Capítulo 2.
2.-Forever-Lewis Capaldi.
Lucky y yo solo compartíamos una clase, historia universal, con el profesor Nicolas Hatch. De igual manera durante todo el día lo había visto, no sé cómo hacía, pero una vez que el timbre sonaba él ya estaba frente a la puerta del salón en donde me encontraba para guiarme hacia el siguiente, incluso me llevó hasta la cafetería, aunque no sé sentó a comer conmigo, sin embargo, sentí su mirada fija mientras comía mi emparedado a su vez que él estaba al otro lado del lugar en una mesa con sus amigos. De igual manera, justo cuando sonó el timbre para volver a los salones, Lucky se despidió de sus amigos y espero para llevarme a la siguiente clase.
Para la hora de historia universal, Lucky ya estaba esperándome en la salida de mi clase de matemáticas. Estaba un poco abrumada por la cantidad de números, pero sabía que podría defenderme cuando llegara la hora del examen. Lucky me regaló una sonrisa al verme salir, fue la primera vez en el día que noté como nos miraban todos a nuestra dirección. No pude evitar comentárselo.
—¿Te incomoda que te miren?
—Me incomoda la gente en general—confesé, él arqueó su ceja, queriendo tener un poco de información—. No soy buena interactuando con la gente, supongo que soy algo tímida.
—No eres tímida conmigo.
—Bromeas, ¿verdad?
—No lo hago, Aurora—le lancé una mirada, el rodó los ojos y se rindió—. Bien, se nota que eres tímida a kilómetros. Eso no significa que no puedas relacionarte con otras personas, conmigo lo estás haciendo muy bien.
—Eso no responde mi pregunta—decidí volver al problema principal—. ¿Por qué siento que todos nos miran? ¿Eres alguna clase de celebridad?
—La verdad es que no—no dice más.
Al llegar Nick ya estaba en el salón colocando su nombre y apellido en la pizarra. Me adelanté a Lucky y solo me senté en el primer puesto que vi vacío, lo más atrás posible del salón, tratando de estar lo más alejada de Nick. De inmediato sentí como se sentaban en el asiento a mi lado, cuando levanté la mirada de la mesa mis ojos se encontraron con los azules de Lucky, como siempre observándome con curiosidad, tratando de descifrarme.
—Es tu papá, ¿no?
—Padrastro—corregí un poco a mala gana, la comprensión llegó a sus ojos.
—¿No se llevan bien?
—No es eso—suspiré y procedí a sacar mis cosas de la mochila—. Para resumirlo, mamá se casó con él hace ocho meses, lo conocí hace once meses.
—¿Matrimonio apresurado?
—Al contrario, tenían dos años saliendo, mamá nunca me lo dijo—Lucky hizo una mueca—. Es un buen tipo, pero quizás sigo un poco enojada, con ella por haberse guardado su secreto y con él por ser tan... amable.
—¿Te molesta que sea amable contigo?
—Me incomoda, Lucky, porque quiere que lo trate como si fuera mi padre—mordí mi lengua evitando seguir hablando, pero era fácil con él. Las palabras salían sin poder evitarlo—. No importa, es mejor no hablar sobre eso.
—¿Qué hay de tu padre?—Me tensé y él lo vio claramente, sonrió—. Entiendo, tema prohibido, no volveré a preguntar.
—Gracias.
Nick se aclaró la garganta y todos guardaron silencio. Se notaba un poco nervioso, examinó la sala y cuando me encontró pude darme cuenta de que se relajó un poco.
—Buenas tardes, chicos. Mi nombre es Nicolas Hatch y seré su nuevo profesor de historia universal.
Luego siguió, habló y habló, asignó la primera tarea y todo terminó. Nick era bueno captando la atención de sus estudiantes, noté como todos estuvieron atentos durante su clase. Cuando sonó el timbre, Lucky lo mencionó.
—Creo que ha sido la mejor clase de historia universal que he tenido en mi vida—dijo mientras recogía su libro y lo guardaba en su mochila—. Él es bueno.
—Sí, tampoco me esperaba que lo hiciera tan bien.
