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Cap 16 - El rescate

Me despierto sobresaltada al escuchar unos aullidos espeluznantes e incorporándome rápidamente agudizo el oído.

En las dos semanas que llevo cautiva, ni una sola vez había escuchado algo parecido y eso me puso alerta.

Distingo muchas voces y muchos gritos de advertencia, pisadas pasando a toda prisa por delante de mi habitación dirigiendo órdenes y  llenas de desesperación.

No entiendo que está pasando pero está claro que nada bueno.

Pasan los minutos, calculo unos veinte, cuando empiezo a escuchar los ruidos de una pelea en la lejanía.

Me aproximo a la puerta y empiezo a dar golpes y patadas, intentando derribarla.

Sea lo que sea que esté pasando es malo y necesito salir de aquí.

Respiro hondo después de varios intentos y seco el sudor de mi frente, ralentizando el ritmo de mi corazón y dejando el miedo a un lado.

Abro los ojos con determinación y dando un giro sobre mí misma, doy una patada con un golpe seco contra la puerta de madera, haciendo un agujero en ella.

Suelto un gritito triunfal y paso la mano por el boquete, tanteando al otro extremo y encontrando el pomo, abriéndola.

Salgo a toda prisa y el caos me rodea, veo muchos lobos de un lado a otro, mujeres y niños escondiéndose y siendo escoltadas por sus hombres hacia un lugar seguro.

Sigo la marea de gente corriendo hacia algún lugar, esperanzada de poder llegar al exterior y escapar finalmente de este infierno.

Paso por muchos pasadizos iguales, con olor a humedad dirigiéndome hacia alguna parte, sin saber a dónde.

De repente un pensamiento hace aparición, preguntándome donde estará Nathan y si estaría herido.

Me deshago rápidamente de él y una brisa fría empieza a azotarme el rostro, al igual que el olor metálico y repugnante de la sangre.

Al fin el pasadizo termina y me encuentro en mitad de una pelea descarnada, en el claro de un bosque helado cientos de lobos y hombres peleando los unos contra los otros.

Visualizo un montón de heridos en el suelo y escaneo la multitud, sin quererlo, buscando ese rostro tan familiar.

Distingo un lobo negro más grande que el resto luchando con fiereza y sin compasión.
Las garras atraviesan gargantas y en sus fauces destellaban unos enormes colmillos llenos de sangre que resbalaba por su hocico.

Su baile mortal y su maestría me atrapan, su rapidez y determinación me cautivaron y supe sin lugar a dudas, que era él.

Sus orejas se movieron y levantó el hocico, oliendo el ambiente y dirigiendo su penetrante y amarilla mirada directamente hacia mí.

El tiempo se detuvo unos instantes mientras esos ojos salvajes estaban clavados en los míos, reluciendo brillantes y amenazantes, creando una estampa diabólica y bella que hizo que mis rodillas temblaran.

El momento se rompió cuando un aullido salió de su garganta, paralizando a todos por un instante y los que supongo son de su manada, empezaron a agruparse en torno a él creando un frente temible y poderoso.

Un lobo gris, igual de grande que Nathan salió de entre los suyos y caminó amenazante hacia él, con las orejas agachadas y enseñando los dientes.

Tomó forma humana y Nathan hizo lo mismo.Ambos bandos respetaron la decisión de diálogo de sus alfas y se mantuvieron al margen, pero en guardia.

Yo me encontraba escondida entre unos arbustos observando la escena sin ser descubierta.

Cuando distinguí al lobo gris, el aliento se atascó en mi garganta y un fuerte temblor se extendió desde mis manos hasta todo mi cuerpo.

Era un hombre imponente, varios años mayor que Nathan y con una fiereza comparable a la suya.

Tenía el cabello ondulado y castaño hasta las orejas y un cuerpo musculoso y salvaje, pero lo que más me impactó fueron sus rasgos tan familiares y más maduros.

Sus ojos avellanas lucían fríos y llenos de ira contenida.

–Ronald, cuánto tiempo sin verte. Los rumores decían que habías muerto—saludó Nathan con voz autoritaria pero con respeto.

El tal Ronald ladeó la cabeza y le observó con aprecio.

