Capítulo 21.
21.-Hold on-Chord Overstreed.
El monstruo acechaba para conseguir a su presa y muchas veces no lograba conseguirla, sin embargo, el monstruo era bastante persistente por lo que podía seguir acechando y finalmente lo conseguiría.
Acechó a papá por un buen tiempo, destruyó su carrera, su familia, su vida, el monstruo ganó en aquella ocasión. Acechó a la mamá de Max, solo pudo disfrutarla los primeros años de su vida, luego, el monstruo volvió a ganar. Acechó a Samuel, tan joven, tan lleno de vida, cuando pensábamos que podría perder, de nuevo el monstruo ganó. Acechó a Lucky y perdió, pero no se rindió, pidió una revancha y esta vez está decidido a ganar.
Mis pensamientos aquella noche eran solo de dolor, furia y desesperanza. ¿Tendría que ganar siempre? ¿Era el monstruo tan mortal que siempre podría ganar? ¿No había nadie que pudiera derrotarlo?
Cáncer, la palabra que causa terror con solo escucharla, apestaba, daba miedo, enfurecía, desesperaba, pero cuando miré a los ojos tristes de Lucky, llenos de lágrimas mientras trataba de consolarnos entendí que no hay mejor batalla ganada que haberlo intentado.
No sé en qué momento nos arrojamos al suelo, mi cabeza sobre su brazo, ambos boca arriba mirando hacia el cielo, todo estaba oscuro a nuestro alrededor, ni siquiera nos habíamos tomado la molestia de encender la linterna, pero era mejor así, no había ni una nube en el oscuro cielo, en él había millones de estrellas que brillaban aún más ante la ausencia de la luz de la luna.
Aprecié cada momento, incluso la sensación molesta del pasto en las partes descubiertas de mi cuerpo o la incomodidad del sólido suelo de tierra. Lucky tenía razón, debíamos apreciar cada segundo, cada detalle, cada roce, cada molestia, llegaría el momento en que no podríamos sentir nada.
—¿Te arrepientes de algo?—dijo de repente rompiendo el silencio, aun mirando hacia las estrellas.
No respondí al momento, lo pensé y me sorprendí al darme cuenta de que me arrepentía de muchas cosas: No haber leído antes el diario de papá, haber estado tan enojada con mamá sin si quiera darle una oportunidad de hablar, no intentar desde antes mantener una buena relación con Nick, no haber intentado hacer amigos en mi anterior instituto, estar tan enojada con la vida solo por habernos mudado, pero mi mayor arrepentimiento y el que se salía por completo de mis manos, no haber conocido a Lucky Jacobi mucho antes.
—Sí, varios, ¿y tú?
—Sí, varios—repitió, sonaba distraído, pero seguía el hilo de la conversación.
—¿Cuál es tu mayor arrepentimiento? —pregunté, no porque quisiera saberlo sino porque quería seguir escuchándolo hablar.
Mi cuestionamiento lo hizo despegar sus ojos azules de las estrellas y mirarme, parecía divertido.
—Algún día te lo contaré.
—Eso no es justo, hay que aprovechar cada momento, Lucky—Aunque hablaba en serio, el chico parecía cada vez más y más divertido —. ¡No me veas así! Hablo en serio, no sabemos... no sabemos lo que va a pasar.
—Taché varios deseos esta noche—me senté sorprendida ante tal cambio brusco de conversación.
—¿Y eso que...?
—Quiero agregar uno más—me interrumpió haciéndome fruncir el ceño, no por el hecho de que me interrumpiera sino porque me parecía extraño que quisiera agregar algo más a su lista—. ¿Tienes lápiz y papel?
—Obviamente no, me arrastraste aquí y ni siquiera pude tomar una ducha antes de hacerlo.
—Bien, para algo existe la tecnología—se encogió de hombros, luego sacó su teléfono y escribió.
El pitido de notificación de mi teléfono me hizo fruncir a un más el ceño de la confusión, ¿que estaba planeando?
Él, con su sonrisa ladina mostrando su bonito hoyuelo izquierdo, hizo señas hacia el bolsillo de mi pantalón. Con sospecha lo saqué, obviamente era un texto de su parte.
Deseo número 12: 1275
—No entiendo, ¿de qué se trata?