Una sombra se posó sobre nosotros, cuando levantamos la mirada Nick estaba frente nuestra mesa mirándome un poco nervioso. Podía jurar que estaba sudando.
—¿Cómo lo hice?
—Uhm, ¿estás pidiéndome mi opinión?
—Sí, Aurie, estoy pidiendo tu opinión.
—Lo hiciste bien—declaré levantando los hombros.
—Sé que no pidió mi opinión, señor Hatch, pero también quería felicitarlo, su clase fue increíble.
—¡Muchas gracias! Jacobi, ¿no?
—Ese soy yo.
—Me alegra saber que Aurie hizo un amigo, ella no tiene muchos de ellos—fruncí un poco el ceño ante su comentario, él lo notó y volvió a ponerse nervioso—. Recuerda que tengo que quedarme un rato más aquí. ¿Cómo volverás?
—Caminaré.
—Está bien, ten cuidado, Aurie. Hasta luego, señor Jacobi.
Inclinó su cabeza y se dio la vuelta saliendo del salón. Solo quedábamos Lucky y yo y un par de personas más quienes recogían sus cosas guardándolas en sus mochilas.
—A él le importas—declaró en el momento que salimos del salón.
No pude responderle, uno de los chicos que estaba sentado al frente de la clase lo esperó en la salida reganándolo por haberlo abandonado en la clase de hoy.
—Mi corazón está herido, Jacobi—dramatizó colocando las manos en su pecho y llorando fingidamente—. ¿Ya no quieres ser mi amigo?
—Raph, por favor, no me avergüences frente Aurora.
Raph echó una mirada detrás de Lucky, justo en donde me encontraba yo escondiéndome. Una sonrisa picarona se extendió en sus labios y mi incomodidad incrementó.
—Uhh Jacobi tiene novia—canturreó empujando a su amigo, dejándome descubierta y dándole la oportunidad de deslizar su brazo por encima de mis hombros—. Hola novia de Jacobi, soy Raphael, como el arcángel.
—Aurora Campbell.
—¡Hala, como la princesa de Disney!
—Dios no, solo... dime Aurie, ¿sí?
—Pero Aurora es genial.
—Aurie—repetí insistentemente.
—Bien, Aurie—hizo pucheros, luego miró a Lucky quien se frotaba los ojos un tanto estresado por la presencia de su amigo—. Es linda, Jacobi, solo por eso te perdonaré por no sentarte hoy conmigo. ¡Ay! Mira quién llegó, pero si es No-ah.
Raphael era extraño, extremadamente efusivo y le encantaba invadir el espacio personal. A penas llegó el castaño, fue a él para pasar su escurridizo brazo sobre su hombro.
—Jacobi tiene novia, No-ah.
—¿Puedes por favor decir mi nombre como una persona normal?
—Tengo una apuesta abierta con Jacobi, así que no—La frustración de Lucky fue remplazada por el humor, al contrario de su amigo Noah que no parecía muy contento.
—Jacobi, por favor, dile que deje de hacerlo—suplicó el castaño al ojiazul, Lucky negó divertido—. ¡Jacobi!
—Aurora, este es Noah—ignoró al chico mientras se acercaba a mí. Noah me miró con curiosidad.
—¿Novia?
—No novia, Lucky solo me ha estado guiando hoy. Soy nueva.
—¿Te llamó Lucky o estoy alucinando?
Lucky perdió su humor. Colocó su mano en la parte baja de mi espalda y me empujó entre sus dos amigos para empezar a caminar.
—Nos vemos luego, ¿de acuerdo?
—¿Jacobi?
Pero Lucky los ignoró.
Pasaron los minutos, ya estábamos fuera del instituto y Lucky caminaba en silencio a mi lado. No estaba usando su patineta, ella estaba justo debajo de su axila. Era del mismo color de su gorro tejido, negra, incluso sus ruedas eran del mismo color.
—Te gusta mucho el negro, ¿no?
Lucky se detuvo por lo que yo empecé a caminar de espaldas.
