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Cap 18 - Vaya puta suerte la mía

Seguí a Matt observando el imponente edificio por dentro. Tenía unas columnas preciosas que se erguían hasta el techo.

El suelo de madera daba una apariencia acogedora y hogareña, seguido de las impresionantes lámparas de araña que colgaban en forma de tentáculos brillantes y las paredes eran de piedra antigua, envejecidas por el paso de los años.

Llegamos a un gran salón donde al menos cuarenta personas estaban esperándonos.

Levantaron la mirada escrutándome de arriba a abajo y evaluándome.

Matt pegó su cuerpo al mío de manera posesiva y les lanzó una mirada siniestra, haciendo que todos desviaran los ojos a sus platos.

–Qué bueno que decidieron acompañarnos hijo, ya pensaba que hoy no les vería el pelo —rió Ronald lanzando una mirada significativa a Matt.

Él tomó mi mano y ocupamos los sitios que quedaban libres. La mesa estaba repleta de comida, desde carne con verdura hasta suculentos chuletones y fuentes de fruta.

Miré a Matt nerviosa y él me dirigió una sonrisa.

Me llenó el plato que gustosa acepté y la velada pasó entre risas y bromas, contándoles alguna que otra información sobre mí cuando me la preguntaban.

–Nosotros nos retiramos padre, Selene debe descansar —comentó Matt un poco tenso cuando terminamos de comer.

Le observé de reojo y pude notar que él no se sentía cómodo, pero dejé de lado mis preguntas para más tarde.

–Vé, nos veremos mañana —contestó Ronald con un dejé triste al ver a su hijo así con él.

Nos dirigimos a la habitación en la que anteriormente habíamos estado y nos introdujimos dentro mientras Matt cerraba la puerta.

–Ésta es mi habitación, pero puedo alojarme en otra. Descansa —murmuró dándome un beso en la frente y se dispuso a salir por la puerta.

Antes de darme cuenta mis pies se movieron y le agarré del brazo deteniéndolo.

–No tengo problema en... compartir habitación Matt. Por favor no te vayas —le supliqué con un temblor en mi voz.

Tenía pánico a quedarme sola.

Me siento desprotegida desde que Nathan me encerró e hizo conmigo lo que quiso, necesitaba en estos momentos sentirme segura.

Él se dió la vuelta y formó una media sonrisa, marcando el hoyuelo de su mejilla.

–Me parece bien —contestó.

Nos metimos en la cama un poco tensos e incómodos y el silencio se hizo aún más tangible.

–¿Matt? —pregunto mirando al techo.

Estoy unos minutos esperando su respuesta y me giro para mirarle. Está completamente dormido.

Sonrío y acomodo la cabeza en el hueco de su hombro, dándole vueltas a todo lo que sucedió hoy.

Por alguna extraña razón, no puedo olvidar la mirada triste que me dirigió Nathan antes de irme, como si su mundo se fuera conmigo.

Cierro los ojos y me deshago de esos pensamientos, para él no soy nada más que un error garrafal.

                        *        *        *

Han pasado ya dos meses desde la última vez que ví a Nathan y cada día siento como si un peso sobre mis hombros aumentara.

Debo estar volviéndome loca, porque todo gira en torno a él.

Creía que la relación que mantenía con Matt borraría los estúpidos sentimientos que sentía, pero no sólo no fue así si no que empeoró.

Volví a mi casa dos semanas después, excusándome en el hecho de que necesitaba retomar mi vida y seguir con mis estudios, pero la razón detrás de esa decisión ni siquiera se le acercaba un poco.

Cada noche sueño con que él me susurra cosas que no puedo entender, viendo como se alejaba de mi en la oscuridad y yo corría detrás suya, intentando alcanzarle sin éxito.

Suelto un suspiro y miro mi copa por la mitad.

Se ha convertido en rutina visitar el pub del pueblo y beberme hasta el agua de los floreros en un intento desesperado por nublar la condición en la que me encuentro.

Odio sentirme de esta manera y más le odio a él por provocar esta situación.

No logro comprender por qué le detesto, pero a la vez siento una angustia en mi pecho al pensar en él que antes no estaba ahí.

Apuro el vaso de un trago y doy un golpecito a la mesa, indicándole al camarero que lo rellenara de nuevo.

Ya van dos, me quedan al menos cinco rondas más para no lograr sostener mi culo en la silla.

                            *     *     *

Nathan

Mi mundo se fue al traste desde el minuto uno en el que puse mis ojos en esa chica.

Selene.

Esa mujer me tenía loco, mi lobo gritaba que fuera a por ella y la enseñara qué consecuencias traía rechazarme de esa manera.

Llevo dos meses descontrolado desde que me abandonó.

No puedo dejar de beber, buscar en otras mujeres algo que me haga olvidarla, pero sabiendo que mi única compañera decidió alejarse de mí.

Rechino los dientes con rabia y recuerdo al traidor de mi primo que sabiendo lo que ella significaba para mí me la arrebató sin sentimientos.

Ella era mi mate, mi mitad.

No sentía amor por ella ni nada parecido y nunca lo haré, esto es una mala jugada más del destino que tengo que aceptar.

Cierro los ojos con asco y hago una mueca, pensando que tan cruel puede llegar a ser la vida al haberme emparejado con un dichoso gato.

–¿Nathan? Vuelve a la cama cariño, es tarde —oigo una voz a mis espaldas.

–Duérmete Keyra, yo saldré por unas horas —me levanté furioso y abandoné la habitación sin esperar su respuesta.

Me doy asco a mí mismo, no se que estoy haciendo.

La sola idea de mantener una relación con Keyra me repugna completamente, pero he decir que al menos sirve para algo siempre y cuando mantenga su boca cerrada.

Salgo de los túneles y la fría noche me recibe.

Sigo caminando camino al pub donde suelo ir a ahogar mis penas y alegrarme durante unos minutos echando un polvo con alguna desconocida en los baños.

Mi satisfacción nunca pasa de ahí y jamás vuelvo a llamarlas, son sólo un número más en la interminable lista de conquistas de Nathan.

«No como ella» me recuerda Eamon interiormente.

«No hace falta que me lo recuerdes a cada momento» respondo cansado.

«Pues haz algo para conseguirla» contesta de vuelta éste enfadado.

«¡No es un maldito premio que se pueda conseguir con una moneda!» Pienso ya exasperado.

Eamon emite un gruñido indignado y se retira de mi mente, cortando el lazo de comunicación.

Desde que dejé que Selene se fuera, no ha dejado de bombardearme la mente echándomelo en cara.

Me tiene agotado con sus contantes y apabullantes acusaciones.

Antes de darme cuenta estoy frente al letrero brillante del local y al entrar me recibe inmediatamente el olor a sudor, alcohol y excitación de los que allí se encuentran.

La música está alta y puedo distinguir una  canción de Dorothy- Missile , una de mis favoritas y que va a juego perfectamente con mi estado de ánimo.

Me dirijo a la barra y pido un whisky con hielo bebiéndomelo de un trago y pidiendo uno más al instante.

El ardor del alcohol me quema la garganta y calienta mi estómago, pero cuando ya voy por el tercero un delicioso estupor envuelve mi mente y apenas lo siento como agua.

Escaneo la pista improvisada de baile, buscando un objetivo cuando una cabellera pelirroja llama mi atención.

Ladeo la cabeza y la observo con curiosidad.

Va vestida con unos vaqueros que resaltan perfectamente sus curvas y no puedo evitar fijarme en cómo mueve el trasero al son de la música.

Dibujo una sonrisa en mis labios y me levanto con determinación, he elegido a mi presa.

Me aproximo con lentitud manteniendo los ojos sobre ella hasta colocarme en su espalda.

Su estatura es pequeña y resalta en contraste con mi altura.

–¿Qué me dirías si te ofreciera pasar el mejor rato de tu vida, preciosa? –susurro en su oreja y tomándola de la cintura provocativamente.

Noto como un escalofrío recorre su cuerpo y beso su cuello viendo como da un respingo.

La tomo de la mano y la alejo de la multitud, dirigiéndome hacia el lugar que se ha convertido en mi picadero personal.

Nada más cerrar la puerta de los baños la estampo contra la pared y la beso con fuerza, pegando mi cuerpo al suyo.

Su respuesta no se hace esperar mientras nuestras lenguas se encuentran y suelto un gruñido de satisfacción al notar su mano tantear la cremallera de mis pantalones.

La doy la vuelta y pego su cara a las baldosas de la pared, dejándola vulnerable y abriendo sus piernas de una patada.

Recorro con mi mano lentamente su espalda, escuchando pequeños gemidos cuando tomo la cinturilla de su pantalón y se lo bajo hasta sus tobillos.

–Si quieres que pare, es el momento de decirlo —la digo pasando una mano por sus nalgas y acariciándola.

–¿Estás loco? —lloriquea retorciéndose.

Suelto una carcajada y abro la cremallera de mis vaqueros, bajándolos rápidamente y colocándome el preservativo, posiciono mi erección en su entrada.

La penetro de una sola estocada, sintiendo como arquea su espalda e intenta agarrar la pared con desesperación.

Mi respiración se acelera al sentir la sensación de su cuerpo envolviéndome y la suave presión que su cuerpo tiene sobre mí, pero no es suficiente, nada lo es.

Aprieto las manos en sus caderas empezando a moverme entrando y saliendo, aumentando la velocidad y la profundidad con cada golpe.

El baño se llena de respiraciones agitadas y agarro un puñado de su cabello, tirando su cabeza hacia atrás con rabia imaginando que es otra persona a la que tengo entre mis brazos.

Sonrío sabiendo que le falta poco para llegar y soltando su cabello llevo mi mano hasta su centro, provocando su orgasmo y precipitando el mío.

Recupero el ritmo de mi respiración y antes de salir de ella, la puerta del baño se abre viendo como un alborotado cabello castaño entra y se cae de bruces al suelo.

Mis ojos se abren de par en par cuando levanta el rostro y fija sus ambarinos ojos en la escena abriéndolos al máximo para, acto seguido, ladear la cabeza y vomitar todo el contenido de su estómago.

–Qué asco —murmura la pelirroja con la que estaba subiéndose los pantalones y saliendo por la puerta lanzándome un beso.

Subí los míos apresuradamente y la miro levantarse con dificultad, dirigiéndome una mirada vacía.

Mierda.

De todas las personas del local tenía que verme ella, vaya puta suerte la mía.

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