Cap 21 - Redescubriéndome
Después de que Nathan abandonara mi casa el cansancio de la noche me pasó factura.
¿Realmente me había pedido una cita?
Cada día comprendía menos al lobo, pero algo en mi interior me hizo aceptar su petición y por el momento no me arrepentía.
Decirle que había estado con él... de esa manera, fue una completa mentira.
Sólo quería enfadarle sabiendo la rivalidad que había entre ellos y me sentí mal casi al instante por utilizar eso en su contra.
Con Matt... sentía un cariño hacia él inmenso, una atracción innata por su bondad, pero nunca había estado segura de que estuviese preparada para algo más, al menos de momento.
Caminé por la casa cansada y abrí la puerta de mi habitación, tirándome boca abajo en la cama y cerrando los ojos con cansancio.
* * *
Recorro el campus después de mi última clase y me siento en un banco mientras doy un bocado a mi manzana.
En dos horas había quedado con Nathan en la cafetería del pueblo y estaba bastante nerviosa.
No lo había visto en todo el día, ni en el comedor ni por los pasillos. No es que lo estuviera buscando tampoco.
Un grito a mis espaldas llama mi atención y me giro viendo a Sophia corriendo hasta pararse con la respiración entrecortada.
–Creo que me vendría bien algo de ejercicio —se ríe mientras apoya las manos en las rodillas intentando recuperar el aliento.
Me río y la hago un hueco en el banco cuando se sienta al lado y saca un sándwich de su mochila.
–¿Y bien? Te estuvimos esperando en la cafetería, pero nunca apareciste —me recrimina dando un mordisco a su sándwich y apuntándome con él —.Eso no se hace a una amiga, al menos, ¡avisa maldición ! Desapareciste durante dos meses y yo estaba preocupada —dijo haciendo un mohín cruzándose de brazos y yo me revuelvo incómoda.
Que la podía decir ¿que un hombre lobo decidió darse un tentempié conmigo? ¿O que ese mismo hombre lobo decidió secuestrarme y estuve dos meses encerrada y ocultándome de él ?
Aparté la vista y la fijé en los árboles que había delante mía, reflexionando y sintiéndome culpable.
–Tuve... problemas familiares. Siento no haberte dicho nada, no esperaba que alguien se preocupara por mí si me iba —dije pensativa y mirando con el ceño fruncido la manzana a medio comer.
Me sobresalté cuando puso su mano en mi hombro y levanté la mirada, viendo un gesto de lástima y enfado en su rostro.
–No estás sola Selene, sé que no nos conocemos de mucho tiempo, pero te considero mi amiga. Si no fuera por Matt, habría avisado a la policia al segundo día. —su gesto resuelto me hizo gracia y agradecí sus palabras.
Supuse que Matt habría inventado alguna excusa para mi larga ausencia y me sentí culpable al pensar que él se preocupara por mí hasta ese punto.
Debería tener una conversación urgente con él. Le había estado evitando demasiado tiempo.
Abrí la boca para decir algo cuando un grito de advertencia me hizo girar la cabeza bruscamente hacia atrás, viendo como un balón a toda velocidad iba a estrellarse contra Sophie.
Levanté la mano rápidamente en un acto reflejo y la capturé milímetros antes de que diera en su objetivo.
Volteé la cabeza buscando al culpable y los encontré mirándome sorprendidos a excepción de uno.
Puse toda mi atención en ese sujeto, fulminándole con la mirada y apretando los dientes con furia.
Permanecía de pié dirigiéndole una mirada burlona a Sophia y supe sin lugar a dudas que él había lanzado la pelota.
Su pose segura me incomodó y enfadó a partes iguales. Tenía el cabello castaño oscuro recogido en un moño en lo alto de la cabeza, sus rasgos eran duros y los ojos los tenía de un verde parecido al de las hojas en primavera.
Me levanté decidida hacia él con la pelota en la mano y me quedé a dos palmos de su cuerpo, la diferencia de altura era considerable, pero no me intimidó en absoluto.
–¿Cuál es tu puto problema? —la ira en mi voz iba en aumento con cada sílaba que pronunciaba.
Alzó una ceja y dirigió mi mirada por encima de mí, viendo a Sophia y riéndose en su cara.
