Capítulo 21: Rosa Blanca
Axel se encontraba en su habitación, un antiguo salón rústico vacío con buena iluminación, calefacción y mucho silencio, localizado en el segundo piso del edificio. Él estaba recostado en una hamaca, disfrutando de la lectura acerca de cómo cerrar ciclos y vivir duelos.
En realidad, él gozaba de la tranquilidad que le ofrecía el lugar. Desde que llegó, no había hecho más que ejercitarse en el gélido suelo de madera, dormir y leer ya que la biblioteca le recordaba un poco a su antiguo hogar en Trésse.
Él vivía con su madre dentro de una casa pequeña, con dos habitaciones, un baño, cocina, sala-comedor y ninguna puerta. Mrs. Ferretti y él nunca conversaban juntos, a menos que fuera con respecto al difunto Benedict Ferretti, una Presa aguerrida y conflictiva cuando se trataba de su familia.
Ellos estaban de acuerdo en que Mr. Ferretti era buen protector, pero mal padre ya que era extraño encontrarlo en casa. Pese a lo anterior, tuvieron varias experiencias felices, en las cuales estaba incluida la pequeña Anet y sus hermanos mayores.
Axel recordó varias vivencias de su infancia, olvidando por un momento que estaba leyendo. Su mente pensaba en las imágenes de los pequeños Bowie jugando con él hasta que la noche caía y un adulto los interrumpía.
Morgan tocó la puerta del cuarto, interrumpiendo el viaje de Axel.
Axel cerró el libro, quedándose en silencio un par de minutos antes de comentar: —No estoy listo para una relación. Aún pienso en Monty... Súmale a ello mis encuentros con Cloterson. Pero no creas que rechazo tu cariño.
«Por favor, entiéndelo», rogó, acomodándose su sudadera y pants grises. Sus ojos lo delataban, lo que sentía por el pelinegro era evidente, una combinación de amor y pasión.
Axel sintió su corazón latiendo a mil, y deseó que hubiera estantes con libros en su cuarto para poder esconderse detrás de uno. La fiebre amorosa que sentía lo delataba, pero no se atrevía a dar una continuación a su comentario.
—Está bien —admitió Pérez, rascándose la cabeza—. Realmente, venía para avisarte que Archie asegura haberse encontrado con Cloterson Schäfer... Ella dice tener información relevante para vencerlo.
—Entiendo. —Las mejillas de Axel se encendieron. Morgan se aproximó hasta él, y besándole una de sus mejillas.
—Te esperaré el tiempo que sea necesario —admitió Morgan.
—Los estamos esperando —dijo Paige, carraspeando tras interrumpir su conversación. Ella sabía que sus amigos se amaban, pero que no era momento de iniciar un romance, sabiendo que había que sobrevivir primero.
Axel se deslizó y, cuando sus pies con calcetines acariciaron el piso, sintió el impulso de acorralar a Morgan para besarlo hasta que se incluyeran caricias y algo más. Pero se limitó a reír mientras se colocaba los zapatos.
Los enamorados salieron del cuarto, cruzando el largo pasillo que los separaba de las escaleras, deleitándose con las pinturas que cubrían cada centímetro de las paredes.
Tanto cuadro aturdía a Morgan pues sentía que alguien lo estaba vigilando las veinticuatro horas del día, por lo que le comentó: —Desearía arrancar la mayor parte de las pinturas y reemplazarlas por carteles.
Después de la queja, ellos llegaron a la sala de juntas, la recepción de la biblioteca. Ellos observaron que había murmuro acerca de lo que Archie podría revelar.
Axel estaba tenso, así que jugó con sus dedos. Cuando Morgan se percató, sostuvo su para que se tranquilizara.
«Gracias», pensó Axel, terminando por entrelazar su mano con la de Morgan.
—El deseo de Cloterson por matar a Anet es inmensurable, pero no veo correcto asesinarlo... Tal vez meterlo a un hospital psiquiátrico funcione —explicó Archie, intentando que su juicio no se viera nublado por sus sentimientos hacia él.
Parte de Safari se alebrestó ante el comentario de Archie. Ellos pensaban que lo mejor era matar a Clot ya que si permitían que continuara con vida, él contraría una forma de escapar y acabar con la vida de su vecinita.
Anet alzó una ceja porque ella también había pensado en lo mismo que Archie, pero después de una extenuante conversación con Lucien, entendió que Cloterson debía morir al igual que sus aliados.