—Ten cuidado, te puedes caer—No le hice caso. Seguí caminando, obligándolo acercarse a mí, mirando con atención mis pies esperando el momento en que estos tropezaran para caerme al suelo—. Sí, me gusta el negro, pero eso no significa que siempre vista de ese color.
—¿Seguro? Ayer estabas vestido de negro.
—Tenía una camisa roja a juego.
—Y hoy también estás de negro—proseguí aún caminando de espaldas bajo la mirada cuidadosa de Lucky.
—Y también tengo una camisa azul.
—¿Eso quiere decir que la base es el negro y lo combinas con otro color?
—Quizás—Su bonita mirada azul fue la causante de que mi pie izquierdo se enredará con el derecho casi haciéndome caer, pero los brazos de Lucky estaban ahí para mí—. Te dije que tuvieras cuidado.
Sus palmas eran suaves, calientes y estaban un poco humedecidas por el sudor. Mis ojos se desviaron a estas, tenía unos dedos largos y finos, las uñas limpias y sin una cutícula fuera de lugar. Sus manos estaban extremadamente cuidadas, me pareció un dato curioso.
—Tienes lindas manos.
—Si estás coqueteando conmigo, quiero que sepas que ese es el peor cumplido que podrías hacerle a un chico.
De inmediato separé nuestras manos y lo miré alarmada.
—No estoy coqueteando contigo.
—¿En serio?—asentí en respuesta—. Bueno, eso me entristece.
Siguió caminando dejándome de pie un poco impresionada por sus palabras, ¿qué quiso decir? ¿Había una remota probabilidad de que él quisiera que estuviera coqueteando?
—¿Aurora?
Retomé mi caminata y de inmediato estaba nuevamente caminando a su lado. Era extraño, me sentía cómoda estando al lado de Lucky, como si nos conociéramos desde hace años y no teníamos ni veinticuatro horas de saber el nombre del otro.
—¿Por qué no te gusta que te llamen Lucky?
Lucky no se detuvo, pero noté la tensión en su cuerpo, reaccionó igual con sus amigos cuando ellos quedaron impresionados de que yo lo llamara de esa manera. ¿Era un tema tan delicado? De igual forma me intrigaba saber su respuesta, por lo que decidí compartir mi problema con mi nombre.
—A mí tampoco me gusta que me llamen por mi nombre. Max, el chico de esta mañana, mi hermanastro, le encanta burlarse de mí con respecto al tema de las princesas. Y la mayoría de las personas a las que conozco siempre comentan lo mismo, ¿Aurora? ¿Cómo la princesa? Es tan estúpido.
—¿Tienes algo en contra de las princesas?
—El hecho de que tengan un final feliz para todos los cuentos de hadas me resulta exasperante—Lucky arqueó su ceja, él quería saber más—. Cuando crecemos queremos buscar nuestro propio cuento de hadas, pero la verdad es que pocos viven uno de esos.
—¿No crees que tu príncipe te despertará de un sueño profundo, Aurora?
—No. ¿Crees tú en los cuentos de hadas, Lucky?
—Estoy frente a ti, Aurora, así que podría empezar a creer en los cuentos de hadas.
Sonrojada, me di cuenta de que ya estábamos en nuestra calle, a lo lejos podía ver mi nueva casa. Por primera vez desde que había pisado Ontario me sentía bien, como si realmente estuviera en un lugar al que podría llamar hogar. Creo que era gracias a él.
—No respondiste mi pregunta, Lucky—recordé al detenernos frente a nuestras casas—. Si no quieres decirlo, lo entenderé.
Lucky dejó caer su patineta en el suelo subiendo uno de sus pies en la tabla y empezando a juguetear con ella rodándola en el asfalto de derecha a izquierda.
—¿Ser afortunado es una bendición o una maldición, Aurora?
—¿Es una pregunta trampa?
—No, es una pregunta con diferentes respuestas—Sin embargo, no sabía cómo responder. Se dio cuenta de mi dilema—. La respuesta para mí es ambas. Soy afortunado porque me dieron una segunda oportunidad para vivir, esa es mi bendición. Pero soy afortunado para vivir con miedo, con un temor constante y de querer saber cuándo podría volver a caer, esa es mi maldición.
