En cientos de cuadros morados te reflejas,
En globos rosados te ocultas,

En una mesa pequeña tu figura insinúa cosas perversas, e invisible te esfumas, como un fantasma, ante mis ojos.

En bordes dorados posas para mis pupilas cansadas de buscarte,

En llaves que hacen el amor sin cesar escondo tu risa, para no escucharla y para no sentirla.

En piezas colgantes de ajedrez se columpia tu ira, como un demonio que susurra con odio mi nombre.

Y en breves suspiros matutinos del viento tu aroma arrasa con mis cortinas,

Mientras tu recuerdo regresa para confortarme, arrastrándose por la orilla de la cama, como una almohada que cae de mis brazos sin percatarme, como aquella almohada que he rescatado incontables veces, aquella que está al borde del suicidio, aquella que está harta de ver cómo reemplazo su nombre con el tuyo, aquella que abrazo, y en la que lloro, mientras finjo que eres tú.

Y en gloriosos silencios te ausentas; te ausentas y te olvidó; te ausentas... Y ya no estás, por un segundo, por días o por noches enteras; sin embargo, terminando en fracaso, pues mientras el corazón amé, incluso la ausencia vendrá acompañada de recuerdos.