—¡Cállense! —masculló Clement—. Préstenle atención a Anet, aunque yo tampoco quiera vivo a Cloterson.
—¡Silencio! —acalló Anet a la muchedumbre—. ¿Quiénes se creen para decidir quién vive y quién no?
Ella examinó su cuerpo, sintiendo repulsión. Sus mamas estaban tan desarrolladas que no le hacían justicia al rostro andrógino que tenía.
«Necesito utilizar una venda para reducir mis pechos», reflexionó ella. Nuevamente, no se percibía cómoda como dama. Aun así, se tragó su pesar para continuar con su monólogo.
—Matamos porque es la única opción que nos deja el presente, ¿pero están a gusto con eso? ¿Aman ver sus manos bañadas de sangre? —continuó cuando el público permaneció callado—. La idea de Archie será una máscara para mi as bajo la manga —engrosó su voz.
Ella deseaba ser hombre porque solo de ese modo sería tan temida y respetada como deseaba. Su apariencia y comportamiento femenino solo la metían en problemas.
Axel estaba confundido, él también quería que Cloterson pereciera, sin embargo, prefirió dar su voto de confianza a Anet.
Nadie reclamó.
Anet trotó hasta el baño, mirándose a través del espejo, pues el inconformismo con respecto a su verdad biológica la acosaba de nuevo.
Lucien, Marie, Ulises, Camile, Axel y Morgan la esperaban para poder asegurarse de que ella estuviera bien.
Ann gimió, observándose las manos. La impotencia estaba acabando con ella porque según ella, Anthony y Clement exigían que su cuerpo debía ser masculino.
—Está bien sino te sientes cómoda contigo misma, pero recuerda no ser tan rígida —aseguró Axel, golpeando tenuemente la madera.
—¡¿Cómo mierda está bien?! —chilló Clement, sabiendo qué quería decir Anet—. Mi cuerpo debería ser mi templo, mi cimiento. En cambio, solo es un recipiente incoloro, sin vida ni personalidad.
—Déjenos solos —lloró Anthony, desconsolado ante la idea de no sentirse bienvenido, al ser un hombre compartiendo cuerpo con una mujer.
—Por favor, solo tráiganme otra prenda —suspiró Ann, deslizándose sobre la puerta. Ella oyó los pasos de Lucien, alejándose para conseguir lo que ella pidió.
Apenas él regresó, Ann abrió la puerta, y se cambió.
En el momento en que Anet salió del baño, intentó contactar a Anthony para concretar un plan, pero él no respondió ya que estaba triste.
«Me odias porque no me siento cómodo aquí», externó Tony entre ecos.
—Perdona, no quería lastimarte con mi disforia —se disculpó ella—. No me sentía bien ante la mirada de Morgan, sentía que me juzgaba.
—Te vigilaré —dijo Axel, llevándose Morgan para adiestrarlo. Él no permitiría que Ann se sintiera mal por quien era.
Más tardé, Axel dejó a Morgan en su espacio para seguir a Anet, quien se detuvo en una zona cercana a la entrada, en donde había dos estantes empolvados e iluminación media.
Anet esparció por el suelo las tapas de diferentes tamaños y colores, y poco a poco, las separó en grupo de a cinco hasta que ninguna quedara huérfana.
Axel observaba que ella miraba hacia varios sitios de la habitación, interpretando las voces de Clement y Anthony, pero no sabía qué estaban hablando, así que solo le quedó usar su imaginación para obtener respuestas.
Ahora Clement controlaba el cuerpo andrógino que se sobresaltó, sintiéndose ofendido por una traición. Él estaba decaído, se le notaba con la postura que adoptó el cuerpo de Ann.
Axel monitoreaba con éxito el comportamiento de su amigue, intentando no ser obvio.
La versión andrógina y pasiva-agresiva de Bowie se encontraba arrastrando los pies sin contemplar que preocuparía a sus amigos.
Morgan y Ulises se acercaban a Axel cada dos minutos para preguntar acerca de Ann. Simultáneamente, Marie y Camile anotaban las conductas de Clement para cerciorarse de que él no desobedeciera a Anet.
Noah pasaba de camino a su habitación cuando soltó un chillido. Ella había sido testigo de que Clement convulsionaba.
Denisse y ella canalizaron a Clement mientras que los médicos llegaban a uno de los cuartos de lectura de la biblioteca. Mientras tanto, Axel se posó sobre el cuerpo de su mejor amigo para comenzar con una resucitación a base de golpeteos en el pecho de Bowie.