—¿Estuviste... Estuviste al borde de la muerte?
—Desde que salimos de nuestra cama estamos en el borde de la muerte, Aurora. Puedes caerte de la cama, golpear tu cabeza y morir. Puedes comer tu cereal favorito y accidentalmente ahogarte con él. Puedes cruzar la calle, no ver un auto y morir atropellado. Puedes tener una enfermedad incurable, ir al instituto y no saberlo, luego morir por no haberte dado cuenta a tiempo. La muerte siempre está ahí, acechando, esperando el momento adecuado.
—Ese es un pensamiento bastante oscuro y deprimente.
—Es un pensamiento realista y que podría tener cualquier persona. Solo que somos humanos, los conflictos, la amistad, la envidia, el placer, el amor, eso es en lo que constantemente está pasando por nuestras cabezas.
—Estamos pensando en vivir—lo simplifiqué.
—Exactamente. Dime, ¿cuántas veces piensas en la muerte, Aurora?
A veces pienso lo que me ha arrebatado la muerte, pero trato de evitar aquellos pensamientos. De resto no lo hago mucho, hay muchas otras cosas en las que pensar.
—A veces, quizás, ¿tú?
—Todos los días de mi vida. A veces tienes que morir para volverlo un pensamiento constante.
Cada vez que Lucky hablaba me intrigaba más y más. ¿Por qué tenía esos pensamientos? ¿A qué se refería con su última frase? Solo venía una respuesta a mi cabeza, Lucky había estado tan cerca de la muerte y todavía no podía superarlo.
Lucky recogió de nuevo su patineta colocándola en el sitio habitual bajo su axila. De un movimiento sacó su celular del bolsillo de su pantalón y me lo extendió.
—¿Me darías tu número?
—No lo sé, la verdad es que acabas de asustarme un poco con tus pensamientos macabros sobre la muerte. No creo volver a comer mi cereal con tranquilidad—Lucky echó la cabeza hacia atrás carcajeando por mi comentario.
Pero no estaba bromeando.
No había respondido realmente a mi pregunta, pero algún día lo sabría. Tomé el teléfono, anoté los dígitos y luego se lo devolví. Observé como Lucky tocaba la pantalla de su teléfono, me suponía que estaba guardando el número, luego lo subió y apuntó hacia mi rostro. El flash me alumbró, abrí mis ojos como platos al darme cuenta de lo que estaba haciendo.
—Saliste muy bonita—masculló.
—¡Dios! Borra esa foto, Lucky.
—¿Qué tal si hacemos un trato? Tómame una foto vergonzoso y me dejarás tener esta tuya, ¿qué te parece? Una foto por una foto.
Lo pensé, no estaba muy segura de querer que Lucky tuviera una foto mía en su teléfono, pero de algo estaba segura, quería una foto de Lucky Jacobi en mi teléfono.
—¿Puedo tener una foto de tus ojos?
—¿Mis ojos?—La sonrisa poco a poco se iba formando en sus labios y los ojos que tanto quería fotografiar estaban en su punto máximo de brillo. Precioso—. ¿Qué tienen mis ojos que buscas fotografiarlos, Aurora?
—Son pre-preciosos—balbuceé como tonta, sin contar que mi rostro podría estar de cinco tonos diferentes de rojo.
—Ese cumplido está mejor que el de las manos, pero de nuevo, estoy sintiendo indicios de coqueteo por aquí.
—Oh cállate. ¿Tenemos trato o borrarás la foto?
Lucky fingió pensarlo, pero al ver como empezaba a moverme intranquila asintió, extendió su mano esperando que pusiera mi teléfono en su palma. Al tenerlo en su poder desbloqueado, abrió la cámara, hizo un gesto ridículo a esta y después tomo la primera foto, sacó la lengua para la segunda, hizo boca de pato para la tercera, en la cuarta acercó el lente de la cámara frontal y la puso en su ojo izquierdo. Por último, alejó la cámara y sin esperármelo por verlo tan distraída y confundida por la pequeña sesión de fotos que estaba haciendo con mi teléfono, tomó una más, solo que esta vez aparecía yo junto a él, me devolvió el teléfono después de mirar el resultado.