–La última vez que te ví eras un crío inteligente,cachorro¿porqué has provocado este enfrentamiento? —preguntó éste con curiosidad.

Nathan endureció las facciones y apretó la mandíbula, creando tensión en el resto de sus hombres.

–No he sido yo el que ha querido este enfrentamiento tío, si no ese mest...—comenzó Nathan, pero un gruñido de advertencia hizo que callara y a todos, incluido a él, nos recorrió un escalofrío .

Si Nathan era intimidante, Ronald podía conseguir que te encogieras de temor con un sólo sonido.

–Recuerda que estás hablando de mi hijo y tu primo, Nathaniel, no permitiré que le faltes el respeto en mi presencia —rugió con fuerza.

Abrí los ojos con sorpresa y me tapé la boca, incrédula a lo que acababa de escuchar. No sólo Ronald era tío de Nathan, sino que Matt era su primo y saber que lo detestaba siendo de su propia familia, provocó una ola de tristeza en mí hacia Matt.

Nathan endureció el gesto y un tic nervioso comenzó a palpitar en su mandíbula, una clara señal de que empezaba a ponerse nervioso.

–Él dejó de ser mi primo desde el momento en el que decidiste abandonar a tu manada por una humana. Tú no eres mejor que yo al haberle abandonado y convertirlo en un lobo solitario, estuvo años creyendo que habías muerto —escupió con rencor Nathan.

Ví como Ronald crispaba las manos ante la mención de ese tema y supe que no le agradaba en absoluto que lo hubiera sacado.

–Mi hijo necesitaba aprender por sí sólo el valor que tiene y no es de tu incumbencia las decisiones que tomé respecto a él. ¿Dónde está la chica? —gruñó en voz baja.

Me tensé sabiendo que se refería a mí.

Cómo se había enterado de lo que sucedió aún no lo sé, pero está claro que Matt no sabía que su padre estaba vivo en el momento de su liberación.

Nathan desvió la mirada y compuso un falso gesto de confusión.

–No sé de que me estás hablando —susurró con la mirada perdida.

Ronald enarcó una ceja y se aproximó a él.

–No me vengas con milongas chico. Sé que tienes a una jaguar encerrada y da la casualidad de que a mi hijo le importa. Entrégamela y nos iremos —resolvió con un gesto de la mano.

Nathan le miró a los ojos y soltó un suspiro.

–No puedo Ronald, de verdad que no —contestó con una mirada angustiada que nunca había visto en él.

–Mira Nathan, sé que está aquí en algún lugar. No hagas las cosas más difíciles y deja que se vaya —intentó Ronald con gesto compasivo.

–Tú no lo entiendes tío, no puedo hacerlo.  Ella... —murmuró mirando al suelo.

Ronald abrió los ojos con sorpresa ante algo que yo no pude entender pero al parecer, él sí.

Soltó una carcajada de verdadero humor y negó con la cabeza.

Nathan frunció el ceño ante esto, pero no dijo nada y se mantuvo en silencio.

–Eso lo complica chico, pero si es lo que creo que es, deberías dejar que sea ella la que decida —contestó resuelto.

Nathan agachó la cabeza apesadumbrado e hizo un ligero asentimiento con la cabeza, viéndose derrotado.

Levantó la mirada y giró el rostro directamente hacia dónde estaba y Ronald siguió su ejemplo.

–Has hecho lo correcto, hijo —respondió con respeto.

Comenzó a aproximarse hacia mi escondite y empecé a retroceder en silencio, con la mirada fija en él. Cuando quise dar la vuelta para correr, él me enganchó del brazo y me retuvo.

Solté un grito y mis ojos se llenaron de lágrimas de miedo.

Podía lidiar con Nathan, pero Ronald era un lobo desconocido.

–Shhh... tranquila Selene, soy de los buenos. Conmigo no te pasará nada —susurró en un tono conciliador.

Forcejeé con más fuerza e intenté morderle, pero él era más fuerte que yo y no pude liberarme.

–¡Nathan! —grité con todas mis fuerzas y sintiendo como la histeria comenzaba a apoderarse de mí.

Le odiaba, pero más vale malo conocido que bueno por conocer.

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