—No moriré, pero no sé qué le pasó... —declaró Clement, con vaga energía hasta que se desvaneció por completo.
—Cam, ¿tienes su medicina? —preguntó Axel con agotamiento.
La mujer pelirroja asintió. Ella estaba igual de preocupada por los demás, pero mantuvo el temple hasta que regresó.
Ocho horas después, Anthony cayó de la hamaca en la cual descansaba. La hipocondriasis se había disipado.
—Clement, ¿cómo estás? —preguntó Tony, intentando comunicarse con su amigo.
Él se sintió tan desanimado que comenzó a llorar.
—No estoy listo para despedirme de ti —se lamentó—, a pesar de que me regañas por ser muy temeroso.
«Tranquilo, Tony. Clement está descansando, mas, no sabría decir si reaparecerá hoy, mañana, o nos dejará rogando por su venida», dijo Anet con su dulce, aterrado y fino cántico.
«Ann, es que no deseo que se esfume. Clement ha sido mi amigo desde que nací hace como... ¿Hace cuánto falleció Kelvin?», expuso Anthony sereno, seguro y confuso.
«Creo que como cuatro años», contestó Ann, «pero siendo sincera, no lo recuerdo muy bien... No es un dato que quiera tener en mi subconsciente».
«Sé que no, pero sin esa información, no podrás entender mi comportamiento», exhaló Tony, reincorporándose de la caída.
«Tony, sé que fue hace cuatro años. Además, ya entendí que tienes dieciocho años, a diferencia de Clement, quien tiene treinta y dos», agregó Anet, «...Y, eso me era raro hasta que comprendí que en ese entonces, mi edad psicoemocional era la tuya».
Anthony Bowie se sacudió, sintiendo una presión en el lado derecho de su cuerpo. El dolor era tan fuerte que empezó a dudar acerca de que viviría tanto como sus padres.
Ulises dejó la tabla con comida en el suelo para atender a su amigo. Él le había llevado caldo de verduras y pollo asado rojo a Anthony.
Lucien apareció junto a Noah, Axel y Camile, limitándose a contener su llanto para regresar a Anthony a la enfermería.
—¿Necesitan hacerle estudios? —inquirió Noah.
—No será necesario —aclaró una enfermera—. De acuerdo con lo que nos confesó Anet tras su llegada a la biblioteca, ella sospechaba que tenía apendicitis.
Los amigos de Anthony no podían creer que él hubiera ocultado que estaba enfermo desde varios, días, ¡¿meses?! Como fuera, Tony se había excedido.
—Anet Jaqueline Bowie Férsse, Clement Stephen, y Anthony, ¡¿cómo se atrevieron a ocultar que tenían apendicitis?! —Camile quería abofetear a sus hermanos menores.
—No lo hicieron por joder, ellos simplemente nos protegieron a toda costa —comentó Axel, apretando los brazos de Camile para consolarla.
Lucien abandonó la enfermería, y fue por Archie, la joven adulta que se había convertido en su mejor amiga. Ella se encontraba en la cafetería, lo que antes era un almacén de libros y fue adaptado para ser lo que era hora.
—¿Qué sucedió? —indagó Archie, procurando no profundizar más de lo que fuese necesario. Ella sabía que si no tenía cuidado, podría desbordarlo.
—Anet, Clement y Anthony no son una amenazada para Cloterson —confesó Lucien, tomando una bocanada de aire.
—¿Por qué lo dices? —Archie colocó su mano sobre la de Lucien, indicándole que ella lo escucharía y apoyaría.
—Hace rato, Clement convulsionó... Y ahora, Anthony está en cirugía. Anet no dijo nada acerca de que tenían apendicitis —continuó Lucien.
Shawn soltó un gritó al escuchar las palabras de Lucien, pues no creía que el enemigo potencial de Schäfer estaba debilitándose. Como Astrid estaba con él, se lo llevó para que Archie terminara de consolar a Lucien.
Lucien se recostó sobre uno de sus brazos, desconectándose de su oscura realidad. Él no midió cuánto tiempo estuvo así, solo dejó que las horas transcurrieran.
Cuando izó su adolorido cuello, su novia yacía sorbiendo un smoothie de mango, enmascarando que estaba consciente del estado del moreno.
Lucien le arrebató la bebida para beber un poco de ella, pero sintió asco y dejó de tomarla. ¿Qué carajos le echaron al vaso que el líquido era tan amargo?
Anet rio porque no creía posible que Lucien percibiera la diferencia entre endulzante con sabor mango y el jugo natural de la misma fruta.
