Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15. La persona más importante

La persona más importante

(Marcus)

Desde que John me había enviado aquel mensaje pidiéndome que fuese a ver al señor Láng lo más pronto posible; jamás habría esperado encontrarme con aquello dentro del despacho de mí suegro.

Wei tras su escritorio y Xia sentada al otro lado. Como dos personas normales reunidas en perfecta armonía. Él con su tradicional yukata oscura. Ella con un sobrio vestido de satén rojo. Ambos mirándome en silencio. Esperando a que me recuperase del impacto y tomase asiento en la silla vacía junto a la madre de Sean.

–Recibí el mensaje de John—dije para justificar mi presencia allí. –Y de paso le traigo a Buffy.

Anduve hasta su mesa y puse el arma sobre la madera antes de sentarme. Xia me seguía con la mirada. La de Wei se centró en la espada.

–¿Buffy?

–Sí. Así se llama. Bueno, así la llamé, ¿se acuerda?. Usted llámela como quiera. Se la doy. Es un regalo. No quiero tener esto en mí casa. Me trae recuerdos de su antiguo dueño.

–¿No te vendría mejor conservarla por si vuelven a visitarte más enemigos inesperados?

Aún preguntando eso, cogió aquella especie de florete y lo observó con detenimiento.

–Reconozco la empuñadura. Esta arma era de Elias.

–Por eso se la doy. Ya buscaré otra cosa con la que defenderme si se da el caso. No quiero nada de ese hombre cerca de mi.

Wei asintió entonces, acomodando la espada delante de él.

–Quería verte para que hablásemos de las cosas que están pasando últimamente. Las víctimas de esos asesinatos.

–¿Qué asesinatos?

–¿No os han llegado rumores? Están acabando indiscriminadamente con las criaturas de esta ciudad. Como si limpiasen el mundo de aquellos que no son corrientes. Una especie de exterminio.

Eso me dejó sin saber bien qué decir. Sentí que me hundía más en la silla, a pesar de que no había movido ni un músculo.

–Nadie está a salvo—dijo Xia con la voz más grave de lo habitual. –Ni siquiera las brujas.

La miré siendo consciente por fin de porqué ella estaba en el despacho. Esa amenaza había llegado incluso a las hechiceras.

Reaccioné.

–¿Han muerto brujas también?

–A la pobre Greta la mataron por la espalda. Ni le dieron tiempo para defenderse—volteó el rostro y empezó a sollozar.

–Esa bruja es una excepción. Hasta donde sabemos, no acaban con víctimas que van en solitario. Erradican en grupo. A varias criaturas a la vez. En distintas zonas de la ciudad. Por supuesto, el punto caliente son Las Cloacas. Esto ha creado miedo e incertidumbre, y se están marchando de Nibbletown. Tengo entendido que incluso ha cesado la actividad en El Matadero, porque los Sin Sangre han sufrido tantas bajas que han entrado en pánico. Sin embargo, esconderse está dejando de ser una opción para muchos.

–¿Por eso hay tantos vampiros en esta casa? ¿Se mantienen a salvo aquí?

Wei ladeó la cabeza, como si no hubiese entendido mi pregunta.

–Vienen por ti, Marcus. Eres el vampiro antivampiro. El que es amigo de los licántropos. El que lucha a su lado. El que se ha enfrentado a vampiros más fuertes y ha sobrevivido. Creo que todos ellos aspiran a ser como tú. Quizás piensen que vivir aquí les hará parecerse más a ti.

–Ya... –incrédulo e incómodo, me revolví en la silla. Lo que decía el señor Láng no podía ser posible. Nadie en sus cabales querría parecerse o ser como yo. –Si los ha dejado aquí por eso, ya puede pedirles que se vayan.

–Te lo dije antes de irme de la fiesta. Necesitas más vampiros cerca de ti. Tal vez ahora no te des cuenta, pero siempre viene bien estar entre iguales. Esas criaturas están dispuestas a luchar a tu lado. Harán cualquier cosa que les pidas. Y recibiré a todos y cada uno de los que se presenten delante de mi puerta.