—No lo sé, deberías averiguarlo.
—Lucky—Lo regañe y él sonrió aún más.
—Cuando muera lo sabrás.
Sus palabras fueron como una patada a mis costillas, su sonrisa desapareció y parecía estar arrepentido por sus palabras.
—Lo lamento, no debí decirlo de esa manera.
—No digas eso, habíamos quedado que no hablaríamos sobre la muerte.
—Era un tema que te gustaba cuando nos conocimos.
—No, daba miedo, me parecía extraño que hablaras de esa manera sobre la muerte. No me gustaba en ese momento y no me gusta ahora, menos en nuestra situación.
Esta vez Lucky se sentó quedando frente a mí, tomando mi mano, acariciando el dorso de ella con su pulgar.
—¿Recuerdas lo que te dije aquella vez? Ya sabes, sobre la muerte.
La muerte siempre está ahí, acechando, esperando el momento adecuado, había dicho, quizás por eso el monstruo y la muerte iban de la mano, eran depredadores y nosotros las presas.
—Algunas cosas, eres bastante parlanchín cuando te entusiasma una idea, no es que sea divertido que tu novio hable con tanta familiaridad de la muerte cuando, oh, tiene cáncer.
No sé para quien fue mayor la sorpresa por mis palabras, si para Lucky o para mí. Lo verdaderamente sorprendente fue ver a Lucky reír como si hubiese soltado el chistecito del siglo. Fue inevitable que mi corazón no tuviera un vuelco, se veía tan relajado, por primera vez en todo el día Lucky volvía a ser Lucky, todo risueño, todo sonrisas, pero de las verdaderas.
Sonreí.
—Sé que no es el mejor tema de conversación para este punto, pero quiero normalizar el tema de la muerte para ti.
—No me entusiasma pensar que puedo morir cruzando la calle o dándome una ducha, gracias.
—¿Has visto Mil Maneras de Morir? Te podría sorprender lo que ves en ese programa.
—¡Lucky!—protesté nuevamente, pero sabía que era en vano cuando volvió a soltar sonrisitas cómplices.
—De acuerdo, no tocaré más el tema.
—¡Gracias!
—Pero...
—Lucky, detente o tendré el pecado de haber golpeado a un chico con cáncer.
Él estaba muerto de la risa, yo por otro lado no sentía ni la más mínima pizca de diversión, odiaba llamar al monstruo con ese nombre.
Cuando Lucky finalmente dejó de sostener su estómago del dolor que le ocasionaron las carcajadas, se quedó en silencio, mirándome, tan profundamente, aquellos ojos azules eran el sueño de cualquiera, eran tan preciosos, tan hipnotizantes y él lo sabía, lo noté cuando sonrió pícaramente, no pude evitar rodar mis ojos.
Sabía lo que estaba haciendo, por eso Lucky era amado por todos, no solo por sus fascinantes historias o su evidente carisma, Lucky siempre pensaba en los demás, se preocupaba por aquellos que de verdad amaba. Me estaba distrayendo, a su muy retorcida manera, pero lo estaba haciendo, y era bueno en su trabajo. Para su mala fortuna, yo era buena descubriendo sus distracciones.
—Uno, dos, siete, cinco, ¿es acaso una fecha?
—No.
—¿La contraseña para ingresar a tu computadora?
—Habíamos quedado que mi contraseña tenía que ver contigo—sonrió ladino, cada vez más divertido por mi irritación.
—¿La contraseña de tu teléfono?
—Frio, tan frío como un tempano de hielo.
—¿Coordenadas?
—¿Es siquiera posible obtener una coordenada con cuatro dígitos?
—¡Lucky, diiiiime!
Pero Lucky me ignoró totalmente, se puso de pie y caminó hacia el columpio dejándose caer en él, dando unos toquecitos en su regazo.
—Si me siento ahí contigo esa cosa no resistirá.
—¿Segura que no quieres probarlo?—rodé los ojos ante su evidente doble sentido.
Pero las ganas me ganaron, caminé hasta Lucky sobre el columpio y me senté en su regazo con las mejillas sonrojadas y aunque las cuerdas chirriaron un poco el columpio se mantuvo fuertemente atado en el árbol.