Ann besó la mejilla de su novio, disponiéndose a terminar su bebida.
Algunos miembros de Safari pasaron delante de ella, enseñándole las heridas que tenían.
—Fuimos atacados mientras hacíamos scouting —informó Denisse—, así que iremos a la enfermería... Suponemos que fue Cloterson Schäfer.
—Eso quiere decir que nos acercamos al final de la Anarquía, ¿no les parece gratificante? —aclaró Anet, dando el último sorbo a su smoothie.
—Un poco... No me gusta que mis niños resulten heridos —comentó Denisse.
—En la guerra, lo indispensable es el daño prevenido, gracias a nuestras acciones —soltó Anet, levantándose con apoyo de sus muletas.
Los ventanales oscuros de Denisse no comprendían el concepto de Anet, así que se retiró sin reproche. Ella dudaba de la veracidad de sus palabras.
Morgan apareció, malherido, para notificar: —Schäfer pidió ver a Anet en El Muelle dentro de dos días. No antes ni después.
Axel fue por su pareja, pero como también estaba herido, Lino y Shawn lo ayudaron para moverse a la enfermería.
—Solo estamos perdiendo personas —argumentó Lucien. De inmediato, ella lo abofeteó con fuerza porque pensaba que él estaba siendo imprudente.
—Esto es entrenamiento —debatió ella antes de desconectarse y permitir que Tony conversara con Lucien, el novio de ambas identidades.
—Cariño, tampoco me gusta la actualidad. —Anthony apretó las mejillas de Lucien—. Aun así, hacemos lo que podemos para disipar el caos.
—Anet y tú son las personas que amo, así que no puedo perderlos —comentó Lucien, besando a su pareja.
—En dos días, la Anarquía terminará —asintió Tony.
—Sigo sin comprender, cómo detener a Clot sirve para curar a la sociedad —interrumpió Lucien. Él lo apoyaba, pero tenía dudas.
—No puedo explicarlo, pero funcionará —respondió Tony—. Iré con Camile.
Tony se despidió de su pareja para andar con cautela hasta encontrarse con Camile, quien estaba en su habitación, un cuarto con las mismas características que las de Axel.
Su hermana mayor lo psicoanalizó y lo abrazó, consolándolo porque identificó que su hermanito estaba preocupado acerca de su futuro.
—Anet está llorando, escucho su chillido... Ella no soportaría perder a uno más —respondió Anthony—. Por otro lado, Clement está iracundo.
—¿Quieres que vaya por Jason para que hablemos los tres? —sugirió Camile.
Él asintió, permitiendo que ella le implantara un beso en la mejilla izquierda antes de buscar a Jason.
Cuatro años antes
En H-55, Trésse, a todos les habían pedido que no se acercaran a cierta persona debido a su forma de ser tan cambiante. Pero las advertencias fueron en vano ya que en una ocasión, una joven fue agredida verbal y físicamente por quien debía estar alejado de la sociedad.
Ella no recibió ni un solo regaño, simplemente lo dejaron aumentar su mala fama, y conservar su enorme colección de tapas. Su mente solo quería protegerse a sí misma, a pesar de lo que la gente creía.
—Un día de estos esa cosa será castigada por su comportamiento. Hace uso de su inteligencia para fingir ser amigable, luego espera para atacar —decían acerca de El Monstruo.
Aquel Monstruo se trataba de una persona como cualquier otra. Físicamente era una joven adulta, aunque ella misma no estaba segura si era mujer.
Ella leía un libro cuyas hojas eran era sepia, aunque también aparentaban ser blancas como la nieve. Tras unos minutos, ella masculló porque llegó al final de la historia.
—Solo desperdicié mi dinero —gruñó. Ella se sentía decepcionada.
Su roomie tocó la puerta de su cuarto.
—¿Estás bien, Ann? Hace muchas horas que estás metida en tu habitación. No quiero pensar mal de ti —dijo él, preocupado por ella.
—Sí —contestó ella.
—No te presiones por definirte —comentó el joven pelinegro. Él la tranquilizó, tocando uno de sus delgados hombros.
Ella se apartó de aquel gesto para ir a prepararse de comer, pero cuando llegó a la cocina, se percató de que no había alimento dentro del refrigerador. En vez de reclamar, ella tomó un pedazo de pan y evitó que la cálida sensación del electrodoméstico siguiese saliendo.
—Iré al supermercado —avisó el pelinegro.
