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15 | Halloween

He acabado con las drogas y lo añado a la lista de cosas que nunca volveré a hacer.

Incluso si me dan mucho dinero.

¿A quién intento engañar? Si me dan mucho dinero probablemente hago hasta un comercial de drogas en horario familiar.

De cualquier modo, estuve todo el día en el trance entre la delgada línea que separa la muerte y la vida, y solo por una ridícula gomita.

—¡Esos mocosos cada vez están más locos! —exclama mamá—. ¿Qué les dan de comer ahora?

—No te quejes, tú les estás dando esos dulces.

—¡Son de los buenos!

Llaman a la puerta de nuevo y ella se levanta con la bandeja en manos.

Hoy tiene día libre en el trabajo y lo desperdicia envenenando niños.

Escucho sus gritos y me asomo para verlos, se ponen como locos cuando alzan los dulces con sus pegajosas manitas. Estamos creando monstruos, así es, los monstruos no nacen, se crean.

Subo a mi habitación, le envío un mensaje a Mick diciéndole que no iré a la fiesta de Halloween de Maddie y abro el portátil. A ver, yo lo único que quiero es ver Netflix y acurrucarme en mi soledad. Navego entre las películas y decido que el algoritmo escoja por mí.

Esta es la opción segura, sin salir, sin adolescentes ebrios, sin confusión, sin tener que fingir. Justo lo que quiero. Y por Dios, no estoy con ánimos después de la aparición sorpresa de mi papá.

A las nueve escucho la voz de James desde abajo. Cierro el portátil y me cubro la cabeza. Escucho que habla con mi mamá, lo escucho subir las gradas, lo escucho abrir mi puerta y entrar sigilosamente.

—Will.

Me muevo un poco para dar a entender que lo escucho.

—Tienes la ventana cerrada —dice, probablemente su primera idea fue entrar por allí—. Yulia me dijo que estás enfermo.

Hago un sonido extraño con la garganta y en menos de un segundo tengo a James a la altura de mi cara mirándome con reserva.

—Sé que no estás enfermo —usa ese tono, como si conociera exactamente todos y cada uno de tus más oscuros secretos. Giro los ojos mentalmente, qué fastidio tener a alguien que te conoce tan bien.

Si te acusan de mentir, oféndete mucho, haz que la otra persona se sienta culpable.

—¿Qué estás usando?

O cambiar de tema.

Lleva un sombrero y una camisa blanca, parece Indiana Jones.

—Disfraces combinados con Maddie, soy Hank y ella Leia. Quedamos en encontrarnos en su casa.

A James no le gusta La Guerra de las Galaxias, imagino que debió ser idea de ella y lo convenció de hacerlo, seguramente vieron las películas juntos. Bien. Disfracen combinados. Es normal. Está autorizado. Entonces ¿por qué siento que me acaban de exiliar del país?

Recuerdo noches pasadas de Halloween, una vez nos disfrazamos de Naruto akatsuki y Karuma. Fue un épico desastre, todos le pisaban las colas a James, aunque estaba bien porque obtuvimos el más alegórico dolor de panza a causa de la ingesta desproporcionada de dulces. Y no quiero hacer acusaciones, ni falsas sospechas, mucho menos señalar a nadie de obsesionado, solo me parece que alguien que conozco todavía no ha descolgado su shinobis de detrás de la puerta de su habitación.

—Ayer estabas bien —continúa.

—Me desperté mal.

—Párate.

—¿Qué?

—Que te pares.

—No. ¿Por qué?

—Para demostrarte que no estás mal.

Esto es muy de él: buscar soluciones a las excusas.

—James, estoy mal, ¿no puedes aceptarlo?

—¿Qué tienes? —pregunta, acusándome.

—Dolor de cabeza.

—¿Tomaste alguna pastilla? —Frunce el ceño.

—Sí.

—¿Dónde está la envoltura?

¿En serio? ¡En serio!

—Mira, aquí la tengo, la guardé para que no te preocuparas por mí y puedas asegurarte de que tomé la correcta —Pongo una sonrisa en mi rostro y él nota el sarcasmo—. La boté, James, ¿qué más da? ¿Vas a buscar en mi basura?

En retrospectiva, él no iría tan lejos como para buscar en mi basura, lo que intento hacer es convencerlo de cualquier forma hasta tener algo mejor que la negación.

—Si no quieres venir a la fiesta, dilo. No tienes que mentirme —verbaliza.

¿Qué le digo? ¿Que mi inexistente perro se comió mis ganas de no ir? ¿Que me dio como una alergia a la gente?

—No te miento.

¿Que ayer tuve un día rarísimo empezando por mi padre y además estuve drogado? ¿Que no quiero interactuar con humanos?

—Ni siquiera tienes disfraz, nunca pensaste en ir realmente.

¿No quiere mentiras? Genial, toma tu verdad:

—Siempre hacemos lo que quieres.

—¿Qué?

—Me has escuchado, acepta por una vez que el mundo no gira para ti.

—Les pregunté si querían venir, nunca les obligo a nada —se defiende.

—¿Y qué estás haciendo aquí exactamente?

—¿Estás molesto por eso?

—No estoy molesto.

—Estás molesto conmigo —insiste.

—Que no estoy molesto.

—Algo está pasando desde hace tiempo.

Dejo escapar un suspiro lo suficientemente fuerte y lo suficientemente largo para dejarle saber que no volveremos a tener esta conversación. Luego, me volteo en la cama y me tapo con las sábanas; si lo ignoro se irá. Prefiero mi estrategia infantil a tener que hablar con él.

El problema es que James no cruza la habitación, no sale por la puerta, James no huye como yo. Se mueve hacia mí, abre las sábanas desde la parte superior derecha y se mete en mi cama, con botas de Han Solo y todo. Como cuando éramos niños.

Mi cama es individual, así que me desplazo un poco para que entremos sin que la mitad de su cuerpo esté colgando al aire.

—Te extraño, Will —Sus lindos ojos azules brillan al mirarme, tan sinceros que duele reconocerlo—. No me apartes de ti.

—No lo hago —murmuro.

Se mueve, se pone de costado y me pincha el hombro con un dedo.

—Sabes que te quiero, ¿verdad?

Probablemente debemos quedarnos aquí, en mi cama. Solo aquí donde hemos estado tantas veces. Probablemente debemos quedarnos aquí para siempre, en esta posición de nuestros antiguos «yoes».

Froto mis manos. A tan pocos centímetros de él siento que mi cabeza puede formar las palabras, siento que puedo decirlo.

—También te quiero.

Tengo que sostener una de mis manos con fuerza para no sostener la suya. Tengo que cerrar los ojos para no mirar los suyos. Tengo que obligarme a ser su amigo.

Hay una distancia de años luz entre ambos a pesar de lo cerca que estamos, no sé cómo atravesarla para llegar a nosotros. Necesito un agujero de gusano, necesito que conectemos cortando espacio.

Nunca antes habíamos tenido este tipo de relación, donde nos quedamos tanto tiempo sin cosas que decirnos, él suele ser la primera persona a la que recurro, me conoce, sabe qué decir para tranquilizarme, para que no me sienta aislado.

Evidentemente ahora no puedo recurrir a él. Estamos aquí; lamentablemente es una falsa seguridad. Me pregunto si podré volver a hacerlo, si podremos recuperar lo que teníamos.

En mi techo están las estrellas que pegamos hace tiempo saltando sobre la cama, esas que brillan en la oscuridad. Es nuestra galaxia de bolsillo, la que creamos. Para ser honesto han estado apagándose con el tiempo.

—Tengo que irme —anuncia—, se hace tarde.

Tan rápido como llega decide irse, arrasa con la poca estabilidad que tenía y no se ha dado cuenta. 

Nunca se dan cuenta. 

Usa la puerta al salir y una pequeña y salvaje parte de mí quiere detenerlo, una pequeña e irracional parte de mí quiere pedirle que se quede, aunque eso sea lo opuesto a tratar de superarlo, no es mi culpa, siempre quiero cosas opuestas.

Así que paso mi Halloween encerrado en casa, creando contextos imaginarios en los que mi vida no es un desastre de película con mal presupuesto. Una vida sin grietas, sin escenas recortadas, ni villanos irrelevantes como mi papá.

¿Qué bicho le picó para aparecer?

Han pasado tantos años, cuando se largó las cosas eran más confusas, era pequeño y por mucho tiempo sentí que fue mi culpa, que no fui suficiente para que se quede. Luego entendí que ni mamá ni yo éramos el problema, aun así hay una parte rota, una parte que finge que no me importa, que ya no hay herida.

No entiendo qué espera de nosotros. ¿Que volvamos a ser una familia? Él ya tiene una y no tardó en hablar de lo mucho que los quiere.

Para la época en que se fue, me aislé un poco del mundo, durmiendo hasta tarde, llorando de la nada, arrastrando el dolor, haciendo preguntas a mi mamá porque no podía entenderlo, afortunadamente la tuve a ella y a James.

Creo que por eso valoro tanto a James, mi mamá pasaba mucho tiempo en el trabajo y él se esforzó mucho para no dejar que me sienta olvidado o que me hunda por eso. Al decir que me sacó al mundo no me refiero exactamente a que tuviéramos las más grandes aventuras, solo me sacaba de mi cama, me sacaba de extrañar a mi papá, me sacaba del llanto y bajábamos a mi sala y al patio y a su sala y a su patio, todo un recorrido por nuestras casas. Me hizo sentir un niño normal, no uno al que su papá acababa de abandonar. Se lo agradezco infinitamente.

Las cosas eran más sencillas antes. Éramos niños y entendíamos el mundo a nuestra manera, lo que pasa es que en cuanto más creces lo entiendes a la manera dada, a la que vale, en cuanto más entiendes más duele.

James se fue, está en una fiesta genial, con su extraordinaria novia, conociendo gente nueva y divirtiéndose. Ni siquiera es la fiesta, porque no me gusta salir. Es sentir que la vida real sucede a millas de distancia, como si fuera una estrella fugaz imposible de alcanzar, y no importan mis ganas de hacerlo, no estoy recargado para esa velocidad.

No importa si me pongo a ir a fiestas o si me pongo a conocer gente, no se trata de eso, se trata de que aún haciéndolo no sería del todo yo. Nunca soy del todo yo.

Mi celular vibra y una notificación de mensaje aparece en la pantalla.

«¿Truco o trato?».

Es un mensaje de Bash, no sé si estoy de humor para responderle, debería echarme a dormir. Se ha hecho muy tarde.

Envía otro:

«¿O truco sin trato?».

Divago en mis posibilidades de contestarle o no. Al final decido hacerlo, debo dejar de hacerme sentir mal a mí mismo. También quiero avanzar. Sin embargo, antes de que pueda responder envía uno más:

«Estás vivo, ¿verdad? No quiero ser el causante del incremento de la tasa de mortalidad juvenil a causa del consumo de drogas involuntario».

Le respondo:

«Estoy vivo, y aclarando lo anterior, eres un peligro social y biológico, no me sorprendería que incrementes la tasa de mortalidad».

Bash: 

«Lo tomaré como un halago».

«Y bien, ¿qué tal? ¿Algún efecto adverso? ¿Dolor de cabeza? ¿Tú también confundiste a todos con útiles de oficina?».

Will:

«¿Confundiste a todos con útiles de oficina?».

Bash:

«No a todos exactamente, pero me di cuenta de que desearía ser un lápiz».

Un lápiz. Quiere ser un lápiz. ¿Sigue drogado?

Will:

«¿Por qué un lápiz?».

Bash:

«Disfrutaría de cada uno de los trazos sobre el papel, sería el instrumento del artista. Hay algo especial en ser un lápiz».

Will:

«Pero serías un lápiz de oficina, de esos que están olvidados en la gaveta».

Bash:

«Eso lo hace más poético».

Me río, con él podría quedarme sin palabras y vivir de la risa.

Will:

«¿Nadie te dijo jamás que no eres normal?».

Bash:

«¿Debería aspirar a serlo? La normalidad está sobrevalorada».

Will:

«No lo eres, no eres normal. ¿De dónde saliste?».

Bash:

«De mi mamá».

«Y es una conversación que no estoy dispuesto a tener».

«¿Qué objeto de oficina te gustaría ser?».

La pregunta por la que estuve esperando toda mi vida.

Will:

«Unos post-it, serviría para recordar a la gente lo que tienen que hacer».

Bash:

«¿Dejarías que te dividan cada vez que quieren?».

Will:

«O podría comenzar una rebelión».

Bash:

«¡Deberíamos hacerlo! Qué puta maravilla. Deberíamos comenzar una rebelión de oficina. Levantarnos contra la opresión del aburrimiento».

Will:

«Eso es muy Bash».

Bash:

«¿Qué significa?».

Will:

«Lógica absolutamente cuestionable. De hecho, creo que podrías tener tu propia escuela de pensamiento».

Bash:

«¿Como mi dialéctica?».

Will:

«Con discípulos y todo».

Bash:

«No es mala idea. ¿Estarías de mi lado?».

Will:

«Fundaría la escuela de pensamiento anti-Bash para salvarnos del armagedón».

Bash:

«También te apoyaría, no confío en mí con discípulos».

Sonrío al imaginarlo.

Will:

«¿Y no tienes plan de Halloween?».

Bash:

«Supongo que eres mi plan de Halloween».

Will:

«Entonces hemos fracasado como adolescentes».

Bash:

«O el resto lo ha hecho y somos los únicos que saben cómo pasarlo».

Will:

«¿Conversando entre nosotros?».

Bash:

«Y viendo la luna, está especialmente halloweeniana esta noche».

Compruebo desde mi ventana; la luna está en lo alto, muy brillante, rodeada de nubes que se desvanecen.

Will:

«¿Sabías que la luna está a un segundo en el pasado?».

Bash:

«¿Estamos mirando un segundo hacia el pasado?».

Will:

«Sí, es alucinante».

Bash:

«¿Es buen momento para declararme hombre lobo?».

Este es un momento icónico, mis conspiradores pensamientos sobre Bash pueden estar tomando forma: viene de una familia de licántropos.

Will:

«Ahora tengo muchas preguntas».

Bash:

«No quiero decepcionarte, pero mi sentido común falla a esta hora, actúo por instinto».

Tres de la madrugada, ¿en qué momento pasó tan rápido?

Will:

«¿En la hora de las brujas?».

Bash:

«Y de los hombres lobo».

Will:

«O sea tu hora, la hora de Bash».

Bash:

«Y de Will».

Will:

«¿Me estás llamando bruja?».

Bash:

«¿Brujo?».

Will:

«Intenta otra vez».

Bash:

«Me arriesgaré con hechicero, tómalo o déjalo».

Sonrío, ¿es normal? No me importa, necesito esto, olvidar las cosas que no puedo controlar.

Will:

«Entonces soy encantador, ya sabes, porque hago encantamientos, ¿eso quieres decir?».

Sinceramente no sé de dónde sale esta valentía para escribirle así, creo que es porque con Bash es fácil conversar, te hace sentir que todo lo que dices está bien, que no hay nada vergonzoso, y menos por mensajes.

Pero demora en responder. Bajo su nombre aparece «escribiendo...» una y otra vez.

Bash:

«Oh, eres encantador, claro».

Envía otro:

«¿Qué hiciste hoy?».

Retiro lo dicho, eso se sintió incómodo. 

...

¡No me odien! Sé que tardé en actualizar. He estado mega ocupada con mis clases :c

La buena noticia es que sigo viva y que esta historia aún tiene mucho para dar.

¿Qué les pareció?

¡No olviden votar!

Nos vemos pronto ♡ (en serio). 


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