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Capítulo 39

Capítulo 39

Cosquilleos calientes recorren mi cuerpo y se centran en mi pelvis. Me encienden pretendiendo acabar con mi cordura, me desarman buscando mi liberación. Y yo quiero, yo necesito liberarme. 《¡Joder!》, se siente muy bien.》

—¿Hay alguien?— escuché un ruido cuando estábamos subiendo por la escalera. 

—No, solo los empleados. Debe ser el maldito perro de Charlotte— guau, guau… se escucha el ladrido del animal que se aproxima. Y al vernos comienza a saltar y a menear su cola. 

—No le digas maldito, es hermoso. Está jadeando, debe tener sed o se encuentra muy feliz de recibirte— digo y me aparto de Jona para acariciar su hermoso pelaje. 

—No, amor. No es momento de darle afecto al maldito perro. Yo también estoy jadeando— ruedo mis ojos y veo su súplica. Inclusive me agarra la mano. —Debería estar afuera… ¡Fueron órdenes estrictas!— se me arrugan las cejas al escucharlo.

—Voy a adivinar. ¿Te cagas en Charlotte?— le respondo enfadada. —Se va a quedar adentro, nada de quedarse afuera. De lo contrario te vas a quedar jadeando solito— le protesto. 

—No me quieras encontrar el punto de ebullición ahora Amelí— me responde y me tira de la cintura para pegarme a su cuerpo. 

—¿Por qué no?— le respondo desafiante. Entonces, me levanta y me cuelga sobre su hombro dejando mi cabeza boca abajo, atrás en su espalda y mis piernas casi sostenidas en el aire.  —¡Jonathan Lennox te ordeno que me bajes!— continúa subiendo las escaleras, sigue derecho hasta su cuarto y cierra la puerta de un portazo dejando al simpático perro ladrando afuera. —¡Jonathan!.

—Tus deseos son órdenes amor— me tira sobre su cama con violencia, una que me prende y me encanta. Me recorre entera con su mirada, me observa desde la lejanía y suspira pensativo.

—¿Encontré el punto de ebullición?— digo provocativa y un tanto molesta. 

—¿Qué crees?— Jonathan se apoya en la cama y comienza a deslizarse hasta llegar a mi lado. Se coloca arriba de mi cuerpo y me acorrala. Va dejando besos suaves en mi boca y a medida que los recibo van aumentando en intensidad. En el último beso me estira los labios hasta liberarse y el dolor de su mordida me provoca. —¡No te muevas!— me dice y se señala el ojo con su dedo índice a modo de advertencia. Veo que ingresa al vestidor y al rato regresa con unos lazos de tela negra. 

—Claramente la que va a jugar con esas vendas soy yo— le afirmo y gateo hasta su lado, mientras él permanece parado al lado de la cama. 

—No, perrita. Yo pongo las reglas. Te voy a dejar jadeando— menciona y  se agacha para encontrar mi oreja. —Solita— agrega en un susurro caliente que me derrite y me hace acordar de mis palabras 《— De lo contrario te vas a quedar jadeando solito.》

—Amor, esto es una revancha— digo mirándolo a los ojos. 

—Es un pequeño juego— se acerca con sus labios a los míos, me besa y juguetea con mi lengua. Mientras sigue entretenido con mi boca comienza a atar la venda en mis muñecas hasta dejar mis brazos extendidos en forma de cruz. Después me desliza hasta el medio de la cama y ata el extremo de mis manos al respaldo de la cama. 

—Es perverso este juego— digo jadeando al sentir el recorrido de su lengua por mis brazos. —No me sacaste la remera— digo al ver que levanta mi remera para seguir su recorrido por mi estómago. 

—No hay problema cachorrita— me responde mirándome con sus ojos traviesos y lujuriosos. —Ahora mismo te la voy a quitar—sostiene uno de los extremos de la costura de mi remera con sus manos y de un tirón la desgarra hasta separarla por completo y quitarla de mi cuerpo. 《¡La gran mierda!》me quedo en corpiño y prosigue dejando su rastro húmedo por mi cuerpo hasta encontrar mis senos que siguen tapados. Corre la tela del corpiño y comienza a devorar una de mis tetas, mientras masajea la otra con una de sus manos. Cuando comienza a necesitar el contacto directo con mi piel intenta buscar el broche de mi corpiño, pero al ser deportivo muerde el bretel y lo estira hasta cortarlo. Luego se ayuda de sus manos para terminar de rasgar la tela que aún permanece unida. 

—Tendría que matarte por romperme la ropa— pronuncié sin saber muy bien qué decirle. Jonathan estaba accionando de una manera completamente distinta. Podía notar que su actitud no era por sentirse molesto. Más bien, me demostraba más confianza. Y esa confianza me estaba volviendo loca… No quería que acabara con su juego, quería jugar con él, quería conocer sus límites. 

—Tendría que hacer exactamente lo mismo— sus ojos despedían fuego, su lengua comenzó a moverse por el contorno de sus propios labios con malicia. 

—No vas a tener tanta fuerza para desgarrar la ropa… Quizás puedas castigarme de otras maneras, pero hoy no voy a dejarte hacerme nada. Hoy me toca dominar— su mano se introduce dentro de mi pantalón y comienza a frotar mi sexo. —¿Te gusta?— me pregunta y yo me retuerzo debajo de él. —Eso debe ser un sí— le indico que sí con un movimiento de cabeza mientras me muerdo los labios y cierro mis ojos con fuerza para sentir con más intensidad sus masajes.  