Lucky tomó esa oportunidad para envolverme con sus brazos, su pecho fuertemente unido a mi espalda, sus manos entrelazando sus dedos con los míos, su rostro quedando a la altura de la curvatura de mi hombro y cuello, dejando la barbilla junto ahí, sintiendo el aire caliente de su respiración, tarareando suavemente una canción sobre mi oído.
Fue así por un largo tiempo, hasta que finalmente llegó el momento de dejar la diversión y los comentarios malintencionados y ponerse serios.
—Quiero pedirte un favor.
Solo bastaron esas cuatro palabras para saber qué era lo que me pediría y no quería escucharlo, no. Quise levantarme de su regazo, pero él no me lo permitió, por poco entre en pánico, me obligué a inhalar y exhalar profundamente.
—No huyas, por favor, pienso hablar con mamá sobre esto, pero primero quiero hablarlo contigo. ¿Puedes escucharme? —no dije o hice nada, el nudo en la garganta era demasiado fuerte como permitirme hacerlo—. Déjame ser egoísta una vez más, Aurora Campbell.
—¿Cuándo fuiste egoísta antes?
—Cuando me enamoré de ti como un idiota sabiendo el equipaje que traía conmigo.
Dos gruesas lagrimas cayeron por mis mejillas, agradecía estar de espaldas para que él no pudiera hacerlo.
—No quiero seguir hablando de la muerte—advertí con la voz temblorosa.
Pero sabía que se trataba de algo más que eso.
Empezó a hablar, describió cada cosa sobre ese día, lo que quería, lo que no quería, lo que estaba seriamente vetado, su lista de invitados. Cada detalle se posaba en mi cabeza como una ráfaga de flashes, no era algo que quería imaginarme, quería seguir viviendo en mi cuento de fantasías con Lucky Jacobi.
Soltaba una lágrima por cada uno de sus deseos, pero de nuevo sollocé con una tonta cuando cambió el tema repentinamente con la historia de una colisión.
—Aún no me decido por un final, no sé si escoger el real o el ficticio, pensé en hacer una mezcla de los dos, pero no funciona, no lo siento mío y he entrado en aquel bloqueo de escritor que tanto he oído escuchar. No cuadra, no siento que sea nuestra historia—parecía entrar divagando, pero hablaba seriamente a pesar de mi furioso llanto. Apretó mis manos con fuerza—. El final ficticio suena perfecto, pero la vida no es perfecta y aunque los lectores solo quieren escapar de sus vidas imperfectas y solo leer ficción, la historia de una colisión es sobre personas reales, no se siente bien.
—¿Y el fi-final re-real?—hipé y hablé como pude, tratando de regularizar mi respiración, sintiendo el aire cálido de Lucky todavía sobre mi oreja.
—El final real es una mierda.
De nuevo, ese sonido horrible de risa y sollozo brotó de mí, Lucky sabiendo como borrar los rastros de tristeza en mí.
—Pero se siente correcto, pensé que podría modificar el final, después de todo yo soy el dueño de mi historia, pero de nuevo, no se siente correcto otro final.
—¿Cuá-cuándo po-podré leerlo?
No respondió, solo besó mi espalda y tuve morder mi labio inferior al encontrar mi respuesta no anunciada.
Cuando muera.
No podrá ver mi reacción al leer la historia de una colisión.
Tomé una profunda respiración tratando de olvidar por un momento nuestra situación, aunque era malditamente complicado.
—¿Seguirás publicando en el blog del instituto?
—Cada post está en buenas manos, hasta el día de la graduación. Tranquila, las luckylovers siempre tendrán un poco de mí.
Era pasada la media noche cuando de nuevo estuvimos sobre el suelo, esta vez con una manta sobre éste y otra cubriéndonos del frío, nos manteníamos a oscuras y la tienda de acampar parecía ser la última opción a la cual ir.
Lucky volvió a levantar su brazo hacia el cielo, como lo hizo cuando llegamos, mientras que con su otro brazo me sostenía.
—No.... lo digas.
—¿Qué cosa?
—Algo malditamente deprimente que me hará llorar de nuevo, basta, prometí no llorar frente a ti.
—Has fracasado horriblemente en esa promesa, Aurora—lanzó una risita incluso cuando golpeé suavemente su pecho.