—Creo que me debes cuatro fotos más.
—No te pedí una sesión, Lucky.
—¿Quién no querría tener un álbum de fotos de Lucky Jacobi, Aurora?
Se estaba burlando, quise devolvérsela, pero en secreto estaba festejando en mi interior por haber conseguido tantas fotos de mi nuevo vecino.
—Será mejor que entre a casa—me excusé buscando la manera de salir de ahí queriendo disfrutar de la sesión de fotos de Lucky que estaba en mi teléfono en privado—. Gracias, no sé qué habría hecho hoy sin ti.
—No te preocupes Aurora, estoy a tus órdenes cuando lo necesites.
Pero nadie se movió, Lucky portaba una sonrisa ladina que empezaba a reconocer como la usual en él. Rara vez lo vi serio mientras estuve con él, siempre estaba sonriente, lleno de ánimos. Nuestra guerra de miradas se vio interrumpida por un carraspeo a nuestra derecha, los ojos de Max brillaban con burla, sabía que usaría esta escena como material de bromas. Por su parte Lucky sonrió aún más en dirección a mi hermanastro.
—Eres Max, ¿no?
—Aww, ¿Aurora te hablo de mí?—Extendió su puño a Lucky y este lo chocó con el suyo en un saludo, mientras yo solo miraba con advertencia a mi diabólico hermanastro—. Tú eres el príncipe Phillip.
—¡Max!
—¿Qué? Le queda perfecto el pa... ¡Mierda, Aurie, eso duele!—chilló como niña al sujetarle de la oreja y arrastrarlo hasta la casa. Antes de entrar me giré para ver a Lucky, divertido, se despidió haciendo un ademán con su mano.
—Nos vemos luego, Aurora.
—Adiós, Lucky.
Lancé a Max en el interior de la casa, cuando estuvimos en la sala solté su oreja por lo que aprovechó, tomó un cojín y lo arrojó a mi cara. Sorprendida, agarré un segundo cojín, pero lamentablemente ni si quiera rocé el objetivo.
—Eres nefasta con la puntería.
—Y tú eres un metido.
—¿Yo? ¿Metido? ¿Por qué? Solo estaba viendo una cursi escena de película de Disney frente a mi casa.
—Por Dios Max, basta con el chistecito de la princesa, ya aburre—Lo miré fastidiada. Era momento de hacer un pacto con el demonio, pero haría lo necesario para que el moco me dejara en paz, al menos frente a Lucky—. Quiero hacerte una propuesta.
—Umm, te escucho—dijo desconfiado, pero el interés también estaba presente en su rostro.
—Quiero hacer una tregua, tu no me molestas, yo tampoco lo haré. Es más, si quieres haré como que no existes.
—Eso no es divertido, me gusta molestarte.
—Pero yo odio que lo hagas, así que debemos buscar un punto medio por aquí.
El moco entrecerró los ojos y se lo pensó un poco, finalmente asintió lentamente.
—Reduciré en cincuenta por ciento mis molestias hacia tu persona con una condición.
—¿Solo el cincuenta por ciento?
—No puedes quitarme toda la diversión, Aurie—se arrojó sobre el sofá observándome con esos ojos diabólicos—. ¿Vas a escuchar mi condición o no?
—Habla.
—Quiero que dejes de ser una perra con mi papá y lo intentes.
Lavar su ropa interior sucia, limpiar su habitación desastrosa, hacer su tarea, darle cien dólares. Esperé todo eso, no un acto de atención hacia su padre.
—Deja de mirarme de esa manera, Aurie. Mi papá lo intenta todos los días contigo y tú sigues protegiéndote en tus gruesas paredes. Lo evitas, a veces ni siquiera lo miras, lo culpas a él de algo que tu madre se equivocó y lo odio, porque mi padre es genial, no lo merece—Noté como mi madre se detuvo en el marco de la puerta de la cocina, se quedó quieta, escuchando las palabras de su hijastro, pero oculté bien mi incomodidad por su presencia, no quería que Max se diera cuenta de que mi madre estaba escuchando—. Entonces, ¿tenemos un trato?
