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Hace mucho tiempo, nació una niña que no sabía lo que vendría. Aprendió a jugar, aprendió a ser infante, años más tarde aprendió lo difícil de crecer, conoció a un joven.

Un joven dulce con ojos llenos de luces, con labios tan delgados como la cordura de ella por él, tan rosados como el dulce color de una sandía, con manos tan grandes como para sostener su vida, tan suaves como el primer racimo de un algodón.

Y un cabello tan oscuro y con caída tan perfecta sobre sus cejas rectas.

La pequeña niña parecía haberse enamorado, y nadie podía culparla pues aquel joven lucía como un ángel. Pero los ángeles son demasiado perfectos para un ser tan imperfecto, la niña, triste y devastada, sabía que aquel joven de piel suavizada, jamás podría observarla, y ni por un milagro, amarla.

La niña se convirtió en mujer, aquella mujer a veces recuerda aquel bello ser, que, justo como la vida, le enseñó la importancia de amar aun sí jamás pueda merecer. 

-Cora

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