–Has cambiado muchas cosas por aquí, niño—comentó Xia con semblante triste. Incluso su cabello parecía menos brillante de lo habitual. –Desconozco si para mejor, pero ya es un gran paso hacer que este hombre dé cobijo a criaturas que no sean licántropos. Wei ama a los hombres lobo. No hay nada que le guste más que ser lo que es y rodearse de otros como él.

Eso se sintió como un dardo envenenado, y se miraron en consecuencia.

Wei sacudió la cabeza, respiró hondo y abrió un cajón de su escritorio. Poco después, me mostró un deformado proyectil de color azul verdoso.

–Benjamin me trajo esto ayer mismo. Mataron a tres demonios con esta munición especial en Las Cloacas. Es lo que están usando en su purga. Y hay más víctimas. Cada día llegan nuevas noticias. Es un goteo constante.

–Me preocupa más lo que no sabemos—aportó la madre de Sean con segundas.

–Averiguaremos quién está detrás de esto, Xia. Confía en mi por una vez.

–No tengo motivos para hacerlo.

Carraspeé antes de que la sangre llegara al río.

–No es que me moleste que confíe en mí esta información, pero ¿por qué no citó a su hijo para contarle todo esto? Pedirme que viniera...

–Porque tú eres el único que puede convencer a Sean de que aquí estará a salvo. De que vuelva a vivir en esta casa. Han muerto vampiros, Marcus. Tú también estás en peligro.

–No confíes demasiado en que nosotros no lo estemos. Que los asesinos sean otros licántropos no garantiza nuestra seguridad. Shun debe ser protegido igualmente.

–Lo sé, Xia. Marcus y Sean son mi prioridad.

–¿Otros licántropos?

Sus rostros cambiaron. Como si se hubieran equivocado al decir ese pequeñísimo detalle delante de mi.

–Son hombres lobo quienes hacen esto. No los que conviven con nosotros aquí, pero son hombres lobo al fin y al cabo.

–Debería haber empezado por ahí.

–No quiero crear alarma hasta que no esté todo claro; pero sobre todo, no quiero que comiencen a desconfiar los unos de los otros. Porque esta bala no la disparó ninguno de los míos.

–No podrá ocultar eternamente algo tan grave como eso.

–Confía en él. A Wei se le da muy bien ocultar cosas. Podría hacerlo durante siglos.

Rodé la silla y me puse en pie mientras daba un manotazo con ambas palmas sobre la mesa.

–Me dan igual vuestras desavenencias, ¿vale?. El que me importa y me preocupa es Sean. Lo demás me da igual. Si una bala erradica-vampiros en mi cabeza no supusiera su muerte inmediata, incluso me importaría una mierda que me asesinaran. Pero ahora me cuenta todo esto y ambos llevamos dos semanas en el mundo exterior viviendo nuestras vidas como si todo fuera perfecto y maravilloso. Las cosas no son así, señor Láng.

Wei no pareció intimidado en lo más mínimo con mi reprimenda.

–Hay detalles de los que me he enterado hace pocas horas, Marcus. De otro modo, te aseguro que hace mucho que habríais tenido noticias mías. Lo dije antes y lo repito. Sois mi prioridad.

–Si alguien toca a mi pequeño, no vivirá para contarlo—apreció Xia igual de calmada que su marido.

–Lo mejor para manteneros a salvo, es que Sean esté cerca. Que os mudéis aquí. Al menos hasta que todo quede aclarado y los culpables sean eliminados.

–No accederá a quedarse si no le cuento la gravedad del asunto. Él no sabe nada sobre esto.

Wei pareció sopesar mi sugerencia unos instantes.

–Está bien. Cuéntaselo. Pero sólo a Sean. Cuida tus palabras frente a los demás, por favor, Marcus. Lo último que necesitamos ahora es que sospechen de sus compañeros. Más que nunca, las criaturas necesitamos estar unidas.

Estaba de acuerdo con él, así que no tenía nada más que añadir a la conversación. Sentí que era el momento de marcharme.