—No, sigue— digo cuando veo que retira su mano. 

—Voy a seguir toda la noche Amelí, quiero quitarte la ropa— sus palabras me hicieron temblar, sabía que iba a cumplir. Iba a comerme, no tenía dudas. Pero hoy, no solo me comería, hoy me haría suplicar de manera erótica en el proceso. 

Jonathan desabrochó mi pantalón y me lo sacó con paciencia. Fue mordiendo y arañando suavemente mis piernas a medida que lo quitaba. Mi braga en ese momento estaba intacta y mojada, esperando ser destruida o sacada con sutileza. Pero él tenía otros planes previos a ese momento. Buscó los lazos de tela que le quedaban y ató cada uno de mis tobillos a los extremos de la cama, dejándome con las piernas abiertas… Dejando el pubis regalado y expuesto a sus deseos.

Sus dedos frotaron nuevamente el monte de Venus y corrieron la tela para masajear mis paredes. A su vez, su otra mano frotaba mis senos y su boca follaba la mía. —Necesito tocarte— le suplico mientras jalo con fuerza mis abrazos. Quería tocarlo, sostener sus glúteos con mis manos y mis uñas fuertemente. —Quiero cerrar mis piernas, voy a correrme— le digo mientras balanceo mi cuerpo e intento retorcerme.

—Es la idea, quiero que lo hagas— sabe que no le miento, estoy gritando algunas vocales y suspiro con más profundidad. Estoy a punto de derretirme como un caramelo. —Voy a romper la braga, mi braga— termina diciendo posesivo y la arranca con dos tirones. Luego sigue jugando con su mano dentro mío buscando mi estallido, pero antes de mi colapso apoya su boca sobre mis labios mayores y espera el momento sublime. Cuando eso sucede, succiona y traga cada gota de líquido que pierdo. Lo saborea, lo degusta y se relame, asiente con su cabeza a modo de aprobación y satisfacción. Y yo continuo moviendo mi cadera a modo de consuelo porque quiero sentir su extremidad dentro mío. Necesito seguir gimiendo, pronunciar su nombre y morder sus labios. —Tengo más sed.

—No quiero tregua, por favor amor. Necesito sentirte— en respuesta sus manos comienzan a desvestirse. Se quita la remera, luego el cinturón, su jean y por último la maldita tela que tapa su gran longitud. 

—Quiero devorarla— me sonríe endemoniado y comienza a liberarme de mis ataduras. —¿Vas a dejarme tocarte?.

—No quiero ser tan malo. Pero hoy no seré dulce— Jonathan se sienta en la cama con sus piernas apoyadas en el suelo y me pide que me arrodille delante de él. Sostiene mi cabello con su mano y lo utiliza como correa para guíar mi boca hacia su pene. —Puedes devorarla— me dice y yo no tardo en cumplir con sus deseos, los cuales también son los míos. La lamo, la muerdo, la chupo, jugueteo sin pausa ni respiro, mientras él maneja la distancia de mi boca. Por momentos me aleja, por otros me acerca con rudeza hasta que escucha mis arcadas y ve mi sonrisa sádica. —No me falta nada— dice con voz ronca y fuerte. Yo abro mi boca y con mi mano lo masturbo para acelerar el momento de su exploción. —¡Joder bebé!—dice mientras trago grueso y beso delicadamente cada centímetro de su miembro. 

—No me quedé jadeando solita— le afirmo y me siento arriba de sus piernas. Lo empujo hasta dejar su cuerpo sobre la cama y dirijo su pene a mi vagina. 

—Sos mi debilidad— confiesa haber perdido. Luego me empuja y termina él arriba mío. —Yo domino— se introduce dentro mío, me empuja con sus movimientos y comienzo a perder la razón. —Te dije algo, ¿escuchaste?— dice casi sin aire. 

—Dominas— digo. —Tú dominas— le repito y le declaro exaltada, embobada por sus bestiales estocadas.  《¡Ardo!》

Cuando pienso que pronto el placer infinito que me brinda va a terminar, me hace girar y vuelve a introducirse dentro mío. —Voy a acabar contigo, solo dilo— soltó gimiendo y le asentí con mis alaridos. —Mordé— me dice al sentir mi mano apretar su pierna. Necesitaba aferrarme a algo para liberarme. 

Muerdo la sábana y suelto un grito desgarrador, al mismo instante que comienzan a correr mis fluidos por su miembro… Jonathan me empuja una última vez con fuerza, grita mi nombre y termina moviéndose en vaivén lentamente dentro mío hasta que cae rendido arriba de mi espalda. 

—No tengo palabras— digo tratando de respirar con normalidad. 

—Cualquier palabra será insignificante amor. 

—Te amo— digo y se despega de mi cuerpo para girarme y verme a los ojos. 

—Te amo, te amo— comienza a repetir frenético.

—Te amo— le digo y ambos sonreímos, reímos como lunáticos. Nos besamos y a medida que lo hacemos repetimos la frase sin parar aunque sea ininteligible a nuestros oídos e insignificante para nuestro amor.

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