Podía ser buena con Nick, me molestaba aceptar que Max tenía un poco de razón. Nick era bueno conmigo, tanto que me incomodaba, no quería que fuera el remplazo de mi padre, sin embargo, sabía que no era lo suficientemente justa con él.
Por lo que suspirando asentí y le extendí mi mano.
—Tienes mi palabra de que trataré mejor a Nick.
Max me miró sospechosamente, como si fuera a traicionarlo, pero finalmente estrechó mi mano.
—Estoy tan feliz de verlos interactuar de esta manera—Mamá rompió el momento ahogando un sollozo, de verdad parecía que fuese a llorar, pero no me hizo gracia, tampoco me sentí mal, solo quería huir de ahí. Al final, el trato era solo ser buena con Nick, no con mamá—. ¡Quiero saber cómo les fue!
Me alejé de Max empezando a caminar en dirección de las escaleras.
—Iré a hacer mi tarea.
—Aurora, ¿no me vas a hablar sobre tu día?
—La verdad es que prefiero no hacerlo.
—¡Aurora!
De dos en dos subí los escalones, prácticamente troté hasta mi habitación. Cuando estuve dentro de ella aseguré la puerta evitando así que intrusos—y por intrusos me refería a mi madre—, quisieran abrirla. Arrojé mi mochila al suelo y me senté en el borde de la cama, saqué el teléfono del bolsillo, al final ese era mi principal objetivo después de despedirme de Lucky. De inmediato busqué en la galería de mi teléfono, el carril de fotos me quitó el aire. Lucky Jacobi era quizás el chico más guapo que había visto en mi vida, detallé sus ojos azules que me habían encantado en un principio, como dije me dejaban sin aire. Eran tan azules que podrían confundirse fácilmente con el color del cielo en sus días más soleados, luego estaba su nariz respingada y más abajo aquellos labios rosados que formaban una mueca ridícula.
Reí, era imposible no hacerlo. Deslicé mi dedo en la pantalla viendo las demás fotos, sin duda alguna la de él sacando su lengua era mi favorita, en segundo lugar, estaba la de nosotros en la misma foto. Yo salí horrible, distraída, pero mirándolo con el aire de interés como lo había hecho todo el día. Él estaba sonriente, sus dientes alineados de color perla podrían ser la envidia de cualquiera y... ¡Oh por dios! ¿Por qué en su sano juicio no había visto ese hoyuelo?
Por estar mirando como una tonta sus ojos azules, Aurie, respondió mi cerebro.
Mi teléfono vibró al recibir un nuevo mensaje, era un número desconocido, pero sabía que era Lucky sin siquiera abrirlo.
Este es mi número, Lucky Jacobi a tu servicio.
Lo registré antes de responderle colocando la foto donde él sacaba la lengua, con la esperanza de que si alguna vez me llamaba esa sería la imagen que cubriría mi pantalla.
Aurora: ¿Tus servicios tienen algún precio?
Lucky: Umm, tengo una oferta por la temporada de primavera.
Aurora: ¿Si? ¿En qué consiste? Si me conviene tal vez podamos hacer un trato y así podré usar tus servicios sin ningún tipo de remordimiento.
Me arrepentí en el momento de enviar el mensaje, era bastante insinuante, yo nunca, jamás de los jamases me había comportado así.
Su respuesta me dejó sin aire.
Lucky: Solo necesito una de tus sonrisas para trabajar sin problemas, Aurora. ¿Te parece lo suficientemente justo?
Ustedes no saben lo in love que estoy de Lucky Jacobi ay *-*
Para mi sorpresa tuve tiempo de escribir este capítulo, así que espero que lo disfruten un montón <3
Quiero saber, ¿qué opinan de las palabras de Lucky? Bastante profundas, ¿no?
Ahora, como es habitual en mi, procedo a iniciar las dedicaciones en esta historia con... Veladora_random_552 :) Espero que te haya gustado <3 Recuerden que siempre dedico a personas que comenten al azar así que manténganse comentando, siempre los leo con mucha ilusión.
Nos estamos leyendo :)
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