–Pues voy a hablar con Sean—añadí alejándome de la mesa hacia la puerta.

–Marcus.

Cuando volteé la cabeza, vi a Wei sacar algo de debajo de su escritorio. Una katana a la que yo le había cogido cierto apego tiempo atrás. Pero no sólo sacó el arma, sino también su funda. Se puso en pie, la enfundó con maestría y me la tendió.

–Guárdala en el dormitorio. Puede serte útil en un futuro.

A pesar del barullo de voces por todas partes, sabía perfectamente dónde se encontraba mi novio. En el dormitorio de David con las chicas. Tuve que esquivar a una mujer lobo que iba con bastante prisa hacia algún sitio, pero detuvieron mis pasos dos vampiros que parecían examinarme con cierta curiosidad.

–¿Marcus Aslin?—preguntó uno que aparentaba tener poco más de treinta años. Era ligeramente más alto que yo y bastante musculoso. Sus ojos verdes empequeñecieron cuando me sonrió.

–El mismo—contesté dispuesto a seguir mi camino.

–Por fin te conocemos. Nos hemos estado preguntando cuándo aparecerías por esta casa—el otro chico parecía más joven que el otro y menos robusto, pero eran casi igual de altos. Compartían el mismo corte de pelo en punta e incluso el color castaño era muy similar. Enseguida pensé que podían pasar perfectamente por hermanos.

–Pues ya me conocéis.

De verdad, me urgía llegar al dormitorio y hablar con mis amigos, pero a aquellos dos vampiros les daba completamente igual. El más corpulento me tomó de la mano y me la estrechó con fuerza.

–Soy Max, y este es Michael. No te acuerdas de nosotros, ¿verdad?

–¿Debería?

–Estábamos en el nido aquel día. Cuando bajaste con el lobo—comentó el otro. Realmente parecían muy felices. Como si contasen una anécdota graciosa. Aunque yo no recordaba aquel momento con especial cariño; ni me acordaba de ellos. –Cuando mataste a Elias muchos abandonamos a Sera, aunque algunos se quedaron. Y otros fueron convertidos para ella.

–Sera te odiaba a muerte, colega.

–El sentimiento era mutuo—hice ademán de soltarme de su agarre, pero ejerció más presión.

–Lo que has hecho, tío, es muy valiente. —siguió el más cachas. –Has cambiado las cosas. Los vampiros no tenemos necesariamente que estar sólo con vampiros, ¿entiendes? Eso es de mentes cerradas.

–Estamos evolucionando. Y tú lo has hecho posible.

–Yo no he hecho nada—utilicé mi otra mano para soltar la del tal Max y por fin pude liberarme. –Y tampoco os recuerdo, lo siento.

–No te preocupes—dijo Michael restándole importancia. –Éramos muchos. Y todos vestíamos de un modo muy similar. Elias nos comió el coco; era un gran embaucador y nos convertimos en sus borregos.

–Sera estaba ida de la olla. Por eso la dejamos.

–Me alegro por vosotros, pero ahora estáis aquí. Y veo que os gusta.

–Vamos a seguir tu ejemplo, Marcus—continuó Max. Me di cuenta al instante de que tendía a gesticular mucho cuando hablaba. –Nos mola lo que haces.

–¿Lo que hago?

–Sí. Esto. Los licántropos y los vampiros aliados. Ahora más que nunca necesitamos estar juntos. Ya sabes, por las movidas que hay fuera.

–Creo que no tenéis ni idea de lo que hago—comenté algo alucinado. Aquellos chicos desprendían una extraña energía de admiración hacia mi persona que no me gustaba en absoluto. –No sé lo que habréis escuchado de mi. Sí, maté a Elias y a Sera, pero eso es todo. No soy como Peter Parker, ¿vale?. Por lo general estoy tranquilo en casa con mí novio. No busco a los malos, ellos me buscan a mí. Si me dejasen en paz, yo seguiría en el sofá jugando a la consola y acurrucándome con Sean. Eso es lo que hago. No entiendo lo que os mola de todo esto.

–Pues justo lo que has dicho—Michael asentía como si la vida le fuera en ello.