Su mano seguía apuntando al cielo. No, al cielo no, a las estrellas.
—Solo tienes que alzar la mirada...
—Lucky no.
—... en nuestro lugar favorito...
—Lucky...
—... y volverás a verme...
—No es justo.
—... aunque es solo un protocolo venir a nuestro lugar favorito—siguió él sin escucharme, por lo que guardé silencio—, solo mira a las estrellas, en cualquier lugar, en cualquier momento, estaré ahí cuando me necesites, ¿de acuerdo?
Asentí, aunque más que estar triste quería golpearlo por saber siempre que decir.
—Gracias por cumplir cuatro deseos en una noche. Aurora, estás que arde.
—¿Cuatro?—pensaba que solo eran los deseos dos y tres.
—Acampar en mi lugar especial con una persona igual de especial, conseguir una persona especial para el punto dos, aunque esa debimos tacharla desde el mismo día que reescribimos los deseos—Lucky enumeró con sus dedos, luego alzó un tercero—. Decirle a Aurora que la amo, era mi deseo número nueve y el diez, el deseo que me impusiste, por cierto, Lucky Jacobi está obligado a confesar los deseos número siete, ocho y nueve.
Oculté mi rostro en su cuello evitando que viera mi sonrisa tonta, pero sabía que él la sentía.
Recordé los deseos que había puesto en su lista con mi nombre. No sabía si había improvisado, era lo más probable, no era posible que Lucky Jacobi se hubiera enamorado de mí antes de escribir tres veces mi nombre en su lista de deseos.
—Supe que estaba enamorado de ti antes de escribir tres veces tu nombre en mi lista de deseos —mi corazón dio un vuelco, porque él había leído mis pensamientos—. Pensé que serías un problema cuando te vi esa vez en tu balcón, me equivoqué, no fuiste un problema, siempre fuiste una jodida solución, Aurora.
Fue lo último que charlamos esa noche.
A la mañana siguiente no me quería ir, pero Bryan ya estaba ahí para recogernos. No fue fácil despedirse en la puerta de mi casa, no fue fácil entrar y ver a Max con los hombros caídos en el sofá de la sala, no fue fácil recibir el abrazo de mamá, de Nick y de Max, lo único que fue malditamente fácil de esa mañana fue llorar, dejarlo ir, con las manos sosteniendo mis piernas sobre mi cama, con las cortinas cerradas y mi habitación sumergida en la oscuridad, la misma que estaba sintiendo en mi interior.
Todo ese día me pregunté mil veces el porqué, nunca conseguí una respuesta lógica, solo recordé las palabras de Lucky sobre que la vida no era perfecta, estaba lejos de serla, tenía razón.
Lucky me dio todo ese día, sabía que yo lo necesitaba al igual que él debía mantener ese momento con su familia.
Pero al día siguiente llamó y me pidió que fuera a su casa, tenía una sorpresa para mí. Me debatí en rechazarlo e inventarme alguna excusa, las ojeras en mi rostro estaban completamente marcadas como si me hubiesen dado dos puñetazos, mis ojos cubiertos de lagañas se tornaron de un color rojizo y la tristeza que los cubría me hacía ver miserable, sin contar el espantoso aspecto pálido de mi piel, pero me golpeé con fuerza las mejillas una vez estuve frente al espejo y de inmediato respondí a Lucky que estaría ahí después de darme una ducha.
No era momento de lloriquear, no podíamos perder tiempo cuando sabíamos lo poco que tendríamos.
Una vez tomé una ducha, tomé unos shorts y una camiseta, avisé a mamá que estaría con Lucky y emprendí rumbo al otro lado de la calle.
Fue Love quien me recibió, parecía que había colocado un poco de corrector debajo de sus ojos y estos brillaban de la misma manera que los míos.
—Hola, ¿cómo estás? —me encogí de hombros en respuesta, ella asintió, nos entendíamos —. Sí, yo también. Está en su habitación, cuando estén listos solo griten, estaré en la cocina.
—¿Cuando estemos listos?
Love solo sonrió y caminó a la cocina. Confundida, subí los escalones en dirección a la segunda planta.