–No es mi culpa que ella sea un imán de desastres —volvió sus ojos a mí y su mueca burlona volvió a sus rasgos—Pequeña —susurró.
La forma en que lo dijo no me hizo dudar de que era un insulto y en un acto impulsivo apreté la pelota pinchándola con mis uñas.
Sonreí con suficiencia y le tiré el balón desinflado al pecho con fuerza.
–La próxima vez mira bien dónde apuntas, capullo —dicho esto me dí la vuelta y escuché una maldición a mis espaldas, cosa que ignoré para recoger mi mochila y tomar a la más que confusa Sophia, arrastrándola lejos.
–¿Se puede saber que le pasa a ese idiota? —murmuré por lo bajo.
–Déjalo Sel, no es la primera vez que hace algo así —respondió con tono cansado.
Frené en seco y la dirigí una mirada interrogante y enfadada.
–Lleva desde que comenzó la universidad molestándome, no sé por qué ni qué le he hecho. Aveces se choca conmigo en la cafetería y me tira la comida encima " sin querer" o se dedica a dejarme notitas estúpidas en la taquilla. Ya se ha vuelto una rutina —se encogió de hombros con indiferencia y siguió caminando.
Era raro y extraño, pero los hombres nunca han sido lo que se dice amables o coherentes.
–He quedado con Nathan —solté abruptamente y queriendo desahogarme.
Paró y giró el rostro dejándome ver su confusión.
–¿Qué has quedado con quién? —preguntó con los ojos abiertos por la sorpresa.
Suspiré y me encogí de hombros.
Era difícil explicarla como había llegado a esa situación sin involucrarla en todo esto. Era peligroso y no quería que la ocurriera nada.
–¿Me estás hablando de ese Nathan? ¿El cañón de los de medicina? ¿El jugador de fútbol? —su mirada se tornó pícara y me urgió a contestarla entrecerrando los ojos.
–Si Sophia, ese Nathaniel. Aunque no es como si fuera algo... romántico ni nada de eso —me apresuré a aclarar.
Soltó una carcajada incrédula y movió el dedo negando y acercándose a mí.
–Mira, no voy a preguntar cómo pasó o cómo es que eres la única en toda la universidad en todo el tiempo que lleva aquí a la que ha accedido a tener una "cita". Bueno, sin contar a la zorra de Keyra. Vamos a ir de compras y vas a impresionar a ese bombón. ¡ Vamos ! —agarró mi brazo y yo protesté reiteradas veces, aunque no me escucho ninguna de ellas.
Después de haber arrasado con cuatro tiendas, Sophia me entregó las bolsas con la ropa y me urgió a cambiarme.
Ella había elegido unos pantalones de cuero negros de talle alto, una camiseta de manga larga color burdeos con una chaqueta vaquera negra y unas botas de tacón ancho y cordones igualmente oscuras.
Cuando me vestí, me revolví el cabello rizado y me puse el pintalabios rojo que ella me había dado, me sorprendí ante el reflejo que me devolvió el espejo.
Tenía un aspecto salvaje y el maquillaje negro que me había hecho resaltaba aún más el miel de mis ojos.
Salí del cuarto de baño e inmediatamente Sophia se giró con ojos brillantes repasándome de arriba a abajo y soltando un silbido.
–Chica si yo fuera un tío, ahora mismo te empotraría como un salvaje contra esa pared —su tono de voz sensual y el falso gesto de morderse el labio provocó que me riera a carcajadas por su exageración.
–Creo que ahora mismo me siento como una viuda negra apunto de devorar al macho —me reí por lo oscuro del atuendo.
–Eso es Sel, venga ve a comerte a tu macho —me guiñó un ojo y me empujó a la entrada del vestuario público.
Salí y le di un abrazo rápido mientras le agradecía todo lo que había hecho esta tarde por mí.
–¡No es una cita ! —la grité mientras me apresuraba calle abajo en dirección a la cafetería.
Mi boca formó una sonrisa al escuchar su carcajada como respuesta, pero la verdad es que no lo era.
Iba con la intención de dejar claras algunas cosas, sobre todo acerca de esa manía suya de acecharme, secuestrarme e intimidarme.
Había llegado a la conclusión de que no iba a dejar que el miedo me dominara nunca más en su presencia y hoy era el día de enseñarle quién era realmente Selene Foster.
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