–Espero que no os refiráis a lo de acurrucaros con Sean, porque sino tendríais un serio problema conmigo.

–No tío, a lo de llevar una vida normal—se apresuró en decir Max. –Con Elias, matábamos a la gente que nos ordenaban. Era un asco. La sangre estaba bien, pero hay más opciones. Y eso es lo que nos has dado, tío.

–Opciones. Justamente.

–No me necesitabais para saber eso.

–Hay gente que no puede darse cuenta sola. A veces estás tan hundido en la mierda que no ves más allá de tu problema. Eres un vampiro. Un monstruo creado para matar por sangre. Crees que no hay más que eso.

–Y entonces, ¡bum! Apareces tú y le das la vuelta a todo—Max dio una sonora palmada para dar más énfasis a sus palabras.

Entonces les sonreí falsamente.

–Si no recuerdo mal, me llamabais El encantador de lobos.

–Era un halago—soltó Michael.

–Sí, eso. No era un insulto. Para nada.

Pusieron cara de circunstancias, supongo que entre otras cosas, porque yo tenía una katana en la mano.

Entonces quise dar por zanjado el asunto.

–Escuchad. No soy vuestro mesías, ¿de acuerdo? Estoy empezando a cansarme de que penséis que soy especial o algo de eso. Que me miréis de esa forma tan rara. Simplemente me vi metido en una vorágine de asuntos que no me gustaban, pero de los que tuve que escapar como pude. Vivid vuestras vidas como más os plazca. Si os sentís bien aquí, entre los licántropos, quedaos. Pero no lo hagáis simplemente porque yo lo hago.

Comencé a alejarme de aquellos dos vampiros, hasta que la mano de uno de ellos alrededor de mi antebrazo me detuvo.

–Hemos tomado malas decisiones en el pasado—dijo Max. –Seguirte es una buena opción ahora. Imitarte nos ha convertido en algo parecido a los seres humanos. Ya no matamos a nadie y nos sentimos entre iguales aún sin serlo.

–No nos interpretes mal. No vamos a ponernos camisetas con tu nombre ni a observarte mientras duermes. Simplemente, aspiramos a tener una vida como la tuya.

–Prometo que no te molestaremos, tronco.

Les contemplé. Parecían realmente desesperados. Como supervivientes deseando subir al último helicóptero disponible con el que escapar de una tragedia. Eso de alguna manera, me conmovió.

–Haced lo que queráis. Supongo que todos necesitamos que nos ayuden. Sean fue mi tabla de salvación y yo no os quitaré la vuestra.

Incliné la cabeza a modo de despedida y por fin puse distancia con los vampiros.

–Molas mazo, Marcus—escuché decir a Max antes de colarme entre la muchedumbre vampírica que había al otro lado de la puerta cerrada del dormitorio de David y Zoe.

Por fortuna, mi no deseada popularidad hizo que al reconocerme, se hicieran a un lado y me dejaran pasar. Lo cual me hizo sentir del mismo modo que Moisés cuando abrió las aguas del mar Rojo.

Tal y como pensé, dentro de la habitación se hablaba del mismo tema que habíamos tratado el señor Láng, su esposa y yo en el despacho. Las chicas se mostraban realmente preocupadas, sobre todo Nat. Sean aparentaba un estoicismo que no estaba seguro de que sintiese en ese instante, y David se marchó agobiado por las circunstancias.

No tardé mucho en tomar a Sean de la mano y llevarle a otro lugar. Uno en el que estuviéramos solos. Cerca de él se acrecentaba mi miedo a perderle. A que le hicieran daño.

Opté por el cuarto de Natalie y le supliqué que nos mudásemos a la mansión al menos por un tiempo.

–¿Por qué estás así? ¿Qué es lo que te ha contado mi padre que no nos hayas dicho, Marcus?

–Nadie está a salvo—susurré cerca de su oreja. Las mismas palabras que había pronunciado Xia.

Sus manos se mudaron a mi cintura, como si así pudiera conseguir que dejase de abrazarle y le hablase claro de una vez.