—¡¿Lucky?! ¡¿Qué estás tramando?!—cuestioné al abrir la puerta de su habitación recibiéndome con su usual sonrisa.
—Yo no estoy tramando nada—entrecerré mis ojos sin creerle—, bueno si, pero es algo con muy buenas intenciones, lo prometo.
—No te creo—crucé los brazos en mi pecho, cosa que el aprovechó para rodearme con sus brazos y dejar un beso en mi frente, inevitablemente sonreí, no había nada mejor que los besos en la frente—. Oh, como sabes manipularme.
—Estás preciosa.
—Estoy horrible—repiqué, él solo sonrió, parecía un niño travieso, como si estuviera haciendo algo malo—. Lucky...
—Te amo tanto, Aurora.
Me sobresalté al escuchar sus palabras, pero no me dio tiempo de responder porque ya tenía sus labios contra los míos, cada beso que recibía de Lucky Jacobi era tan especial como el primero. Quería sentir sus labios por siempre. Se separó dejando un ligero besito en mi nariz.
—Es hora, Love nos debe estar esperando.
Caminó hasta su mesa de noche, tomó su teléfono, mirando hacia la pantalla, quizás la hora y luego sonrió victorioso de lo que vio en él.
En ese momento no entendía lo que pasaba, pero Lucky Jacobi era todo un chico de sorpresas desde que lo había conocido.
Sorprendida, así me había sentido cuando Love aparcó frente a una tienda de vestidos y nos dejó ahí, con un Lucky sonriente arrastrándome hacia la tienda.
—¿Qué hacemos aquí? No entiendo.
—Conseguiremos un vestido caliente de graduación.
Sentí una pesadez en mi estómago, no quería quitarle la emoción a Lucky, pero estaba lejos de mis planes asistir al baile, más cuando faltaban un par de semanas y no sabríamos si él sería capaz de asistir.
—No quiero ir.
La sonrisa de Lucky se borró, no quería verlo serio por lo que esquivé su mirada y posé mis ojos sobre mis manos estrechándose con nerviosismo. Lo escuché suspirar, de un momento a otro lo tenía frente a mí tomando mis hombros.
—Vas a ir, serás la chica más preciosa del gimnasio, te divertirás como nunca, bailarás hasta que te duelan los pies y no, no me digas que no te gusta bailar, porque te encantará bailar conmigo, Aurora.
—Lucky...
—Estaré ahí, te prometo que estaré ahí esa noche.
—No puedes prometer eso, no sabes lo que pasará.
—Te equivocas, yo soy el escritor aquí, yo escribo mi final y créeme, está quedando increíble—Tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos —. ¿Estás lista?
Asentí un poco dudosa, pero finalmente entramos en aquella tienda.
Vestido tras vestido, prueba tras prueba, a mí no me gustaba ninguno y la verdad Lucky tampoco se veía muy convencido a pesar de que decía amar como me veía en cada uno de ellos, la vendedora a pesar de mi inconformidad fue amable y ayudó hasta el final. Cuando pensamos que no encontraríamos nada, un poco cabizbaja revisé de nuevo en las perchas, cuando un color particular me llamó la atención. Lo tomé de forma robótica y lo oculté de tal manera de que Lucky no pudiera verlo, una vez me lo coloqué y miré al espejo del vestidor quedé embelesada, era el color exacto de sus ojos.
Azul.
—¿Aurora? ¿Conseguiste algo bueno? Traje uno amarillo, aunque no soy tan amante del color, tal vez te quede lindo. ¿Tal vez? No, de seguro te quedará como el infierno, eres pre... Oh, mierda—se interrumpió cuando me vio salir con el vestido azul, su barbilla cayó al suelo y sus ojos se abrieron de par en par.
Era todo lo que necesitaba, era ese, el vestido azul, pero no cualquier azul, era el azul de los ojos de Lucky Jacobi.
Okay, a partir de este capítulo (También el anterior) recomiendo leer en compañía de las canciones recomendadas si te gusta leer con música :)
¿En el capítulo anterior usaron sus pañuelos sabiamente? ¿Si? ¿No? Independientemente de la respuesta, traigan pañuelos para el siguiente pls, conste que advertí.
De verdad espero que les guste, ya estamos muuuy cerca del final :)
Nos estamos leyendo :)
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