Capítulo 14
Capítulo 14
Ese beso me sirvió para tres cosas: para entender que entre nosotros podría existir algo más que un simple desliz, para tener la cabeza más enredada y para dejar mis ideas en las nubes.
Intente no volver a recordar ese preciso momento… Pero fue inútil, mis pensamientos terminaban invocando su figura, una y otra vez.
—Amiga te acabo de decir algo. ¿Me vas a responder?.
Estaba en la casa de Carolina esperando a nuestras amigas de la Universidad. Paola y Ludmila eran primas. Y vendrían a buscarnos para ir a una fiesta.
—¿Qué dijiste?, perdón, estaba en otro lado.
—No pude darme cuenta— dijo rodando los ojos. —¿No sabes nada de Lennox?.
—No, no hablamos nada desde el evento— aquella mañana había tachado un par de días en el calendario, para ser exacta taché tres casilleros. Y la verdad es que nunca había tomado un lápiz para escribir el maldito calendario, pero llevaba la cuenta mental del tiempo que había pasado desde que pude besar su boca… Y necesitaba asegurarme de la cantidad de días que había contado.
—¡Dame tu celular!— Caro me agarró el móvil y me pidió que lo desbloqueara.
—¡No, basta!. No le vas a mandar nada, no quiero hablar con él— dije una gran mentira.
—Me estresa tanta vuelta entre ustedes. ¿Sabías?— claro que sabía que estaba cansada de nuestras vueltas y de escucharme, pero era mi amiga y no tenía otra opción.
—Las chicas llegaron, me mandaron un mensaje. ¿Bajamos?— esquivé su pregunta, no tenía ganas de hablar del morocho perfecto que me voló la cabeza.
—Dale.
Las chicas nos esperaban en su auto con la música super fuerte… Y nosotras nos metimos enseguida para irnos.
—¡Hola desaparecidas!— dijeron al mismo tiempo Ludmila y Paola.
—¡Hola! — gritamos con Caro.
—Quedan pocos días para perder nuestra libertad— mencionó Ludmila, porque dentro de unos días volvemos a cursar.
—¡Pero hoy tendremos la mejor noche!— dijo Paola y lo afirmamos todas con gritos.
La fiesta a la que íbamos estaba en Compton, un suburbio de los Ángeles. Era un sitio bastante peligroso por sus índices de criminalidad pero Paola y Ludmila nacieron ahí, sabían manejarse por ese lugar a la perfección.
—¡Bienvenidas chicas!, llegamos— dijo Paola, mientras estacionaba el auto frente a una casa modesta, que tenía la fachada cuidada y que se destacaba de las demás casas que estaban cerca.
—¡Vayamos a perrear!— mencionó Caro entusiasmada por la música que se escuchaba desde la calle.
—¡Hay demasiada gente afuera!, por dentro seguro explota la casa— mencioné al ver que había gente hasta en la vereda.
—Debe estar todo el barrio, pero estamos seguras, los de la pandilla del hermano de Paola nos vigila. Solo controlen no tomar nada que no les ofrezcamos nosotras— soltó Ludmila.
Al principio debo decir que no me sentía segura en el lugar, había mucha gente que nos miraba y controlaba. Pensando seguramente, que yo y Carolina no éramos parte del lugar. Pero al hablar con los amigos de las chicas, poco a poco los ojos de aquellas personas, dejaron de intimidarnos.
Y aunque el sitio parecía bastante turbio, disfrutamos mucho y conocimos gente nueva. También, bailamos y bebimos demasiado, tanto que tuve que alejarme de las chicas para sentarme en uno de los sillones que había en el living de la casa…
—¿Sabías que los negros no soportan la gente de tu color?— mientras trataba de descansar, escuché la voz grave de un moreno que se sentaba al lado mío.
—¿La idea es asustarme? — le respondí. Y cuando lo miré a la cara pude darme cuenta que ya conocía ese rostro.
—No, pero quería que sepas el motivo de las miradas asesinas de esas damas— rodó sus ojos y señaló a un grupo de chicas de piel oscura que no dejaban de mirarme mal. —Hay demasiados gangsters aquí adentro. Eres bastante loca y valiente para venir… — me dijo mirándome a los ojos. —Pero me alegra haberte encontrado.
—No tengo miedo Jack— le afirmé. — Vine con unas amigas, Ludmila y Paola.
—No te olvidaste de mi nombre, genial. Yo soy amigo de Lucas, el hermano de Paola.
—¿Sos parte de alguna pandilla?— le pregunté asombrada.
—Mmmm no, sí, es complicado, mi mundo tuvo cambios— dijo pensativo. —¿Por qué no me llamaste?.
—No tengo tiempo para tomar clases de baile— le respondí, pero sin mirarlo porque me quedé observando a un chico que tomaba cerveza en el otro extremo de la habitación. —¿Sabes quién es ese chico?, ya lo he visto en la fiesta de Lennox. Me mira hace bastante tiempo— se lo señalé.