–Marcus, por favor, dime qué pasa.

Me tomé mi tiempo para separarme un poco de él. Para poder hablarle mirándole a los ojos.

–Ben ha descubierto quién está acabando con las criaturas.

Alzó las cejas, sorprendido.

–¿Encontró al culpable?

–No. No sabemos nombres, pero sí que se trata de hombres lobo.

Su conmoción fue instantánea.

–Nuestros...

–No se trata de los que viven aquí. No son los que recogió tu padre.

Aún con la aclaración, pude ver el mazazo que suponía para él saber que se trataba de sus congéneres. Cerró los ojos y soltó un suspiro de decepción.

–No sólo matan demonios o Sin Sangre, Sean. También brujas y vampiros. Lo que me convierte en un posible objetivo. Quedémonos aquí al menos unos días; quizás descubran a los culpables y podríamos volver a casa despreocupados.

Sean torció el gesto. Sabía perfectamente que volver a vivir en la mansión le disgustaba mucho. Esperaba por su bien, que no hasta el punto de arriesgar su vida.

Pasó al menos un minuto en el que no dijo absolutamente nada. Sólo me miraba a los ojos, como si rogase en su fuero interno que mi petición o toda la información que le había dado fueran una broma pesada.

–Tampoco quiero que te pase nada, Marcus—dijo acariciando la piel de mi cuello con las yemas de sus dedos. Entonces me plantó un breve y firme beso en los labios. –Haré lo que quieras. Cualquier cosa que me pidas. Nos quedaremos aquí y nos mantendremos a salvo.

Volví a abrazarle tan fuerte que si nuestros cuerpos fueran líquidos, se habrían mezclado.

–Puedo volver luego—soltó Natalie a través de la madera de la puerta.

–Es tu habitación. Nos iremos nosotros—dijo Sean contra la tela de la camiseta que cubría mi hombro.

–No hace falta. Sólo quería avisaros de que tenemos compañía.

Ahora sí que Sean y yo interrumpimos el abrazo para abrir la puerta y mirarla con cierto interés.

Cuando Nat nos había informado de las nuevas visitas; confieso que había supuesto que se trataba de más vampiros, pero en el vestíbulo estaban Ben y John, y cada uno con una maleta a sus pies.

–¡John! –corrí escalones abajo para darle un abrazo.

–Oh, no. ¿Tú también te quedas? –cuestionó Ben. Notaba sus ojos asesinos en mi nuca.

–Los dos nos quedamos—escuché decir a Sean.

–Me alegro de veros aquí—dijo sincero John con una tímida sonrisa.

–Por fin viviremos oficialmente bajo el mismo techo, Ben. ¿No te alegra? –comenté divertido. El ánimo que había perdido rato atrás, en cierto modo, había vuelto con la aparición de John. Quizás por saberlos a salvo a nuestro lado.

–Ya sabes lo que pienso al respecto—dijo llevándose un chicle de nicotina a la boca.

–¿Alguna novedad? –preguntó Sean.

Ben se limitó a negar con la cabeza sin más, aunque no pasamos por alto las sombras que adornaban el bajo de sus ojos.

–¿Sigue libre alguna de nuestras habitaciones? –preguntó Ben a David cuando éste apareció por la puerta de entrada. Claramente venía del jardín y parecía más relajado que cuando abandonó su dormitorio.

–Por supuesto. Las habitaciones de mis hermanos son sagradas—se dieron la mano y chocaron hombro con hombro.

–Si algún vampiro hubiera pasado la noche en mi cama, le prendería fuego.

–¿A la cama o al vampiro? –cuestionó Sean. Ben y John cogieron sus maletas, y en tropel, empezamos a subir las escaleras.

–A ambos.

Al final se decantaron por el antiguo dormitorio de John, lo cual fue perfecto para que Sean y yo nos pidiéramos el más cercano que aún no hubiera sido ocupado por los vampiros.

–Tendríamos que ir a casa a por nuestras cosas. Algunas al menos. Y a por Gokû—comenté a Sean mientras ayudaba a John a sacar las prendas de su maleta. Manteniéndolas apiladas sobre mis manos. –Sólo le queda comida para tres días a lo sumo.

