminé con la mirada.

–¿Qué te hace pensar eso? No soy una niña débil que se asusta por cualquier cosa, ¿sabes? —dije con ironía y cerrando los puños con impotencia.

Suspiró y se rascó la nuca con incomodidad.

Su expresión se veía derrotada y cansada, cómo si llevara un terrible peso sobre sus hombros y cada día le pesara más.

–Yo solo quiero que esto salga bien, me estoy jugando mucho —susurró apesadumbrado y con tono derrotado.

Sabía de lo que hablaba y aunque me estuviera arrepintiendo lo hecho, hecho estaba.

Me armé de valor y me aproximé a él, tomándole de la mano.

La sensación de tenerlas entrelazadas aceleró mi corazón de una manera vergonzosa.

Noté cómo se tensó al sentir el contacto, no obstante no se apartó y me obligué a alzar mi mirada a la suya.

Formé una sonrisa en mis labios y le apreté ligeramente la mano.

–Que empiece el teatro ¿no cariño? —dije  divertida y lanzándole una mirada cómplice.

Él desvió la vista a mi boca y alzó la comisura derecha de su labio en la sonrisa torcida que tanto le caracterizaba. 

– Que la obra comience —dijo bajando la voz complacido y encaminándose a la entrada de los túneles.


                       *           *          *

Una hora más tarde nos encontrábamos en lo alto de las escaleras de un salón que parecía de baile.

Una multitud bastante grande de personas nos observaba desde abajo y murmuraban entre ellos.

Mantenía la barbilla erguida en un gesto de seguridad y autoridad, tal y como Nathan me había enseñado.

«Te juzgarán y valorarán cada una de tus reacciones. Tratarán de ponerte a prueba con todo tipo de preguntas e intentarán provocarte. No les hagas caso. Mantente siempre segura y nunca bajes la mirada» las palabras de Nathan hicieron eco en mi mente.

Escaneé la multitud con fría indiferencia y con gesto neutro cómo me habían enseñado en mi manada.

Al menos de algo habían servido los consejos de mis padres.

Mis ojos se toparon con el frío odio de unos que conocía muy bien.

Keyra.

Apreté la mandíbula y me obligué a mantener la mirada con determinación y dureza.

Un minuto más tarde cortó el contacto visual desviándo la vista al suelo.

–Os he reunido a todos aquí hoy por algo que ya sabréis —la voz de Nathan acalló los murmullos y toda la atención se dirigió hacia él.

Atrapó mi mano entre la suya y miró al frente desafiante.

–He venido a presentaros a mi mate, Selene. Ella es a quien he elegido para liderar a mi lado y como tal espero que se la respete de la misma manera que a mí —la amenaza en su voz no pasó desapercibida para nadie y varios de los presentes agacharon la cabeza en señal de respeto.

Un hombre de aspecto imponente se adelantó a la primera fila, apartando a quien estuviera en medio.

Sus ojos lucían inexpresivos cuando me miró y se desviaron lentamente hacia Nathan.

–Enséñanos la marca —demandó con la voz más fría y autoritaria que había escuchado nunca.

Busqué los ojos de Nathan y tras un ligero asentimiento deslicé a un lado la sudadera que llevaba, mostrando mi hombro.

La piel alrededor de la mordida lucía hinchada y roja, pero no dolía.

El hombre observó detenidamente cada centímetro de ella, evaluándola.

–Luce reciente ¿cuándo la has realizado? —preguntó desconfiado y reticente.

Nathan posó sus ojos sobre él con un aire altivo y superior.

–Esta misma tarde, consejero. Quise darla el tiempo necesario para que asumiera las responsabilidades que conlleva ser la Luna de la manada. Tenía que estar segura de lo que significaba —dijo con voz neutra.

La sala se quedó en silencio, esperando la respuesta que el consejero fuera a dar al alfa, sin embargo esta vez se dirigió a mí.

–¿Y estás segura de querer hacerlo, muchacha? —su voz se me antojó fría y calculadora mientras su rostro se crispaba con desdén.

Sonreí falsamente e incliné la cabeza ligeramente.

–Así es —concedí con seguridad.

–¿Y no eres tú una especie diferente? Además de ser uno de los enemigos naturales de los lobos, por supuesto —respondió con una arrogancia que no me gustó.

–Lo soy. ¿Acaso el amor y la fidelidad entiende de razas? —pregunté desinteresadamente.

El hombre pareció analizar mi respuesta y asintió levemente.

–Raramente sabemos lo que la diosa piensa cuando decide quién es nuestro mate y éste es uno de esos casos —hizo una pausa pensativo, eligiendo sus próximas palabras—.Sin embargo tal y como Nathan sabe, hay ciertas leyes que no pueden pasarse por alto.

La sonrisa en su rostro me hizo pensar en una serpiente a punto de atacar y me tensé ligeramente.

–¿Hay alguien que quiera disputar el derecho de ser Luna a Selene? —dijo alzando la voz a la multitud.

La sala quedó en completo silencio mientras se miraban los unos a los otros.

Mi vista se dirigió hacia Nathan quien me regaló una sonrisa tranquilizadora.

Cuando parecía que nadie iba a hablar y los murmullos empezaron a resonar por toda la sala, una voz se alzó sobre las demás.

–Yo reto a Selene, la futura Luna de la manada a un duelo.

La sonrisa de Nathan se congeló en su rostro y yo dirigí mi mirada con furia hacia donde la multitud comenzó a apartarse, dejando a una sola persona en el centro.

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