—¿No sabes quién es?, si sos parte del mundo de Lennox deberías conocerlo— me respondió entre risas.
—¿Parte del mundo de Lennox?, no, yo no soy parte de nada.
—Se llama Paul, es el mejor amigo de Jona, son prácticamente hermanos. Él y toda su gente anda en la venta de drogas.
—¿Lennox también?— me había quedado impactada, no creía que él pudiera estar vinculado a este mundo.
—No creo que sea un santo— Jack iba a seguir hablando pero por un momento lo sentí incómodo, cuando su mirada se encontró con la de Paul. —Me tengo que ir preciosa, espero volver a verte pronto.
Me quedé intrigada, quería saber más detalles de la vida de Lennox… No podía dejar de pensar que quizás Michael también tenía alguna relación con Paul. Muchas nuevas preguntas me surgieron en milésimas de segundos.
Tenía que averiguar qué estaba pasando, entonces fui a buscar a Carolina.
—Gorda, tenemos que hablar urgente.
—¿Qué?, la música no me deja escuchar— dijo Caro.
—Creo que Michael y Lennox venden droga— le dije al oído.
—¿Te pasaste de alcohol?— mencionó.
—Paul, el amigo de Lennox está en la fiesta y vende.
—Eso no significa nada Amelia.
—Olvídate de lo que te dije. Vamos a llamar a Michael para que nos venga a buscar.
—¿Qué?, me va a matar, no le dije que la fiesta es acá. Nos vamos con las chicas.
—Carolina, lo vas a llamar ahora, necesito irme tranquila— mi idea era encarar a Paul y pedirle que me llevara a la casa de Lennox. Necesitaba aclarar las dudas que había en mi cabeza. Si bien aún no me afectaba lo que hiciera o dejara de hacer… Mi amiga era la novia de su hermanastro y yo tenía que averiguar en qué tipo de negocios se metía.
—¿Te vas sola?, ni loca te voy a dejar ir.
—Voy a la casa de Lennox.
—Pido que vengan los dos, es esa opción o no hay trato— esa no era la idea que tenía en mi cabeza.
—Acepto la oferta.
Cuando Caro agarró su móvil, se nos acercaron dos chicos latinos y sus intenciones claramente no eran buenas.
—¿Vamos a otro lugar corazón?— mencionó un chico alto en mi oído, mientras me agarraba la cintura y me apretaba contra su torso.
Me corrí de su cuerpo, empujando con fuerza. —No me toques idiota— le grité y sus ojos enfurecieron.
–¡Mirá, es guerrera la mía!— soltó mirando a su amigo.
—Ella es brava también— dijo el otro chico mientras trataba de robarle un beso a Carolina.
—¡Se van a arrepentir, si no mueven sus culos a otro lado!— grité.
Miré en varias direcciones buscando ojos conocidos y no encontré entre la multitud a Ludmila y Paola. Pero pude ver los ojos verdes que me consumían. Jonathan Lennox había entrado rápidamente a la habitación junto con su hermanastro. Sus cuerpos estaban tensos y sus puños estaban cerrados, dispuestos a ponerse en acción.
Michael apartó con violencia al chico que tenía acorralada a Carolina y lo noqueó de un solo golpe, dejándolo tirado en el piso. —¡Hijo de puta!– dijo entre dientes Mich. Luego, agarró la cadera de Carolina para pegar sus cuerpos.
—¿Te gusta forzar a una mujer?, ¡Maldito infeliz! — gritó Jona mientras apretaba el cuello del pibe que me había molestado. Lo estaba asfixiando pero cuando se puso de color morado lo soltó. —¡Vete!— le ordenó y el chico cargó a su amigo en el hombro para retirarse.
Todo el mundo miraba la escena, pero nadie intervenía… Cuando se fueron esos tipos, Paola y Ludmila aparecieron en la sala con Lucas y Jack.
—¿Todo bien?, vimos que estaban en peligro y fuimos a buscar ayuda— mencionó Ludmila y Paola asentía.
—Sí, gracias chicas. Llegaron los chicos, justo a tiempo— dijo Carolina mientras abrazaba a Mich.
—No se preocupen, esos tipos no van a volver a ingresar en mis fiestas— dijo Lucas mientras chocaba su puño con el de Lennox y Mich a modo de saludo.
—Bueno, nosotros nos vamos, me alegra que se encuentren bien— soltó Jack mientras me miraba fijamente. Luego, desapareció junto con Lucas. Era evidente que no quería hablar con Mich y Jona.
Las chicas intuían que también tenían que retirarse. —Nosotras también nos vamos, las dejamos disfrutando— dijo Ludmila.
—¿Ustedes las llevan, no?— soltó Paola, mientras se alejaba con nuestra amiga.