—Bien. Te espero —aceptó ella mientras desviaba la mirada—. No vayas a tardar que en breve empieza la patrullada.
—Prometo no tardar, Ann —respondió su amigo para después salir de su vivienda. A los pocos minutos, regresó para tomar su tarjeta de identificación y salió de nuevo.
La espera mataba a Anet porque Kelvin ya había tardado más de lo acostumbrado.
Ella pensó en buscarlo porque el tiempo siguió corriendo, y Kel no llegaba. Su mente jugó en su contra, haciéndola pasar por un episodio ansioso.
«¿Por qué tardas tanto?», se preocupó Ann antes de analizar todas las malas situaciones donde su amigo estaba involucrado.
Ella agarró su teléfono para mandar mensaje, pero en ese momento tuvo un ataque.
—Calma, calma, calma —se murmuró, intentando tranquilizarse. El pensamiento la estaba atormentando con demasiada fuerza.
No lo dudó, tomó las llaves del departamento y su identificación para salir directo a la calle para encontrar a su novio. ¡Ya habían transcurrido tres horas!
Cruzando por calles cero transitadas, enfrentándose al gélido viento, y escapando de maleantes, ella lo buscó hasta que se desesperó al escuchar que habían asesinado a un pelinegro.
—Ojalá solo te hayan robado tu dinero. No soportaría perderte por culpa de mi hambre —comentó para sí misma debido al oscuro ambiente.
Al ver un puesto de comida en su camino, se detuvo para luego continuar su búsqueda.
—¡Kelvin! —gritaba por todos los espacios que visitaba—. Si estás cerca di cualquier cosa... No aguanto más. Regresa. Por favor, te necesito...
—Es tu culpa por ser El Monstruo —oía que le aseguraban extraños.
—¡Kelvin! —lloraba—. Por favor, te suplico que vuelvas. No podré superar este mundo si no estás conmigo. Te necesito. Amor, regresa. Regresa...
Él no iba a regresar, pero ella se negaba a aceptarlo porque no quería quedarse sola para lidiar con los bravucones.
«Duele. Quema. Pulveriza. Destruye. Marca», se repitió muchas veces al encontrarse con el peor de los escenarios.
Ella permaneció de pie, ignorando que le echaban la culpa. Todos estaban observándola con vergüenza y ganas de lastimarla.
Su fama empeoraba la deplorable situación en la cual estaba. Aun así, ella no dejaba de llorar por Kelvin. De hecho, sentía la necesidad de abrazar el cadáver.
—Por favor, regresa. No me dejes —dijo al cuerpo sangrante de Kelvin—. Te amo desde que te conocí lo he hecho pero no aceptarme a mí misma, nos llevó a esto. Lo siento...
Después de un rato, se apartó con su ropa teñida de rojo. Pese a ser el blanco de la gente y el oscuro ambiente, no miró hacia ningún lado que no fuese hacia el frente.
Su mente se hallaba totalmente nublada hasta que llegó a su apartamento vacío para disponerse a llorar por su amigo.
Tras varias horas llorando, decidió detenerse para tomar su colección e ir al lugar donde había encontrado a Kelvin.
Cuando llegó se le hizo curioso que el cuerpo siguiera allí con la misma posición. ¿Por qué nadie lo había recogido? ¿Qué esperaba la policía?
—Nunca te opusiste a mi faceta de coleccionista así que te concedo el placer de ser quien lo lleve encima —murmuró, agachándose. Al terminar su obra de arte, se reincorporó, dejando un papel encima del cadáver. Aquel pedazo decía lo siguiente:
No quería ser enemigo de nadie.
La vida me puso una prueba tan fuerte que pensaba que jamás podría superarla...
Entonces, Kelvin me salvó.
El miedo aumentó conforme a las terribles coincidencias, en las cuales se veía involucrada. Cada vez que alguien decidía vivir con ella, fallecía de forma misteriosa.
Días después de la muerte de Kelvin, Ann cayó en depresión. Ella pensaba que sería lo único que tendría, pero su ansiedad la sucumbió casi por completo.
El Monstruo intentaba animarla, asegurándole que descuartizar un pollo muerto, le serviría para externar su impotencia.
—Dos semanas antes de su muerte, se deshizo del cadáver del hermano de Camile —comentó Anet, echada encima de la alfombra de la sala.
—Se me había olvidado —se disculpó El Monstruo.
Camile abrió la puerta, recostó a su hermana menor en el sofá y le preparó de comer. Ella se hacía cargo de la renegada de la isla porque ni la misma Anet se valoraba.
Apenas terminó de cocinar, Camile animó a Ann con su platillo favorito, enchiladas verdes acompañadas de un rico caldo de verduras con arroz.
Anet devoró lo que su hermana preparó, y justo cuando estaba de camino al baño, una voz masculina resonó dentro de su cabeza, pero no era El Monstruo.
«¡Qué delicioso cocina, Camile!», elogió un timbre sereno, seguro y confuso, «...¿Será que puedas pedirle que cocine de nuevo?».
Anet lanzó un aullido, alertando a la mujer mayor que se encontraba con ella y estaba contando los billetes que tenía para la despensa.
Camile corrió hasta su hermana, quien se congeló del miedo.
—¡Camile! —dijo un nuevo host, controlando el cuerpo de Anet—. No hace mucho que le confesé a Anet que deseaba repetir el platillo de hoy, pero otro día.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Camile, combatiendo contra su miedo.
—Oh, perdona. —El host estrechó su mano con la de Camile—. Soy Anthony. Surgí tres horas después de que Anet regresó a su apartamento tras la muerte de Kelvin.
—Deja de asustar a Camile —regañó Anet a Anthony.
Camile estaba en shock, así que su hermanita le entregó un trago de whisky. La señora bebió, permaneciendo cuerda.
«Dios, ¿por qué me pones esta prueba?», se cuestionó Camile, «...Soy una buena mujer, hermana decente, pero no creo poder con esto».
La joven adulta de ojos grisáceos encendió la radio, aunque la apagó apenas oyó que los reporteros comentaban acerca de una muerte en Trésse.
A lo lejos, una mujer lloraba porque había perdido a alguien cercano mientras que un grupo de maleantes gozaba el delirio de la mujer.
Un toc-toc sacó a Camile de entre sus pensamientos.
Anet se aproximó a la entrada, a la par que sostenía una pistola. Ella abrió, encontrándose a su nuevo amigo, Lucien Fernández, miembro del clan de las Ballenas.
—Morirás si sigues visitándome —le recordó ella a Lucien, permitiéndole entrar.
—Te defenderé hasta el final —admitió Lucien, sonriéndole a su amiga.
«No me jodas, Anet», exclamó Anthony, «...Ese hermoso caballero de chocolate es bellísimo, ¿no te habías fijado?».
—Cállate, me avergüenzas —le contestó ella a Tony porque la ponía en aprietos.
—¿Con quién hablas? —dijo Lucien, preocupándose por ella.
—¿Te enteraste de...? —indagó ella, sonrojándose.
—Por eso vine. —El chico moreno se aproximó hasta ella—. ¿Cómo te sientes?
—Más o menos, lo extraño mucho... —confesó Anet.
Camile leyó el lenguaje corporal de Lucien e identificó que él se sentía atraído hacia su hermana menor. Ella esperó a que el invitado acariciara la mejilla de Ann para carraspea.
—Me quedaré aquí —avisó Camile, marcando espacio entre Lucien y Anet.
—Me agrada la idea, ya quería jugar ajedrez con alguien —admitió Ann, asintiendo.
Lucien no se molestó cuando su amiga se distanció ya que comprendía que quisiera espacio para procesar la muerte de Kelvin.
Anthony tomó el mando.
—Hola, guapo. Parece que no nos han presentado. Soy Anthony, ¿cómo te llamas, sexy morenazo? —comentó Tony, demostrando que era un joven adulto homosexual.
Lucien se ruborizó porque nunca creyó escuchar la pregunta viniendo de su amiga, pero era evidente que Anet estaba ausente.
«¿Qué mierda crees que haces?», reclamó Anet a Anthony, «solo vas a asustarlo, y hacerlo creer que me siento atraída hacia él».
«Y, ¿no lo estás? Es decir, ¿no lo encuentras levemente atractivo?», Anthony se liberó de culpa tras contestar con una pregunta.
Anet permaneció callada, limitándose a observar el comportamiento que Tony adoptaba para sentirse cómodo dentro del cuerpo de una señorita.
La mirada de Lucien reflejaba inocencia, pero él estaba vagamente consciente de que quien hablaba con él, era otra identidad de Anet.
—Lo lamento, pero yo me estoy enamorando de Anet Bowie —aseguró Lucien.
—Perdona si Anthony te incomodó —se disculpó Anet cuando Anthony se disipó.
—Descuida, te perdono —dijo Lucien—. Aunque me gustaría escuchar esetipo de comentarios de tu parte.
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