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CAPITULO 4


ALEXANDRA

¿Universos? ¿Él dijo universos? ¿Entonces ni siquiera es de otro mundo si no de...?

No podía creerlo, mi respiración se cortó al instante en que mi cerebro lo quiso procesar. Sabía que mi idea de visitantes de otro mundo era loca pero de otro universo.

¿De dónde lo había sacado? ¿De Einstein?

Ni siquiera la teoría de la relatividad podía explicar este acontecimiento, pero respondía todo lo que me había formulado minutos atrás. Ante aquella nueva idea mi visión se volvió borrosa, me fue imposible contenerme ante aquella sensación de cansancio que tenia y todo lo que me rodeaba se perdió en el oscuro abismo de mi inconsciencia.

De nuevo, por segunda vez.

Cuando desperté ya no estábamos en el puente Rafael Urdaneta, el sitio era más oscuro y frío. Tantee la zona donde reposaba mi cuerpo y me senté de inmediato al darme cuenta de que posiblemente todo había sido un sueño. No reconocía ninguna sombra, de hecho no veía ninguna ocasionándome cierto temor. Me levante con cuidado moviendo mis manos en todas las direcciones esperando conseguir algo y realmente lo hice, toque algo que al simple contacto supe que estaba congelado, retire mis dedos de allí con una velocidad indefinible y los toque esperando no sentir ningún dolor. Luego de repasar ideas sobre aquella cosa volví a lleva mis manos hacia la cosa para darme cuenta de que era la especie de un vidrio de forma cilíndrica, demasiado grande para reconocer lo que era.

-Eres demasiado curiosa -susurro alguien en algún lugar provocándome un enorme susto.

Grite espantada pegándome todo lo que pude a aquella cosa desconocida para mi, el ruido que se produjo por el golpe de mi cuerpo en su superficie fue más metálico que otra cosa por lo que supuse que mi percepción se había equivocado; no era vidrio, las pulseras que tenía en mis manos comenzaron a perder temperatura congelándome las manos al instante aunque no proteste, sentía tanto miedo que ni mis ojos podía abrir.

-No la molestes Vili -escuche pronunciar aquellas palabras desde una voz conocida.

Abrí mis ojos para ver todo con claridad; nada de lo que había vivido era un sueño, aquello era la especie de un laboratorio aunque con un toque más informar, ahora que había luz me era posible distinguirlo por lo que camine unos pasos. Habían pantallas desplegadas por todo el sitio, unas mesas a la derecha con todo tipo de instrumentos que jamás en mi vida había visto. Detalle al hombre que me sonreía con un aspecto violento en su mirada en una de las pantallas, tenía el cabello un poco largo y rubio por lo que cada onda de su melena caía con salvajismo por su rostro, su ropa consistía en una especie de pantalón militar en negro con muchos bolsillos y hebillas además de unas botas de seguridad muy ordinarias.

Un look muy extraño considerando la camisa blanca que llevaba.

De hecho no era una pantalla; era un espejo, voltee mi cuerpo de inmediato y me encontré con que aquella paleta congelada que no lograba descifrar era una especie de cubículo en forma de tubo de ensayo pero mucho más grande, a pesar de haber escuchado el sonido de un metal todo era de un lujoso transparente que me dejo anonadada y dentro de eso reposaba el cuerpo del extraterrestre.

¡Exacto!

Todo lo que mis ojos no reconocían era porque eran de otro universo, sea donde sea que estaba no era nada humano. Temblé por el miedo y fue cuando me percate del frío que hacía en el sitio, era como estar en una especie de congelador, todo templado y en blanco.

-¿Do-Donde estoy? -pregunte con temor.

-Estás en un arca, bienvenida a bordo -respondió con una sonrisa aquel chico que en más de una ocasión había salvado mi vida.

-¿Un arca? -no comprendía nada y eso divertía al tipo detrás del espejo.

-Una especie de transporte interuniversal capaz de recrear lo que tu invento hace, es como una capsula de escape a menor escala que el ave -unas de mis cejas cobraron vida por si sola- El ave es lo que está destruyendo tu mundo humana, en resumen y ahora estas a kilómetros de nosotros.

-¡Cállate hermano! -grito molesto mi salvador- Te traje a Mérida, una ciudad que murmurabas demasiado en tu inconsciencia.

El sonido de aquella compuerta resonó y fue cuando lo vi salir, al igual que al otro chico tenía unos pantalones muy cargados de bolsillos pero en su torso no llevaba nada, absolutamente nada y pude recrearme con la buena vista que me regalo.

-¡Hey! Su rostro está arriba, ¡Lo ves! -Mire de nuevo al molestoso rubio y entonces me percate de su chiste.

-No estaba mirando su abdomen, solo estaba... -me habían atrapado con la manos en la masa, en mi caso con los ojos en su....

¡Dios!

-¡Claro, claro! Lo vez hermano, ellos huelen a pura hormonas, no son la gran cosa -se encogió de hombro mientras tomaba una esfera plateada a su lado.

-¿Qué ha sucedido? -pregunte cuando al fin regrese a la normalidad.

-Y de paso bipolar -exclamo el odioso muchacho.

-Estamos en guerra -la sinceridad de mi héroe personal me aterraba en ocasiones- Lo lamento.

-¿Qué? ¿Así nada más? -grite airada y muy asustada- ¡Por Dios! Debo saber cómo esta mi papa.

Las lágrimas cayeron por mi rostro como si de un río fuera y él se acerco a mí, quiso reconfórtame pero me negué de inmediato, ni siquiera lo conocía para que se tomara ese atrevimiento además; el motivo de mi sufrimiento, de mi preocupación, de mis miedos era exactamente eso: Él.

-¿Por qué nos hacen esto? -pedí una explicación.

-Pregúntaselo a tu salvador -dijo con diversión aquel rubio fastidioso.

Mire al espejo y casi salto con horror al verlo frente a mí.

¿Pero como lo hizo?

De inmediato aquel hombre que me había salvado en más de una vez estaba a mi lado, se veía tan alto y hermoso, a diferencia de su hermano esa bondad que transmitía lo hacía ver atractivo.

-Debes detener los ataques hermano, nada de esto tiene sentido.

-¡No! -fue la sencilla respuesta que él le dio para luego seguir con su actitud autoritaria y odiosa- Destruiremos ese Ostium a como dé lugar.

-¿Ostium? -mi voz sonó ahogada y una pantalla holográfica apareció al frente de mi mostrándome al pilar protegiéndose de los ataque con la especie de una muralla invisible.

Se veía magnifico y si ellos no podían tocarlo, de alguna forma había creado una barrera invisible en toda su extensión, de alguna manera había realizado un gran trabajo en su creación solo que no sentí gratificación por mi elaboración, realmente mis ojos se enfocaron en el panorama que aquella pantalla dejaba verme. Fuego por todos lados, el lago había dejado de existir para dejar en su lugar un terreno seco y árido, agrietado como un desierto sin arena.

¿Dónde estaba mi hermoso lago de Maracaibo? ¿Era posible que dejara de existir?

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