Ben; que parecía completamente ajeno a cualquier cosa que yo estuviera diciendo, cambió de tema.

–¿Qué os ha contado el señor Láng? –Él estaba metiendo un par de abrigos suyos en el armario. Acomodándolos en sus respectivas perchas.

–Sabemos todo. Creo—Sean me miró.

–Si te refieres a lo que descubriste; me lo contó. Bueno, se les escapó sería lo más apropiado. También supe que mataron a una bruja. A una amiga de la madre de Sean.

–Van a por todos sin excepciones—John dejó de pasarme prendas para lanzarle una mirada preocupada a su pareja.

–Sí hay excepciones. Nosotros. No matan a los de su naturaleza–recalcó.

–¿Y si empiezan a hacerlo? –. La pregunta de Sean pareció escocer a Ben, al igual que si le hubieran marcado la piel con un hierro caliente.

Aún así, se recompuso y continuó con su tarea.

–Nos enteraremos. He pedido ayuda a Lorem.

John suspiró y casi hace caer la torre de prendas que yo sujetaba al poner encima un jersey con demasiada fuerza.

–¿Y aceptó ayudarte? –. Cuestionó Sean ahora junto al armario.

–Siempre lo hace.

–A regañadientes.

–Pero lo hace.

Sentí una extraña tensión en el aire, aunque no conseguía discernir desde qué dirección procedía.

–Lorem nos proporciona ojos y oídos. Oídos ocultos que ninguno de nosotros tiene. Ojos que nadie ve.

–¿Cuántos poderes tiene Lorem? –pregunté por curiosidad. Cada vez parecía mostrar nuevas habilidades que me resultaban fascinantes. Como aquellas alas tan chulas.

Ben se limitó a chasquear la lengua y a rodar los ojos.

–Habla de las otras gárgolas, Marcus. Lorem no es único. Hay otros como él. Otros que pasan desapercibidos. Que no se mueven de donde están, o que si lo hacen, nadie sabe que lo han hecho—me aclaró Sean en tono dulce. Como si le diera la explicación a un niño pequeño.

–Suena de maravilla, ¿verdad? –susurró irónico John mientras apilaba el resto de las prendas en su mano izquierda.

–Me pitan los oídos—Lorem estaba bajo el marco de la puerta abierta. Sonrió cuando todos le miramos, haciendo brillar todos aquellos afilados colmillos.

Las prendas perfectamente dobladas que John tenía en la mano, se cayeron al suelo y se desparramaron de mala manera sobre la cama y en el suelo.

–¿Ya traes noticias? –preguntó Ben, visiblemente sorprendido.

–Por supuesto, amigo.

Entró en la habitación como a cámara lenta. O así lo percibí. Con las manos metidas en los bolsillos de aquel pantalón varias tallas más grande. Y con los cabellos recogidos en una cola baja.

–Apenas ayer te pedí ayuda—siguió Ben.

Las pupilas de Lorem no se despegaban ni de John ni de mi. Aunque me aliviaba que no usara su voz de ultratumba para comerme el coco.

–Lo sé, mi querido Benjamin. Sin embargo, las noticias importantes requieren premura. Cuando descubres algo interesante, debes apresurarte para contarlo.

–Entonces has descubierto algo que debemos saber con urgencia—dijo Sean. –¿Qué ha sido esta vez? ¿Un licántropo? ¿Uno de los nuestros?

Lorem dijo que había que apresurarse, pero de pronto, no daba muestra alguna de querer hacerlo. Como si mentalmente estuviera buscando el punto central de aquella habitación para situarse teatralmente en el y que le iluminasen los focos. Para que todos pudiéramos admirarle mientras nos daba lo que suponía que sería una noticia que no deseábamos escuchar.

Entonces, por sus ojos, por su semblante y por la forma en la que pareció tomar aire para hablar; supe que yo tenía razón. No era algo que quisiéramos escuchar.

–Hay un traidor entre los vuestros–soltó a bocajarro.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro