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07 | Perdonar

De acuerdo. Cinturón, llave, embrague, cambio, acelerador, embrague, cambio, acelerador y avanzar. Supongo que esto está sucediendo.

Estamos en la calle vacía, mi mamá está justo al lado mío explicando los cambios de velocidades. Hoy es domingo y hemos decidido que ya es hora de que me enseñe, no pude atrasarlo por más tiempo, la excusa del cambio climático dejó de afectarle, e insistió con su típica frase de «eres tu propio obstáculo». Aparte, he decidido que no quiero depender de James para que me transporte, y el autobús deja de ser bueno cuando recuerdo que la última vez fui junto a un señor enorme que se inmiscuyó en mi burbuja.

No solo por James y tampoco solo por el autobús, dentro de unos meses, cuando termine el colegio, voy a tener que enfrentarme a la vida real y, ¿qué mejor haciéndolo un poco más preparado?

Todo este tiempo he sido solo yo deteniéndome, soy mi propio obstáculo y eso apesta. Apesta que los adultos tengan razón.

Así que está pasando, este soy yo. Me gusta estar aquí, en el viejo coche de mi mamá, con las manos sobre el volante, teniendo el control. Me dijo que podíamos compartirlo por un tiempo porque sus turnos en el trabajo no se cruzarán con las mañanas del colegio.

—Aprendes rápido.

Sin contar que debí haber aprendido el año pasado como el resto, pero ¿por qué tenemos que ponerle una edad a todo?

Vuelve a pedirme que lo encienda y avance con los cambios. Quiere que aprenda a conducir su coche con marchas antes de coger uno automático. A mí me da igual, creo que todo tiene que ver con el tiempo, espero pronto poder manipular los movimientos uniformemente, ni siquiera voy a tener que pensarlos, va ser tan mecánico como pestañear.

Me emociona la idea. Tengo diecisiete, tengo acceso a un automóvil y estoy aprendiendo a manejar, no hay razón para no lanzarme a sacar la licencia. Tengo en mente todo el plan cronometrado, si las cosas van bien, en máximo dos meses estaré dando el examen y en menos de tres días sacándome la foto, lo que significa que esa misma tarde seré legalmente el conductor a cargo de las vidas de atrás.

Es emocionante.

Después de la primera lección, que duró por lo menos tres horas, regresamos a casa y el resto del domingo transcurre con cotidianeidad, por supuesto, no puede considerarse domingo si no estoy en medio de mi escritorio con los cuadernos apilados terminando algunos ensayos para mañana temprano.

A las cinco suena la alarma que puse para no olvidar los ejercicios de matemática. Soy de los que funcionan con alarma, sino voy olvidando todo, incluso lo que desayuno justo después de terminar de desayunar.

Me dispongo a terminarlos con rapidez, me gustan los números, y no, no estoy siendo obligado a decirlo, no estoy bajo amenaza de muerte, y no hay animales involucrados a riesgo de sufrir. Simplemente no es lo que todos creen, son fórmulas, algunos atajos, usar la lógica.

Los profesores solían encargarme tutorías de matemática para algunos compañeros que tenían dificultades, así fue como descubrí que realmente hay muchos chicos en el colegio que podrían sobresalir de no ser por la falta de apoyo familiar, si de verdad se lo propusieran o si dejaran algunas distracciones, no es cosa de talento, sino de esforzarse. En fin, todos tenemos la misma capacidad de inteligencia. Recuerdo que a mi papá también le gustaban los números, solíamos pasar noches en la mesa del comedor resolviendo ejercicios. Es uno de los pocos recuerdos que rescato de ambos.

—¡La cena!

Bajo y mi mamá me sorprende con una caja de delivery con la etiqueta de nuestra pastelería favorita y dos yogures griegos envasados. Amo el yogur, como cena, almuerzo y desayuno, a medianoche y de merienda; no hay límites conocidos con el yogur.

Nos quedamos conversando un rato, primero me como la dona para disfrutar el yogur por sí solo. Las donas me recuerdan a James y todas las veces que se rehúsa a comerlas porque no tolera que de ellas hayan derivado las donas con forma de hamburguesa, a veces es inquietante hasta dónde puede llegar la creatividad humana.

—¿Cómo van las cosas con James? Hace un tiempo que no pasa por aquí.

No tengo ni idea de cómo lo hace, eso de saber exactamente en lo que estoy pensando, debe ser su sexto sentido materno.

—El viernes fuimos juntos al colegio, se me hizo tarde y me llevó.

—¿Por qué no lo invitas a cenar?

—Le preguntaré más tarde.

James y mi mamá se llevan bien, tienen algunas cosas en común, lo que no es para nada extraño. Va, si lo es, aunque siempre terminan hablando de experiencias de ella en su trabajo. James quiere ser enfermero desde siempre, lo que es perfecto para él, es más de asuntos prácticos cuando se trata de ayudar a las personas. Antes lo envidiaba por tener las cosas tan claras en su vida, luego hubo un tiempo en el que la idea de un James enfermero me tenía como loco.

A veces estoy a un ápice de decirle a mi mamá que soy gay. A veces deseo tanto decírselo que casi puedo imaginarme enterrando la cara en su hombro mientras nos abrazamos con lágrimas. Me he imaginado cien situaciones distintas y en cada una termino llorando, sé que lo aceptará, es tan predecible, casi puedo visualizar su sorpresa y luego un aparente gesto que intenta disimular la sorpresa.

Pero me es imposible concretarlo, no puedo hacerlo, me temo que me hago un mundo entre la realidad y lo que casi puedo visualizar.

¿Cómo lo hace la gente? ¿Cómo comienzas? Tengo que agarrar valentía y encontrar un momento adecuado que no me devore la cabeza.

—Cariño, tu padre llamó.

Se me detiene la sangre, podría estar coagulándose justo ahora.

A pesar de haber entendido lo que dijo, es difícil confiar en ello. Una obsesa parte de mí incluso se pregunta si todo esto no es más que un sueño muy realista.

—¿Qué quiere?

—Quiere verte.

Casi nunca hablamos de papá, no es como el tema prohibido, solo no hay nada que decir. Cuando mi mamá lo menciona siempre es de esa forma, con esa expresión de haber comido aceitunas, llamándolo "tu padre", y cuando está de humor cuenta algo que hizo que fue estúpido o descuidado, aparte de la fuga, claro. Por su parte, ella nunca parece estar realmente enojada debido a eso, como si no albergara sentimientos de odio o rechazo. Creo que también está en un punto en el que dejó de importarle.

—¿Por qué? No lo veo desde hace siete años.

—Pasó mucho tiempo —confirma. Hemos acabado las donas y me meto una cucharita de yogur a la boca, ahora entiendo que quería suavizar el ambiente—. En la llamada sonaba como si de verdad quisiera verte y conversar contigo.

—Una charla de cinco minutos y luego que desaparezca hasta que necesite sentirse mejor. Creo que puedo vivir así.

Así es como he estado viviendo. No es que me falte amor ni nada, tengo a mi mamá y es más que suficiente, es todo.

—Will...

—Mamá... —Uso su misma entonación—. Tú más que nadie debe saberlo, ¿por qué siquiera contestas sus llamadas?

—Es tu padre, tiene derecho a...

—No lo digas, él no tiene ningún derecho sobre mí.

Esto siempre pasa, los padres quieren hablar con sus hijos cuando ya es demasiado tarde. No puedes reparar con palabras poco sólidas un pasado que te encargaste de romper, porque si te toma tan poco tiempo destruir la idea de tu persona en alguien, debería tomarte incluso más tiempo y esfuerzo tratar de repararlo.

No estoy dispuesto a asumir la carga emocional de enmendar algo que él rompió.

Ya no.

—¿Le digo que no quieres verlo?

Asiento.

—¿Seguro?

Vuelvo a asentir. Esta es una de esas ocasionales veces en las que estoy seguro de algo en la vida.

—Saldré un rato —informo—, iré a caminar.

Lo último que supe de mi padre fue que asistía a los grupos de ayuda de alcohólicos anónimos en su otra ciudad, donde se mudó con su nueva esposa y donde tuvo a su nuevo hijo. De ahí para adelante me dediqué a olvidarlo, no porque quisiera, solo llega un punto en el que pasa tanto tiempo que olvidas cómo se escucha su voz o si alguna vez llegaron a despedirse. Apenas quedan recuerdos.

La idea del olvido no me gusta, lo cierto es que es aterrador, olvidar a las personas, las cosas que vivimos, los lugares que adaptamos, son las piezas que nos componen, que nos hacen ser nosotros mismos y entendernos.

Pero no querer olvidar no significa querer perdonar. Como tampoco perdonar significa olvidar.

Yo lo he perdonado en silencio, desde lejos, sin esperar que esto me haga sentir mejor, aunque de todas formas lo he perdonado por mí, para cuidarme.

Tal vez estuve esperando mucho tiempo que regrese, que lo lamente y que volvamos a ser una mejor familia reparada; nunca sucedió y no va a suceder. No puedo pasarme la vida esperándolo, no podemos detenernos o retroceder por cada bache u obstáculo. ¡Sorpresa! Esta es la vida real, pasan cosas malas todo el tiempo, pero levantas la mirada y el camino sigue ahí.

...

¡Gracias a todos los que están leyendo! 💜

Nos vemos en el siguiente capítulo.

Cuídense mucho ^^

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