Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14 | Amor

Corremos, nos escurrimos en el bosque donde nadie pueda vernos y llegamos al borde del lago Catalina; contra todo pronóstico me pongo a rezar en mi interior para que los pies no me fallen y se pongan a dar saltos de emoción. Estoy feliz.

—¿Por qué siempre terminamos escapando de alguien? —cuestiono.

Bash adopta esa expresión que tiene la gente al procurar no estallar en carcajadas, fracasa en el intento, no puede resistir la risa.

—Porque mis ideas son geniales —responde y lo miro con incredulidad—. Ninguna idea es mala si la mente correcta la imagina.

—Seguro, pero tu mente no es la correcta —me burlo.

—Me dueles, Will. ¿No estás contento?

—Extático.

Es la más pura verdad, una tormenta de fuego me sacude por dentro. Estoy seguro de que me han abducido, no domino mi circuito mental.

Bash, por razones que solo él conoce, comienza a quitarse la ropa. Qué loco, en serio se está quitando la ropa. Se quita el blazer, se quita los zapatos, se quita las medias; queda en camisa y pantalones. Y, con la misma naturalidad de quien camina, salta sin juicios al lago, no bromeo, se mete con un clavado directo.

Saca la cabeza a la superficie y la sacude para apartarse el pelo mojado de la cara.

—¿Qué haces allí? —pregunta.

Me pregunto lo mismo. Siempre me pregunto lo mismo, ¿qué hago aquí? Estar donde estás cuando estás no es más que una oscilación de la física, un acuerdo inexplicable y devastador de algo que no logramos entender como especie.

O puede referirse a otra cosa.

—¿Existencial o evolutivamente?

—Digo por qué no te metes al agua conmigo.

—¿Por qué habría de hacerlo?

—¿Por qué no?

—Porque hace frío.

—No está fría.

—No es convincente.

—¿Necesitas razones para todo?

Lo miro como si me estuviese preguntando si encuentro mis manos útiles.

—¿Porque te lo pido entonces? —intenta de nuevo.

Dios, qué guapo es, sus ojos sobrenaturales me encantan.

Tendría mucha lógica enamorarme de él. Mucho más sentido que enamorarme de James, por ejemplo. Vale, sí, está comprobado, no puedo dejar de pensar en él.

Además, ¿qué estoy diciendo? ¿Qué lógica hay en enamorarme de otro hetero?

Me acuclillo a la orilla del lago y cierro los ojos con fuerza.

Algo anda mal, me siento inquieto, despreocupado, feliz; estoy siendo muy sincero conmigo mismo.

No es normal.

Es extraño y maravilloso.

—Me quedaré aquí, gracias.

Observo cómo cierra los ojos y hunde el cuerpo, observo cómo se transforma en agua y flota de espaldas meciéndose casi imperceptiblemente. Parece hacerlo sin el menor esfuerzo.

No consigo eludir una sonrisa. De verdad se ha metido al lago como si nada, ¡con camisa y pantalones! Es posible que le vaya a costar una gripe su pequeña jugada.

Qué ganas de aventurarse a los riesgos a cambio de una brevedad de satisfacción. Me pregunto qué tan consciente es de sus acciones. Sin duda es el opuesto tangencial y absoluto de la ideología que sigo de ir por lo seguro.

Me inclino sobre el lago. Todo está un poco cuesta abajo, fuera del eje, tal vez acabo de cruzar un portal a un universo alternativo a través del espejo. Eso explicaría por qué mi reflejo deformado en el agua me acaba de sonreír, te juro que me acaba de sonreír.

Los espejos son extraños, una frontera entre la realidad y el mundo imaginario, mas no estoy seguro si lo vemos desde uno de los lados, creo que al mirar un espejo estamos traspasando la frontera, estamos dentro y fuera del espejo al mismo tiempo; eso es lo que me hace dudar de lo que es real y lo que no.

Por lo tanto, si mi reflejo me acaba de sonreír macabramente, sabe algo que yo no, y, si tiene más información, significa que comprende mejor el mundo. A lo mejor yo soy el reflejo.

—¡BASH! —le llamo— Bash, ¿soy real? —Él se ríe desde el agua—. ¿Cómo sé si soy real? —insisto. Me siento en un estado de desdoblamiento, como si fuera parte del público, presenciando una escena fuera de mi alcance.

Él sale del lago y yo salto hacia atrás mientras se iza hacia afuera. Hago todo lo posible por no mirar las gotas cristalinas que caen por su cuello y se pierden en la apretada camisa.

Hago todo lo posible, lástima que un intento no equivalga a la victoria.

—No lo sé. —Entorna los ojos de esa forma ladina suya.

—¿No sabes si soy real?

—Will, literalmente puedes crear una crisis existencial de todo.

—Respóndeme —farfullo.

—¿Tú no lo sabes? —Se coloca el blazer encima de la camisa mojada, lo que me parece graciosísimo, y se sienta junto a mí con las piernas cruzadas, adoptando un interés repentino—. ¿No te sientes real?

—Me siento real, pero ¿cómo sé que no me baso en mi percepción?

—Porque yo te veo —reflexiona, sacudiéndose el cabello oscuro que está desenfrenado y erizado en ángulos raros.

—¿Y cuando dejes de verme?

—Las personas existen por sí mismas, no porque alguien las vea.

—Puedo existir, pero ¿cómo sé que existo? ¿Qué hago para convencerme de que no soy un reflejo?

—Si no existieras, no tendrías duda sobre tu existencia. —Apoya la barbilla en su puño y sus ojos se adaptan a contemplativos.

—Quizá mis pensamientos son los que existen y yo no.

—Algún día todo acabará, ¿verdad? Si algo tiene un fin, en principio fue concebido. Esa es razón suficiente para darle sentido a tu existencia.

Usar la muerte a nuestro favor para darle sentido a nuestra existencia. Me gusta. Nuestras charlas llegan a rayar lo surrealista, esta vez se siente muy razonable.

—¿Cómo sabré que todo se ha acabado? —Sopeso lo siguiente a decir—. No puedo vivir mi propia muerte, ¿o sí?

—Will, ¿seguro que solo te comiste una gomita?

¿Qué?

—¿Qué?

¿Qué?

Hace un gesto de arrepentimiento.

—Las gomitas eran de hierba.

Me paro de golpe.

—¿Me has drogado?

Él también se pone de pie, con las manos alzadas como si tratara de calmar algo, o a alguien, o sea a mí.

—No intencionalmente —sus palabras salen con pausa al principio; van cobrando ímpetu—. Pensé que eran gomitas normales. ¿Ves que los ricos llevan toda clase de cosas extrañas en sus coches?

—¿Cómo sabes que eran de hierba?

Me pasa la envoltura de su bolsillo, todavía hay gomitas sobrantes. Mi corazón se desboca, la frecuencia es vertiginosa.

—¿No lo pudiste leer antes? —suelto, a lo mejor con demasiada contundencia.

—También te pasé la bolsa de las gomitas —me recuerda.

Por esto mi mamá me dice que no reciba cosas de desconocidos, aunque Bash ya no es un desconocido, y ya estoy muy grande, debí haber aprendido algo. Te fallé mamá.

—Esto es un desastre.

—Bienvenido a mi vida, el secreto es no pensar —Me sonríe—. Ahora eres mi compañero de desgracias.

—No es divertido, Salinger.

—No sé por qué te otorgué ese poder, mi apellido estaba mejor oculto.

Lo ignoro, con los brazos cruzados.

—No estás entendiendo la magnitud de esto, diablos.

—Si quieres di una grosería, puede hacerte sentir mejor.

Lo miro, se ve que está hablando en serio, no burlándose de mí.

—A la mierda esto —lo digo sin mucha emoción, como si fuera la misma respuesta monótona de cuando tus tías te dicen que «¡has crecido un montón!».

De hecho, me sentí mal por mandar algo a la mierda. Ese lugar debe ser horrible.

—Mira, rebobinemos el último minuto y finjamos que no te dije nada —Toma una abismal inhalación y sigue—: Yo creo que no hay manera de saber que estás muerto a menos que no lo estés, quiero decir, claro, estás muerto, pero si sabes que lo estás tienes consciencia.

Aprieto los labios.

—Sinceramente —digo—, ¿cómo puedes estar tan tranquilo?

—Aceptar la muerte hace las cosas posibles.

—No me refiero a eso, Bash, ¡estamos drogados y en un bosque!

—Es un internado, no un bosque.

—Encima estás todo mojado, seguro te da hipotermia, ¿qué pasa si te mueres?

—No lo sabría.

—¡Claro que sí! Estarás en un hospital y te dirán que vas a morir.

Me doy cuenta, él está sonriendo. Oh maldito Bash.

Sí, sí, acabamos de resolver mi pregunta anterior, eso ya no tiene nada que ver.

—¿Sabes que te odio? —le pregunto.

—Sé que no me odias.

Maldito. Maldito, Bash. Con su sonrisa perfecta.

—Estás cerca de ganarte el puesto. —Suelto un bufido.

—Ya tengo un puesto privilegiado, gracias.

—¿Ah sí? —Alzo ambas cejas—. ¿Cuál es si se puede saber?

Él solo sonríe.

—Te lo diría, aunque estoy algo indignado; acabas de matarme de hipotermia.

—¿Eso no te da una pista sobre tu puesto?

—Y sigo junto a ti.

¿Por qué no matarlo y librarme del afán? ¿Qué es lo peor que puede pasarme? Ir a la cárcel no es tan malo si me alimentan gratis por el resto de mis días.

—No por mucho, ya verás —respondo.

—¿Es una amenaza?

—De muerte.

—¿Qué pasa si soy yo quien te mata primero? —inquiere con sorna.

—Si me matas te perseguiré hasta que desees haberte ido antes, ahuyentaré a tus sucesores —advierto.

—Ahuyentarías a mis mascotas, ellos serán mis hijos —Su sonrisa es fresca, muestra gratis de lo mucho que goza esto—. A propósito, ¿lo de la muerte tiene que ver con un fetiche oculto?

—No.

No sé qué es un fetiche, escuché hablar de ellos; no los entendí. Por el modo en que él lo dice no suena bien, suena peligroso, así que no, no tengo, no quiero, gracias, siguiente pregunta.

—No te juzgo por tener fetiches, es normal. Pídeme que te cuente los míos.

Estoy a punto de decirle que no sé de lo que está hablando cuando me doy cuenta de su gran sonrisa, está tratando de hacerme olvidar que estamos drogados. No voy a caer.

—Eres tan pesado —me lamento y lo miro como si estuviese intentando descubrir el sentido de su existencia—. Por favor, compórtate que estamos en una crisis.

—Tú estás en una crisis, yo estoy disfrutando esto.

—Cállate —siseo.

—Deja de preocuparte, Will —Domina una sonrisa—. Si mueres antes me aseguraré de que nos comuniquemos por la ouija y te mantendré al tanto del chisme mundano.

Todo es una broma para él, no se toma nada con seriedad. Quiero enfocarme en cómo resolveremos esto. ¿Cómo saldremos de esta piscina? Estamos aquí sin importar nuestra nula intención de sumergirnos. Ugh, ¿por qué uso una metáfora?

—¡Tú te lanzaste a la piscina! —lo acuso, creo que podría estar entrando en pánico. Ayuda.

—Al lago —corrige.

—Quisiste hacerlo, es tu culpa.

—Me perdí, ¿de qué estamos hablando?

Sé que no es del todo justo echarle la culpa.

—No fue buena idea venir —me resigno y me doy cuenta de que estoy caminando en círculos. Siento las extremidades estiradas y perezosas. Como un Will de gelatina, ¿de qué sabor sería?

—Escucha —Apoya sus manos sobre mis hombros, deteniéndome de abrir un agujero en la tierra—, debemos estar juntos hasta que se nos baje, no debes preocuparte; nos cuidamos. 

Sus manos sobre mis hombros me dan la sensación de me va a dar un abrazo de consuelo.

Con toda seguridad estaría agradecido si mi cerebro diera señales de vida, si retomara su labor como se supone que debe hacer. No me siento yo mismo, soy una copia, una impresión, un reflejo, un Will en tercera persona, de otra dimensión.

—Bien —acepto.

Me retiro de su agarre, me acomodo en el suelo y paso tres o más minutos pensando en lo que hubiera pasado si no me hubiera alejado de él. Con eso quiero decir que paso unos densos tres o más minutos en silencio, mirando mis manos con convicción. Mis manos. Es raro tener manos que no le pertenecen a nadie más en el mundo, son solo mías. Debo cuidarlas, no ir apostándolas por allí.

En algún punto, él se ha tendido sobre el pasto, tiene los brazos y piernas separadas, los ojos cerrados, sumido en su cabeza. Su camisa está manchada de tierra y sigue húmeda. Me preocupa, de seguro el agua del lago estaba helada, no quiero que se enferme. Un Bash con gripe no es una idea que me apetezca.

No estoy diciendo que hay alguna idea de Bash que me apetezca.

Me quito la casaca y se la otorgo.

—No es necesario —dice.

—Te vas a enfermar.

Acepta la casaca y se la pasa por los brazos.

—Gracias.

Está usando mi casaca, le queda bien, mejor que a mí. Un nuevo conjunto de pensamientos incoherentes se apodera de mi cerebro. Desvía. Desvía. Desvía.

—Me gusta alguien —digo.

Gran manera de desviar. ¿Por qué no dejo de arruinarlo?

A veces las palabras hacen eso: escapar sin permiso, ahora están en el mundo y no puedo tragarlas de vuelta adentro.

Bash, desde el suelo, me mira con un interés diferente. Me tumbo a su lado, drogado de estrellas.

—¿Alguien?

—Sé que te cuesta creerlo, no tengo inclinación por los muertos.

Se ríe.

—¿Quién te gusta?

Algo en la forma en cómo me mira me hace pensar en qué realmente está preguntando, o a lo mejor estamos muy drogados. Dro-ga-dos. Nunca creí que esa palabra podría incluirme.

—Esa es información innecesaria —sentencio, y me mira de soslayo, como si tratara de leer entre líneas—. Eres la primera persona a quien se lo digo, es una tontería...

—No es una tontería —refuta.

—Solo quería decirlo.

—¿Y estás enamorado?

Es una buena pregunta; hasta este punto siempre he creído que sí, a pesar de que una parte mía no esté segura, porque estar enamorado es algo grande.

—No lo sé, una vez escuché en la tele que a esta edad no nos enamoramos, creemos estarlo.

Puede ser verdad, o puede ser otra forma en la que los adultos nos quitan humanidad.

—Eso sí que es una tontería, si nosotros no nos enamoramos, los adultos tampoco, ¿por qué tienen que desbaratar lo que sentimos? 

—Son adultos —Me encojo de hombros—. Siempre pensé que estar enamorado es algo fijo, o lo estás o no; no a medias, no con dudas.

—Puedo ayudarte a descubrirlo.

Algo da un vuelco en mi pecho cuando nuestros ojos se encuentran. Algo que se tira precipicio abajo.

—¿Cómo?

—¿Qué te gusta de esta persona?

No ha preguntado por una chica, ha preguntado por una persona. Sonrío para mis adentros. Es bueno saber que hay gente que no asume tu orientación sexual.

—Es amable, paciente, le gusta ayudar, sus ojos se asemejan al cristal, me conoce desde hace mucho, estando juntos no me preocupo por decir estupideces —termino y me doy cuenta de que parece memorizado, me hubiera salido más natural la tabla del nueve.

Bash se mantiene callado, con el ceño fruncido, sus dedos rozando el pasto.

—Trato de sumar todo lo que me gusta, ¿sabes? —continúo—. Restar lo que no me gusta y dividir lo que no soporto.

—¿Siempre conviertes tus sentimientos en operaciones matemáticas? —Sonríe.

—¡No! Para nada, solo quiero interpretar el resultado y tal, no dejar la ecuación sin encajar.

Miro hacia otro lado, nunca he hablado de esto, es como estar expuesto en la nada, entre un desorden consciente e inconsciente. Como si mi cerebro emitiera instrucciones incomprensibles en demótico ruso o antiguo mandarín o algún otro dialecto intrincado; nada tiene sentido.

—Creo que no nos enamoramos de las personas sino de la imagen perfecta que nos hacemos de ellas —reflexiona Bash con lentitud—. El amor de verdad no idealiza, se trata de querer también la imperfección, no de restarla.

Sería un eufemismo decir que me siento aturdido. Tiene razón; no sé si estoy listo para aceptarlo.

Amor.

¿Cómo es posible tener una palabra para ese concepto? La mayoría no tenemos ninguna pista de cómo entenderlo. Las letras en el alfabeto son tan escasas, necesitaríamos uno nuevo para construir ideas de lo que abarca.

¿Estoy enamorado de James? Él me gusta, pero ¿enamorado? ¿Siquiera él me gusta? ¿O es admiración? A veces siento que él compone todo de lo que carezco, ¿qué significa?

Estoy entrando en crisis, ¿cómo sé si me gusta alguien? ¿O si dejó de hacerlo?

Necesito googlearlo, necesito una lámpara mágica y un genio gentil que me ofrezca tres deseos y convertirlos en infinitos.

Vale, eso siempre lo necesito, no solo ahora.

El punto es que es extraño, sin importar lo confundido que estoy quiero seguir hablando hasta encontrar la respuesta. Nunca antes había dicho nada de esto en voz alta, casi no me permito pensarlo, en que tal vez, solo tal vez, no estoy enamorado de James. Es contradictorio, porque si fuera así, bien por mí, pero me asusta; James es mi zona de confort. 

Me estrujo las neuronas. Eso que acaba de pasar es el pensamiento punzante y apenas existente oculto tras otro pensamiento que pretende asomarse a mi cerebro. Esta idea que tienes en la punta de la lengua y al momento de querer decirla no logras atraparla, te quedas callado, la disipas.

No conozco la ciencia detrás de las drogas; estoy seguro que tiene que ver con la confusión mental.

Debería recurrir a mis habilidades para desviar temas. A decir verdad, deberíamos absolutamente dejar de hablar de James y del amor. Son cuestiones nocivas.

—Hay algo más —desde luego, dejar de hablar es a las justas una porción del desafío—, ¿recuerdas que te conté que mi papá se fue cuando tenía diez?

—Sí, recuerdo que lo dijiste.

—Volvió.

—¿Volvió? ¿Como volver del verbo volver?

—Como volver del verbo disculparse y querer visitarnos cada fin de semana.

—¿Cómo te sientes con eso? —Busca mis ojos.

—Raro, dividido.

—¿Y qué quieres hacer?

—¿Ahora mismo? Saltar en la luna. ¿Con mi papá? Ni idea.

—¿No lo extrañas?

—Echo de menos una parte de él, claro —digo bajito, siendo consciente de que la declaración se incrusta en una de mis más profundas verdades disfrazadas.

Puedes echar de menos a alguien y perdonarlo ciegamente con el fin de no abandonar por completo los recuerdos. Es el peligro del pasado.

—No tengo experiencia en padres que vuelven, al final termina siendo tu decisión, ¿no crees? Puedes aceptar tenerlo en tu vida, tratar de reponer juntos lo que tuvieron, o puedes no hacer nada al respecto. Él tiene que atenerse a eso, no tú.

—Hay bastante que no sabía que tengo dentro de mí. Me siento estúpido por armarme un problema de esto, debería darle otra oportunidad.

—Es importante, no deberías minimizarlo. Y tampoco eres estúpido, estás desesperado, drogado y si actúas incoherente sabes a qué echarle la culpa.

—¿A ti?

—A las gomitas.

—¿Desde cuándo eres tan sabio? —interrogo.

—Desde que estoy drogado y me haces preguntas que requieren de mi sabiduría ancestral.

—O sea que es mi delito.

—Lo haces sonar como algo malo.

—No quiero renunciar a la parte de ti que lo diría con insolencia, no como si acabara de comer una suave nube de algodón rosado.

—¿Sabes que eres muy hablador cuando estás drogado? —se ríe y tengo que resistir girar los ojos—. Es tú antítesis. 

—¿Del cero a diez cuánto estás disfrutando de esto?

—¿Ves esa estrella? —Señala sobre nuestras cabezas—. Los años luz que nos separan son la cantidad de números a la derecha que estoy disfrutando de esto.

—¿Tanto te gusta verme en crisis?

—Verte en crisis es muy tú.

—Verte burlándote de mi crisis es muy tú.

—Will, recuerda que la vida es demasiado corta e impredecible para tomarnos las cosas en serio.

Siento una sonrisa tirar de las comisuras de mi boca. Pienso que eso es muy Bash a un nivel más lógico.

—Perdón por molestarte con esto —me disculpo—, siempre pensé que estando drogado sería genial, resulta que solo soy Will elevado al cuadrado.

—Eres genial, el Will elevado al cuadrado y el Will radicado.

—Tú sí que estás drogado.

—Me comí unas cinco.

Nos reímos sin parar, quiero que nos riamos en la eternidad. Es como si todas las cosas que existen, reflejos o no, se hubieran desvanecido y nos hubiéramos quedado suspendidos en un vacío dimensional.

Se siente bien no pensar, no encerrarme del presente y desprenderme de esta conciencia de ser yo y mis desbalances críticos y resignados sobre la vida.

Sin embargo, lo cierto es que pensé mucho más, solo no me sentí mal sobre ello. No tanto.

—¿Es tu primera vez? —rompe el silencio.

—¿Mi primera vez?

—Estando drogado.

—¿Tengo cara de drogadicto?

—Nunca se sabe, los que parecen más buenos terminan siendo los malos.

Me río. Eso sí es muy Bash.

—Es mi primera vez —respondo.

—La mía igual, gracias por preguntar —Me mira con sorna—. ¿Sabes? Me gustan las primeras veces.

—¿Por qué? —me aseguro de preguntar.

—Muchas cosas tienen la capacidad de convertirse en una primera vez; puedes sentir que haz hecho algo demasiado e incluso así renovar el sentimiento. —Juega con sus dedos. 

—Supongo que somos personas diferentes cada vez que hacemos algo.

—Sí... Y no hay primera sin segunda —bromea. 

—Yo no lo volvería a hacer.

—También me gustan las únicas veces.

El resto de la conversación es un fragmento registrado parcialmente.


... 

¡Holi por allá!

El capítulo es más largo de lo usual, no quise dividirlo para no quitarle el ritmo. Espero que les haya gustado. 

Y ahora una bella ilustración que hizo JoselineV1004 de Bash y Will.💜

Vayan a visitar su perfil. 😉

Nos leemos en los siguientes caps. ¡Les quiero!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro