Me dejé guiar por Nathan en la infinidad de pasadizos en los que me encontraba.

Veía rostros a los que apenas prestaba atención, sumida en mis pensamientos y en la desesperación de la situación, sin saber que iba a pasar conmigo o cómo iba a acabar.

Notaba el férreo agarre de él en mi brazo, al punto de saber que en unas horas tendría moretones en forma de dedos, pero ya me daba igual.

Caminaba con la vista en el suelo, siendo tratada como una muñeca de trapo a su antojo y sin fuerzas para seguir resistiéndome a él ni a sus castigos.
De repente, se detuvo frente a una puerta de madera grande y girando el pomo me introdujo al interior, cerrando la puerta tras de sí.

Yo me quedé en el mismo lugar, sin moverme, esperando los gritos a los que ya me había acostumbrado y a sus reproches.

Sentí como se acercaba a mí desde las sombras, acechándome y levantando una mano mientras yo me encogía, intentando protegerme.

Posó su mano en mi nuca y me atrajo hacia él, colocando sus brazos a mi alrededor en un incómodo abrazo.

–Nunca pretendí que me tuvieras miedo —susurró apenado y con un deje triste en su voz.

Abrí los ojos con sorpresa, sin saber cómo reaccionar ante esta situación.

Pocas veces me había tratado con delicadeza, todo en él eran reproches, órdenes o exigencias y yo estaba preparada para eso, pero me quedé confundida ante la actitud que tenía ahora.

–No sé cómo comportarme de manera diferente Selene.Toda mi vida he sido criado para ser esto. Duro, inflexible, frío y calculador, pero no me enseñaron a cómo gestionar mis emociones, mucho menos a tratar a una mujer —prosiguió abrazándome con más fuerza y relajando los brazos de nuevo al momento.

–N-no te entiendo —murmuré con un hilo de voz inseguro.

Soltó un suspiro y se apartó de mí, colocando las manos en mis mejillas y alzándome el rostro para que le mirara.

–No quise hacerte daño, tienes que creerme. Soy un alfa, tengo que ser fuerte y no puedo permitir los desafíos ¿comprendes? Tú sacas lo peor de mí cada vez que lo haces pero... a la vez me gusta el hecho de que, por una vez, alguien me plante cara —terminó con una sonrisa torcida y acariciando suavemente mi mejilla con el dedo.

–¿Porqué me haces esto? —susurré odiando el temblor de mi voz.

Frunció el ceño y se apartó de mí, dándome la espalda y pasando una mano por el cabello, soltando un suspiro de desesperación.

–¿Tan malo es para tí estar conmigo ? ¿Te parezco tan detestable? —preguntó con un filo de ira contenida.

–¿Acaso puedes pretender que alguien a quien has marcado en contra de su voluntad, has secuestrado, que has amenazado a su amigo de muerte y que la has hecho daño tanto física como emocionalmente, quiera quedarse voluntariamente contigo? —pregunté con incredulidad.

Él se dio la vuelta y con el rostro crispado de furia se aproximó en dos zancadas, dejando su rostro a milímetros del mío.

–Quizá debería abandonarte en el bosque para que cualquier lobo te oliera y decidieran jugar contigo gata, seguro que lo disfrutarías —me contestó con voz oscura.

Tragué saliva, noté como mi rostro perdía todo el color y retrocedí alejándome de él.

–Ahí tienes el motivo del porque me resultas tan detestable Nathan. Jamás podrías proporcionarme la seguridad ni el cariño que necesito —zanjé con voz dura y neutra.

Soltó una carcajada que me heló la sangre, pues no había ni rastro de humor en ella y un pequeño temor empezó a asentarse en mí.

–No pretendo proporcionarte mi seguridad y mucho menos mi cariño. Sólo hay una cosa que quiero de tí y tarde o temprano, me la darás —escupió con rencor y con el brillo de una promesa en sus ojos, dándose la vuelta sin más y abandonándome en la oscura habitación.

Solté el aire que había estado conteniendo de manera temblorosa y me apoyé en la pared, resbalando por ella hasta el suelo y abrazando mis piernas.

Cerré los ojos cuando las lágrimas que había estado conteniendo corrieron libremente por mis mejillas, dejando surcos visibles en ellas.

No sabía que era lo que esperaba conseguir con esto, no podría resistirme eternamente y cada vez me notaba más agotada y confusa.

Sabía que quería algo de mí pero, ¿el qué?.

No lo sabía, pero de algo estaba segura, haría todo lo posible por impedírselo aunque dejara mi vida en el intento.

Este era el resultado de mi estupidez, por perseguir un sueño imposible pensando absurdamente, que podría llevar una vida normal lejos de mi manada. Que estúpida había sido.

Luché contra el cansancio y contra mis párpados, que cada vez pesaban más.

Al final me rendí al agotamiento, sumiéndome en un profundo y oscuro sueño, donde todo estaba bien, donde nadie podría hacerme daño.