—Sí— dijo Jona con voz grave y cara seria. Se notaba que estaba cabreado por todo lo que había pasado. Era la misma cara que tenía Mich y aunque se percibía su enojo, besaba apasionadamente a Carolina.
—La próxima vez que vengan a una fiesta tan alejada tienen que avisar— soltó entre dientes Mich.
—La idea no era preocuparte, estaba todo bajo control— Carolina me miró y luego clavó sus ojos en los de Mich. —No volverá a pasar. Pero no te olvides que somos grandes, sabemos cuidarnos.
—Tiene razón, además su amigo Paul viene a este lugar. No debe ser peligroso— solté, esperando que Michael diga algo relevante.
—Sí, es peligroso. Paul viene porque se crió en esta zona y sabe cuidarse.
— Parece que venías tú también, te saludan con simpatía— le dijo Caro a Mich.
— Paul es amigo de Jona y lo apreciamos en la familia, he salido con ellos muchas veces y no voy a negarlo. Por eso mismo les digo que este no es lugar para ustedes— Se notaba que Michael estaba cada vez más enojado, se sentía atacado con nuestros comentarios.
Igualmente entendía la preocupación que sentía, realmente algunas caras de las que había visto durante las últimas horas producían miedo.
Durante la conversación Jonathan escuchaba atentamente pero no opinaba nada… Solo permanecía apoyado contra la pared, con los brazos cruzados. Y me miraba detenidamente, pensando.
—Vamos— Mich le pidió a Carolina que lo siguiera. —Antes tenemos que saludar a las chicas Mich…— dijo Carolina y me agarró la mano para ir a despedirnos de Ludmila y Paola porque la conversación anterior fue incómoda.
Cuando salimos afuera, Paul se alejaba del lugar caminando y Mich estaba solo en la puerta. —Espero que no te moleste, pero Jona te lleva a tu casa— asintió.
—No hay problema, quieres privacidad, lo entiendo— dije y después de saludarnos, Michael agarró la mano de Carolina y la condujo hasta el auto.
—Después hablamos— mencionó Carolina mientras se alejaba y yo asentí.
Jonathan estaba dentro de un Jeep y en cuanto arrancó el auto su hermanastro, bajó de su vehículo y vino directo a mi lado.
—Te ves increíble — soltó y se acercó a darme un beso en la mejilla. Yo tenía puesta una falda color negra y un top color vino. —No tendrías que estar en este sitio— me agarró la mano con fuerza y me llevó a su auto.
—Tú tampoco tendrías que estar aquí— aunque mi comentario provocaría una batalla, no me quedé callada. —No tienes un buen entorno Lennox.
—Te recuerdo que la salvada eres tú y tu entorno no parece diferente— bufó.
—No pedí que me rescates, tampoco que tu amigo me controle y te diga lo que hago— abrí la puerta del auto para bajarme, pero él extendió su mano para sostener la mía con fuerza.
—No te vas a ir, si te bajás vas a tener que volver sola. Juro que me largo.
Parecía decidido a irse. —Vete imbécil— me bajé del auto y cerré la puerta de un golpe. Lennox pisó el acelerador y me dejó sola en la calle frente a la casa.
《 Tienes que aprender a cerrar la boca Amelia 》
Pensé que estaría más segura en la calle esperando un taxi y no dentro de la casa. Pero me equivoqué, a los pocos minutos que Lennox se fue, apareció una moto con un tipo bastante musculoso. Frenó frente a mí y sentí que era la segunda vez en la noche que un hombre intentaba tocarme…
—¿Cuánto cobras lindura?— dijo el hombre de la moto con voz provocativa.
Pude sentir como el miedo brotaba por mis poros y cuando mi mente me pidió que corriera, escuché una bocina que sonaba con insistencia, luego un motor que aceleró.
Lennox regresaba en su Jeep y en cuanto el tipo de la moto escuchó la bocina, aceleró para escapar.
El vehículo nuevamente estaba parado a mi lado y Jona me indicaba con su mano que subiera.
—Es la segunda vez que te expones Amelia.
—Te fuiste vos corazón— era la segunda vez que me salvaba, pero ahora yo no tenía la culpa de quedar sola. —Pero no te quejes porque es obvio que te encanta cuidarme.
— No me fui, iba a volver, tardé minutos en pegar la vuelta.
—¡Te fuiste!. Bueno, para la próxima vas a pensar dos veces tus acciones…
—¡Shhh, basta! — Jona agarró mi cintura, me giró el cuerpo y me besó la boca. Sentí como la electricidad corría por mi piel y como mi corazón latía apresuradamente. Luego me apartó y arrancó el auto.
—¿A dónde vamos?— dije sorprendida, creí que nuestro beso duraría mucho más tiempo… Al menos más que el anterior.
— A tu casa Amelí, no quiero que corras más peligro— dijo y me guiñó el ojo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro